Cuando Orellana jugaba de niño en las ásperas montañas extremeñas poco podía imaginar lo que le deparaba el destino. El caso es que con apenas 16 años, en 1527, desembarcaba en el Nuevo Mundo y rápidamente encontró un sitio en aquel turbulento y difícil ambiente. En 1535 se encontraba en el Perú a las órdenes de Gonzalo Pizarro, hermano de Francisco Pizarro, y era el prototipo de los personajes de aquellos tiempos. Entre otras cosas había perdido un ojo de un flechazo, luchando en Centroamérica, pero hombres hechos de aquella pasta, que hoy ya no existe, no habían tenido todavía suficientes aventuras.
En el efervescente Quito de 1541, se hablaba de muchas cosas y una de ellas era del mítico Eldorado y del país de la canela que según algunas leyendas existía al este, en el corazón de nuevas tierras por descubrir. Pizarro organizó una pequeña ciudad ambulante con más de 200 españoles y entre 3000 y 4000 indígenas auxiliares, que también tenían ganas de hacer fortuna. En aquellos tiempos había posibilidades de fortuna para todo el mundo. Sin embargo las cosas no fueron según lo planeado. Se pasó de un clima frío y alpino a un infierno húmedo y letal.
En julio de 1541, habían llegado al rio Coca, no tenían la menor idea de a dónde iba, pero era mucho más fácil seguir el curso de un rio, que adentrarse a machetazos en la jungla amazónica y decidieron construir una embarcación fluvial en la que cargar la impedimenta principal y los enfermos, mientras el grueso de la expedición les seguía a pie. Se avanzaba más rápidamente, pero el problema es que las provisiones no eran infinitas y que cuesta más remontar un río que dejarse llevar por la corriente.
Pizarro decidió hacer un último esfuerzo. Se detuvo con el grueso del cuerpo expedicionario y envió rio abajo a Orellana con una cincuentena de hombres en el barco recién construido. Perdieron el contacto. Orellana se encontró con idéntico problema. Cuando encontró provisiones, tuvo que decidir entre volver sobre sus pasos o continuar hacia adelante, con una única información. En 1500, Vicente Yáñez Pinzón, había descubierto la desembocadura de un enorme curso fluvial en una expedición que había partido de las Antillas y años más tarde, el portugués Pedro Álvarez Cabral había confirmado el descubrimiento. Entre la ubicación de Orellana y el punto indicado por Pinzón hay algo así como 3500 km en línea recta. Ningún problema. ¡Vamos allá!
El detalle del periplo lo tenemos gracias al Padre Gaspar de Carvajal, que en medio de aquel infierno, donde sucedió de todo, no olvidó de registrar puntualmente lo sucedido.
Finalmente Orellana llegó a la desembocadura del Amazonas, venció las fuertes corrientes de la barra de salida al océano y remontó la costa hasta alcanzar la isla de Cubagua en las Antillas. Todo ello en un barquito improvisado en mitad de la jungla del Amazonas.
Orellana sabia que la odisea no había terminado. Había dejado en mitad de la selva a su jefe y ese jefe se llamaba Pizarro, no era un cualquiera e hizo todo lo posible por procesarlo, acusándolo de sedición, traición y desobediencia. Pero Orellana no se arredró y tras nueve meses de negociaciones y en parte gracias a los detallados registros de Carvajal consiguió permiso para organizar una nueva expedición de colonización. Todo ello a pesar de saber perfectamente por experiencia propia que ahí no había riquezas de fácil explotación. Finalmente, Orellana consiguió organizar la expedición, pero la empresa era superior a la tecnología de la época, las enfermedades diezmaban a los colonos europeos, y a los medios de que dispuso. Murió en el empeño, pero dejó un curiosísimo registro de los pueblos que conoció durante su periplo, así como dejó constancia de lo que existía entre las costas del Pacífico y las del Atlántico. Como siempre, esto lo hizo por primera vez, un español.
Manuel de Francisco Fabre
https://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_de_Orellana#Biografía