CATEDRAL DE MURCIA: CUANDO LA BELLEZA NOS SOBREPASA

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2 de febrero de 1266

         Por primera vez desde enero la ciudad de Murcia amanece en paz. Con el sol suavizando el relente propio de la hora tercia, Jaime I cruza la medina y sus arrabales murados junto a sus más fieles caballeros, aquellos con los que tantas tierras ha conquistado  ― Mallorca, Menorca, Ibiza, Formentera, Valencia… sus dominios huelen a Mediterráneo ―, y fray Pedro Gallego, el obispo de la diócesis cartaginense, quien comanda la procesión organizada en agradecimiento a la Virgen por la victoria contra los rebeldes mudéjares.

El paseo resulta agradable, pues la villa, siendo toda ella una espléndida huerta, rezuma belleza mora en cada esquina: el Castillejo, el castillo de Monteagudo, la Dâr as-Sugrà, el oratorio del Alcázar Mayor, la Asomada o el Portazgo… No ha poco que don Jaime inició su camino desde la misma almunia que un día pisara el legendario Rey Lobo cuando por fin llega a la Mezquita Mayor o Aljama, lugar donde anoche él mismo decidió que debía construirse una iglesia en honor de María ante la ausencia en la ciudad de un templo digno para la reina del Cielo.

–Murcia precisa de una casa de Dios hermosa por fuera y recogida por dentro – le dijo anoche a fray Pedro ––. Y con una gran torre, que sea como el vigía y los mesmos ojos de Nuestra Señora.

Y así fue como en aquella fría mañana de febrero, veintitrés años después del Tratado de Alcaraz, la Taifa de Murcia entraba definitivamente en la órbita castellana, alumbrándose un nuevo futuro para una ciudad en la que un rey conquistador acababa de decidir el lugar donde se dispondría la primera piedra de la futura Catedral de Murcia.

EL ORIGEN

La toma de Murcia por Jaime I a petición de la esposa de Alfonso X, doña Violante, supuso la integración de la Taifa de Murcia en la corte de Castilla. Una vez derrotado el moro, uno de los primeros cambios que se produjeron en la ciudad fue reconvertir la Mezquita Mayor en lugar de culto cristiano, recibiendo el nombre de Iglesia Mayor de Santa María, la cual adquiriría muy pronta gran notoriedad por ser lugar elegido por el rey sabio para la celebración de la boda real entre la infanta Beatriz de Castilla y Guillermo VII de Monferrato en 1271.

Veinte años después, en 1291, se produjo el traslado de la sede episcopal de Cartagena a Murcia por tres razones: la inseguridad que presentaban las costas de la ciudad portuaria, que Murcia era la capital del reino y porque era allí donde la Iglesia tenía la mayor parte de sus propiedades. Ante tales circunstancias, el rey Sancho IV ordenó que la Iglesia Mayor fuera convertida en Catedral, aunque manteniendo el título de carthaginensis como nombre de la diócesis.

Comenzaría así una compleja construcción que duraría hasta 1854, un periodo de tiempo tan extenso que convierte a la Catedral de Murcia en una expresión viva de cómo fueron cambiando a lo largo de los siglos los estilos arquitectónicos, pues en ella encontramos reminiscencias renacentistas, la tensión y belleza del barroco, la estética de la luz del gótico o la elegancia del neoclásico, dotando al recinto sagrado de un carácter ecléctico que se ha convertido en su seña de identidad. 

Varios son los nombres que han marcado la historia de la catedral: en tiempos del obispo Pedro de Peñaranda (1337-1352) se edificó el claustro y durante el obispado de Fernando de Pedrosa (1383-1402) se pusieron en marcha las obras del templo actual, siendo el año 1388 cuando oficialmente se colocaría la primera piedra del edificio que conocemos hoy.

Bajo el episcopado de Diego de Comontes encontramos el primer gran maestro de obras: Diego Sánchez de Almazán, al que le debemos el cierre de las bóvedas. Es en esa época cuando se concluye la forja y rejería, entrando las obras en su fase definitiva durante el obispado de Lope de Ribas, siendo finalmente consagrada en 1467, un siglo después del comienzo de las obras, aunque la bula del papa Paulo II tiene fecha de 24 de enero 1465.

