Menorca, agosto 1936. Un relato para la historia

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Antes de relatar los sucesos vividos en Menorca a raíz del alzamiento militar el 18 de julio de 1936, he estimado oportuno el poner en antecedentes al lector de la situación y ambiente dentro de la Fuerzas Armadas de guarnición en la Isla y la situación de la población civil.

En las elecciones para Diputados a Cortes celebradas el día 16 de febrero de 1936 ― que se desarrollaron con orden y tranquilidad en todos los pueblos de la isla ―los simpatizantes de la “izquierda” votaron masivamente al Frente Popular. No obstante, triunfaron en todas las poblaciones menorquinas las “derechas”, obteniendo sus candidatos algo más del 56% de los votos. Dato para tener en cuenta, ante los hechos que se sucederían al estallar la guerra.

En los meses siguientes a las elecciones generales continuó la tensión social en la isla, con incidentes en manifestaciones, huelgas. Incluso con disparos por parte de guardas jurados en Ciudadela, hiriendo a dos manifestantes, uno de los cuales falleció unos meses más tarde a consecuencia de las heridas, sucesos que tuvieron lugar el 20 de abril. El 21 se declaró una huelga general por estos hechos. Además, por el Gobernador civil de Baleares se acordó la destitución el Ayuntamiento de Ciudadela con la dimisión del alcalde de Mahón y las elecciones municipales, previstas para el día 12 de abril, fueron suspendidas. A mediados de julio comenzaron los rumores de un posible alzamiento militar, confirmado el día 17 el haber triunfado el alzamiento en Melilla.

¿Cómo reaccionó la guarnición militar?

El General de Brigada de Ingenieros y Gobernador Militar de Menorca, José Bosch Atienza, destinado el mes de enero de 1936, recibió órdenes de declarar el estado de guerra en las islas Baleares del Comandante General de Baleares. el general de división Manuel Goded Llopis ― destinado para este cargo, también en enero de 1936 ―. Situación que se llevó a cabo en todos pueblos de Menorca, excepto Ciudadela, donde el Capitán de Infantería Claudio Gil Alós, que mandaba una compañía de ametralladora ― destacada del Batallón de ametralladoras de Castellón, de guarnición en el acuartelamiento de “Dalt de Sa quintana” en Ciudadela ―, presionado por los suboficiales de su unidad y de acuerdo con el teniente Monteagudo y el alférez Morales, se negó a proclamar el bando del estado de guerra, y fue el comandante de Artillería Gabriel Seguí, llegado desde Mahón con fuerzas de  Regimiento de Artillería, quien lo proclamara, ocupando el ayuntamiento y destituyendo a la Comisión Gestora.

Todo ello condujo a un enfrentamiento entre el comandante Seguí y el capitán Gil, al negarse este a entregarle las ametralladoras de su compañía y posteriormente armar a un centenar de milicianos militantes de UGT y anarquistas para enfrentarse a las fuerzas del Comandante Seguí, con los soldados de su compañía y otros sindicalistas. Se parapetaron con barricadas en el acuartelamiento citado. Al conocerse la rendición del General Bosch al brigada Marqués, el comandante Seguí depuso su actitud y se entregó al Capitán Gil.

¿Por qué los suboficiales se hicieron con el poder militar de la Isla?

El Gobierno de la República, presidido por Azaña en 1931 creó el Cuerpo de Suboficiales con los empleos de Subteniente, Subayudante, Brigada y Sargento 1º (se excluyeron a los Sargentos, que sí fueron incluidos en el Reglamento que desarrollaba la Ley y suprimía el empleo de Subayudante). El nuevo Cuerpo, fue dignificado en materia de uniforme y tratamiento cosa la cual – al parecer – no era del agrado de los oficiales. De esta forma se pretendía democratizar la base social e ideológica de los mandos del Ejército. Y también se procuraba estrechar el vacío profesional que había entre los oficiales y los suboficiales.

Esta Reforma militar de Azaña fue duramente combatida por un sector de la oficialidad y por los medios políticos conservadores. Se convirtió en un recurso para Azaña, ya que así podía disponer de efectivos para el mando sin volver a sobre dimensionar las plantillas de profesionales. Y, además, el convertir en suboficiales a determinadas clases de tropa permitía mejorar la situación de amplios sectores del Ejército, muy castigados o menospreciados en el pasado, y que por sus orígenes y condición eran potencialmente más proclives al nuevo régimen que la mayoría de los oficiales.

