
Entre los episodios curiosos de nuestra historia, se encuentra esta acción naval que se produjo a los inicios de la Guerra de Independencia y que fue una de las primeras victorias de las armas españolas sobre las francesas en dicha guerra, contribuyendo, indirectamente, en la derrota terrestre del General Dupont ante el General Castaños en Baile el 19 de julio de 1808.
La Poza de Santa Isabel se encuentra en el centro de la Bahía de Cádiz, frente a La Carraca, o sea que se encuentra bien metida en el interior de la bahía y ahí se encontraban, nada menos que cinco navíos de línea y una fragata francesa. La razón por la cual esta pequeña escuadra se encontraba metida en semejante ratonera hay que buscarla en 1805, cuando los restos de las fuerzas combinadas españolas y francesas, procedentes de la Batalla de Trafalgar, buscaron refugio en la Bahía de Cádiz.

Napoleón, en 1805 no estaba muy contento con la actitud del Almirante Villeneuve, que se había encerrado en Cádiz, sin plantar batalla a la flota inglesa de Nelson, y envió a François Étienne de Rosily-Mesros, con la orden de substituirle, pero para cuando Rosily llegó a la ciudad se encontró con el desastre de Trafalgar y en lugar de una flamante flota combinada de 33 navíos y 5 fragatas, tenía bajo su mando tan solo a 5 navíos franceses y una fragata. Del lado español y bajo su mando nominal, quedaban 6 navíos españoles, todos estaban en un estado lamentable.
En aquellos años el arsenal de La Carraca estaba en un estado deplorable. No tenia los suficientes recursos para hacer un mantenimiento normal a la flota española y mucho menos para realizar las reparaciones mayores que todos los buques de la derrotada escuadra, necesitaban, Pero Rosily supo mover bien sus cartas y consiguió que todos los recursos disponibles se emplearan para reparar los buques franceses, dejando los españoles en segundo lugar. Tenía todo el apoyo de Napoleón y consiguió asimismo, completar las tripulaciones con los efectivos de los navíos franceses naufragados.

Pero para su pesar, no consiguió salir de la Bahía de Cádiz. La escuadra inglesa al mando de John Child Purvis que, tan solo con doce navíos, producía el suficiente respeto para que los franceses no se atrevieran a salir. La situación durante estos tres años empezó a deteriorarse y a partir del 2 de mayo de 1808, se volvió insostenible. Hasta este momento, Rosily era el jefe nominal de la escuadra combinada y aunque a regañadientes, los oficiales españoles se vieron obligados a obedecer sus órdenes tácticas, ultima de las cuales fue la de disponer los navíos de la flota en la bocana de la bahía, alternando franceses y españoles, en un claro intento de amedrentar a los navíos españoles, que en algún caso se encontraban casi sin armamento.

El 29 de mayo hubo un motín en la ciudad de Cádiz, siendo asesinado el gobernador de la ciudad don Francisco María Solano Ortiz de Rozas, II marqués del Socorro, debido a que el populacho lo acusaba de afrancesado. Su sucesor, general Tomás de Morla y Pacheco no se arriesgó a sufrir la misma suerte y el dia 30 ordena a Rosily, que abandone la posición y rinda los navíos franceses. Rosily accede a la orden de liberar a los navíos españoles, pero se niega a rendirse y modifica su posición trasladándose al centro de la bahía, la famosa Poza de Santa Isabel, donde había profundidad suficiente para maniobrar y lejanía adecuada de cualquier costa española, pero de donde era muy difícil salir. Evidentemente, sabía que las tropas del general Dupont se estaban dirigiendo hacia Cádiz y esperaba ganar tiempo considerando que los medios navales españoles no eran suficientes para atacar a sus naves. Pero no contaba con la pericia de lo que se denominaba, “fuerzas sutiles” de la armada española. Que no eran otra cosa que las lanchas cañoneras y las chalupas armadas que cambiaron el destino del encuentro.

