PUERTO RICO Y ESPAÑA, SIGLOS DE HISTORIA COMPARTIDA (I)

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Juan Ponce de León

San Juan, en la actualidad.

El joven Elmer Santiago camina en dirección al puerto por el Paseo de la Princesa entre faroles antiguos, árboles, estatuas, bancos, carros fruteros, edificios Juncoloridos y artistas callejeros. Normalmente hace ese mismo recorrido disfrutando del aire caribeño, de sus blancos almenares y verdes palmares, pero esta mañana tiene prisa: los excesos durante la noche anterior con el pitorro y la cerveza medalla junto a sus panas le han pasado factura y se ha quedado dormido, así que ahora debe acelerar el paso si quiere llegar puntual al trabajo.

Tras dejar atrás la fuente Raíces, símbolo de la ecléctica herencia taína, africana y española que impregna cada esquina de la isla, continúa su paseo sorteando a la multitud de turistas que abarrotan el viejo San Juan y enfila sus pasos hacia la plaza de la Dársena. Tiene esta plaza la facultad de robarle el alma, pues allá se congregan sus recuerdos de infancia, cuando se pasaba horas enteras en los muelles del puerto para ver zarpar aquellos barcos que en su desbordante imaginación de niño creía repletos de enigmas, misterios, tesoros y aventuras. Cuando el mundo comenzaba con el batir de olas en el canal de San Antonio.

De esa época ya han pasado muchos años, pero cada vez que camina por allí no puede evitar que algo en su interior se le remueva al compás del ruido del oleaje y la luz esmerilada del sol reverberando sobre la inmensa masa de agua que se extiende hasta donde alcanza la vista, allí donde un cielo azul, límpido y espléndido se une con un mar insondable, el mismo que hace quinientos años unos hombres venidos desde la otra parte del mundo se atrevieron a cruzar do el viento sobre las olas en son lastimero, del errante marinero las sentidas barcarolas, sin más esperanza que en Dios y en sus espadas.

Son tantas las emociones reencontradas que Elmer cierra los ojos y, mientras a lo lejos resuenan en una radio los primeros compases de una conocida canción de Javier Solís, por un momento cree escuchar en el suave murmullo del viento el eco de las voces fatigadas de aquellos españoles bajando de esos cascarones que por entonces llamaban barcos mientras daban gracias al cielo por haber hallado la más bella tierra que ojos humanos jamás hubieran visto.

En mi viejo San Juan/Cuántos sueños forjé/En mis noches de infancia/Mi primera ilusión/Y mis cuitas de amor/Son recuerdos del alma.

HISTORIA

Hoy diera, en la tierra hispana,/el oro que el mundo encierra,/ por un puño de tierra /de mi tierra Borincana. (José Gautier Benítez)

SIGLO XV

El 25 de septiembre de 1493 Cristóbal Colón partió de Cádiz con 17 barcos y unos 1.500 hombres en lo que sería su segundo viaje al Nuevo Mundo. En aquella expedición descubrió una isla que bautizó como San Juan Bautista, en honor al hijo de los Reyes Católicos, y de la que tomó posesión en nombre de la corona de Castilla el 19 de noviembre de 1493, cuando los navíos desembarcaron en una playa al noroeste de la isla, en la ciudad actual de Aguada, si bien existen nuevas teorías que afirman que pudo entrar por Añasco.

Probablemente en ese segundo viaje participaría el vallisoletano Juan Ponce de León (Santervás de Campos, 8 de abril de 1460-La Habana, julio de 1521), quien quedó fascinado por las aguas transparentes del Caribe, la frondosidad y verdor de las islas, el cielo azul y el inmenso mar cálido, aunque se dice que quizás pisó suelo americano por vez primera en la Gran Turca ––hoy Turcas y Caicos––, y embriagado por tanta belleza regresó de nuevo una década después junto con el gobernador Nicolás de Ovando.

SIGLO XVI

Juan Ponce de León, castellano viejo, valeroso y audaz, había sido paje en la corte del rey Fernando el Católico tras su boda con Isabel de Castilla, combatió en la guerra de Granada (1481-1492) y posteriormente partió al Nuevo Mundo, donde le aguardaría una isla apasionante.

