Atentado contra Fernando el Católico (7 de diciembre de 1492)

Si te gusta, compártelo:

Situémonos en un lejano otoño de hace varios cientos de años. EL rey Fernando II de la Corona de Aragón, bajaba por las escaleras del Palacio Mayor Real de la ciudad de Barcelona, escaleras que todavía existen y hoy en día sufren con paciencia la invasión diaria de turistas procedentes de todo el mundo. Podemos imaginar la situación. A finales del siglo XV, los protocolos de protección no se parecían en nada a los actuales, probablemente el Rey bajaba tranquilamente, rodeado de su servicio habitual y el pueblo observaba la escena desde una cierta distancia. Nadie se acercaba al Rey si no pertenecía a su entorno. No hacían falta bandos ni protocolos. Todo el mundo sabía donde estaba, a que mundo pertenecía y cuáles eran sus derechos.

De repente de entre medio de los espectadores, un hombre, podemos imaginar que de aspecto normal, se destacó de la masa y se abalanzó sobre el Rey. Portaba una espada corta, según las crónicas de la época, de agudo filo; probablemente era algún tipo de machete o herramienta parecida para el corte de maleza en una explotación agrícola. La acción cogió de sorpresa al séquito del Rey y este recibió un golpe transversal en el cuello, que no cercenó la real cabeza, debido a que Fernando II, llevaba una gruesa cadena de oro y un pesado sobrecuello. Hacia frio, y eso evitó que le cortaran la cabeza limpiamente… Azares de la historia. EL atacante, Juan de Cañamares, intentó un nuevo golpe, pero esta vez los acompañantes del Rey estuvieron más alertas y consiguieron agarrar al agresor, y le asestaron tres puñaladas. No lo mataron ahí mismo, porque el Rey, a pesar de estar gravemente herido, tuvo la serenidad de detener a sus protectores. Fernando el Católico no era ningún pusilánime ni una hermanita de los pobres. Quería saber si había alguien más detrás del atacante.

Fernando II tenía muchos enemigos y varios de ellos se encontraban en la misma Península. Su increíble trayectoria estaba poniendo las bases para un imperio de orden mundial y había varios mandatarios que deseaban fervientemente verlo desaparecer de la faz de la tierra. En aquellos momentos se encontraba en Barcelona esperando al  embajador de Carlos VIII de Francia, con el que estaba negociando la devolución de los condados del Rosellón y la Cerdaña, en poder de los franceses desde 1462, pero no era solo ese el motivo por el cual estaba en Barcelona, otra de las razones era resolver el problema de los “payeses de remensa” y esta fue la causa del atentado o al menos así concluyó la investigación oficial.

El problema de los “remensas” era una herencia del Medioevo y que prácticamente solo afectaba a la Catalunya Vieja, más o menos formada por las actuales provincias de Barcelona y Gerona. Ahí había imperado la tradición Franca y los labradores no eran libres propietarios de las tierras que cultivaban ni de las casas que habitaban, si no que debían seguir una serie de reglas que se empezaban a considerar en aquella época como odiosas y contrarias a las tradiciones cristianas y a las leyes romanas. La principal de ellas era la “remensa” o redención, que consistía en el pago que todo labrador debía librar a su señor feuda en el caso que deseara abandonar las tierras.

La Peste Negra de 1348 a 1351, impactó con especial virulencia en Catalunya despoblando comarcas enteras. En un primer momento, los nobles aligeraron las cargas para evitar que sus campesinos desertaran, sin embargo, cuando la epidemia desapareció, volvieron a exigir las viejas prestaciones. Eso hizo estallar el conflicto y provocó nada menos que dos guerras en el Principado. Finalmente, el conflicto se saldó con la eliminación de esas costumbres medievales, con la Sentencia Arbitral de Guadalupe, firmada el 21 de abril de 1486 por Fernando el Católico.

Sin embargo, una sentencia de esta envergadura sentaba un precedente muy peligroso para los estamentos oficiales, entre ellos la Generalitat de Catalunya y el Consejo de Ciento de la ciudad de Barcelona, que directa o indirectamente eran propietarias de extensas baronías que a su vez se beneficiaban de muchos payeses “remensas”. O sea que el rey Fernando II se hizo acreedor de potentes enemigos dentro de su propio reino.

Pero también dentro del bando “remensa”, habían descontentos, sea porque no consideraran suficientes los privilegios eliminados o sea porque las medidas de gracia asociadas al laudo arbitral, no solucionaban sus posiciones particulares.

Del interrogatorio que se hizo a Juan de Cañamares, con tormento incluido, se llegó a la conclusión que este no era más que un perturbado mental, que se creía llamado por el Espíritu Santo. Fernando II solicitó la absolución y la propia reina Isabel I, intercedió para evitar la muerte al pobre enajenado. Sin embargo el Consejo Real, apoyado por las instituciones locales de Barcelona, le condenaron a muerte y de la forma más pública y macabra que se les ocurrió. Puede que hubiera varias personas interesadas en que el autor de los hechos desapareciera definitivamente.

Muy distinta hubiera sido la historia de España si el atentado hubiera tenido éxito. Fernando II, fue el rey que junto a su esposa Isabel sentó los cimientos de lo que hoy conocemos como España. Mucho hay que decir también a favor de la actitud benévola de ambos esposos que abogaron por el perdón. No se puede decir lo mismo de las instancias oficiales catalanas.

Hay también que destacar, que no volvieron a haber otros atentados contra la figura del rector de la nación, rey o presidente, hasta que el 30 de diciembre de 1870 se atentó con éxito contra el Presidente del Consejo de Ministros, general Prim.

Manuel de Francisco Fabre

https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_de_Ca%C3%B1amares

https://historia.nationalgeographic.com.es/a/fernando-catolico-atentado-palacio-real_16600

http://archivodeinalbis.blogspot.com/2016/03/el-atentado-de-canamares-contra-el-rey.html

Si te gusta, compártelo:

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *