Intervención inglesa en las guerras separatistas (y II)

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El plan de invasión, para estas fechas, ya contaba con más de un siglo. Fue la Guerra de Sucesión un momento en el que la Gran Bretaña prestó especial interés a sus objetivos de invasión de América. Desde un primer momento intentó extender la guerra al territorio americano, con resultado adverso. Esa circunstancia provocaría que, ya encarada la victoria británica que desembocó en la destrucción del Imperio español, sus voceros, y en particular Daniel O’Leary, proclamasen despectivamente:

La guerra de Sucesión, que al comenzar el siglo XVIII absorbió la atención de Europa, no alcanzó á turbar la tranquilidad sepulcral de la América española, aunque en esa lucha se debatían los más vitales intereses de la monarquía española. Ninguno de los pretendientes ofrecía á la América remedio á sus dolencias; por tanto, ¿qué le importaba á ella quién saliese vencedor de esa lucha, pues ella bien sabía que era su destino Servire semper, o victrice o victa? (O’Leary: 38)

En esos momentos, las Provincias Unidas tenían un territorio de cerca de cinco millones de kilómetros cuadrados, con vertiente en el Océano Pacífico y en el Atlántico,  abarcando la Banda Oriental, y abarcaban desde el extremo sur de América hasta la actual Bolivia (en el momento Alto Perú)… y el Paraguay… Y las Misiones… Algo que no resultaba manejable para Inglaterra, que prefería territorios más pequeños, con fronteras entre ellos, lo que para los intereses mercantilistas británicos resultaba más rentable… Sin contar con que la posible fuerza de oposición a sus intereses disminuía al concentrarse en varios puntos.

Con una particularidad añadida que significaba una potencia de gran envergadura y que marca la abismal diferencia con relación a otras potencias en la vida americana antes y después de la separación: el control del comercio del Pacífico, que estaba regulado por el real de a ocho.

China, Japón y, por supuesto, los enclaves españoles del Pacífico utilizaban la onza de plata como moneda de cambio internacional; una situación que no cesó sino un siglo después de la debacle de España, habiendo cumplido un ciclo que no ha sido igualado por ninguna otra moneda hasta el momento.

Seguridad económica mundial… y seguridad física de los habitantes, hasta el extremo que Alexander Humbolt, geógrafo que viajó por toda América con claro sentido de espionaje a favor de Inglaterra, llegó a  señalar que no se encontraba más felicidad que en las posesiones españolas de América.

Inglaterra llevaba ya dos siglos intentando hundir a quien le impedía extender el genocidio que solo había podido desarrollar en Norteamérica y en Irlanda. Y esa testarudez acabó fraguando primero la idea de la Ilustración y el Liberalismo, armas que se afirmarían como letales, primero con España y luego con la Humanidad.

La ocasión definitiva para el cumplimiento de los planes británicos la brindaría la invasión francesa de la Península, momento en que en América se desarrolló un activismo en torno a la gestión autónoma, en el que se infiltraron todos los agentes británicos.

La obtención de esa gestión autónoma significaría la entrega con armas y bagajes en manos de los británicos, quienes no dudaron en eliminar a quienes les pusiesen la menor cortapisa. Así sucedió con uno de sus agentes principales, Mariano Moreno: por negarse a que se cumpliesen los designios ingleses (el motivo parece remitirnos al hecho de que Mariano Moreno se había mostrado contrario a la decisión británica de crear diversos estados en América) moriría asesinado el 4 de Marzo de 1811 mientras viajaba en un barco inglés, como protegido. Sobre este hecho existen cartas remitidas por las autoridades británicas; en una de ellas, el almirante De Courcy da cuenta a su ministro de que había dado órdenes de impedir el desembarco de Moreno en Río de Janeiro.

Tras ser eliminado, los ingleses instalaron un Triunvirato en las Provincias Unidas del Río de la Plata, el primero, bajo la dirección de Bernardino Rivadavia, quien concedió a los comerciantes ingleses todo lo que pretendían, con absoluta liberalidad, lo cual significó la transformación de Buenos Aires en factoría comercial británica. A los pocos años de la Revolución, todo el comercio de importación y exportación, y buena parte del Comercio interior, habían pasado a manos de los ingleses.

Tal era la situación de dependencia, que los ingleses tenían un control absoluto del tráfico marítimo, lo que les permitía facilitar las acciones cuando y como les parecía conveniente; y consiguientemente tenían el control sobre las noticias generadas por los movimientos revolucionarios y las acciones militares.

