El Monasterio de San Pedro de Rodas y los restos de San Pedro

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En realidad, no existe constancia de que, efectivamente, el monasterio gerundense de San Pedro de Rodas acogiera los restos del Apóstol San Pedro, pero el mismo nombre del antiguo cenobio benedictino hace referencia a la leyenda que así lo afirma.

Según la tradición local, en los convulsos tiempos en que se desmoronaba el Imperio Romano de Occidente, ante las acometidas de las hordas bárbaras, supuestamente los restos del fundador de la Iglesia, así como de otros santos, fueron traídos a la Sierra de Rodas, para salvarlos de su profanación.

Corrían los primeros años del siglo VII, cuando el Papa Bonifacio IV, también benedictino, ordenó a sus hermanos de la Orden de San Benito de Nursia, erigir en aquel emplazamiento un monasterio.

Éste fue levantado en el siglo IX, a la sombra del antiguo castillo de San Verdera, construido precisamente para preservar la seguridad del cenobio benedictino, y del que hoy apenas quedan unas ruinas de su antiguo esplendor. El Monasterio de San Pedro de Rodas, en cambio, sí que se mantiene erguido orgulloso, con sus sólidos muros, destinados no sólo a guardar el recogimiento de los frailes ― el hermoso claustro invitaba al acercamiento a Dios ― sino también a protegerles ante ataques piráticos, dada su posición estratégica frente al mar Mediterráneo.

También se conservan referencias a otro monasterio próximo, el de Santa Creu de Rodes, cercano al pueblo medieval homónimo, y del que hoy en día tan sólo se mantiene una iglesia dedicada a Santa Elena, claramente prerrománica.

El primer testimonio escrito sobre el monasterio es del 878, siendo mencionado como una simple celda monástica dedicada a San Pedro. Este tipo de celdas cenobíticas eran muy habituales en las montañas catalanas. De hecho, cuando llegaron por primera vez a la zona los monjes benedictinos, desde la abadía de Cluny, se erigieron numerosos monasterios, ermitas y capillas.

Por fin, sería en el 945, cuando se fundó el monasterio benedictino que conocemos hoy, al frente del cual se puso a un abad. Alcanzaría su máximo esplendor en los siglos XI y XII, mantenidose hasta su final declive en el XVII. Durante todo ese tiempo, fue uno de los principales centros religiosos de la comarca y un señalado lugar de peregrinación. Desde 1.930, es monumento nacional.

Jesús Caraballo

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