El cese de Cristóbal Colón y de su hermano Bartolomé y la muerte en el mar de Francisco de Bobadilla hicieron que Nicolás de Ovando fuera nombrado gobernador de La Española en 1502, teniendo que hacer frente a una rebelión del pueblo taíno en la zona oriental de La Española, donde Ponce de León tendría una actuación relevante en la batalla de la Vega Real que se vería recompensada con el cargo de gobernador de la provincia de Higüey, cuyo puerto se convirtió en parada obligada para los barcos que regresaban a Europa por su importante producción de yuca, un tubérculo que lograba aumentar el tiempo de conservación del pan.

Fue en aquella época cuando comenzó a escuchar historias indias que afirmaban que la isla de Borinquén tenía incontables riquezas. Así, el 12 de agosto de 1508 partió de Higüey para fundar el primer asentamiento español en el lugar, concretamente en Caparra.

Fice una casa mediana, con su terrado de pretil, e almenas, e su barrera delante de la puerta, e toda encalada de dentro e de fuera, de altor de siete tapias. (Carta de Ponce de León al gobernador general de Indias, Nicolás de Ovando, 1509)

Caparra, llamada así por la provincia de Cáceres, lugar de nacimiento del gobernador Ovando, se encuentra en el actual Pueblo Viejo en Guaynabo. En 1509 fue abandonada y mudada a un lugar al que se le llamó en ese momento Puerto Rico, un nombre que evocaba el de un puerto similar en las Islas Canarias. En 1521, se añadió el nombre de San Juan y al establecimiento original se le dio el nombre formal de San Juan Bautista de Puerto Rico, siguiendo la tradición de bautizar las ciudades con un nombre formal y con el nombre original que le dio Cristóbal Colón.

La conquista de la isla fue relativamente sencilla, pues el cacique más importante, Agüeybaná, recibió a los españoles  en el sur (Guánica) de forma pacífica, convirtiéndose incluso al cristianismo.

Ponce de León fue nombrado Gobernador de la misma en 1509, y ordenó construir una fundición de oro, estableció un sistema de encomiendas y una hacienda en Toa. Entre los nuevos colonos se encontraba Cristóbal de Sotomayor, quien fundó Villa de Sotomayor, hoy Aguada.

Tras la fundación en 1511 un segundo establecimiento, San Germán, con el fin de iniciar la evangelización de la isla, el papa Julio II estableció el 8 de agosto de 1511 tres diócesis en el Nuevo Mundo, una de las cuales incluía Puerto Rico, siendo Alonso Manso su primer obispo.

El trabajo en los campos y minas y las enfermedades diezmaron a la población autóctona, lo que hizo que a la muerte del cacique indígena Agüeybaná, su sucesor Agüeybaná II el Valiente se sublevara. Los arahuacos se unieron a los caribes para luchar contra los conquistadores, paralizaron la producción de oro y mataron a la mitad de los españoles, pero al final fueron derrotados.

Tras la pacificación, Ponce de León se obsesionó con las leyendas  que hablaban de una tierra situada al norte en la que se encontraban manantiales que concedían la juventud eterna tornaban mozos a los viejos. Esas historias no eran nuevas y ya corrían por Europa y América y parece que el mito de que Ponce de León dirigió su primera expedición a La Florida en busca de la fuente de la eterna juventud se le atribuyó años después de su muerte, por un texto debido a Hernando de Escalante Fontaneda.

Durante los meses postriores a la rebelión de Borinquén, Ponce de León tuvo noticias del triunfo de Diego Colón en su apelación contra la negativa real a extender los privilegios del Almirante hacia su persona y el vallisoletano fue cesado en su cargo en 1511. Sin embargo, Fernando el Católico envió a Ponce 30 hombres, religiosos católicos de Sevilla, ganado y caballos, y le otorgó a la isla su propio escudo de armas, el primero del Nuevo Mundo. La caída de Ponce de León duró poco y una vez restituido como gobernador continuó con la colonización, fundiendo oro y desarrollando la ganadería y agricultura.

