PENA PARA LAS MUJERES HOLGAZANAS

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Los RR.CC. y Colón

Los Reyes Católicos se aposentaron más de una vez en Córdoba. La primera vez que llegaron a esta ciudad fue para someter a Alonso de Aguilar, el hermano del Gran Capitán.

          Este personaje tiene suma importancia para la historia de Córdoba, pues posiblemente fuese el que, entre bambalinas, dirigiese la sublevación de Fuenteobejuna contra el Comendador mayor de la Orden de Calatrava D. Fernán Gómez de Guzmán, por la que esta villa pasó a integrar el alfoz de Córdoba.

          Efectivamente, en 1478 vinieron por primera vez a Córdoba, entre otras cosas, para someter bajo su autoridad a don Alonso de Aguilar, el hermano del Gran Capitán, y lo obligaron a entregar la fortaleza de la Torre de la Calahorra, desde la cual se accede al llamado Puente romano de Córdoba, desde el Campo de la Verdad. Los reyes redujeron los poderes casi omnímodos que tenía como Alcalde de Córdoba, aunque siguió conservando este oficio.

          Don Alonso, según el cronista Alonso de Palencia, fue el instigador, aunque no ejecutor material de la muerte del Comendador Mayor de la Orden de Calatrava Fernán Gómez de Guzmán, cuando el levantamiento de la villa de Fuenteobejuna contra este señor. Sobre este episodio teatralizado nos dejó Lope de Vega una obra maestra.

          De las varias veces que estuvieron en Córdoba, la más prolongada fue desde 1482 a 1488 periodo en el que la eligieron como sede provisional de la corte, desde donde dirigían las operaciones del asedio a Granada.

          Se hospedaban en el Alcázar, donde nació una de sus hijas, la infanta María. Solían llegar en primavera y se marchaban en el otoño, pasando la mayor parte del año en esta ciudad; salvo viajes puntuales a Sevilla o a la conquista de plazas importantes como Málaga en 1487.  Instalar la Corte en Córdoba, aportó importantes beneficios para ella. Por ejemplo, se incrementó el comercio de la seda con industriales italianos, que organizaron aquí nuevos gremios de hiladores o torcedores de seda. De igual modo, la lana tuvo la misma respuesta, creándose en Córdoba una creciente producción de paños con comercio nacional e internacional.

          En la margen derecha del Guadalquivir, muy cerca del Alcázar se encuentra instalado un molino movido por una noria que se conoce como la Albolafia, que, según  Félix Hernández Giménez, significa buena suerte, o buena salud.

          El ruido de su funcionamiento molestaba a la reina que no podía descansar bien, por ello mandó que fuese desmontada, y no volvió a funcionar hasta el año 1965 que se instaló en el mismo lugar una réplica de esta, aunque son escasas las ocasiones en las que los cordobeses la vemos en movimiento, a pesar de haber sido repuesta en dos ocasiones más: en 1977 1994.

          La reina Isabel acostumbraba a deambular por el adarve del alcázar, por ello las mujeres cordobesas se agolpaban, durante las horas que durase su paseo para verla o cuando salía del alcázar, pues se dice que le gustaba caminar entre los adarves y torreones, para contemplar las espectaculares vistas hacia el Valle del Guadalquivir.

          En cierta ocasión, durante su paseo, extrañada les preguntó qué porque no estaban con sus maridos ayudándoles en el trabajo. La respuesta que recibió fue un tanto desahogada, ya que le contestaron que era obligación de los maridos llevar el pan a la casa para alimentarlas lo mismo que a sus hijos. Molesta la reina por tanta frescura, respondió con una ley que condenaba a las mujeres cordobesas a que no heredasen de sus maridos cualquier propiedad o dinero a la muerte de estos, ya que no se lo habían ganado con su trabajo. Curiosamente, esta ley sólo afectó a Córdoba capital, así que muchas parejas formalizaban su matrimonio en Alcolea, pueblo cercano a la ciudad, hoy una barriada más, para eludirla.

Aunque sólo se aplicó taxativamente un par de siglos, la Ley de mujeres holgazanas no fue abolida hasta mediados del siglo XIX por la Novisima Recopilación de Carlos IV.      

          Después de la toma de Granada en enero de 1492, la reina Isabel entregó el Alcázar de los Reyes Católicos de Córdoba a la Santa Inquisición, que lo utilizó como sede y prisión preventiva. Finalmente se convirtió en cárcel civil hasta que en el año 1931, se destinó a instalaciones militares. El Ejercito lo cedió en el año 1955 al Ayuntamiento de Córdoba, que actualmente mantiene su posesión.

          Quizás no fue la más acertada de las opciones, pues el Alcázar se convirtió en prisión de unas y otras instituciones hasta 1947. Quizás por este doloso traspaso de propiedad o por la Ley de las Holgazanas, la reina Isabel no fue demasiado bien recordada en Córdoba, negándosele el nombre de calle, parque o jardín; salvo la que comparte con su marido: la céntrica calle “Reyes Católicos”.

Manuel Villegas

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