MATILDE UCELAY, PRIMERA ARQUITECTA ESPAÑOLA

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Matilde Ucelay Maórtua

En una época en que muy pocas mujeres podían acceder a la universidad, Matilde Ucelay Maórtua consiguió cumplir su sueño de convertirse en arquitecta. La joven que pertenecía a una familia burguesa ilustrada y su madre, Purificación Maórtua, gran amiga de Federico García Lorca, fue una de las fundadoras, en el año 1926, del Lyceum Club Femenino de Madrid, una asociación feminista que luchaba por los derechos de las mujeres y fundadora de la compañía de teatro Anfistora. Así que no es extraño, aunque sí excepcional, que Matilde pudiera matricularse en 1931 en la Escuela Superior de Arquitectura, en la que, por aquel entonces, no había ni siquiera lavabos para mujeres.

EL PERSONAJE 

Matilde era la hija mayor del matrimonio formado por el abogado Enrique Ucelay Sanz y por Pura Maórtua Lombera. Sus hermanas fueron Luz, Margarita (madre del historiador Enric Ucelay-Da Cal) y Carmen. Estudió bachillerato en el Instituto Escuela con excelentes calificaciones académicas, además de la carrera de piano.

Las niñas Ucelay se criaron en el Madrid de principios del siglo XX: iban de paseo al parque del Retiro, tenían profesores particulares para todo tipo de actividades (dibujo, francés, alemán, música) y, luego, estudió bachillerato cuando se creó el “Instituto Escuela”, donde se formaron en la tradición de la Institución Libre de Enseñanza, un modelo impulsado por su abuelo. En esta institución se les enseñaba a razonar en lugar de memorizar, llevaban a los alumnos de excursión para aprender directamente de la naturaleza y, siendo disruptivo para la época, chicas y chicos estudiaban juntos. Con esta privilegiada formación, Matilde presentaba una especial afición por la música y por el deporte – fue una excepcional esquiadora -.

Escuela de Arquitectura de la Universidad de Madrid

En 1931 ingresó en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Madrid, ― la única existente en el país de aquel momento ―, junto con Lali Úrcula, que no acabó la carrera, y Cristina Gonzalo. En sus primeros años de estudiante fue miembro activo de la Federación Universitaria Escolar (FUE). Terminó la carrera antes de lo previsto porque logró completar dos cursos en un año, junto con Fernando Chueca Goitia, lo que le permitió ser la primera mujer en licenciarse en Arquitectura en junio 1936, antes de que estallara la Guerra en 1942. En aquel entonces, la noticia de que una mujer había recibido el título de arquitecta, circuló por todos los medios.

Amós Salvador Carreras

 El 10 de julio de 1936, en el Hotel Nacional, sus compañeros y amigos le rindieron un homenaje como primera licenciada en arquitectura de España, en un acto en el que estuvo presente el también arquitecto Amós Salvador Carreras, que había sido poco antes ministro de Gobernación. A este homenaje asistieron importantes figuras de la época, como el arquitecto Teodoro de Anasagasti. En 1936 fue la única mujer miembro de la Junta de Gobierno del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, en la que ejerció el cargo de secretaria. La realidad es que la arquitecta formó parte de esta junta solo dos meses. Luego se trasladó a Valencia, a pasar allí la guerra, con sus familiares y con su futuro esposo, con quien se casó en 1937 y dio a luz, un poco más tarde, a su primer hijo, José Enrique. En aquel momento a su padre se le había gangrenado una pierna y había recibido amenazas, con lo que la permanencia en Madrid se hacía peligrosa.

Su esposo, José Ruiz-Castillo, en ese entonces era un muchacho cinco años mayor que ella, abogado y funcionario del Ministerio de Agricultura, miembro de una conocida familia de editores madrileños.​ Su padre era el dueño de Biblioteca Nueva, cuya dirección heredó el marido de Matilde. El matrimonio tuvo dos hijos: José Enrique y Javier.​

título obtenido en 1936

Una vez finalizada la guerra civil española, con la victoria franquista, y como consecuencia de su participación en la Junta de Gobierno del Colegio de Arquitectos de Madrid en 1936, llamada “del Frente Popular”, fue juzgada varias veces en consejo de guerra y depurada profesionalmente por la Dirección General de Arquitectura, acusada de «auxilio a la rebelión».​ En el juicio presentaron testimonio a su favor numerosas personas, entre otros el odontólogo Alberto Díaz. Fue sentenciada el 9 de julio de 1942 a inhabilitación a perpetuidad para cargos públicos, directivos y de confianza, con prohibición para el ejercicio privado de la profesión durante cinco años e indemnización de 30.000 pesetas. El título obtenido en 1936 no le fue expedido oficialmente hasta el año 1946.​ A pesar de las restricciones, ella desarrolló su trabajo realizando obras de carácter privado y participando en proyectos colectivos que firmaban sus compañeros.

