San Pedro de la Nave (Zamora)
La iglesia es una obra capital de la arquitectura española, su ubicación actual no es la original. En el año 1930 se trasladó piedra a piedra hasta el pueblo de El Campillo, su solar original a orillas del río Esla quedó sumergido por la construcción del embalse de Ricobayo.
Como ocurre en otros lugares donde los orígenes no son conocidos de forma exacta, una leyenda documentada al menos desde 1601, trata de explicar la historia. En ella se cuenta como un caballero llamado Julián quedó muy sorprendido cuando en una cacería, un ciervo herido al que perseguía se encaró a él. El animal le anunció que mataría a sus padres. Al oír esto, Julián huyó despavorido a tierras portuguesas, donde adquirió una buena posición por su nobleza, y contrajo matrimonio con una dama castellana. Mientras tanto, los padres de Julián no pararon de buscarle al no comprender su huida. Un día llegaron a su casa estando él ausente. Su esposa los recibió y agasajó, de tal manera que les cedió el lecho conyugal para que descansasen. Por la noche llegó Julián y entró en la alcoba y al ver a dos personas en la cama pensó que su esposa le engañaba. Ofuscado por los celos, cogió un puñal y lo descargó iracundo sobre los durmientes. Al oír el ruido, la esposa acudió y le contó la verdad, Julián acababa de matar a sus padres. Muerto de dolor, recordó la maldición del ciervo y decidió huir lejos como ermitaño, su esposa lo acompañó. Allí fundaron un hospital. Una noche de tormenta, con el río casi desbordado, lo llamaron para que diese cobijo a un leproso y así lo hizo. En ese momento, el leproso se convirtió en ángel y le anunció la remisión total de su culpa. Con el tiempo el matrimonio murió en paz. La iglesia hoy existente sería aquel hospital. Una tosca caja de piedra se presenta como el sarcófago de sus cuerpos santos.
Los primeros datos constatables de la iglesia son del año 907, el templo pertenecía al monasterio de Celanova y pasó después al de San Benito de Zamora. Por su forma externa se reconoce la estructura del edificio, con tres naves, crucero prolongado por dos pórticos y ábside central cuadrado. Las portadas exteriores son originales de arcos de medio punto. La cabecera muestra el ábside de la misma altura que la nave.
El interior sorprende por la compartimentación de los espacios y de los volúmenes. Al ábside se accede por un magnífico arco triunfal de herradura, apoyado sobre fustes marmóreos. Los frisos que se distribuyen a lo largo de los muros están ricamente decorados con ruedas solares, cruces, aves y rostros, florones, tallos, ondas y diversos motivos más. Esta ornamentación muestra semejanzas con los modelos vistos en San Juan de Baños.
Sobresalen sobre todo los capiteles de las columnas que simulan sujetar los arcos del crucero. Dos de ellos reproducen aves picoteando racimos y rostros humanos. Los otros dos representan las escenas de Daniel en el foso de los leones y el sacrificio de Isaac, además de cuatro apóstoles de cuerpo entero: Santo Tomás, San Pedro, San Felipe y San Pablo. La datación de la Iglesia de San Pedro de la Nave se estima entre finales del siglo VII y comienzos del VIII.
Cueva de los Siete Altares de Villaseca (Segovia)
En el centro del cañón del río Duratón, cerca de Sepúlveda, se abre la cavidad natural conocida como Cueva de los Siete Altares. Es una caverna excavada en las paredes del desfiladero. En este paraje y en tiempos inciertos, se instalaron unos eremitas, posiblemente visigodos, que transformaron la oquedad en santuario. Crearon tres altares tallando otros tantos arcos de herradura contiguos e hicieron bajo ellos unos huecos para las reliquias. Dejaron una profusa decoración marcada por rombos, ángulos, líneas paralelas y otros dibujos de tipo geométrico.
Además de lo señalado, fuera de la cueva queda otro altar más con arco semicircular. Por lo tanto, el conjunto cuenta con cuatro altares, no con los siete que indica el nombre de la cueva.
Santa María de Quintanilla de las Viñas (Burgos)
Esta solitaria ermita es otro de los monumentos clave del arte visigodo español. Se encuentra en un paraje muy austero entre fincas sembradas de cereales. Lo conservado en la actualidad no es el edificio completo, sino la cabecera y el crucero de un templo basilical de tres naves. Se sabe que el edificio ya existía en el año 929, a través de un documento que lo cita que se guarda en el cartulario de San Pedro de Arlanza. Se conoce que en el siglo X se restauró bajo el patrocinio de la casa condal de Lara.
Una leyenda se cuenta relacionada con este monumento. En ella se relata que hacia el año 834 ciertos vecinos de la ciudad de Lara, temerosos de ser atacados por los musulmanes, abandonaron sus hogares huyendo hacia el sur. Con ellos se llevaron las reliquias de San Vicente, muy veneradas, y la imagen titular de Santa María. Al ser alcanzados escondieron los objetos santos y quedaron ocultos hasta mucho tiempo después. Aquella imagen ancestral sería la de la Virgen de las Viñas, patrona de Aranda de Duero.
La arquitectura de la nave nos dice que se compuso de tres naves, las cuales se aprecian en los cimientos bien marcados. El interior es muy simple, el arco de acceso al presbiterio resulta de interés especial, al estar formado por un arco de herradura más alargado de lo habitual. La decoración interna es abundante, dispuesta a modo de friso en las dovelas y los capiteles. Uno de los sillares, empotrado, muestra a Jesucristo y otros dos, quizás, a evangelistas.
Con estos ejemplos, solamente hemos querido reflejar los más característicos del arte visigodo en España. Desgraciadamente, no nos han quedado muchos, en comparación con los que tenemos del arte mozárabe y sobre todo del románico. Precisamente por eso, es necesario que extrememos la conservación de los mismos. Son un riquísimo legado de la arquitectura cristiana, del sentimiento y la espiritualidad del reino visigodo.
José Carlos Sacristán