HUELLAS DE ESPAÑA EN MÉXICO ( I )

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Tenochtitlan

La conferencia ha terminado y los alumnos abandonan el Paraninfo en ruidoso orden, salvo un grupo pequeño que permanece en el aula, comentando la charla de un catedrático de Historia llamada “Revisionismo de la conquista española, un peligro a la verdad”.

Son cuatro chavales, de los que estudian y tienen conocimientos para pensar por sí mismos, lo que les otorga la capacidad de esplendor a verbos tan denostados y exigentes como son los de comentar o debatir. La conversación es sosegada y se mueve en torno al último comentario del ponente.

— Es un hecho innegable que con la llegada a América de los españoles se produjo un intercambio natural, donde los logros civilizatorios de Occidente como la lengua, la filosofía, la literatura y las artes tenían predominancia sobre el resto del mundo., lo que desnaturaliza esa furia del presente que se empeña en despreciar el pasado.

          Las dos horas de  conferencia han sido intensas, el catedrático exponiendo su punto de vista y el público asaeteándole a preguntas, dudas y opiniones, resultando las más interesantes aquellas que denigran lo realizado por los españoles ––poco se cita a lo que hicieron los franceses, belgas, holandeses, norteamericanos e ingleses, quizá por ignorancia, quizá por maledicencia–– y consideran el colonialismo como un maquiavélico modo de producción que solo engendró injusticias sociales, explotación y violencia, lo que no puede ni debe generar más que malestar y culpa a los españoles de hoy.

El catedrático es un hombre mayor y por la forma de expresarse se nota que han sido muchas las horas que se ha pasado leyendo, estudiando y pensando. Eso le legitima para , por lo menos, tener en consideración su respuesta Y él lo tiene claro: el discurso de “revisionismo” de la conquista, en lugar de ofrecer nuevas miradas y perspectivas al hecho histórico, no es más que un discurso ideológico impregnado de razonamientos maniqueos donde los españoles han sido satanizados y los indígenas ––da igual que sean los aztecas y su canibalismo, o que vendieron a Malinche por unos caballos–– han sido revestidos de una visión idílica que no tiene nada de innovadora, sino que más bien forma parte de la gastadísima “Leyenda Negra”, inaugurada por fray Bartolomé de las Casas en su Brevísima relación de la destrucción de las Indias, de 1552; que fue continuada por Jean Jacques Rousseau con el mito de El buen salvaje y rematada posteriormente por la corriente marxista, tan popular en las Humanidades y las Ciencias Sociales a mediados del siglo XX, basada en una interpretación de las formaciones socioeconómicas y de los modos de producción en la que se afirmaba que la relación dialéctica entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción determinaron el curso de la historia latinoamericana.

—Nuestro deber como historiadores — esa fue la respuesta del profesor— es analizar los hechos sin sesgos y con parcialidad. Por eso le remito al libro de Elvira Roca, en el que se acuña por primera vez el término “Imperiofobia”, una corriente que está teniendo excepcional calado en América Latina.

          Llega el celador y pide a los estudiantes que abandonen la sala, pero eso no apaga sus ánimos y trasladan el debate a la cafetería, donde cada uno ofrece su posición. Uno de ellos se centra en los aspectos negativos, otra pide que no se analicen los hechos con los ojos del presente, sino con los del pasado, un tercero diserta sobre el mestizaje, mientras la última se centra en las aportaciones de España a México que aún perduran, desde la religión hasta la arquitectura, sustentando su argumento en una frase de Wayne W. Dyer, en la que el progreso y el desarrollo son imposibles si uno sigue haciendo las cosas tal como siempre las ha hecho.

— No se puede denigrar algo que objetivamente ha sido bueno solo por el hecho de basarse en una pensamiento tan plano como que  unos son los malos y otros los buenos. Al fin y al cabo — concluye —, yo no voy a dejar de comer pizza porque me conquistaron los romanos.

TENOCHTITLÁN

En 2021 se cumplieron 200 años de la independencia de México (1821), los 500 años de la Conquista (1521) y, aunque se trata de una fecha cuestionada, los 700 años de la fundación de Tenochtitlan, actual Ciudad de México.

Realmente no se sabe a ciencia cierta cuándo fue la fundación de Tenochtitlan y las únicas fuentes que hay del siglo XVI, es decir, 200 años después de la supuesta fundación, dicen que esa fecha coincidiría con el año 1325 (Antonio García de León, Instituto Nacional de Antropología e Historia).

Cuando los españoles llegaron a Tenochtitlan se quedaron asombrados: cincuenta edificios de gran altura vertebraban una ciudad con miles de casas, jardines flotantes, innumerables puentes y tres amplias avenidas que se conectaban con canales, una ciudad fascinante dominada por un pueblo nahua, más conocidos como los aztecas.

Los mexicas o aztecas fueron un pueblo nahua procedente del norte de México que se instaló en las islas del lago Texcoco, en el Valle de México, alrededor de 1325. Entre ese año y 1426 fueron tributarios de otro pueblo de la región, los tepanecas, con el que guerrearon hasta 1430, cuando los aztecas consiguieron derrotarlos definirivamente. Esto significó la independencia del señorío mexica y el inicio de su política expansionista, creando un estado militarizado que sometió a los pueblos de la región llegando a abarcar un extenso territorio.

