Batalla de los Abrojos (12 de septiembre de 1631)

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Batalla naval de los Abrojos

La batalla de los Abrojos fue un enfrentamiento naval que se desarrollo  frente a las costas de Pernambuco, en Brasil. Fue un episodio que se encuadro dentro de la guerra de los treinta años y al cual no se le ha dado mucho espacio en los libros de texto, aunque en nuestra opinión, tuvo fuerte impacto en la geopolítica de la época.

En 1630, los holandeses, en un intento de extender su incipiente imperio en ultramar, organizaron una armada de más de siete mil hombres y ciento setenta cañones, embarcados en sesenta y siete navíos, habían desembarcado en las costas brasileñas que pertenecían a Portugal, en aquellos años, pertenecientes al imperio español. En un principio, el avance de los holandeses fue rápido y consiguieron conquistar Olinda y Pernambuco, pero la hábil defensa organizada por Matias de Albuquerque, logro frenar el avance y finalmente arrincono a los atacantes en la costa.

Pero expulsar definitivamente a los invasores, no era tarea fácil, ya que recibían periódicamente ayuda desde Europa. Había que hacer algo más drástico. Lisboa y Madrid diseñaron un plan de ataque, pero había el pequeño detalle de la financiación. A pesar de que Pernambuco se encontraba en el área de influencia de Lisboa, esta se negó a poner dinero sobre la mesa y Madrid se encontraba en una situación deplorable, militarmente hablando, en Flandes y financieramente en general. Finalmente se llegó a un acuerdo. Castilla aportaba dos tercios y Portugal el resto. Una proporción un poco extraña, ya que a Castilla no se le había perdido nada en el Brasil.

Al mando de la armada se puso a Antonio de Oquendo, hijo del legendario Miguel de Oquendo, que había luchado bajo las órdenes de Álvaro de Bazán y salido vencedor de la batalla de las islas Terceras. Como segundo al mando se puso a Francisco de Vallecilla.

La armada no era especialmente poderosa. Apenas veinte navíos de guerra, cinco portugueses de menos de 300 toneladas, 5 castellanos, también pequeños, una urca flamenca y seis cántabros, los de mayor tonelaje.

La capacidad de trasporte era también limitada y apenas se pudo embarcar a tres mil soldados, que solo podrían reforzar las defensas locales, pero no podía planearse un ataque frontal a las defensas holandesas y los objetivos quedaron limitados a un desembarco de tropas y después una escolta, en el viaje de vuelta de un cargamento de azúcar.

No hubo ningún secreto en la organización y cuando Oquendo llegó a Bahia, el almirante Adrian Pater, jefe de las fuerzas holandesas, ya estaba al corriente de todo y decidió salir de su base para interceptar el convoy hispánico. Pater disponía de una treintena de buques, pero considero que la armada enemiga era débil y solo salió con dieciséis de sus mejores buques. Aun así, sobre el papel, sus fuerzas eran superiores a las españolas, tanto en tonelaje, como en número de cañones.

Los vientos empujaron a la flota hispana lejos de la costa, en una zona de difícil navegación, conocida como Abrojos, del portugués “abre olhos”. Es una zona, llena de bajios y arrecifes. Pater localizo a la flota el 11 de septiembre y al día siguiente se aprestaron al combate.

Fue un combate donde, cosa extraña en la marina española, no hubieron abordajes. Prácticamente toda la acción se desarrollo entre las naves principales de ambos contendientes, con el resultado final de la muerte de Pater, por el lado holandés y de Vallecilla por el lado hispano. Los holandés, perdieron tres galeones y dos mil hombres. Sin su almirante, se retiraron a Recife, donde acabaron concentrando todas sus fuerzas y quedaron acorralados. Los hispanos, consiguieron finalizar su misión, embarcando el cargamento de azúcar y escoltándolo hasta la Península.

Holanda envió mas refuerzos en 1633 y mantuvo el dominio de la zona de Recife hasta 1654, cuando fueron definitivamente expulsados. El impacto en Europa, no fue pequeño. La Holanda que se encontraba en plena expansión, a través de su Compañía de las Indias Occidentales (West Indische Compagnie), frenó su expansión e inició su declive. Hoy en día, el impacto de la colonización holandesa en América, es casi testimonial.

Por otro lado, la colaboración entre las fuerzas portuguesas, castellanas y cántabras, hizo posible este éxito naval y posibilitó frenar un avance holandés que en aquellos tiempos se perfilaba como un difícil enemigo en el mar y con una flota mercante de las más grandes de Europa.

Ejemplo de aquello de que la unión hace la fuerza. Más colaboración y menos enfrentamiento entre peninsulares, fueron la solución a problemas en 1631 y podrían serlo hoy en día.

Manuel de Francisco Fabre

Batalla de los Abrojos – Wikipedia, la enciclopedia libre

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