Sería a partir de ese momento cuando la catedral empezará a tener personalidad propia gracias a las continuas reformas y añadidos a los que se verá sometidas durante los siguientes tres siglos: en 1490 se iniciaría la construcción de la Capilla de los Vélez, realizada en un bello gótico flamígero; en 1512 daría comienzo la construcción de la puerta de las Cadenas, en pleno Renacimiento, y en 1515 las obras de la capilla de Junterón. La torre-campanario sería levantada a partir de 1521, junto con la Sacristía, mientras que la pequeña capilla de la Anunciación (1527) y la capilla del Baptisterio (1541) son algo posteriores. En tal estado sería contemplado por el mismísimo emperador Carlos I durante su visita a Murcia en el año 1541, cuando acudió a la catedral para orar ante el sepulcro de Alfonso X, situado en la capilla Mayor.

A comienzos del siglo XVII, ya bajo la influencia del barroco, sería edificada la capilla del Trascoro, dedicada a la Inmaculada Concepción, mientras que en el siglo XVIII, en pleno siglo de oro murciano, se levantaría la nueva fachada principal o imafronte (1737-1754), obra maestra del barroco español. Posteriormente se reformaría la puerta de las Cadenas (1783) y entre 1765 y 1793 se concluiría la torre-campanario.

Agonizaba el siglo XVIII cuando la Catedral de Santa María quedaba ya definida: un templo de cruz latina con tres naves y girola, con rasgos del gótico mediterráneo (sencillez estructural, moderada elevación y limitados ventanales) e influencia castellana en la disposición de la nave central, más alta que las laterales, y aragonesa, al situar el cimborrio a los pies del templo.

En 1854 un incendio destruyó el Altar Mayor y la sillería del coro, por lo que se hizo un nuevo retablo de estilo neogótico y se le sumó un majestuoso órgano Merklin-Schütze, instalándose una sillería plateresca del siglo XVI procedente del Monasterio de Santa María de Valdeiglesias, una donación de Isabel II.

SIETE MARAVILLAS

Son siete los elementos que confieren su singularidad a la Catedral de Murcia:

  1. Imafronte

De estilo barroco la fachada principal es de una belleza y monumentalidad de excepción, única en su género.

Orientada a occidente a lo que desde 1759 sería la plaza del Palacio (actual plaza del Cardenal Belluga, otro personaje relevante en la construcción de la catedral), es obra del valenciano Jaime Bort.

Dedicada a la Santísima Virgen María, en la fachada podemos encontrar multitud de santos y mártires vinculados a la Diócesis de Cartagena. Dispone de tres puertas que corresponden a las tres naves del interior del templo: las dos laterales (la de San José o del Cabildo y la de San Juan o del Concejo) y la central, llamada Puerta del Perdón, la cual se abre solamente para grandes solemnidades.

La fachada estuvo coronada por una gran estatua de Santiago clavando la cruz en el suelo, ya que la tradición dice que el apóstol entró en Hispania por el puerto de Cartagena, pero fue retirada debido a su elevado peso en 1803.

  • La torre de la catedral

Construida entre 1521 y 1793, es el símbolo de la Catedral y de la ciudad de Murcia Mide 93 metros, 98 con la veleta, lo que la convierte en la segunda más alta de España después de la Giralda de Sevilla.

  • Sepulcro de Alfonso X

En la Capilla Mayor se encuentran en una urna el corazón y las entrañas del rey Alfonso X el Sabio. Aunque el propósito del monarca era que su corazón fuera llevado al Monte Calvario, en Tierra Santa, y sus entrañas reposaran en el monasterio murciano de Santa María la Real del Alcázar, sus deseos nunca llegaron a cumplirse del todo, quedando la totalidad de sus restos en la capital del Segura. En el año 1525, a petición del concejo de Murcia y por orden directa de Carlos I la tumba real fue trasladada a la Catedral. ​

Mediante una cédula emitida el 11 de mayo de 1526, ​ el emperador ordenó que se hiciese una reja de hierro con su escudo de armas y la siguiente inscripción:

AQUÍ ESTÁN LAS ENTRAÑAS DEL SEÑOR REY DON ALFONSO X, EL QUAL MURIENDO EN SEVILLA POR LA GRAN LEALTAD CON QUE ESTA CIBDAT DE MURCIA LE SIRVIO EN SUS ADVERSIDADES LAS MANDÓ SEPULTAR EN ELLA.

