Escuela Universalista Española del siglo XVIII y Misioneros españoles (I)

Si te gusta, compártelo:

Introducción:

La Escuela Universalista Española, o hispánica, define uno de los momentos mayores de la cultura y, en general, del humanismo moderno. Significa el establecimiento de una Ilustración tardía y madura, de fuerte y característica tendencia intercontinentalita, americanista e incluso filipinista y asiática, mucho más científica y humanística que política. Este último aspecto, unido sobre todo al del exilio de la mayoría de sus miembros y la inadecuada articulación de los estudios, ha dado lugar al muy retrasado reconocimiento de esta Escuela sin embargo imprescindible para el fundamento y coherencia de la cultura moderna.

Comienzos de la “Escuela Universalista Española del siglo XVIII”.

Se funda en la convergencia de tradición humanística y nueva ciencia empírica en el marco de una visión comparatista y de progreso cultural y científico sobre base ética cristiana. Atañe decisivamente, en principio, a Antonio Eximeno , Juan Andres y Lorenzo Hervas en razón evidente de la extraordinaria dimensión universalista compartida por sus obras, así como de la estrecha vinculación intelectual e incluso personal que existió entre ellos. Las obras mayores de estos tres jesuitas expulsos (1767) representan, respectivamente, la construcción de la Historia universal y comparada de las Ciencias y las Letras, de las Lenguas, la música y, asimismo, la propia teoría comparatista como ejecución. Pero desde una perspectiva más realista y completa, de tendencia cultural, establecimiento en Italia y, finalmente, dispersión y arraigo hispánicos, es referible a un muy nutrido grupo de medio centenar de autores que le otorgan amplísima estela y carácter de verdadera corriente intelectual.

La Escuela Universalista se propuso la asociación de la moderna epistemología empirista, incorporada a los estudios tanto de bibliografía e historiografía como de física y cosmografía, con la tradición humanística, de la que recibe el método comparatista, que va a extender a la generalidad historiográfica y de las ciencias, así como una extraordinaria convergencia de humanismo y humanitarismo capaz de mantener la primacía del bien común y de la educación y el saber fundados en el estudio de las lenguas clásicas y modernas.

Si Juan Andrés crea la Historia universal de las Letras y las Ciencias, por su parte Lorenzo Hervás culminará el establecimiento de la Lingüística universal y comparada. Antonio Eximeno, autor de una epistemología empirista y comparatista, situará innovadoramente la idea universal de la música mediante el concepto de «expresión». A ese sentido de amplitud de miras corresponde un caso ejemplar como es el del estudio y reformulación, por Juan Andrés y Lorenzo Hervás, del lenguaje de los sordomudos o lengua de signos, recuperando una tradición española que había nacido con Pedro Ponce de León en el siglo XVI.

La Escuela Universalista es de fundamento ilustrado, pero principalmente científico e historiográfico y no político. «Si ha sido un lugar común y aceptado de la crítica literaria española que el siglo XVIII era un siglo mal estudiado, también ha sido, por otra parte, y continúa siendo un fenómeno común del pensamiento contemporáneo el criterio de retorno a los fundamentos de la cultura moderna representados por la Ilustración. Esto es ciertamente correcto porque, en sentido tanto histórico-político como científico, la Ilustración establece o reformula las líneas maestras de la evolución de buena parte del pensamiento moderno. Sin embargo, el estudio de la Ilustración, paradójicamente, ha sido víctima a veces de simplificación al amparo de ciertas directrices dogmáticas ya muy difundidas y promovidas por esta misma, sobre todo en su ámbito enciclopedista, que hoy sabemos sobrevalorado y de repercusión sociopolítica mal calculada. Es una evidencia que existen varias «Ilustraciones»», ya se trate de la escocesa e inglesa empirista, la enciclopedista francesa, la alemana idealista y la española o hispánica o hispano-italiana de base empirista científica al tiempo que humanística y antropológica, epistemológicamente histórica y progresiva como alternativa a la Enciclopedia francesa.

El pensamiento humanístico clásico, en cuyo seno nace la teoría comparatista, la alianza de saber, moral y dignidad humana asociada a esa metodología así como la necesaria amplitud generalista para la comprensión y mejora del mundo y la correspondiente formación de la ciencia, se encuentra a la base de toda posible teoría o visión universalista, o al menos la integradora y fundada en esos presupuestos aquí por nosotros preconizada. Es decir, la concepción universalista no es sino una expansión especial de la teoría del humanismo que accedería a su clímax a finales del siglo XVIII alcanzando su más característica y potente realización. Pero sucede además que esto presenta un relieve de primer orden capaz de entregar medios e infundir sentido a la época de la Globalización.

