Melquíades Álvarez (1864 -1936)

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Los subieron a culatazos por las escaleras y, tras un tiempo, que algún testigo ha calculado en una hora, se oyó una ráfaga. Los habían fusilado”.

Así describe, en su tesis doctoral, Francisco Balado el asesinato de Melquíades Álvarez el 22 de agosto de 1936, en la Cárcel Modelo de Madrid. Había nacido Don Melquíades el 17 de mayo de 1864 en la ciudad de Gijón. De origen humilde, quedó huérfano de padre a la edad de catorce años. A pesar de estas circunstancias, consiguió licenciarse en Derecho, con Premio Extraordinario, en 1883 por la Universidad de Oviedo. Con poco más de veinte años consigue el Doctorado, y en 1889 obtiene la Cátedra de Derecho Romano de dicha Universidad.

            Escribo, no sólo de una lumbrera del Derecho y la Oratoria, sino de uno de los personajes y políticos más controvertidos del primer tercio del siglo XX. Como Doctor en Derecho fue, además de Catedrático, Decano del Colegio de Abogados de Oviedo y, en 1932 Decano de Madrid, llegando a aceptar la defensa de José Antonio Primo de Rivera. Como Orador fue apodado “El Tribuno” y “Pico de Oro”. Fue amigo de Leopoldo Alas, allá en su Oviedo de la juventud, y de Benito Pérez Galdós en su madurez madrileña.

            Como político, comenzó siendo gran admirador de Pi y Margall, sobre todo, y de Nicolás Salmerón, dos de los cuatro presidentes que tuvo nuestra disparatada Primera República. Esta admiración le llevó a militar en el republicanismo moderado, alejado del socialismo revolucionario, si bien a raíz de la Semana Trágica, en 1909, radicaliza su postura uniéndose a la Conjunción Republicano-Socialista.

            Sin embargo, en 1912, vuelve a posiciones moderadas, incluso más que las anteriores a la Semana Trágica, fundando con Gumersindo Azcárate el Partido Reformista. Al proyecto se unen gran cantidad de republicanos, amigos de Melquíades, adoptando una postura en la que lo de menos es la forma del estado, monarquía o república, y lo que importan son las reformas que el estado debe acometer: secularización del mismo, reforma fiscal, inversión en obras públicas y educación, etc.. Durante diez años, nuestro personaje, se ocupó en desarrollar este nuevo proyecto político. Tuvo, incluso, aproximaciones importantes al Partido Liberal de Romanones.

            Pero la anterior etapa queda frustrada con el advenimiento de la Dictadura de Primo de Rivera. El golpe le pilló como Presidente del Congreso. No hizo resistencia, pero advirtió al rey Alfonso XIII, junto con Romanones, de la deriva y el peligro que corría el Régimen de la Restauración de 1876. A pesar de no ser tenidos en cuenta sus consejos, no guardó rencor al monarca, y a diferencia de otros que participaron en el Pacto de San Sebastián, Melquíades Álvarez intentó salvar el Régimen hasta el último momento.

            Aunque trató que se celebraran unas elecciones constituyentes, la República fue proclamada el 14 de abril de 1931 tras las elecciones municipales habidas dos días antes. En este ambiente de fervor republicano, y consciente de la gravedad de la situación, se adhirió al nuevo sistema creando el Partido Republicano Liberal Demócrata. Melquíades desde un principio estuvo más cerca de los postulados de orden y libertad de los seguidores de Alcalá-Zamora, que de los revolucionarios de la izquierda. Lo que nunca hubiera podido imaginar sucedió. Durante la campaña de las constituyentes de junio de 1931, en su Asturias natal, fue boicoteado violentamente por los seguidores de la izquierda republicano-socialista. Esto le llevó, como sucedió a tantos políticos de la derecha y la izquierda moderada, a suspender sus mitines. En este clima tan “democrático” se celebraron aquellas elecciones.

            No obstante, Melquíades Álvarez consiguió su acta de diputado merced al ofrecimiento de Alejandro Lerroux. Intentó como minoría que la República no se deslizara por la pendiente revolucionaria extremista y sectaria, pero todo fue vano. La Constitución más sectaria de la Historia de España fue aprobada en diciembre de 1931. Fue memorable su discurso del 3 de enero de 1932, en el Congreso de los Diputados, que denunciaba no sólo el sectarismo imperante, sino la coyuntura  revolucionaria que no respetaba la “legalidad” vigente, extralimitándose en sus funciones y extendiendo el plazo y el cometido para el que había sido elegido el Congreso.

            En las elecciones de noviembre de 1933 fue elegido en las listas de la CEDA. Siguió tratando, aunque ya desengañado, de que la izquierda moderase su discurso pero fue inútil. Condenó con firmeza los sucesos revolucionarios de 1934 en Cataluña y Asturias, pero la República estaba desbordada y herida de muerte.

            Las elecciones de febrero de 1936, ganadas por el Frente Popular, constataron su fracaso personal, como reconoció en su último gran discurso, en el mes de mayo, pronunciado en la Academia de Jurisprudencia y Legislación. Justo cumplía los 72 años de vida. Fue valiente y dio la cara hasta el último instante. Se comprometió en la defensa de José Antonio Primo de Rivera, a pesar de las diferencias ideológicas y de los enfrentamientos que tuviera con su padre. No se escondió, aunque tuvo ofrecimientos de asilo en embajadas extranjeras. Tras el fallido golpe de julio, a los pocos días fue llevado detenido a la Cárcel Modelo de Madrid. Allí, tras unos sucesos turbios, nada claros, fue asesinado vil y cruelmente junto con Ramón Álvarez Valdés, Manuel Rico Avello y José Martínez de Velasco en la noche de aquel fatídico 22 de agosto. Descansen en Paz.

            Como divulgador de la Historia de España, que no historiador, quisiera que el que este texto lea, lo medite y lo difunda, pues sólo los pueblos que no conocen su Historia están condenados a repetirla.

Francisco Iglesias

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3 thoughts on “Melquíades Álvarez (1864 -1936)”

  1. Muchísimas gracias por el artículo. Es impresionante como lo cuenta Clara Campoamor en su libro «La revolución española vista por una republicana»

    1. De nada. Lo que pretendo es que los lectores conozcan los hechos históricos y sus protagonistas. Es la mejor manera que la gente no se deje manipular por la «verdad oficial» que nos tratan de imponer, mediante leyes y sanciones.
      Atentamente,
      F. Iglesias

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