A partir de 1812, ya con el proceso segregacionista avanzado, y cuando los separatistas tenían el control de importantes zonas del territorio, los inversores ingleses iniciaron una gran campaña especulativa que tenía América como objetivo. Constituyeron compañías para la explotación minera, transporte naviero, representación comercial y financiera, y concedieron grandes empréstitos a los “libertadores”, que finalmente serían liquidados con los tesoros de los Virreinatos, con cuyos fondos, además, concederían nuevos empréstitos a los nuevos entes políticos; empréstitos que sumirían a toda América en una deuda “externa” que ha devenido en “deuda eterna”.

El colonialismo inglés dejó de lado la toma militar del terreno para llevar a cabo la misma función, pero con un ejército de mercaderes que serían quienes financiarían a los agentes ideológicamente captados, facilitándoles todo tipo de medios, incluidos los militares, para que les allanasen el terreno.

Los libertadores, de entre los que destacaremos a Francisco Miranda y a Simón Bolívar, no ocultaban ni la dependencia política ni la dependencia económica de Inglaterra; y, lógicamente, la misma se extendería como el aceite por toda la América, hasta entonces libre. Todos los territorios liberados fueron firmando onerosos tratados de comercio que los encadenaban a Inglaterra.

Esa actitud subrepticia, evidentemente, fue para Inglaterra mucho más fructífera que el plan desarrollado a principios del XVIII para humillar a España, y cuyo cumplimiento les resultó fallido en 1806 y 1807. En cumplimiento del plan, en 1806 fue tomada Buenos Aires en una sorpresiva acción militar que se quedó en la rapiña que venía caracterizando las acciones británicas a lo largo de los siglos XVII y XVIII, y utilizando la misma parafernalia de puro carácter pirático: la posterior exhibición de lo robado en las calles de Londres.

En 1807, una nueva expedición inglesa conquista Montevideo y es rechazada en Buenos Aires… Y un año después, en 1808, ¡oh milagro!, Inglaterra se alía con España en la lucha contra Napoleón… La verdad del cuento es que en 1808 comenzó la conquista de España en lo que debe conocerse, no como Guerra de la Independencia, que es una falacia más, sino Guerra franco británica para la dominación de España, que en la práctica no finalizaría sino en 1824 en el teatro de Ayacucho (vulgo: batalla de Ayacucho).

En todo ese teatro, y no solo en el de Ayacucho, sino desde 1808 y hasta hoy mismo, con especial significación en 1898… y todo el siglo diecinueve, la función no hubiese sido posible sin la actuación estelar de la monarquía y de la clase política españolas, que se convirtieron, de hecho en la quinta columna de Inglaterra dentro de España.

El interés demostrado por parte de Gran Bretaña en el Río de la Plata procedía de haber perdido su influencia en el enclave de Sacramento, al objeto de recuperar, y por supuesto ampliar, la cuota de mercado que anteriormente poseía cuando, desde el Tratado de Utrecht, gozaban de una gran libertad de actuación.

En Noviembre de 1808 Inglaterra enviaba a Buenos Aires un escuadrón al mando del Contralmirante Michael DeCourcy, con base en Río de Janeiro, y que incluía a los buques de Su Majestad Británica Agamemnon, Mutine, Bedford, Elizabeth y Foudroyant. 

El 25 de mayo de 1810, entraba el Mutine en Buenos Aires, tras ser arriada la bandera española e izada la bandera británica, para, acto seguido, el día 26, fraguar el tratado de amistad entre los mandos británicos y los miembros de la Junta, ante quienes desfilaron las tropas. Pocos días antes había atracado en Buenos Aires la fragata inglesa John Parish, la cual había arribado a Montevideo el 14 de mayo procedente de Cádiz y Gibraltar, de donde había salido a mediados de marzo; y el buque de guerra inglés Miseltoe, que entró el 14 de mayo procedente de Río de Janeiro; y la fragata Venerable, llegada a Buenos Aires el 18 de mayo. Era una toma militar en toda regla…

Pero esto no representaba más que uno de los primeros pasos en el plan Maitland, que tenía como objetivo crear tres países (finalmente entenderían que el número debía multiplicarse) que se ignorasen entre ellos, lo que posibilitaría la paralización de los principales sectores de la producción, nacería la necesidad de un comercio internacional entre ellos, el cual sería controlado por Inglaterra, y se rompería el comercio con lo que quedaba de España.