En cuanto al trato con los indígenas, desde 1500 eran reconocidos como súbditos, pero los excesos contra ellos provocaron que el 27 de diciembre de 1512 el rey Fernando promulgara las Leyes de Burgos, modificando el sistema de encomiendas con el objetivo de poner fin a la explotación de los nativos. La ley prohibía el uso de cualquier forma de castigo contra los nativos, regulaba sus horas de trabajo, su salario, exigía verlar por su salud y obligaba a su catequización.

Para 1513 la guerra había debilitado  a los indios y algunos caciques optaron por rendirse, mientras otros continuaron la lucha, especialmente en la zona oriental de la isla a la vez que los amerindios procedentes de las islas de Barlovento realizaban incursiones. Una vez pacificada la zona, el 15 de marzo de 1513 Ponce de León dejó San Juan y navegó más allá de las Bahamas hasta alcanzar una tierra desconocida cuyo litoral de prolongaba hacia el norte y que por ser Domingo de Resurrección llamó Tierra de la Pascua Florida. Tras levantar mapas y describir en su bitácora las tierras recorridas retornó a La Habana antes de regresar a Puerto Rico. Habiendo propuesto al rey Fernando una misión colonizadora Ponce de León fue nombrado adelantado de la Florida, Bimini y la isla de Guadalupe, pero la muerte de su esposa retrasó sus proyectos, no siendo hasta 1521 cuando salió de Puerto Rico con rumbo norte,. Con todo la colonia no pudo prosperar: los indios calusas se mostraron feroces y el establecimiento castellano sufrió constantes ataques, en los que el propio Ponce de León resultó herido con una flecha envenenada. Tras abandonar Florida los colonos regresaron a La Habana, donde el conquistador falleció. Su cuerpo fue trasladado a San Juan, en cuya catedral está enterrado.  

SIGLO XVII

Desde la llegada de los españoles las distintas potencias europeas se sintieron atraídas por las riquezas del Nuevo Mundo en general y de Puerto Rico en particular. Así, en 1528, los franceses saquearon y quemaron San Germán y destruyeron muchos asentamientos, como Guánica, Sotomayor, Daguao y Loíza. Decididos a defender la isla, los españoles comenzaron a fortificar San Juan en la década de 1530: La Fortaleza, en la entrada a la bahía, San Felipe del Morro (con remodelación en 1587 por Juan de Tejada y Juan Bautista Antonelli), San Cristóbal, San Jerónimo… se creó una ciudad fortificada y en cuanto a la remodelación política, en 1580 y se convirtió en una Capitanía General, lo que le otorga una mayor autonomía y una respuesta más rápida ante amenazas militares.

Durante el siglo se siguió empleando el sistema de encomiendas. En 1542, el emperador Carlos promulgó las Nuevas Leyes, limitando los poderes de los encomenderos, algo que no siempre se consiguió.

El 22 de noviembre de 1595 los corsarios Francis Drake y John Hawkins, al mando de 27 naves y 2500 hombres, dirigió una expedición a la Bahía de San Juan con la intención de saquear la ciudad. El ataque inglés se vio incapaz de derrotar las defensas de la villa, aunque causaron severos destrozos. Tres años más tarde, George Clifford volvió a intentarlo al este de Santurce en junio de 1598, siendo repelidos en el puente de San Antonio (la actual La Condada). Ante la amenaza constante, España envió 400 soldados y 46 cañones adicionales a la isla junto a un nuevo gobernador: Alonso de Mercado y, después de repeler un ataque holandés en 1625, en 1634 Felipe IV ordenó reforzar el fuerte San Cristóbal con 6 fuertes conectados por un perímetro de murallas alrededor de la ciudad. mejorando constantemente unas defensas que repelieron a los piratas durante más de medio siglo. Posteriormente, los holandeses también trataría tratan de conquistar la isla en 1625, también sin éxito.

SIGLO XVIII

En 1702 los británicos acosaron la ciudad de Arecibo, en el norte de la isla, aunque tuvieron que marcharse de vacío.