Aparte de tan insigne rey, en la catedral también reposan los restos de los Cuatro Santos de Cartagena (Fulgencio, Isidoro,Leandro y Florentina) , patronos de la Diócesis, y en otras capillas se encuentran varios murcianos ilustres, como el escritor Diego de Saavedra Fajardo el jurisconsulto Jacobo de las Leyes, el beato Andrés Hibernón (copatrono de la ciudad), o Juan Sáez, sacerdote en proceso de canonización.

  • Capilla de los Vélez

Lugar de enterramiento del Adelantado Mayor de Murcia. Las obras se iniciaron en el  1490 por mandato del Adelantado Juan Chacón, bajo el Episcopado de Rodrigo de Borja, el que más tarde sería el papa Alejandro VI. Esta capilla dio lugar a un conflicto entre los Adelantados y el concejo por afectar su construcción al trazado de la contigua calle Oliver, pleito que tuvo que ser resuelto por los Reyes Católicos. Está dedicada a san Lucas y se asemeja a la Capilla del Condestable de Burgos o a la de don Álvaro de Luna en Toledo. Es de autor desconocido, aunque se atribuyó a Juan Guas o a Juan de León. La obra fue terminada en 1507 siendo adelantado Pedro Fajardo y Chacón, primer Marqués de los Vélez.

  • Capilla de Junterón

Es una de las grandes obras del renacimiento español. Fue fundada en 1515 y costeada por Gil Rodríguez de Junterón, Arcediano de Lorca y Protonotario Apostólico, quien desempeñó altos cargos en la curia romana en tiempos del papa Julio II.

La entrada es de planta rectangular, en cuyo suelo hay una lápida que reza: «Aquí viene a parar la vida”.

En la puerta de la capilla, dos columnas jónicas sostienen un arco sobre cuya clave se encuentra un relieve con las armas de Julio II. A nivel inferior y a ambos lados aparecen las armas del fundador de la capilla con la leyenda «DE IUNTERÓN ES», de ahí que popularmente se la conozca como la «Capilla de Junterones».

  • La Mora

La Mora, o la campana de los Moros, es una de las más antiguas de España, a tenor de la fecha que encontramos tallada (1383) junto a la siguiente inscripción:

Ecce signum, fugite partes adversae, vicit leo de tribu Judá, radix David. Alleluia. Que traducido sería; (He aquí el signo (de la cruz). Huid enemigos (lo del del alma que son mundo, demonio y carne). Vence el león de la tribu de Judá (Nuestro Redentor Cristo), de la estirpe de David. Aleluya.

  • Obras de Salzillo

El museo catedralicio dispone de importantes obras de Francisco Salzillo, el mejor imaginero del siglo XVIII, es como el medallón de la Virgen de la Leche, la valiosa imagen de San Jerónimo y el Cristo del Facistol.

LEYENDAS

Tantos siglos de historia dan para multitud de leyendas en torno a la Catedral. Aquí se resumen algunas:

LA CAMPANA MORA. Hay una leyenda que asegura que la inscripción que aparece en la campana se realizó a modo de exorcismo para espantar del reino malos espíritus, epidemias o calamidades naturales. Quizás por eso la acompaña una estrella de seis puntas, la Estrella de David, símbolo utilizado desde los sumerios como elemento protector.

EL ESQUELETO QUE RÍE. Según se dice, en un balcón interior de la capilla de los Vélez había esculpido un esqueleto que reía porque así lo ordenó el marqués Pedro Fajardo con la poco honorable intención de burlarse del obispo de Cartagena, con quien llegó a las manos por una discusión acerca del destino de las limosnas. El noble, por supuesto, fue excomulgado, y el esqueleto desapareció sin que nadie sepa dar cuenta de su paradero.

LA VIRGEN DE LAS PREÑADAS. La historia popular recuerda que una musulmana desposada con un cristiano, enfurecida por el desprecio que se le hacía en Murcia, un día exclamó ante esa misma imagen «¡Maldito el fruto de tu vientre!». Con el tiempo, la musulmana quedó embarazada y, ya superados con creces los 9 meses, soñó que no daría luz hasta que se disculpara ante la imagen. Así lo hizo y desde entonces se considera a esta talla patrona de las embarazadas.

PROTECCIÓN ANTE LAS TORMENTAS. Murcia siempre ha sido tierra de riadas e inundaciones, de ahí que desde tiempo inmemorial en la huerta se invoque a Santa Bárbara cuando el horizonte se enciende con algún rayo.

