Maestre Juan, zarpa de Santo Domingo (10 abril 1528)

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Isla Margarita,

Según la relación original escrita hacia 1537, una nao, propiedad de  Pedro Cifuentes, partió de Santo Domingo el sábado víspera del Domingo de Ramos de 1528. Dicho sábado corresponde al 10 de abril. La nave iba cargada con pertrechos generales a la fortaleza de la isla Margarita, que se encuentra en Venezuela actualmente.

Solo habían pasado 36 años desde que Cristóbal Colón desembarcara en  la isla de Guanahani y el impulso explorador de España había descubierto muchas islas antillanas, el océano Pacífico y gran parte de la costa americana, pero el detalle geográfico del laberinto de las Antillas no estaba cartografiado y la navegación en aquellas aguas exigía una audacia que solo los hombres del siglo XVI poseían.

En el barco iba como maestre artillero Juan Mateo, veneciano de origen, en el mundo globalizado de aquella época, trabajando a las órdenes del emperador Carlos V. Su profesión probablemente tuvo bastante que ver con que fuera el único sobreviviente de una tragedia marítima.

La travesía fue bastante tranquila hasta San Juan de Puerto Rico, pero después todo empezó a torcerse. Probablemente debido a que sufrieron vientos contrarios, se les acabó el agua y tuvieron que recalar en una isla para abastecerse. Ahí fueron atacados por los indígenas, consiguieron escapar, pero con poca agua.

Después llegaron a la isla de Píritu, pero el piloto no estaba seguro de la ubicación ni como llegar a su destino final desde allí. Un poco a la ventura, navegaron hacia el oeste, pero la falta de agua era acuciante y decidieron ir a tierra en busca de ella. De nuevo fueron atacados por los indígenas, consiguieron repeler el ataque, pero perdieron a un marinero. Consiguieron hacer aguada, pero el piloto declaró que no sabía dónde estaba y propuso volver a Santo Domingo. Sin embargo, nada más empezar el viaje de retorno tropezaron con la isla de Aruba, donde había una incipiente colonia española, cosa que aprovechó el piloto para saltar a tierra y desaparecer. Puede que no viera claro el estado del buque o bien temiera las represalias de sus compañeros de fatigas.

La tripulación se vio obligada a retornar sin una persona a bordo capaz de orientarse en aquel laberinto, tomando el camino de vuelta basándose solo en las indicaciones generales de la posición del sol y de las estrellas. Al poco de salir, se desató un temporal que duró una semana y acabó desmantelando la nao y arrojándolos en una isla desierta. Se salvaron cinco hombres y un muchacho, no consiguiendo sacar de la nao más que un cuerno de pólvora y un eslabón. Rápidamente, se dieron cuenta de que en la isla no había nada. Literalmente. Era llana, arenosa, sin montes, árboles ni agua potable.

Lo que no sabían era que los pilotos que conocían su oficio, evitaban esta zona, ya que estaba llena de escollos e islas de difícil detección con mal tiempo y, por tanto, no iban a pasar muchos barcos por el horizonte. De este hecho se dieron cuenta cuando, al cabo de dos meses, no vieron ni una mala vela. Sobrevivieron cazando leones marinos, que a pesar de su nombre son fáciles de abatir y bebiendo una mezcla de sangre de lobo marino y agua salobre.

Tres de los sobrevivientes, desesperados de su situación, construyeron una balsa con maderos que arrojaba la marejada a la playa y pieles de león marino, y se hicieron a la mar a los pocos meses del naufragio. No se volvió a saber de ellos. Otro de los que quedaron en la isla, murió de un ataque de locura. Solo quedaban, el maestre Juan y el muchacho.

Aquí salieron a flote, los conocimientos y capacidades del maestre Juan. Su formación como artillero le debieron familiarizar con las técnicas de manipulación de materiales de construcción y se las apañó para hacer fuego, construir dos torres sobre las cuales preparar fogatas de señales, pozos para almacenar agua de lluvia, protecciones con pieles de leones marinos y sobre todo sistemas para almacenar comida para cuando lo que les ofrecía la naturaleza, faltaba.

Regularmente, encendía fogatas en las torres para llamar la atención de los posibles buques que pasaran, pero lo que no sabía es que un año antes, otro bajel había naufragado en otra isla cercana y habían sobrevivido dos marinos que viendo las señales, fabricaron una balsa y se acercaron a la isla del maestre Juan. Convivieron cinco años, hasta que cansados de la situación, construyeron un bote para escapar de aquel infierno. En el bote no quiso embarcarse el maestre Juan y se fueron uno de los náufragos y el muchacho. De ellos nunca más se supo.

La Habana

Cuando se cumplían ocho años del naufragio, una nao pilotada por Juan Bautista Ginovés, vio las señales de humo de Juan, los rescató, los transportó a La Habana y allí fue presentado al adelantado Pedro de Alvarado. También afirman que el compañero de fatigas murió en el mismo barco durante el viaje. La relación aquí termina, aunque es de suponer que fue contratado por Pedro, ya que Juan había demostrado sobradamente sus facultades para sobrellevar situaciones difíciles.


Comentarios Reales

No debía ser la única historia extraordinaria que ocurriera durante este periodo y el caso es que el Inca Garcilaso, en 1609, en sus “Comentarios Reales” describe el naufragio de Pedro Serrano, en 1526, dos años antes del de Juan, en la misma isla. La información se la suministró alguien que había conocido al superviviente, pero nunca dio detalles de su fuente. Puede que fuera el nombre de uno de los marinos muertos en la odisea del Maestre Juan, puede que se tratara de otro caso distinto y se mezclaran personajes y lugares.

Daniel Defoe

Muchos años más tarde, en 1719, un inglés llamado Daniel Defoe, escribió el famoso relato llamado Robinson Crusoe, de nacionalidad inglesa. Todos los estudiosos están de acuerdo que su libro está parcialmente inspirado en el libro del Inca Garcilaso y que a su vez se apoyó en los brumosos relatos de tantos esforzados marinos al servicio del imperio español, un imperio donde no se ponía el sol y que fue el primero de nivel planetario, pero eso tenía un precio y este lo pagaron nuestros valientes antepasados.

 Manuel de Francisco Fabre

Naufragios de la Armada Española. Cesáreo Fernández. 1867

(Hace una síntesis de la versión “Pedro Serrano” y “Maestre Juan”)

(asume la versión “Pedro Serrano”)

https://es.wikipedia.org/wiki/Pedro_Serrano#:~:text=Pedro%20Serrano%20fue%20un%20capit%C3%A1n,de%20San%20Andr%C3%A9s%2C%20en%20territorio

(Este artículo está plagado de incongruencias históricas, pero da una versión de los hechos)

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