Murcia, 2 de marzo de 1783
Hoy las campanas de la iglesia de Jesús tañen con tristeza: Francisco Salzillo, maestro imaginero, ha muerto cristianamente a la edad de 75 años, dejando menos hijos naturales que discípulos en su taller, como Roque López, Joaquín Campos, José López o el carpintero Pedro Collado. Es este último, quizás, uno de los más afectados por la pérdida, por ser uno con los que más ha estado trabajando en sus últimos meses durante la conclusión del Pórtico del Nacimiento, una de las piezas claves dentro de su espléndido Belén.
Al mirar a su mesa de trabajo Collado no puede más que reconocer la huella de su maestro en cada pieza y en cada detalle: la ternura de los gestos, su expresividad, el carácter barroco, las vestimentas…La forma en que Salzillo, bien con sus propias manos, bien con sus indicaciones, ha sabido captar el modo de vida, las costumbres y arquitecturas de la Murcia de su época es sencillamente deslumbrante.
Afligido por la pérdida de su mentor, el carpintero comienza a deambular alrededor del belén, disfrutando de la riqueza cromática de los trajes nobles, de los gestos tiernos de la gente humilde que se desparrama entre las casas y las huertas. Es entonces cuando se da cuenta de que hay un pastor que ha sido colocado demasiado lejos del Portal y no puede contemplar al Niño Dios recién nacido.
Siguen tañendo las campanas con su timbre monótono y fatalista, creando un ambiente que desliza en el aire el alma de un soneto que, aunque no habrá de ser escrito hasta dentro de muchos años:
Estoy aquí tan mal,
tan apartado,
que nunca veré a Dios recién nacido.
Un sitio en el «belén» me han escogido
y una manera de esperar me han dado.
Yo jamás veré al Niño.
Me han dejado
en una orilla triste y sin sentido.
Manos que habéis creado lo prohibido,
dadle ya ligereza al maniatado.
Sé bien cuál es la
estrella conductora,
dentro del pecho está brillando ahora
y es más hermosa en mí de lo que era.
Haced que de mi barro me levante;
no alejéis el encuentro un solo instante…
Tampoco Él puede andar, pero me espera
(Súplica del pastor que estaba mal colocado en el “belén”» de José García Nieto)
CUENTA LA TRADICIÓN…
Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta, cuando dijo: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros. Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer (Mateo 1:21-24).
Cuenta la tradición que, tras su peregrinación a los Santos Lugares, san Francisco de Asís celebró la Eucaristía en la Nochebuena de 1233 en una pequeña gruta de Greccio, donde preparó una representación de un pesebre con un poco de paja y las imágenes de san José, la Virgen y el Niño acompañadas por un buey y una mula vivos, ya que, según sus palabras, deseaba ver, al menos una vez con sus ojos el Nacimiento del Divino Niño; celebrándose allí la Misa de Nochebuena.
Vi a un hermoso niño dormido en el pesebre, que el padre Francisco cogió en sus brazos y lo hizo dormir ( Juan de Greccio).
Desde entonces las iglesias de la Orden adquirieron la costumbre de instalar un Nacimiento durante los días de Navidad; costumbre que, poco a poco fue extendiéndose por Europa gracias a los franciscanos y las clarisas.
Una de las primeras representaciones la podemos encontrar en un fresco de principios del siglo II, en la Capella Greca, en las catacumbas de Priscila en la Vía Salaria de Roma. La escena muestra la figura de la Virgen María estrechando en su pecho al niño Jesús envuelto en pañales. Frente a ellos aparecen los tres Magos de Oriente, que visten una túnica corta, sin manto, gorro ni corona.
El belén representa a la sagrada familia en un pesebre o, según otras tradiciones, en un establo, granero o cueva, donde, según Lucas 2,7, nació el niño. La tradición los acompaña de una mula y un buey, según el relato de los Evangelios apócrifos y del texto del libro del profeta Isaías y del Habacuc.