La Huerta del Venado

Instaló su estudio de arquitectura en 1939 en un pequeño ático de Madrid, en el Edificio Castaño, tras volver de Valencia, y allí ejerció durante toda su vida laboral, hasta su jubilación en 1981. A pesar de haber tenido inhabilitado su título algunos años, la arquitecta diseñó varios edificios que no llevaron su firma durante ese tiempo. En 1940 realizó su primera obra, por encargo de su suegra, Paz Basala: La Huerta del Venado, en la Granja de San Ildefonso, en Segovia.

A lo largo de una extensa vida profesional de cuatro décadas realizó alrededor de 120 proyectos entre los años 1940 y 1981, figurando entre ellos: La Casa Oswald en Puerta de Hierro, la vivienda de José Ortega Spottorno, las librerías Turner e Hispano-argentina, las oficinas Driver-Harris Ibérica, los laboratorios Medix y el taller de Encuadernaciones Carrascosa, Casa Bernstein, Casa Marichalar, Casa Simone Ortega,​ o Casa Benítez de Lugo, en Canarias. Los que realizó antes de 1945 no llevan su firma, sino las de amigos como Aurelio Botella, que firmó sus proyectos mientras ella estuvo inhabilitada.

La Casa Oswald

En la década de 1950 su candidatura a la junta directiva de la Asociación de Mujeres Universitarias, de la que fue fundadora con el carnet número siete, fue vetada por las autoridades franquistas.​ Sus principales clientes fueron personas de la alta burguesía madrileña, muchos de ellos extranjeros, y muchos de ellos mujeres. La casa Oswald, de 1953, le abrió las puertas de la alta sociedad. Se especializó en la arquitectura residencial de calidad, dirigida a una clientela de alto poder adquisitivo, grandes mansiones situadas muchas de ellas en las mejores zonas de la capital. Construyó también una casa en Nueva York para su hermana Margarita.​ Sus casas destacan por el cuidado en el detalle, la atención a la vida de las personas en ellas, y el prurito por dar la mejor respuesta arquitectónica a las necesidades del cliente.​

En 1998 la Asociación La Mujer Construye hizo un reconocimiento público de su figura por ser la primera mujer licenciada en arquitectura en España.​ La mayor parte de sus obras son casas unifamiliares, como la que construyó para José Ortega Spottorno, pero también proyectó fábricas, laboratorios, almacenes y tiendas. En sus obras destaca la sensibilidad por el uso y el cuidado en los detalles constructivos. Por las mañanas, Ucelay visitaba las obras; por las tardes trabajaba en el tablero. Una trayectoria excepcional reconocida por el Premio Nacional de Arquitectura 2004. Dos años después, participó en la Bienal de Venecia de Arquitectura en el pabellón “España, nosotras, las ciudades”, 

España, nosotras, las ciudades

Falleció en Madrid el 24 de noviembre de 2008.​ La muerte de su marido y el dejar de trabajar supusieron para ella abrir una puerta al silencio. En 2018, todos los grupos municipales del Ayuntamiento de Madrid acordaron que un jardín del distrito de Chamberí llevara su nombre. En julio de 2018 la Asociación “Herstóricas. Historia, Mujeres y Género” y el Colectivo “Autoras de Cómic” crearon un proyecto de carácter cultural y educativo para visibilizar la aportación histórica de las mujeres en la sociedad y reflexionar sobre su ausencia consistente en un juego de cartas. Una de estas cartas está dedicada a Ucelay.

Las mujeres de la generación de Ucelay abrieron en España caminos en las distintas ramas del arte, la ciencia y las profesiones, aunque muchas de ellas abandonaron o simplemente no llegaron a ejercer sus profesiones. No fue el caso de Ucelay. Más bien al contrario, en una época en la que las mujeres carecían de derechos legales, Ucelay, con gran inteligencia, dedicación y carácter, ejerció plenamente una profesión liberal de importantes responsabilidades hasta su jubilación en 1981. Sirva la integridad de su trayectoria ejemplar de modelo y referente a las nuevas generaciones de arquitectos, y, sobre todo, de arquitectas, que desde este año son más de la mitad del alumnado en las escuelas españolas.

Jaime Mascaró

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