Inicio del asedio de Melilla (9 de diciembre de 1774)

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En 1767, España y y el Sultán de Marruecos, Mohammed II, firmaron un acuerdo de Paz y Amistad que significó un aumento muy significativo del comercio entre ambas naciones. Los ingresos derivados de este comercio fueron utilizados por el Sultán, fundamentalmente para adquirir material bélico. En el imaginario musulmán, todo el territorio africano que bordeaba el Mediterráneo, debía estar bajo su dominio, dentro de una lógica territorial. En 1769, habían conseguido un notable éxito, cuando Portugal abandonó Mazagan, la última plaza cristiana en la costa atlántica, dentro del territorio marroquí. 

En 1773, el sultán Mohammed II, envió al comandante de artillería Sidi Tahar Fenis como embajador a Gran Bretaña con el objetivo de adquirir cañones modernos y negociar el personal necesario para su uso y mantenimiento. A mediados de 1774, los gobiernos de Argelia y Marruecos iniciaron negociaciones para realizar un esfuerzo conjunto para la conquista de las ciudades de Oran, Ceuta, Melilla y los peñones de Vélez de la Gomera y Alhucemas.

El 19 de septiembre de 1774, Mohammed III envió una carta a Carlos III, anunciando que la paz entre ambos países solo se refería al ambiente marítimo, o sea que se consideraba libre de atacar por tierra las posesiones españolas sin que esto afectara a los tratados existentes. A Carlos III se le acabó la paciencia y declaró la guerra formalmente al sultanato el 23 de octubre. La situación estaba azuzada por Gran Bretaña ya que toda dificultad de España en el Mediterráneo, distraería recursos que actualmente estaba utilizando España para ayudar a los rebeldes de las colonias inglesas en América. O sea los precursores de los actuales Estados Unidos de América.

Los estrategas españoles, pensaron que el ataque caería sobre las ciudades de Ceuta y Oran, ello indujo a Carlos III a ordenar reforzar las defensas de ambas poblaciones. Sin embargo a finales de noviembre, los espías españoles descubrieron que el sultán lo que planeaba era un ataque conjunto marroquí y argelino, con apoyo técnico y logístico de Gran Bretaña. La ciudad estaba guarnecida por el Regimiento Fijo de Melilla, con tan solo dos compañías locales y ocho compañías de Voluntarios de Catalunya y algunos artilleros que manejaban unas viejas piezas de escaso calibre. La dotación marina constaba tan solo del jabeque Purísima Concepción de 4 cañones y 10 pedreros y de la falúa Nuestra Señora de la Victoria de 6 pedreros. El escaso armamento de ambas naves, da una idea de que ambas embarcaciones estaban diseñadas más para asegurar las comunicaciones que para acciones de guerra.

El sitio a la ciudad empezó el 9 de diciembre e inmediatamente se envió al jabeque a Málaga para dar noticia del hecho y solicitar refuerzos. La respuesta fue rapidísima, ya que tan solo dos días más tarde llegaron por barco los primeros refuerzos y el mismo barco se llevó el 16 de diciembre a parte de la población civil. El ejercito del sultán estaba compuesto por más de 30.000 hombres, fuerzas mixtas argelinas y marroquíes, con potente y moderna artillería procedente de del Reino Unido, con el personal necesario para su manejo.

En poco tiempo se completaron los refuerzos que se estimaron necesarios y que se compusieron por un batallón del Regimiento de la Princesa, un batallón de cada uno de los regimientos de Nápoles y Bruselas más el 2º batallón de Voluntarios de Catalunya. La artillería se reforzó con el 2º Batallón de Artillería de Cádiz. En total 3251 militares y 117 cañones modernos.

También se organizaron dos escuadras que al final fueron decisivas para la victoria final. Una de ellas estuvo mandada por Toni Barceló, nacido en Mallorca y experto en la lucha marítima en el Mediterráneo.

Las escuadras sumaban en total dos navíos de 70 cañones, cuatro fragatas de 30 y 9 jabeques de entre 30 y 12 cañones. Las fragatas fueron fundamentales en los ataques estáticos contra las trincheras enemigas cercanas a la costa y los rápidos jabeques bloquearon la ayuda que se sabía llegaría por mar desde Inglaterra.

La lucha se desarrolló fundamentalmente con ataques artilleros a distancia, que prácticamente destruyeron las edificaciones de la ciudad. Se calcula que los musulmanes llegaron a disparar más de 8.500 bombas y 4.500 balas de cañón. Toda la ciudad estaba al alcance de las bombas, incluido el puerto y se tuvo que construir un nuevo puerto en el acantilado, a pico y pala, para poder desembarcar los suministros al abrigo de las bombas.

Por la parte española, las acciones más destacadas fueron las intervenciones de las fragatas Santa Lucia y Santa Dorotea que acercándose de noche el día 9 de enero, bombardearon las trincheras enemigas, obligando a desalojar esta zona del campo de batalla y el apresamiento de un convoy de refuerzo británico por parte del inteligente y activo Toni Barceló con sus rápidos jabeques. Esta acción fue fundamental para desmoralizar al Sultán, ya que quedo desprovisto de provisiones y munición de refuerzo para la artillería británica.

El 19 de marzo de 1775, el Sultán envió una carta a Carlos III, solicitando el restablecimiento de la paz. Simultáneamente inició la retirada de sus tropas. Hay que destacar que los argelinos habían ya desertado al percatarse de la inutilidad de sus esfuerzos para doblegar a la pequeña guarnición. El conflicto acabó de forma oficial con la firma de un acuerdo en Aranjuez en 1780, representando a la corona el conde de Floridablanca, José Moñino y Redondo.

Con este artículo desearíamos destacar algunas cosas. Primero la valerosa actitud de las tropas españolas, después la rápida y coordinada acción de la marina con el resto de fuerzas y, especialmente, la enorme implicación de gentes de Catalunya en este episodio, sin olvidar que Toni Barceló era mallorquín. A pesar de lo que afirman los actuales políticos catalanes, a finales del siglo XVIII, los catalanes participaban activamente con el resto de sus compatriotas en acciones dirigidas al bien común de los españoles.

Manuel de Francisco Fabre

https://www.todoababor.es/datos_docum/ord_ba_mel1774.htm

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