Conoce el buey a su amo, y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no recapacita (Isaías 1,3)
Te manifestarás entre dos animales ( Habacuc).
EL BELÉN EN ESPAÑA
Durante los primeros siglos las representaciones del Misterio se limitaban a los conventos, primando su contenido religioso sobre cualquier otra cosa, y hasta el siglo XV solo se representaba el nacimiento del Niño Jesús en el pesebre.
En Alcorcón, se creó el primer taller belenista peninsular en 1471, apareciendo por primera vez un belén completo en la Catedral de Sevilla durante el siglo XVI.
Es a partir de esta centuria cuando se puede hablar de dos escuelas diferenciadas en materia de belenes: castellana y andaluza. Dentro del género del retablo destacaron Alonso Berruguete y Diego de Siloé, en la castellana, mientras en la andaluza el mayor referente fue Juan Martínez Montañés; en cuanto a figuras exentas, los autores más relevantes fueron fray Eugenio Gutiérrez de Torices, José Risueño, Pedro Duque Cornejo, Luisa Roldán o el fraile mercedario Eugenio Gutiérrez de Torices con sus piezas de cera.
Se tiene conocimiento de que en Jódar (Jaén) se instaló un nacimiento, en un domicilio particular en 1589, y que en San Cristóbal de La Laguna, en Tenerife, se expuso un nacimiento de forma pública en la casa de la familia Lercaro en la calle San Agustín, edificio que hoy alberga el Museo de Historia tinerfeño. Asimismo, se le atribuye al santo tinerfeño Pedro de San José Betancur, franciscano y fundador de la Orden Betlemita, el mérito de ser uno de los principales precursores del belenismo en tierras americanas.
El momento de mayor esplendor se produce en el siglo XVIII, especialmente en Nápoles, donde reinaba Carlos de Borbón, quien reinó veinticinco años en Nápoles y otros veintiocho en España. Hijo de Felipe V y de su segunda esposa, Isabel de Farnesio, Carlos III heredó en 1731 los territorios de dos poderosos linajes italianos en vías de extinción: de los Farnesio, los Ducados de Parma, Piacenza y Guastalla, y de los Medici, el Gran Ducado de Toscana, recibiendo en 1734 el reino de Nápoles y Sicilia. Sería este rey el que popularizó los belenes entre los nobles, extendiéndolo a los países que pertenecían al imperio.
El rey y su esposa, María Amalia de Sajonia, ordenaron la construcción de una sala para la realización del conocido como «Belén del Príncipe«, un típico belén napolitano que se encargó a José Esteve Bonet, a José Ginés Marín y a Francisco Salzillo, un nacimiento donde se representaban las costumbres y vestimentas locales.
En el XVIII la tradición belenística ya estaba asentada en España: la popular Feria de Santa Lucía de Barcelona vende figuras y objetos para el belén desde por lo menos 1786 y en Murcia se alcanzaría la máxima representación de este arte a través del imaginero Francisco Salzillo.
A mediados del siglo XIX la costumbre del belén se fue extendiendo a los hogares españoles, dando pie las la fabricación de figuras de belén en serie, producidas en barro, muchas veces sin cocer y pintadas con vivos colores, en las fábricas de Murcia, Granada, Barcelona y Olot (Gerona).
EL BELÉN DE SALZILLO
En contraposición a los belenes napolitanos, Francisco Salzillo creó un belén de acuerdo a la tradición española, más proclive a la representación de los misterios sagrados y a captar el sentimiento religioso. Está compuesto por 556 personajes de entre 10 y 30 centímetros, 372 animales y algunas maquetas de edificios representativos de Murcia, donde se intercalan escenas de textos bíblicos con pasajes más populares y cotidianos, representando el ambiente y tradiciones típicas murcianas de la época.