Todo estaba calculado con exactitud y fue ejecutado con exquisita fidelidad. El comercio giraría en torno a Inglaterra.

Entre 1808 y 1811, en efecto, aproximadamente un tercio del total de las exportaciones británicas se destinó a Hispanoamérica. (Chaunu, 1964: 210).

Las exportaciones británicas y, de paso, el expolio de todo cuanto encontraban a su paso. Por ejemplo, la toma de Potosí, la cual en 1810 fue llevada a cabo por Pueyrredón, asistido por el agente británico Paroissien, a quien pagó los servicios con el tesoro allí existente y con la recomendación dada a los agentes británicos miembros del llamado Primer Triunvirato: el otorgamiento de la ciudadanía para el agente inglés, recomendación unánimemente aceptada por la Asamblea del año 1813.

La Junta de Buenos Aires firmaba sus comunicados conjuntamente con el capitán de la armada británica Mark Bavfield, a quien el gobierno autorizaba:

Para que introduzca sin derecho alguno en valor de la fábrica cien mil pesos de géneros y extraiga otros tantos en frutos del País igualmente libres. (Pampero)

El 1 de abril de 1812, Luis de Onís, embajador de España en los Estados Unidos, comunicaba al Virrey de la Nueva España, Francisco Javier Venegas, que Estados Unidos se mostraba hostil a España y pretendía extenderse hasta el Río Bravo.

Pero esa hostilidad no quedaría demostrada solo al norte. También acudieron al sur en apoyo de Bolívar, y para llevar a cabo actos de terrorismo.

Alejandro Macaulay, al alimón con Pedro Montúfar, hermano del marqués de Selva Alegre, infligió una feroz persecución sobre Pasto y Barbacoas, donde la política de tierra quemada conoció sus más grandes expresiones. El 23 de enero de 1813 sería fusilado en Pasto.

Por su parte, la actuación de Gran Bretaña variaba conforme a sus conveniencias, algunas de las cuales son de difícil comprensión; como ejemplo, lo sucedido en 1825 cuando, tras haber reconocido en 1820 a la Gran Colombia, y a pesar de que el Foreign Office se había entusiasmado ante la creación de lo que en principio se presentaba como la primera república que se separaba de España; en cinco años se procuraba su descomposición. La Royal Navy incluso participó en ella. Quizá, solo quizá, la razón sería la actuación que tenía previsto realizar en la Guayana, y que culminó en 1831, cuando la consolidó como colonia.

El río revuelto no cejó en el suministro de piezas para los codiciosos pescadores; así, con la independencia, el Perú abrió sus puertos a Inglaterra… y a todas las potencias del mundo… que fuesen sumisas a Inglaterra.

 No era pequeño el trato, pues hasta ese momento las mercancías británicas entraban en Perú tras haber atravesado el estrecho de Magallanes. Ahora los barcos se ahorrarían unas cuantas millas…

A partir de ese momento, el comercio marítimo estaría monopolizado por Inglaterra, teniendo cierta cuota menor Estados Unidos y Francia.

Quedaba cerrado un proceso que había comenzado en la segunda mitad del siglo XVIII: la dominación efectiva de España por parte de Inglaterra. Una circunstancia que siempre ha sido recordada por los británicos cuando han tenido ocasión; a modo de ejemplo, destaquemos lo que J. Hermoel, Presidente del Consejo de Tenedores de Bonos, decía a Antonio Borrero Cortázar, presidente que fue de Ecuador durante del año 1876:

Habiendo con nuestros capitales favorecido la Independencia de esas repúblicas, y ofrecido muchos compatriotas nuestros su sangre a la causa y bajo el mando de Bolívar, la fortuna del Ecuador ha sido siempre mirada en nuestro país con generosa simpatía.

Conseguidos ya todos los objetivos militares británicos, tocaba consolidar otros aspectos; así, en Panamá, al amparo de la crisis nacida como consecuencia del enfrentamiento entre Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander, en un acta del 16 de septiembre de 1826, los mercaderes istmeños plasmaron su proyecto: no importa cómo se resuelva el problema político en Colombia, siempre que ambas partes coincidan en convertir al Istmo en un país hanseático.