Juan Joaquín Moreno D’Houtlier
Días antes del encuentro naval, Morla recibe un ofrecimiento de la escuadra inglesa, para ayudar a tomar el control de la escuadra francesa, pero el gobernador español teme que los ingleses aprovechen la ocasión para apoderarse de la ciudad y crear un nuevo Gibraltar y declina el ofrecimiento. A continuación nombra a Juan Joaquín Moreno D’Houtlier, Capitán General del Departamento de Cádiz y confirma a Ruiz de Apodaca como jefe de los restos de la escuadra española.
Durante las reuniones preliminares, Ruiz de Apodaca defiende la opción de un ataque frontal con sus buques a la posición francesa, mientras Moreno es partidario de utilizar fuerzas navales más ágiles y de menor tamaño. Finalmente su propuesta es la que se pone en marcha y todos los medios disponibles se aprestan para organizar una flotilla, que finalmente logra reunir y armar a 12 bombarderas y 45 cañoneras. Quedaba el problema de las municiones. El arsenal de La Carraca se encontraba prácticamente vacío y no había suficiente pólvora para mantener un cañoneo. El problema se resolvió negociando con los ingleses que se aprestaron a dejar en prenda una cantidad importante de pólvora y balas, aunque a todas luces insuficientes para mantener un combate sostenido.
El día 9 de junio, se inician las hostilidades, cesando tan solo con la falta de luz. Por lado español, fueron hundidas dos cañoneras y por lado francés, los navíos de línea empezaron a encontrarse seriamente dañados. Lo que no sabían los franceses era que los españoles se encontraban prácticamente sin municiones.

Al día siguiente, el cañoneo se reinicia, aunque con una baja intensidad y hacia el mediodía, los españoles ven con satisfacción la señal de parlamento ondear en el buque insignia francés. Se inician las negociaciones, pero rápidamente se constata que Rosily solo quiere ganar tiempo, suponiendo que las fuerzas terrestres de Dupont se encuentran cerca. Morla, que es quien dirige las negociaciones, apuesta fuerte y amenaza con asaltar con toda la capacidad disponible a los barcos franceses. Estaba faroleando, no disponía de suficiente pólvora como para desatar un ataque en todos los frentes. Rosily, que estaba evaluando la posibilidad de atacar La Carraca, finalmente desiste. Si hubiera atacado, los españoles hubieran tenido que defenderse prácticamente con arma blanca, o sea con bayoneta y sable. Aunque a Rosily tampoco le apetecía enfrentarse cuerpo a cuerpo con unos ciudadanos que ya habían demostrado no importarles mucho el perder la vida en un combate.

Las negociaciones tomaron todo el día y el 11 de junio, Rosily hace otra propuesta, siempre con la idea de poder mantener los barcos y su tripulación, aunque cediendo su contenido. De nuevo Morla, vuelve a farolear, anuncia que debe esperar a la respuesta de la Junta de Andalucía y mientras instala una nueva batería lo más cerca posible de la escuadra enemiga, aun a sabiendas de que carece de las municiones necesarias para poder utilizarla. Se suceden dos días de tensa espera, mientras Morla hace nuevamente movimientos bien visibles sumiendo en los franceses en una tensa incertidumbre. Finalmente, Morla anuncia a Rosily que la Junta no aprobaba la propuesta francesa y que el ataque iba a ser inminente. Rosily, después de una junta de oficiales, anuncia la rendición incondicional.
Las consecuencias materiales fueron muy importantes para una Junta que se encontraba exhausta. Los buques franceses se encontraban avituallados para una campaña de 5 meses y estamos hablando de una tripulación de más de 3.600 hombres, con más de 400 cañones de distintos calibres.
Pero más importante fue el aspecto moral. Multitud de voluntarios se empezaron a alistarse en Cádiz y la noticia se corrió por toda España, anunciando que el ejército francés no era imbatible. Ello contribuyó también en el General Castaños y sus tropas, que consideraron de buen augurio esta victoria. Nadie podía esperar que la guerra fuera a durar todavía seis largos años y que España saldría económicamente destruida de la contienda.
Morla no quiso ninguna recompensa, dado el reducido número de víctimas, pero la Junta decidió ascender un grado a todos los oficiales y tropa de Marina y de Artillería.

Manuel de Francisco Fabre
https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_la_Poza_de_Santa_Isabel