Del siglo XVI al siglo XIX, hubo considerable inmigración irlandesa a Puerto Rico, ya que muchos soldados de aquella nacionalidad, los llamados «gansos salvajes», huyeron del ejército inglés y se unieron al ejército español. Algunos de estos hombres fueron destinados a Puerto Rico. Durante el siglo XVIII los hombres tan notables como mariscal de campo Alejandro O’Reilly y el coronel Tomás O’Daly quienes fueron enviados a la isla para remozar las fortificaciones de la capital. La Memoria de Don Alejandro O’Reilly, sentó las bases de un proyecto de activación económica de las colonias, cuyo producto más destacado fue el llamado Código Negro Carolino, encargo del propio Carlos III y que contiene un conjunto de ordenanzas morales, políticas y económicas sobre el trato y empleo de los esclavos.

En esta época destacan otros personajes como Agustín Íñigo Abbad y Lasierra, historiador y eclesiástico, nacido en Estadilla (Huesca) en 1745 y fallecido en Ribarroja (Valencia) en 1813. Escribió una de las primeras obras históricas sobre Puerto Rico:  La Historia geográfica, civil y natural de la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico. Data de 1782 y fue resultado de un viaje pastoral por la Diócesis insular. La obra se entregó al conde de Floridablanca a modo de informe acerca del estado en que se hallaba la colonia, del efecto que habían tenido en ellas las diferentes medidas de fomento aplicadas —las conocidas como Reformas Borbónicas— y de las políticas a seguir. Asimismo, cabe mencionar a la familia Coll, cuyos miembros desempeñaron un papel importante en la conformación política y la literatura de Puerto Rico. Por su parte, Miguel de Muesas, Gobernador de Puerto Rico entre los años 1769 y 1776, ordenó el levantamiento de un riguroso censo de población y económico, agrícola, ganadero y comercial principalmente, y Fernando Mirayes, militar español destacado allí entre 1769 y 1779, realizó un exhaustivo análisis del comercio, la agricultura y la administración, y también de las costumbres y de los pueblos boricuas.

A partir de 1765 la isla atravesó por una serie de transformaciones con la intención de redirigir la economía de la colonia hacia el mercado exterior, estimulando la producción de bienes agrarios como la caña de azúcar, el café, el tabaco, el algodón, el jengibre o el añil, entre otros.

Por esa época la mayoría de las tierras se encontraban sin titular u otorgadas en usufructo, mientras que los llamados hateros tenían sobre amplias extensiones. Demoler los hatos y transformarlos en tierras agrarias y titularlas para poder facturar un impuesto sobre la tierra y controlar mejor la producción eran soluciones que iban la una de la mano de la otra, para lo cual se ofrecieron títulos a quienes decidieran dedicar sus tierras a cultivos exportables a cambio de un impuesto mínimo.

Aquella economía agraria nueva contaría con el respaldo del Estado el cual, incluso, trataría de facilitar el tráfico de esclavos a la isla. Hacia 1765 la Compañía Aguirre Aristegui, de origen catalán, dominó esta actividad.

En 1779 tropas españolas procedentes de Puerto Rico tomaron parte en la Revolución Americana bajo el mando de Bernardo de Gálvez y Madrid. Así, milicias españolas procedentes de la isla participaron en la batalla de Pensacola y en la captura de las ciudades de Baton Rouge, San Luis y Mobile. Los soldados puertorriqueños, encabezados por el general de brigada Ramón Castro, ayudaron a la victoria española.

En 1797 Francia y España declararon la guerra a Gran Bretaña y los británicos intentaron apoderarse de la isla el 17 de abril de 1797 en un ataque combinado por mar y tierra , atacando San Juan con 7.000 hombres y una flota de 64 naves bajo el mando del general Ralph Abercromby y Henry Harvey, respectivamente, pero el capitán general Ramón Castro, con apenas 1.000 hombres, obligó al enemigo retirarse después de sufrir grandes bajas , gracias a una ingente labor militar de refuerzo de defensas.

Continua parte Segunda.

Ricardo Aller Hernández

*Puerto Rico. De colonia española a colonia norteamericana. Ponencia.

*Banderas Lejanas. Fernando Martínez Láinez, Carlos Canales Torres.  EDAF, 2011.

*historiapr.wordpress.com/tag/puerto-rico-en-el-siglo-18/

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