Así, la tarde del 19, en el cuartel de la Explanada surgió el primer desacuerdo entre los suboficiales, cuando se les pide la adhesión al golpe antirrepublicano. Algunos suboficiales que habían manifestado su incredulidad ante las noticias favorables a las rebeldes propagadas por Radio Sevilla fueron obligados a entregar las armas y sometidos a expediente sumarísimo. Estas medidas, sin embargo, fueron anuladas, después de que el brigada Pedro Marqués Barber se comprometiera, en nombre de todos los afectados, a acatar la disciplina. Mientras tanto, el sargento Marcelino Rodríguez, procedente del cuartel de Santiago ―donde, mediante una maniobra, los suboficiales acaban de armar a la tropa ―, se aproxima con dos compañías de soldados armados y municionados, mientras en su cuartel permanece una otra compañía para controlar los jefes y oficiales retenidos en la sala de banderas.

Justo antes de llegar a la Explanada, los guardias de asalto se añadieron a la tropa y todos juntos terminaron por entrar en el patio del cuartel, donde cabos y soldados habían permanecido acuartelados y desarmados. Con las fuerzas armadas, también entra la multitud de paisanos, hasta entonces distantemente expectantes. Los jefes y oficiales fueron desarmados y detenidos por los suboficiales. Mientras el brigada Marqués y el sargento Antonio Venegas Ibarra, con una sección de la tropa de Santiago, fueron a la Comandancia Militar, donde se rindieron el general Bosch y su Estado Mayor, siendo conducidos presos a la Explanada.

Estas mismas situaciones se vivieron en la Base Naval, con el apresamiento del Contralmirante y la oficialidad, por parte de los suboficiales a los que se les unieron los de la aeronáutica naval, siendo el Oficial segundo del Cuerpo de Auxiliares Navales, quien tomó el mando.

Resumiendo, el sargento de Infantería Marcelino Rodríguez Álvarez logró la rendición de la oficialidad del cuartel de Santiago e intervino, eficazmente, para que los jefes y oficiales de la Explanada tuvieran la misma actitud, la rendición y entrega de sus armas. El sargento de Artillería Pedro Quintanilla Quintanilla, se hizo con el mando de la fortaleza de Isabel II (La Mola) y el brigada Marqués se autoproclamaba Comandante Militar de Menorca.

La rendición sin condiciones de los oficiales tenía dos opciones: O bien persistir en la unión al alzamiento con la probabilidad de que fueran ejecutados en el mismo acuartelamiento o bien, para salvar sus vidas, entregarse. Optaron por esto último.

Una vez fracasado el alzamiento en Menorca, los jefes y oficiales que lo habían secundado fueron trasladados a la Mola junto con los oficiales de Marina. Fueron encerrados en la Penitenciaría Militar, 157 jefes y oficiales del Ejército (58 eran de la Escala de reserva, 2 alféreces de complemento y 3 cadetes). De la Marina fueron hechos prisioneros el contralmirante, 9 jefes y 18 oficiales, además del coronel retirado Jaime Vidal Villalonga. Igualmente, entre los presos se hallaba el capitán Gil Alós, que como oficial más antiguo y de mayor graduación de los leales a la República, reclamó para sí la Comandancia Militar de Menorca. El brigada Marqués, en principio fingió acceder, pero al día siguiente lo hizo detener y encerrarlo en La Mola con los otros oficiales

Mientras tanto fueron detenidos los civiles de derechas que se habían destacado por su oposición a la República, así como la mayoría de los sacerdotes.

En las semanas siguientes, se adueñó de Menorca un grupo de incontrolados que pretendieron tomarse la justicia por su mano, dando rienda suelta al odio y venganza. Ambos sentimientos se vieron culminados por parte de quien se consideraba la autoridad militar, el brigada Marqués, cometiendo el asesinato en el Ayuntamiento de Ferrerías del joven sacerdote de 23 años Juan Huguet Cardona el día 23 de julio de 1936.

Las fuerzas que rodeaban a Marqués cometieron toda clase de excesos con requisas de objetos, víveres, dinero, joyas a los que consideraban contrarios a la República. Y el lamentable hecho sucedido en Ciudadela con el ultraje a las monjas del Hospital por un brigada retirado, miembro de la escolta de  Marqués, que vejó sexualmente a una de ellas, fue fusilado por milicianos ciudadelanos en la Plaza del Borne, por tal hecho.

