Pedro Calderón de la Barca (I)

Si te gusta, compártelo:

Emprender la tarea de adentrarse en la vida y obra de don Pedro Calderón de la Barca, es anunciar que nos vamos a encontrar con un dramaturgo, un poeta, un director teatral, un soldado y un sacerdote. Todo lo anterior ya hace prever que no fue un personaje corriente, sino extraordinario, teniendo en cuenta, además, que fue coetáneo de hombres como Cervantes, Góngora, Lope de Vega. Es decir, en pleno Siglo de Oro de la literatura española. Lo que continuará, dadas las características de este foro digital, tendrá que ser forzosamente compendiado, pero con una llamada explícita a profundizar en la biografía de una persona, espectacular en todos los ámbitos de su vida, pudiendo para ello echar mano de infinidad de textos bibliográficos que tienen como protagonista a nuestro personaje.

La familia de Calderón procedía de la Montaña de Burgos, en donde todavía se puede contemplar en la actualidad una torre de la casa solariega en el poblado denominado Viveda, cerca de Santillana del Mar. Poseían, como los más por aquella parte de España, la condición de hidalgos, es decir, sangre noble. El bisabuelo, Diego, se trasladó a la villa de Boadilla del Campo (Palencia), donde fue bautizado, el 31 de enero de 1548. Años después, buscando horizontes más prometedores, decidió trasladarse a Toledo, donde contrajo matrimonio, hacia 1570, con Isabel Ruiz, hija de un famoso y rico espadero. El hombre debía ser inquieto de espíritu puesto que, decidió abandonar la ciudad toledana y trasladarse a Madrid ya Villa y Corte por decisiòn de Felipe II, para alcanzar en ella el alto oficio de escribano y secretario del Consejo y Contaduría Mayor de Hacienda. En 1595, poco antes de su fallecimiento, desistió de su cargo y lo traspasó a su hijo Diego, padre de don Pedro Calderón de la Barca.

El nuevo escribano casó en 1599 con Ana Maria de Henao, de ascendencia flamenca, hija del regidor de la villa de Madrid don Diego González de Henao y de la acaudalada dama Inés de Riaño y Peralta, en un futuro, influyente en la vida del dramaturgo. De dicho matrimonio nacieron siete hijos, de los cuales llegaron a la edad adulta, Diego, el mayor, Dorotea, Pedro, que vio la luz el 17 de enero de 1600 y José, editor que fue de su hermano.  En 1610 falleció doña Ana, y el padre de Calderón volvió a casarse en Mayo de 1614, con Juana Freyle Caldera, que no pocos quebraderos de cabeza provocó a los hermanos Calderón, después del fallecimiento de su padre el 18 de noviembre de 1615.También rondaba por la familia un hijo ilegítimo, Francisco, que fue expulsado de ella por razones extrañas, mientras que Dorotea tomaba hábitos siendo casi una niña. Todos estos acontecimientos familiares, más el autoritarismo del padre, la desaparición de la madre, la aparición de una codiciosa madrastra y una especial camaradería entre los hermanos, tuvo su reflejo en figuras, palabras, símbolos, críticas y violencias en la obra dramatúrgica de don Pedro.

La adolescencia de Calderón se vio adelantada por razón de los acontecimientos familiares, ya en el reinado de Felipe III. Calderón fue un brillante estudiante, lector infatigable y curioso en todas las materias. Estudia en la Ratio Studiorum, en el Colegio Imperial de los jesuitas, nada partidarios del teatro del Fénix de los Ingenios, empero ser un gran triunfador en los escenarios españoles. Lope tuvo su influencia en Calderón, mientras Cervantes gozó de la admiración del joven Calderón, y Góngora de su interés por la nueva sonoridad y estética de sus versos.

Un dato para guardar en este relato fue la dotación de una capellanía, con rentas, para uno de los tres hermanos, dejada en el testamento de 1612 por la acaudalada abuela materna. Correspondiendo, por primogenitura a Diego, al hallarse este en México, se trasmitió dicha sinecura clerical a Pedro, el cual, aguardó a que trascurriesen cuarenta años para aceptarla. No resulta extraña dicha conducta dado que , don Pedro, no puede decirse que tuviese una vida sosegada, sino mejor bastante revoltosa y en nada ejemplar por piadosa.

En octubre de 1614 acude a las Universidades de Alcalá, y posteriormente a la de Salamanca, con un interés especial por las matemáticas, la filosofía, la geografía, historia sagrada y el derecho. Ese paso por las aulas colegiales y universitarias, según sus biógrafos, tendrá su reflejo en la «capacidad arquitectónica» de sus escritos y en su manía de sintetizar, que, junto a su espíritu crítico y los caudales intelectuales y humanísticos, ya no le abandonarán en toda su amplia bibliografía. En alguna medida, don Pedro es un verso suelto entre los escritores españoles, dada su extensísima formación, su amplia cultura y su deseo de explorar nuevos ámbitos, con ambición de descubrimientos. 

En torno a 1620, debido a los problemas ocasionados por los pleitos interpuestos en su contra por la madrastra Ana Freyle, los hermanos Calderón se encontraron en graves apuros económicos, llegando a exponer los tres que «se declaraban enfermos y desnudos y con necesidad de curarnos y vestirnos». Acusados del homicidio de un criado, con relación laboral con el duque de Frías, tuvieron que refugiarse en la embajada vienesa, en donde permanecieron varios meses, durante los cuales, don Pedro, enfebrecido visitante de biblioteca, seguramente, entre sus estanterías halló fuentes de inspiración para futuras obras.

En junio de 1622, con Felipe IV ya en el trono, se celebraron en Madrid las fiestas por la canonización de san Isidro, santa Teresa, san Ignacio de Loyola, san Francisco Javier y san Felipe Neri, es decir, la aportación espiritual de la España católica a la Contrarreforma. Calderón, con 22 años, seguramente ya debía gozar de alguna experiencia dado que obtuvo un meritorio tercer puesto, detrás del triunfador Lope de Vega, de sesenta años,  y del espléndido sonetista López de Zárate. En años sucesivos, incluso con anterioridad a 1625, el joven poeta ya habría podido escenificar varias obras. Quizás Judas Macabeo, Lances de amor y fortuna, Nadie fie su secreto, La devoción a la cruz, Amor, honor y poder. Y muy posiblemente, como un anticipo de sus angustias, sus penurias existenciales y sus antecedentes familiares, el estudio sobre el tirano Aureliano, ya hubiese subido a las tablas escénicas, con el título La gran Cenobia.

La cuestión que subyace siempre en la vida de Calderón es que los entresijos, los avatares, los acontecimientos de su vida, hay que hallarlos en documentos administrativos , notariales o bien en referencias hechas por personajes coetáneos, no siempre fiables para el historiador o investigador. Y es que, éstos llegan a considerar que la biografía de Calderón se confunde con la misma existencia de sus personajes. Por ello, es preciso establecer que, palabras, conductas, gestos, de tales personajes, ubicados cronológicamente, pueden permitir comprender ciertas actitudes y comportamientos del poeta, del autor de La vida es sueño, sobre la base de una complejidad existencial.

El mismo Calderón se encargó de proporcionar escasos datos autobiográficos, empero ser autor de una obra de dimensiones impresionantes; cinco veces más larga y variada que la de Shakespeare,  menos intensa que la de Lope de Vega, aunque, sin duda alguna, más perfecta y profunda.

Francisco Gilet

Si te gusta, compártelo: