Jorge Juan, espía

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Si días atrás relatábamos las habilidades como marino, científico y humanista de Jorge Juan Santacilia , en esta ocasión nos adentraremos en un aspecto de su vida que nada tiene que ver con la guerra a cañonazos o a mosquete, sino con la intriga y el espionaje. El Marqués de la Ensenada, ministro de Fernando VI, sucesor de Felipe V, parecía ser consciente de que el poderío naval de las Españas era imprescindible para defender las rutas americanas. Las técnicas de construcción naval española se intuían obsoletas y atrasadas con respecto a su principal contrincante y enemigo, Inglaterra. El coste de madera era enorme para los astilleros navales y las técnicas de construcción de naves, en aquel entonces eran ya más atrasadas que las usadas por el gran ingeniero vasco de Felipe V, o sea Antonio de Gaztañeta e Iturribalzaga, sobre el cual tendremos que regresar algún día.

Tal situación, empujó al Marqués, en 1748, a encargar a Jorge Juan una misión similar a la ya recibida por Felipe V, con respecto a la gobernación de las Américas, espiar y conocer las nuevas técnicas navales de los ingleses. Con la falsa identidad de Mr. Josues, se encaminó hacia Londres siendo consciente de que el encargo no solamente incluía el tomar conocimiento de las modos y maneras de construcción de naves sino también de la necesidad de importar hacia España a expertos de los astilleros que, abandonando el Támesis, deseasen instruir a los ingenieros, obreros y maestros de los astilleros españoles. Su labor, su buen hacer, le hizo superar el escasísimo éxito del embajador español en Londres, llegando a sentarse Mr. Josues en la mesa del mismísimo almirante George Anson y el primer ministro John Russell, duque de Bedford.

Recabando constantes informes, los remitía en forma cifrada al marqués de la Ensenada. Copió pieza a pieza los diseños de los barcos, las primeras aplicaciones de máquinas de vapor para limpiar los puertos; informó de los planes concretos de los ingleses para atacar los puertos españoles en América. Dio rendida cuenta del eficiente sistema inglés, de la calidad y resistencia de sus jarcias, velas y demás componentes. Incluso informó acerca de la división del trabajo. Es decir, que su labor como espía industrial fue enormemente exitosa. El cúmulo ingente de información remitida, convenció al marqués de la Ensenada y al propio Fernando VI de la necesidad de modernizar los astilleros españoles en aras de alcanzar una supremacía sobre el británico en el océano, verdadero campo de batalla.

El espía Jorge Juan, descubierto por su comensal el duque de Bedford, de forma rocambolesca consiguió cruzar el canal de la Mancha, en el barco Santa Ana de Santona, en 1750, siempre de incógnito. No sin antes lograr convencer a un buen número de ingenieros y obreros navales de que se trasladasen a astilleros españoles para ejercer en ellos su labor. Fueron decenas los convencidos de que, también, cruzando el canal desde Francia alcanzasen los astilleros de Cádiz o de Orio o de Cartagena. Fue en estos astilleros en los que comprobó que trabajaban ya cuatro de los mejores constructores ingleses, medio centenar de técnicos y decenas de obreros cualificados. En 1752 el marqués le nombró Director de la Academia de Guardiamarinas de Cádiz. Desde tal cargo, completará y perfeccionará todas sus teorías sobre construcción naval sustentándolas en fórmulas matemáticas. Inspeccionaba desde la tala de árboles hasta la modernización de arsenales y astilleros, empezando por el de Cartagena. Él mismo se hizo cargo de la construcción naval española, renovando los astilleros. Su actividad tuvo tan buenos resultados que pocos años después los ingleses devolvieron la visita para estudiar sus mejoras.

Sin embargo, la envidia ya impregnaba desde hacía siglos la política española, y la corte borbónica no era una excepción. Las intrigas palaciegas, la sagacidad del embajador inglés Benjamín Keene, la intervención de Julián de Arriaga, secretario de Marina, provocaron la caída y el destierro del marqués de la Ensenada, y, consecuentemente, el abandono de las directrices, técnicas y sistemas de trabajo en los astilleros españoles introducidos por Jorge Juan, los cuales fueron sustituidos por los modos franceses de Gautier, mucho más atrasados. Las consecuencias de tan gran equivocación las encontramos en Trafalgar. Derrota que no hizo sino abrir todas las rutas a la pérdida del imperio español de la llamada Tierra Firme.

Carlos III, sucesor de Fernando VI, dio encargo a Jorge Juan de fundar el Real Observatorio de Madrid, cuando éste ya hacía años había propuesto al marqués de la Ensenada la creación de otro en Cádiz, que si llevó a cabo el marqués de Ureña, fundando el Real Observatorio de la Armada, en san Fernando, Cádiz.

Sin duda alguna, de llamarse George John o similar, nuestro personaje, haría años que ya habría sido protagonista de más de una de las obras surgidas de la industria hollywoodense.

Sus vicisitudes, peripecias y estrategias en el Londres del duque de Bedford, con su rocambolesca huida de entre su policía, sus amplios conocimientos navales, su lealtad a la corona, tuvieron una continuidad en 1760 al ser nombrado jefe de la escuadra de la Armada Española, con tan buena labor y competencia, que en 1767, Carlos III repite el encargo de su padre, nombrándole Embajador Extraordinario en Marruecos para recabar información sensible y notable sobre la política magrebí. Tanta fue su eficacia que logró la firma de un Tratado de 19 artículos que recogían todas las ambiciones y deseos del monarca. Esa fue la última aventura de un español que supo estar siempre a la altura de los mandatos de la Corona, a cuyo servicio puso no solamente su ciencia, sus habilidades, su trabajo, sino también, en algunos momentos, su vida.

En 1773, Carlos III le concedió el honroso cargo de Director del Seminario de Nobles de Madrid.

Jorge Juan y Santacilia, humanista, ingeniero naval, científico y espía español, falleció en Madrid el 21 de junio de 1773. Sus restos mortales fueron inhumados en el Panteón de Marinos Ilustres, de san Fernando (Cádiz) el 2 de mayo de 1860. Su lápida es un fiel reflejo de la excelencia de este español ilustre, en todos los ámbitos de su existencia.

“El Excmo. Sr. D. Jorge Juan y Santacilia, natural de Novelda, en el reino de Valencia, Caballero de la Orden de Malta, Jefe de la Armada, Capitán de los Guardiamarinas y Director de su Escuela, Rector del Seminario Real de Nobles de Madrid, que después de haber dominado el mar con barcos de nuevo tipo y construcción, explorando el África como Embajador en Marruecos, recorriendo la América para levantar el plano de la Tierra y Europa para llevar a cabo investigaciones literarias, con las que ilustró sus Academias, como la Española de san Fernando, la francesa, la inglesa y la prusiana, entregó al Señor la vida que de Él había recibido, y que ennobleció con su piedad y buenas costumbres, a los sesenta años de edad, en Madrid, el 21 de junio del año del Señor 1773. Sus desconsolados hermanos Bernardo y Margarita cuidaron de que fuese colocado y levantado un monumento, con el consentimiento del Ilmo. D. D. Juan Zapata, Marqués de San Miguel de Gros, patrono de la capilla”.

Francisco Gilet

Bibliografía.

Jorge Juan, al servicio de su Majestad de Antonio Juan

Armada desconocida de Jorge Juan, La (Historia Incógnita) de Víctor San Juan Sánchez.

El espía del Rey, José Calvo Poyato.

Trascendencia científica de Jorge Juan Santacilia de Diego García Castaño.

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