Así llegamos al mes de agosto de 1936. Con los trágicos precedentes de los asesinatos del sacerdote Huguet, del teniente Agustín Espinosa Avendaño, en La Mola, del capitán Francisco Julios Barbosa( si bien se especula que pudo ser un suicidio), el 1º de agosto fueron ejecutados en la carretera de la Mola, junto a la tapia que rodea la base naval, los tres civiles mallorquines Damián Suñer Mascaró, Gaspar y Juan Suñer Mas (padre y dos hijos de 16 y 18 años), el Teniente Facundo Flores Horrach y el Comandante Mariano Ferrer Bravo, retirado, procedentes de la isla de Cabrera donde habían sido hechos prisioneros por la dotación del submarino, enviado desde Menorca por el brigada Marqués para rescatar a los tripulantes de un hidroavión averiado que, desde Barcelona iba a bombardear Palma.

Día 2 de agosto: A primeras horas de la noche son trasladados en un camión el General Bosch, el Comandante de Estado Mayor Dolz del Castellar, el Teniente coronel de Infantería Luís Martos González, Coronel infantería retirado Jaime Vidal Villalonga, Comandantes de Artilleria Manuel Quintero Ramos y Jaime Sampol Vidal, Tenientes de la Guardia CivilJulio Riera Terrades, Teniente de Carabineros, Miguel Vila Olaria, Teniente Guardia Asalto Bernardo Monclús Durango, Comandante de infanteria Sebastián Rodríguez Vinent y el Capitán de infanteria Claudio Gil Alós. Llegado el trasporte a Los Freus, fueron fusilados.

Día 3 de agosto: A las 8 de la tarde, mientras esperaban la cena paseando por el patio de la Penitenciaria, se produjo el ametrallamiento, en el patio de los pabellones, de sus ocupantes los jefes y oficiales procedentes de las Academias Militares. Después del ametrallamiento, la masacre continuó rematando a los heridos y disparando desde las ventanas al interior de las naves dormitorio. Como ejecutor de estos hechos, se señala al sargento de Infantería de guardia en la Penitenciaría, Emilio de Benito Bueno, junto a varios individuos de tropa de la guardia y los conocidos como “los Cabos de Vicálvaro” de Artillería. Los oficiales de la Escala de Reserva no fueron agredidos, gracias a la intervención del Jefe de la Guardia el sargento Antonio Sastre Vaquer; con tal mediación se salvaron 8 oficiales de Academia: 2 Capitanes y un Teniente de Artillería. 3 Tenientes de infantería y 2 médicos de la Marina.

En total por Armas y Cuerpos: Marina (22) y la esposa del capitán de fragata Francisco Garrido Casadevante 2º jefe de la Base Naval, Hercelia de Sola Cuschicri (ultrajada, vejada, asesinada y arrojada con vida por el acantilado de La Mola – Pta. S´Esperó el día 23 de agosto), Infantería (16), Artillería (34), Ingenieros (10), Intendencia (4), Estado Mayor (1) Guardia Civil (2)

Continuaron los asesinatos durante el mes de agosto (6), octubre (3), noviembre (83), militares, civiles y sacerdotes,

Durante 1937;  4 (3 de ellos por sentencia de Consejo de Guerra), 1938(2) (1 por accidente polvorín Villa Carlos), 1939 (6).

Total, 214. Para ellos también memoria histórica.

Antonio Fernando Villalonga Sintes
Comandante de Infantería (Retirado)

 


BIBLIOGRAFIA

Miguel Ángel Casasnovas Camps: “Historia de Menorca” – Edit. Moll 2010

Andreu Murillo Tudurí: “Una introducción a la guerra civil a Menorca”. Revista de Menorca – 1er. Semestre – 1986

“La guerra civil a Menorca 1936-1939”- Edicions Documenta Balear 1997

Juan José Negreira Parets: “Menorca 1936, Violencia, represión y muerte- Edit. Objeto Perdido 2013

Ignacio Martín Jimenez: “Aportaciones a la Historia de la guerra civil en Menorca”. Colec. Pauta 2000

Deseado Mercadal Bagur: La guerra civil a Menorca 1936-1939. Relato histórico de un testigo.

FUENTES ORALES:

  • Gabriel Villalonga Florit: Guardia Civil- Puesto de Alayor- Desarmado el 2 de mayo de 1937, junto con otros tres Guardias Civiles, por ser considerados desafectos al régimen
  • Antonia Carreras Pons: Prometida del Sargento Antonio Sastre Vaquer.

PRENSA, periódicos locales:

  • EL BIEN PÚBLICO
  • LA VOZ DE MENORCA
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2 thoughts on “Menorca, agosto 1936. Un relato para la historia”

  1. Esto sí que es Memoria Histórica, que con el alzheimer inducido que padecemos en España, nadie conoce.
    Muchas gracias, don Antonio, por darnos unos momentos de lucidez.
    Atentamente,
    Francisco Iglesias

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