El Belén fue realizado por Francisco Salzillo entre 1776 y 1783 a petición del noble Jesualdo Riquelme y Fontes. Se tiene constancia de que el maestro imaginero dio las directrices básicas para la culminación del conjunto y que participó directamente en los grupos de la Anunciación, Sueño de San José, Posada, Lectura del romance, Anuncio a los Pastores, Nacimiento, Cortejo de los Reyes Magos, Camino del Templo, Purificación y Huida a Egipto. Tras la muerte de Salzillo en 1783, fue su discípulo Roque López quien se encargó de concluir el Belén, labor que se extendería hasta 1800.
Uno de los detalles que más llama la atención a quien visita la sala del Belén del Museo Salzillo de Murcia (www.museosalzillo.es) es la policromía de las figuras modeladas en arcilla o madera dentro de la tradición rococó, en un contraste entre los colores lisos de la indumentaria de los campesinos con los tonos pastel de los personajes sagrados, cuyas túnicas y mantos presentan un estofado rayado de oro, recurso que les proporciona un acabado de gran luminosidad y suntuosidad.
El color es un instrumento jeraquizador y los pinceles de distinto grosor permitían transitar desde la suavidad de las sedas a la tosquedad de los tejidos de los pastores. El rayado del estofado da un aire de suntuosidad a mantos y túnicas de las figuras sagradas. Predominan los azules, rojos y verdes, combinados con los oros. Los ángeles son las figuras más elegantes, como el Ángel de los Celos (Sueño de San José), síntesis perfecta de plástica y color en los que la silueta traduce una sensación de inmaterial levedad. (Museo Salzillo)
Una de las características del taller de Salzillo es que, a pesar de haber intervenido varios artistas en su elaboración, se mantiene una gran uniformidad de estilo y coherencia interna, siempre adaptadas a la personalidad artística de Salzillo, tal y como se refleja en las expresiones reales de los personajes, sus cromatismos y modelados delicados que recogen costumbres y tradiciones con gran exactitud. Valga como ejemplo la anécdota que cuenta Ceán Bermúdez acerca de que Salzillo daba cobijo en su casa a mendigos a cambio de que posaran para él.
Otra de las características del Belén de Salzillo es la arquitectura, al convertirse en un escenario arquitectónico de la Murcia del siglo XVIII: el palacio de Herodes refelja cómo era el desaparecido palacio neoclásico del marqués de Ordoño, la casa de María es una vivienda típica de la Murcia de la época, la de Santa Isabel es una casa de huerta el ángel, el ángel Gabriel desciende desde el cielo que cubre la antigua plaza del Esparto, hoy de Julián Romea, hasta el palacio Vinader…La Murcia barroca del XVIII expuesta a ojos del visitante.
El Belén estuvo hasta 1883 en manos de los descendientes de don Jesualdo, exponiéndose cada Navidad de manera privada en los salones del palacete familiar. Sería en ese año cuando se exhibió por primera vez de manera pública en el guardarropa y biblioteca del palacio familiar con motivo de la celebración del primer centenario de la muerte de Salzillo.
En 1909 Alfonso Bustos y Bustos lo puso a la venta, quedando en el Depósito del Museo Arqueológico Nacional de Madrid a la espera de su subasta. Finalmente sería adquirido por la Junta de Patronato de los Bienes del Instituto de Murcia, permaneciendo en el Museo Provincial de Bellas Artes de Murcia, donde se expuso a partir de 1920.
No sería hasta 1960 cuando el Belén encontró su acomodo actual en el Museo Salzillo.
Ricardo Aller Hernández
Enhorabuena por el artículo Ricardo, Feliz Navidad
Bellísimo artículo muy adecuado a estas fechas. Salzillo gran imaginero, gloria de Murcia. Recuerdo la primera vez que presencié la procesión de los salzillos y la emoción que sentí y cuando acompañé a mi padre al Museo de Salzillo. Una maravilla. Enhorabuena por el artículo.