Era el signo del destino a que está sometido el mundo hispánico en el proyecto británico: la absoluta disolución, hasta las últimas consecuencias, y siempre que conlleve el sometimiento a los intereses ingleses.

Un nuevo estatuto colonial bajo la forma de protectorado en el que los ingleses son los guardianes, en principio, de la economía; y de ahí, a todos y cada uno de los ámbitos de la vida… hasta la imposición de su música, de su comida basura de sus vicios, y últimamente de su idioma.

En resumen, resulta un hecho incuestionable que la separación de América y su fragmentación fue conseguida por ejércitos extranjeros, muy especialmente británicos, con el objetivo de desmembrar y conquistar España y convertirla en proveedor de materias primas, objetivo que cumplió a plena satisfacción; que este hecho acabó con la prosperidad y la libertad de un continente que había sido tierra de promisión, próspera y rica; y ahora, en el siglo XXI, es referencia de miseria y tercermundismo, y que no deparó mejor porvenir a la España peninsular, convertida en factoría inglesa y comparsa de sus actuaciones.

Cesáreo Jarabo

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4 thoughts on “Intervención inglesa en las guerras separatistas (y II)”

  1. Hace algún tiempo cayó en mis manos un libro del periodista e ingeniero venezolano, graduado en la Universidad Central de Venezuela (UCV), Miguel Azpúrua Esnal; dicho libro se titula:» La dictadura de Bolívar» y me llamó la atención que señala que Simón Bolívar quería poner a la Gran Bretaña como parte de las repúblicas que se reunirían periódicamente en el Congreso de Panamá y haciendo gran elogio de la cultura inglesa. Me pareció extraño que siendo el descendiente de España y su cultura haya preferido hacer tratos con Inglaterra y no con la Madre Patria, una vez terminada la guerra de independencia; porque lo cortés no quita lo valiente y no había razón para eternizar un odio entre los países hispánicos y la madre patria, odio que hoy existe y que se encarga de eternizar la leyenda negra masónica que se han encargado de eternizar los gobiernos influidos por esta secta e infiltrados por ella (Véase el caso del Presidente Gabriel García Moreno y su asesinato, las revoluciones mexicanas, apoyadas desde Estados Unidos y comandadas por masones o sus títeres que trataron de abolir la religión cristiana católica expropiando la Iglesia en México y los hospitales católicos que hacían tanto bien. Para muestra un botón.

  2. Estimado Cesareo, lamento sinceramente que te hayas informado tan mal (Moreno murio abordo de un buque britanico pero es temerario afirmar que haya sido asesinado, y en este caso, por los propios británicos que habian apoyado la revolución). Jamas se izo una bandera britanica en Buenos Aires en 1810. Rivadavia combatio y derroto a los britanicos al mando de una compañia del Tercio de Gallegos en 1806, mal pudo beneficiar sus intereses poco después.
    Finalmente es una pena que no menciones nunca LA CAUSA primera de aquella disolución del imperio que fue el nulo interés de los monarcas españoles, principalmente del traidor se traidores; Fernando VII…

    1. Pruebas evidentes del asesinato, yo no tengo, pero… el almirante De Courcy da cuenta a su ministro de que había dado órdenes de impedir el desembarco de Moreno en Río de Janeiro.

      1. Hace algún tiempo cayó en mis manos un libro del periodista e ingeniero venezolano, graduado en la Universidad Central de Venezuela (UCV), Miguel Azpúrua Esnal; dicho libro se titula:» La dictadura de Bolívar» y me llamó la atención que señala que Simón Bolívar quería poner a la Gran Bretaña junto con las repúblicas que se reunirían periódicamente en el Congreso de Panamá y haciendo gran elogio de la cultura inglesa. Me pareció extraño que siendo el descendiente de España y su cultura haya preferido hacer tratos con Inglaterra y no con la Madre Patria, una vez terminada la guerra de independencia; porque lo cortés no quita lo valiente y no había razón para eternizar un odio entre los países hispánicos y la madre patria, odio que hoy existe y que se encarga de eternizar la leyenda negra masónica que se han encargado de eternizar los gobiernos influidos por esta secta e infiltrados por ella (Véase el caso del Presidente Gabriel García Moreno y su asesinato, las revoluciones mexicanas, apoyadas desde Estados Unidos y comandadas por masones o sus títeres que trataron de abolir la religión cristiana católica expropiando la Iglesia en México y los hospitales católicos que hacían tanto bien.

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