La fusión de culturas (I)

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Mapa de Perú y Bolivia. 1855

Introducción

La escuela cuzqueña.

La elección de  obras se da por la observación de la casta, y la influencia de la cultura Española en la del aborigen y viceversa.

La muestra comenzaría con la presentación del mapa de Perú, siendo la representación gráfica del territorio donde se origina “La escuela Cuzqueña”, pasando por la unión entre la Princesa Inca y el Capitán Español demostrando la influencia de ambas culturas en el arte y pinturas religiosas utilizando vestimenta andina y finalizando con una escultura Barroca hispano, seleccionando esta escultura por su alto signo icónico de que dentro de esta conquista existió la muerte. Destacando también su vinculación religiosa, ya que ésta escultura era sacada en procesión los jueves Santos. La escuela cuzqueña proviene de la unión de dos grandes culturas que se desarrolla en el seno del Virreinato del Perú (y la fusión de dos países como son Perú y España:) derivando en un mestizaje que se plasmaría en su pintura.

La pintura cuzqueña o cusqueña aparece en la ciudad de Cuzco en el siglo XVI y trascurre durante los siglos XVII y XVIII con gran apogeo.

Dicha vertiente artística que se conserva aún en nuestros días en menor medida se caracteriza notoriamente por la mezcla de estilos y técnicas provenientes de Europa y la vocación artísticas de los precolombinos que se destacan por el empleo de la técnica denominada Brocatería o Brocateado, que consiste en la ornamentación posterior, mediante oro en polvo, sobre los lienzos cuzqueños con el fin de resaltar el máximo esplendor.

Ángeles, Arcángeles y Vírgenes que se mezclan con reyes incas en paisajes europeos o en los autóctonos de la región. En las obras aun con el colorido del estilo flamenco, la gracia del manierismo y el uso de la perspectiva renacentista, aparecen mezclados, la tradición, la simbología incaica y preincaica.

La llamada escuela cusqueña la formaron un conjunto de pintores de origen indígena que realizaron un tipo de pintura, sobre todo religiosa, que mezclaba las tradiciones locales con la de los europeos. Y toda raíz de los modelos de las pinturas del monje de origen italiano, Bernardo Bitti y el pintor Luis de Riaño, nacido en Lima pero de padres españoles.

Destacando que sus autores son casi todos anónimos. El aporte de la cultura europea a la Escuela Cuzqueña de pintura comienza cuando se construye la gran Catedral de Cuzco.

A finales del siglo XVIII comienza el declive del Virreinato del Perú y con ello, la decadencia de la escuela Cuzqueña. Una nueva corriente Artística como es el Neoclasicismo sustituye al Barroco superponiéndose a la pintura que durante tres siglos permaneció en auge. El nuevo epicentro cultural se traslada a Lima, manteniendo la ciudad de Cuzco, su poderío y su prestigio.

La pintura Cuzqueña empieza a perder fuerza en el año 1821 cuando finaliza la dominación española en el Perú y se escribe la declaración de la independencia, siendo el momento en que esta fusión de culturas se separa definitivamente y finaliza este periodo, aunque nunca llega a desaparecer la escuela Cuzqueña que permanece, en menor importancia, hasta nuestros días.

Análisis de las obras

Al examinar estas obras de la pintura cuzqueña del siglo XVIII se nos hace difícil aplicarles el término “BARROCO”, aun si las vaciáramos totalmente, por así decir, de sus connotaciones formales y adoptáramos un criterio más amplio como el de Argan de un arte inspirado en la retórica persuasiva.

Debemos recordar que muchas veces el arte americano no trato de persuadir sino simplemente de enseñar. Era en gran medida un arte didáctico. Esta distinción es válida, porque el espectador del arte americano no era el protestante rebelde ni el católico escéptico o indiferente a quienes era necesario convencer con argumentos enardecidos. Eran más bien el indio y el mestizo ignorantes a quienes había que instruir. Por eso aquellas expresiones artísticas recuerdan más al arte medieval y al del  Anti-Manierismo que al barroco.

En otras ocasiones, como en los excepcionales paisajes cuzqueños del siglo XVIII, el propósito parece ser el de deleitar, de trasportar al espectador a un mundo de fantasía, idílico, a una arcadia andina, donde todas las contradicciones del drama de la existencia están resueltas en una perfecta armonía entre el hombre y una naturaleza artificial, domesticada, anticipo de la paz y la belleza del reino divino y la Jerusalén Celeste.

Antes que al estilo del Seisciento Europeo, estos paisajes arcadios recuerdan al arte de emociones fáciles, sensual y de ensueño dorado del gótico internacional, el cual obedece a una percepción del mundo diametralmente opuesta a la concepción dinámica de la naturaleza, basada en las nuevas conquistas de la ciencia y de la teología, que regía la conducta del hombre barroco.

Innovaciones iconográficas

Los miembros de la nobleza nativa propiciaron un “renacimiento inca” manifiesto en el teatro, las artes decorativas y la pintura. Se hicieron frecuentes los retratos de “Curacas o Ñustas” en atavíos incaicos, o las series genealógicas de incas y coyas, enfatizando las insignias del poder incaico y los escudos nobiliarios obtenidos por la casta indígena fiel a la monarquía española. Esta irrupción de lo indígena suscitó diversas respuestas entre los grupos criollos, mestizos, la Iglesia e incluso la propia administración virreinal, desatando lo que Stastny describe como una “guerra iconográfica”.

Según todos los indicios, la lucha por el poder simbólico en los Andes estaba expresando las fisuras de una sociedad profundamente escindida y en vísperas de un gran estallido revolucionario.

Lo que significa que la pintura cuzqueña de esa época emplea expresiones iconográficas que no se dan en Europa o incluso en otras regiones americanas, y que la presencia de estas desviaciones de los modelos establecidos indica indiscutiblemente la existencia de un mundo ideológico sur andino.

Destacando el aporte iconográfico de los jesuitas, nos ha llegado con los cuadros del «Matrimonio de Martin García de Loyola con la ñusta Beatriz» Las relaciones entre la orden religiosa y los curacas incas coloniales quedan manifestadas en esta pintura. «La violenta historia de la conquista se ve transformada en una ceremonia nupcial entre vencedores y vencidos”.

El mestizaje cultural, como idea socializadora, queda formulada en una estética pictórica, que modelará el pensamiento visual de nuestro pasado hasta nuestros días. Algunas otras iconografías que destacan en el siglo XVIII, en la vertiente anónima pero de programas iconográficos clericales e intelectuales son «La genealogía de los Incas» y principalmente, las destacadas pinturas de carácter universitario, como «El jardín de San Antonio»  que el historiador del arte Francisco Stasnty ha denominado como una «guerra iconográfica» en la cual los diferentes estratos sociales del Cuzco (españoles, criollos, mestizos e indígenas) pugnan con una sutileza ideológica y de claridad de pensamiento sus aspiraciones sociales. Conflictos que el arte cusqueño refleja en casi todas sus pinturas y que tendrá como epílogo la revolución de Tupac Amaru II, que desencadenará la drástica pero no completa desaparición de la escuela cuzqueña.

Carolina Campillay

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