La religión azteca era politeísta y para satisfacer a sus dioses realizaban numerosos sacrificios humanos. Esta práctica, corroborada con abundante evidencia arqueológica e histórica, sería prohibida por los españoles a su llegada al continente americano.

y con unos navajones de pedernal les aserraban los pechos y les sacaban los corazones bullendo y se los ofrecían a los ídolos que allí presentes tenían (Cartas de Relación de Hernán Cortés dirigidas al rey Carlos I).

Fuera del templo, y enfrente de la puerta principal, aunque a más de un tiro de piedra, estaba un osario de cabezas de hombres presos en guerra y sacrificados a cuchillo, el cual era a manera de teatro más largo que ancho, de cal y canto con sus gradas, en que estaban ingeridas entre piedra y piedra calaveras con los dientes hacia fuera (Relato del cronista Francisco López de Gómara, en Historia de las conquistas de Hernán Cortés, en el que recogía el testimonio de Andrés de Tapia y Gonzalo de Umbría).

HERNÁN CORTÉS

Con la llegada de los españoles al Nuevo Mundo los pueblos sometidos por los aztecas prefirieron la alianza con Cortés contra el enemigo común. Gracias a este apoyo la conquista española de la ciudad llegó el 13 de agosto de 1521 tras una dura contienda, comenzando así una intensa relación a lo largo de tres siglos en los que España dejó impronta, al igual que la tierra mexica influyó al otro lado del Atlántico, en una relación de mestizaje que ha enriquecido a todos.

Antes de la llegada de los españoles – dice Vasconcelos -, México no existía como nación; una multitud de tribus separadas por ríos y montañas y por el más profundo abismo de sus trescientos dialectos, habitaba las regiones que hoy forman el territorio patrio. Los aztecas dominaban apenas una zona de la meseta… (…) Ninguna idea nacional emparentaba las castas; todo lo contrario, la más feroz enemistad alimentaba la guerra perpetua, que sólo la conquista española hizo terminar. (Marcelo Gullo, Madre Patria).

LA LEYENDA NEGRA

Se conoce como Leyenda Negra a la asimilación de la propaganda originalmente neerlandesa e inglesa del siglo XVI centrada en un sesgo de la historia con un marcado sentido antihispánico. Esta tergiversación histórica ha llevado a olvidar que las aportaciones españolas en México y en el resto de América fueron bastante superiores a lo que dejaron ingleses o franceses en sus colonias, los vikingos en Irlanda, o los mongoles en Asia.

(La Leyenda Negra es) la tradición acumulada de propaganda e hispanofobia según la cual el Imperio español es considerado cruel, intolerante, degenerado, explotador y santurrón por encima de la realidad (Charles Gibson).

En los últimos años se está intensificando la idealización de las culturas llamadas originarias y la crueldad de los españoles, reduciendo toda la empresa de colonización a un genocidio y obviando las aportaciones materiales y el mestizaje humano, social o cultural impulsado desde el primer momento por los Reyes Católicos y que continuó su nieto Carlos.

Isabel la Católica fue la primera persona que se preocupó por los derechos de los indios: determinó que seguirían siendo los propietarios de las tierras que les pertenecían con anterioridad a la llegada de los españoles y dictó un decreto prohibiendo la esclavitud.

“… y no consientan ni den lugar a que los indios vecinos y moradores de las dichas Islas, y Tierra Firme, ganados y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes, mas manden, que sean bien y justamente tratados, y si algún agravio han recibido, lo remedien y provean de manera …” (Testamento de la reina, 1504).

La Escuela de Salamanca, con Francisco de Vitoria a la cabeza, reconoció a los indios sus derechos, como el de igualdad o de libertad y, en consecuencia, también el derecho a la propiedad de sus tierras o el de rechazar la conversión por la fuerza, ya que ello iría contra de su libertad de conciencia.

Por otro lado, las Leyes de Burgos establecían que los indios eran libres y debían ser tratados como tales. El trabajo debe ser conforme a su constitución, de modo que lo puedan soportar, y ha de ir acompañado de sus horas de distracción y de descanso. Han de tener casas y haciendas propias, y deben tener tiempo para dedicarlas a su cultivo y mantenimiento. Han de tener contacto y comunicación con los cristianos y deben recibir un salario justo por su trabajo. El indio es un hombre libre con todos los derechos de propiedad y no puede ser explotado. Las leyes también prohibía la aplicación de todo castigo a los indios y las mujeres embarazadas de más de cuatro meses eran eximidas del trabajo.

Toda esta legislación está considerada como la predecesora de los Derechos Humanos que fortaleció Carlos I convocó en 1540 una junta de la Universidad de Salamanca, dirigida por Francisco de Vitoria, que defendió la existencia de unos derechos universales de todos.

Ricardo Aller Hernández

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2 thoughts on “HUELLAS DE ESPAÑA EN MÉXICO ( I )”

  1. Gran verdad. Los españoles fueron los Precursores de los Derechos Humanos. No tardando mucho ésto será reconocido a nivel mundial.

  2. Excelentísimo artículo muy oportuno en los tiempos que vivimos.
    Muy interesante la referencia a los estudiantes.
    Es necesario que los jóvenes debatan nuestra historia y no únicamente desde un punto de vista que se ha convertido en un tópico.

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