Trata, asimismo, históricamente, de la construcción de una Ilustración científica y humanística, historiográfica y no política cuya explanación vino a culminar una nueva perspectiva de cosas. Es lo que hemos convenido en denominar Escuela Universalista del siglo XVIII, española, hispánica o hispano-italiana. Esta nutrida Escuela, constituida decisoriamente mediante criterios científicos empiristas al tiempo que en la asimilación y reelaboración del humanismo clásico, constituye un gran complemento y una alternativa los cuales exigen para nuestro tiempo la reconstrucción de la Historia de las ideas y en general del pensamiento y la ciencia moderna. Es necesaria, pues, la reinterpretación de la Ilustración europea y la determinación de un aspecto de la misma fundado por sí en la emancipación cultural y científica como progreso al margen de la revolución política. A pesar de la mucha distancia, en esto, y en la asimilación directa de ética y disciplina, se asemejan la Escuela Universalista y el pensamiento estético de valor más general, de Friedrich Schiller.

Será conveniente considerar también el fenómeno revelador de que la América española y las Filipinas en Asia configuraron no un “laboratorio”, según es grato decir metodológicamente a posteriori a cierta sociología, sino una auténtica escuela de aprendizaje y proyección universalista que determinó un enriquecimiento prodigioso de la cultura hispánica y moderna. Es exigible, a vista de las obras, que esto sea debidamente reconocido. El método general aplicado para establecer la adscripción de los miembros y, a fin de cuentas, las dimensiones de la Escuela ha consistido en determinar, de manera separada o combinada, tres aspectos sobre los autores: a) entidades de concepto y temáticas o disciplinares; b) relaciones intelectuales acerca de obras e ideas, o entre individuos pero en tanto conducentes a obras e ideas; c) todo ello sobre la base de un pensamiento o ideación de universalismo humanístico, científico, literario e histórica y disciplinarmente integrador y, por principio, radicalmente internacionalista o intercontinentalista. Si el criterio de integración es en todo sentido de evidente ambición tradicional humanística o moderna globalista, tanto para la ciencia como para la historia, el criterio de internacionalismo e intercontinentalismo, también notablemente revelador, atiende sin embargo a un aspecto que no sólo es remisible a diversos planos de la realidad sino que en ocasiones requiere ser concretamente matizado. El hecho es que la aplicación a un objeto discernible como universalista o globalista, internacionalista o intercontinentalista no cabe ser definida desde las limitaciones simplemente establecidas desde una posición cultural o geográfica de localización meramente opuesta por distante, sino mediante determinación de la propia naturaleza y función del objeto que se toma a consideración. Por lo demás, cada decisión concreta adoptada acerca de la inclusión de autores, viene precedida por un riguroso y puntual análisis que aquí no será necesario explicitar más allá de rasgos de concepto esenciales o bibliográficamente muy caracterizadores.

La producción del jesuita ilustrado Juan Andrés define en su conjunto una extensa obra enciclopédica de la Ilustración, de materia humanística y científica, publicada originalmente entre los siglos XVIII y XIX, en Italia y España. Aparte de sus dos obras más extensas y difundidas, la referida Historia universal de las Letras y las Ciencias (Origen, progresos y estado actual de toda la literatura) y la también mencionada colección epistolar de su Viaje de Italia (Cartas familiares), Andrés es también autor de una veintena de escritos de diversa naturaleza, dimensión y transcendencia que arrancan del inicial Prospectus Philosophiae Universae, ya referido y que próximamente verá la luz en edición bilingüe.

Se trata de escritos tanto humanísticos como científicos y bio-bibliográficos. El resto de la producción de Andrés se limita a ciertos manuscritos no publicados en vida del autor. De estos manuscritos han sido editados recientemente dos importantes, los pertenecientes a la Academia de Mantova; los restantes están siendo estudiados en la actualidad. A ello, por otro lado, se ha de sumar el epistolario privado, al menos en buena parte ya impreso (Andrés, Epistolario).