EL CADENERO. Corría el año 1500 cuando en Murcia apareció un mendigo que se decía escultor, ofreciéndose a esculpir una cadena de piedra que rodeara la Capilla de los Vélez, entonces en construcción, e incluso la Catedral entera, a cambio de comida y alojamiento. La propuesta fue recibida con poca convicción por don Pedro Fajardo y Chacón, tanto que le advirtió al mendigo que si no cumplía con su palabra la pena sería la muerte.

Tras siete años de trabajo, en la Nochevieja de 1507 la obra estaba finalizada: 90 eslabones de alrededor de un metro de longitud cada uno. Tanto el marqués como el obispo quedaron fascinados, hasta el punto de apodar al artista como “El Cadenero”, pero el idilio duraría poco. Cuando el mendigo anunció su intención de marcharse, el de Vélez, temeroso de que pudiese realizar alguna obra parecida en otros lugares, lo mandó apresar, arrancarle los ojos, cortarle ambas manos y encerrarlo en una prisión. 

EL DIABLO SONRIENTE. Se cuenta que las discrepancias entre un escultor y el Cabildo de la catedral acabaron con el enfado del primero. Como represalia, el artista esculpió la figura de un diablo sobre uno de los púlpitos, de tal manera que parecía mofarse del sacerdote que oficiara la misa. Del diablo, como es de suponer, no hay prueba alguna.

EL PRIMER CAMPANERO. Dicen que el primer campanero de la Catedral se llamaba Diego Alba, un joven que ejercía la función de campanero de la torre de la Catedra por un sueldo de 6 reales y al que le gustaba tanto el vino que no fueron pocas las veces que olvidaba dar los toques de campana.

 Una noche, Diego, harto de vino como iba, subió a trompicones hasta el campanario para anunciar una novena a San Fulgencio, uno de los patrones de Murcia. Allí arriba le esperaban sus inseparables compañeras: Bárbara, Pilar y Águeda.

Beodo como iba, Diego no calculó bien y en las vueltas una de las campanas lo cogió, lo levantó y lo lanzó por la tronera, estrellándose contra el tejado de una de las casas de la calle Oliver. El estado en el que quedara el desdichado no está claro, pero hay quien aseguró ver a Diego bajando a lomos del mismísimo diablo, lo que nos lleva a pensar que aquel testigo fuera también tan aficionado a los caldos de Jumilla como el joven campanero.

11 de septiembre de 2010.

Virgen de la Vega, Virgen de la Vega,

reina del grandioso milagro de flores,

que llena los templos de incienso oloroso

y enciende en las almas sus bellos amores.

No estaba nervioso, si acaso feliz por la certeza de saber que estaba a punto de casarse con la mujer de su vida. Y además en la Catedral y con la Virgen de la Fuensanta residiendo en el templo por motivo de las fiestas de la Romería. Con el viejo órgano resonando de fondo, el novio recorrió la nave central en dirección al altar sintiendo cómo se posaban sobre él los ojos de la patrona de Murcia, fortaleciendo un vínculo que ya nació cuando el niño que ahora es un hombre fue bautizado en su Santuario.

Tus ojos tristes, de mirar incierto,

recuérdanme dos lámparas prendidas

en la penumbra de un altar desierto

La novia entra por la Portada de las Cadenas, radiante, y él sonríe. Se avista un nuevo futuro juntos, tan eterno como la torre que, símbolo de la inmortalidad del espíritu, del arte y la belleza, defiende del tiempo y del olvido a Alfonso X, a los cuatro santos de Cartagena, al marqués de Vélez y a tantos otros que al dejar algo de sus vidas en cada piedra hicieron aún más hermosa la Catedral de Murcia.

La Torre, como vigía con sus ojos de hito en hito,

mirando está noche y día tu Santuario bendito.

Eres Fuensanta el consuelo de este murciano jardín.

Oración que sube al cielo pasa por tu Camarín.

Ricardo Aller Hernández

BIBLIOGRAFÍA

Catedralmurcia.com/catedral/arquitectura/

Himno a la Virgen de la Fuensanta. Año 1927. Letra de Pedro Jara Carrillo y música de Jerónimo Oliver.

Ramón López Velarde. Elogio a la Fuensanta.

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