En general, configura un lugar de privilegio a fin de observar la constitución moderna del gran segmento de los géneros ensayísticos y la extensa problemática que desde el siglo XVIII para la ciencia literaria esto constituye y aún no ha sido plenamente afrontado. A ello precisamente cabría referirse tomando el excepcional ejemplo de Anécdota Graeca et Latina. Por lo demás, es necesario entender y asumir el hecho de que la obra de Andrés fue víctima, en sumo grado, primero, de la falacia de un Romanticismo que quiso sobreponerse a la superioridad ilustrada en materia historiográfica (vid. Cassirer) ; segundo, fue víctima de la subsiguiente postergación de la cultura hispánica y cristiana por parte de las evoluciones sociopolíticas y parcialistas de la propia Ilustración; tercero, fue víctima de los ámbitos, sobre todo francés y norteamericano, de la Literatura Comparada, deseosos de borrar su pasado fundacional moderno, y ello hasta el punto de interrumpir el conocimiento y caer en el olvido de su propio pasado aún anterior, clásico, grecolatino y renacentista. Con posterioridad se ha querido asimilar disminuidamente su entidad, reducida a mera tradición erudita eclesiástica, por parte de los estudios histórico-sociológicos, pero ello es de notar que ejecutado desde la más cruda omisión o ignorancia de la historia del pensamiento y las ideas.

Andrés escribió en lenguas italiana, española y latina, por este orden cuantitativamente de mayor a menor. No escribió, nunca, en ninguna otra lengua. Fue traducido, sobre todo, del italiano al español, del español al italiano y, en menor medida, del italiano al francés y del italiano y el español al alemán. En Europa fue leído, principalmente, en italiano, gracias sobre todo a las múltiples ediciones, de la primera (Parma, y también inmediatamente traducida al español) a la última (Nápoles), de su obra mayor, la Historia universal de las Letras y las Ciencias (Origen, progresos y estado actual de toda la literatura).

En lo que se refiere a la cultura antigua greco-latina, materia sobre la cual la valoración de Andrés es superior a la de la asiática, tan de moda en aquel tiempo, la operación de nuestros autores consistió característicamente en un hábil y decidido maridaje de humanismo antiguo y ciencia moderna. Esta continuidad de transmisión es en realidad conseguida mediante el desenvolvimiento del método comparatista y el valor sostenido de los clásicos. Si esto se apoya sobremanera en el padre de la Crítica literaria, Dionisio de Halicarnaso, así como en el desarrollo del parangón greco-latino y de diferente lado en Cicerón y demás, el sentido enciclopédico y de totalización del conocimiento, según puede comprobarse notablemente en Andrés, Hervás y otros, tiene en Plinio el Viejo la principal y reconocida antecedencia o base precursora, que a su vez perpetuaría la tradición española hasta Menéndez Pelayo, y posteriormente interrumpida al igual que la constituida por la propia Escuela Universalista. Aparte casos como el de Casiodoro, o desde luego Petrarca, uno de los ejemplos humanísticos poligráficos por antonomasia, y Escalígero, en términos científicos la obra y figura clave es la de Galileo, seguida de Newton y sus precedentes, muy intensamente en Andrés desde tiempos de Gandía y Ferrara. En cuanto a la tradición española, además de Juan Luis Vives, paradigma antiescolástico irrenunciable, los precursores españoles son sobre todo Alfonso X el Sabio, así como en general el internacionalismo de la denominada Escuela de Traductores de Toledo y su entorno, y san Isidoro de Sevilla. Desde el punto de vista globalista e intercontinentalista es de señalar en el primer cuarto del siglo XVI la figura del tripulante italiano Antonio de Pigafetta, cuyo diario es el mejor relato directo del viaje de circunnavegación del Planeta por Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano.

Hay que subrayar dentro del mismo siglo la poco conocida Escuela de Traductores de Manila y su cabeza el misionero dominico, cosmógrafo y filólogo Juan Cobo, primer sinólogo europeo (Beng Sim Po Cam o Espejo Rico del Claro Corazón, 1592), mediante el cual enlaza magnífica y universalistamente la tradición escriturística y traductológica que va de San Jerónimo a Erasmo gracias a la unión de filología profana y sacra que culmina Andrés. Las diferentes perspectivas en el estudio de las lenguas acrisolado en las obras de Hervás, Andrés y Eximeno constituyen la renovación de la tradición grecolatina y de la Gramática en su más alto sentido de Filología general, tal establece Andrés, quien vincula de hecho y de manera notable Filología y Anticuaria .

Carolina Campillay

Si te gusta, compártelo:

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *