
La devoción a España hacia el Sagrado Corazón de Jesús tiene raíces profundas y se manifiesta en diversas formas, incluyendo la consagración nacional y la celebración de festividades religiosas. Esta devoción, impulsada por figuras como el Rey Alfonso XIII, el jesuita san Alonso Rodriguez e Hispanidad Futura, ha sido un elemento importante en la historia religiosa y política de España.
También se destaca la relación de la bandera de España con el Sagrado Corazón.

Esta bandera es mucho más que un símbolo nacional; es una manifestación de la profunda fe y devoción arraigada en la historia y la cultura españolas.
El Sagrado Corazón ha sido venerado durante siglos como un símbolo central de la fe católica, representando el amor divino y la misericordia de Cristo. Su imagen, con el corazón rodeado de espinas y coronado por una llama, es un recordatorio poderoso del sacrificio y la redención que define la esencia misma del cristianismo.
La inclusión del Sagrado Corazón en la bandera de España es un testimonio de la profunda influencia de la fe en la vida y la identidad del pueblo español. Este símbolo ha estado presente en la historia del país en momentos de alegría y dolor, como una fuente de consuelo y esperanza en tiempos difíciles.
El origen de esta práctica se remonta a épocas antiguas, cuando la fe católica desempeñaba un papel central en la vida cotidiana y en la cultura española. A lo largo de los siglos, la imagen del Sagrado Corazón se ha utilizado en una variedad de contextos, desde ceremonias religiosas hasta eventos cívicos y manifestaciones públicas de devoción.
Esta bandera con el Sagrado Corazón es un símbolo de la identidad espiritual y cultural de España, recordándonos la importancia de la fe en la vida individual y colectiva. Su presencia en ceremonias oficiales, festividades religiosas y eventos patrióticos es un recordatorio constante del papel central que juega la fe en la historia y la identidad del país.

Al adquirir esta bandera, te sumerges en una tradición rica en historia y significado, honrando el legado espiritual y cultural de España. Es más que un simple símbolo nacional; es un recordatorio de la importancia de la fe y la devoción en la vida de un pueblo y una nación.
Citare este artículo de gran importancia:
El Orígenes de la devoción al Corazón de Jesús en España de José Manuel Zubicoa
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús estaba guardada por Dios para los últimos tiempos. La Providencia tenía dispuesto que el Sagrado Corazón, el amor entrañable de Nuestro Señor Jesucristo a los hombres, se manifestara a todos al final. Algunas almas ya habían sido escogidas particularmente para participar del trato íntimo con Nuestro Señor en su Corazón, empezando por san Juan Evangelista; son conocidos los casos de Santa Gertrudis, san Juan Eudes y san Francisco de Sales; hay muchísimos otros

Pero lo que distingue las revelaciones del Sagrado Corazón a Santa Margarita María Alacoque — este año se cumplen 300 de su primera revelación — es el encargo de que se promoviera públicamente en la Iglesia esta devoción. Nuestro Señor quiere mostrar ya su Corazón a todos los hombres y fueron los jesuitas los escogidos por Nuestro Señor para extender esta devoción.

Al comienzo del siglo XVIII ocupa el trono español la dinastía borbónica. Felipe V, francés, mantenía correspondencia con el P. Gallifet, jesuita francés promotor de esta devoción. El confesor del rey era el también jesuita Guillermo Clarke. El P. Gallifet busca el apoyo diplomático de los monarcas para conseguir de la Santa Sede Oficio y Misa propios del Sagrado Corazón; en este sentido escribe a Felipe V en diciembre de 1725. Para extender esta devoción el P. Gallifet escribe además la obra titulada De cultu sacrosancti Cordis Dei Iesu y consigue que Felipe V costee la primera edición (1726). El P. Gallifet vuelve a insistir ante el monarca y su confesor, y, en marzo de 1727, Felipe V escribe al Papa Benedicto XIII solicitando Misa y Oficio propio del Sagrado Corazón para sus reinos; pero esta carta no llegó jamás a manos del Pontífice…
Los apóstoles del Sagrado Corazón en España

Nuestro Señor escogió también en España apóstoles de la devoción a su Sagrado Corazón. El primero de ellos fue el P. Agustín de Cardaveraz, S. I. Había nacido en Hernani (Guipúzcoa) el 28 de diciembre de 1703; el 20 de agosto de 1721 fue recibido en el noviciado de Villagarcía de la Compañía de Jesús;
Sus Directores fueron los Padres Loyola y Calatayud. Durante el curso 1726-1727, en su primer año de teología en el colegio San Ambrosio de Valladolid, lee el libro del P. Gallifet y se convierte a esta devoción. Recibe muchas inteligencias y favores del Sagrado Corazón, que le eleva a los más altos grados de la mística: el 11 de septiembre de 1729 Jesús le introduce en su Corazón y, 18 días después celebra los desposorios místicos con Nuestro Señor y desde entonces se apellida «de Jesús». Se trata de un gran místico español del siglo XVIII, hoy casi completamente desconocido. Se dedicó a las misiones populares y fue, por tanto un hombre de acción apostólica centrado en la extensión del culto al Sagrado Corazón; él pronunció el primer sermón acerca de esta devoción en España, el 11 de junio de 1733, víspera del día del Sagrado Corazón, en Bilbao.

Otro místico, no tan absolutamente desconocido, fue el P. Bernardo Francisco de Hoyos, S. I., nacido en Torrelobatón (Palencia) el 21 de agosto de 1711; el 11 de julio de 1726 entró en la Compañía, también en el noviciado de Villagarcía de Campos. También fue elevado a los más altos grados de la mística: el 15 de agosto de 1730, Nuestro Señor celebró con él los desposorios místicos. La devoción al Sagrado Corazón la conoció por medio del P. Cardaveraz, que le hizo leer la obra del P. Gallifet. Al conocerla se ofrece al Sagrado Corazón para cooperar en lo que pueda a la extensión de su culto (3 de mayo de 1733); en los días siguientes, Nuestro Señor le elige para extender por su medio esta devoción. El 14 de mayo del mismo año, fiesta de la Ascensión, durante una visión del Sagrado Corazón pide a la Santísima Trinidad la fiesta del Sagrado Corazón en especial para España y recibe de Nuestro Señor la gran promesa: «Reinaré en España, con más veneración que en otras muchas partes». El día del Corpus del mismo año (4 de junio), se le da a entender que la solemnidad del Sagrado Corazón llegará a ser en la Iglesia la más célebre o venerable después de la del Corpus (lo mismo se le da a entender el 23 de junio de 1734, víspera del Corpus). Se consagra al Sagrado Corazón con la fórmula de san Claudio de la Colombière y tiene unos coloquios con san Pedro en los que éste le asegura que uno de sus sucesores establecería la fiesta del Sagrado Corazón en la Iglesia universal (esto se cumplió en tiempos del beato Pío IX). El día de san Ignacio de 1733 el Santo fundador le dice que la Providencia dispuso que fuera la Compañía la promotora del culto al Sagrado Corazón y que por medio de los jesuitas se conseguiría la implantación de la fiesta; que san Ignacio y san Francisco de Sales estaban encargados de este apostolado por medio de sus hijos e hijas; que el Señor le escogía a él (Hoyos) como instrumento mediato con sus directores (los padres Calatayud y Loyola).
Sus trabajo apostólicos

En agosto de 1733 recluta colaboradores y les invita a consagrarse con la fórmula de san Claudio. Sus primeras empresas fueron las misiones populares del P. Calatayud, en las que exhorta a esta devoción, y una obra de divulgación escrita por el Hermano Escolar Juan Lorenzo Jiménez, condiscípulo de Bernardo. Otros medios que emplearon enseguida fueron, por una parte interesar a los prelados para que intercedieran ante el Papa para la concesión de la Misa y Oficio del Sagrado Corazón. Muchos se asociaron a la propagación del culto, a la cabeza de todos, el cardenal Belluga, entonces en Roma, que siempre fue protector de este apostolado. Por otra parte, interesar al rey: el P. Loyola era entonces Rector del colegio de Segovia y visitaba en La Granja al confesor real, el P. Clarke, al que habló del asunto para que lo recomendara a Felipe V. Además, el P. Loyola tradujo el libro del P. Gallifet, que se publicó corregido y aumentado por el P. Hoyos en 1734 en Valladolid, con el título de Tesoro Escondido. El P. Calatayud daba por esta época misiones populares por el reino de Murcia, y, en octubre de 1733, funda en Lorca la primera Congregación del Sagrado Corazón que hubo en España. El Ayuntamiento de aquella ciudad la tomó bajo su protección y escribió al Cardenal Belluga para que alcanzase del Papa indulgencias, que fueron concedidas. Por la misma época, septiembre-noviembre de 1733, el P. Cardaveraz recorría los pueblos de Vizcaya dando misiones.

Durante el año siguiente, 1734, se dedican a difundir ejemplares del Tesoro escondido. El arzobispo de Burgos, Mons. Don Manuel de Samaniego y Jaca, (que antes había sido Arzobispo de Tarragona) colabora en esta empresa mandando ejemplares a todos los obispos españoles y pidiéndoles que escribieran al Papa solicitando la fiesta del Sagrado Corazón para España. Todos ellos lo hacen, y el arzobispo envía al cardenal Belluga todas estas cartas para que las hiciera llegar al Papa.
También mandan ejemplares de este libro a muchos misioneros de la Compañía, a religiosos de otras órdenes y congregaciones y a muchos sacerdotes seculares. Así se propagó la devoción al Sagrado Corazón por la provincia jesuítica de Castilla, por España y por las Indias españolas.

El P. Hoyos, que se había ordenado de sacerdote el 2 de enero de 1735 con dispensa de edad pontificia, hizo traer de Roma estampas del Sagrado Corazón y las hizo llegar a los príncipes (el futuro Fernando VI y su esposa Bárbara de Braganza); a continuación se dedicaron a distribuir por correo muchos millares de ejemplares. Otros medios que emplearon para extender la devoción al Sagrado Corazón fueron la fundación de Congregaciones por los misioneros (Calatayud, Cardaveraz…): se fundaron centenares de Congregaciones del Sagrado Corazón en pueblos y ciudades. Además el P. Loyola, a petición del P. Hoyos compuso una novena al Sagrado Corazón que, corregida por los Padres Calatayud, Cardaveraz y Hoyos se imprimió en Salamanca y se envió a los obispos, a la corte, a los misioneros, etc.

El día del Sagrado Corazón de 1735 finalizó la primera novena pública al Sagrado Corazón que se celebró en España; tuvo lugar en el Colegio San Ambrosio de Valladolid, aprobada por el obispo a instancias del P. Hoyos, ante una imagen del Sagrado Corazón.
Este mismo año se publicó la segunda edición del Tesoro escondido en Barcelona a expensas del arzobispo de Tarragona, don Pedro de Copóns y Copóns. El dominico Fray José García de Zalla publicó en Zaragoza el Compendio de la verdadera devoción al Sagrado Corazón: una prueba más de que si fueron los jesuitas los promotores por elección de esta devoción, no lo fueron en exclusiva, sino que por su medio se suscitaron apóstoles entre los religiosos de las otras órdenes y entre los sacerdotes seculares.
El 29 de noviembre de 1735 muere el P. Bernardo de Hoyos y el P. Cardaveraz es puesto al frente por el Sagrado Corazón. Hizo comenzar a traducir al P. Loyola la biografía de Santa Margarita María A1acoque escrita por Mons. Languet; esta traducción se publicó en Salamanca en 1738, al mismo tiempo que aparecía en Pamplona otra traducción de la misma obra realizada por José Antonio de Guirior. El P. Loyola empieza a escribir también la Vida del P. Hoyos por encargo del P. Miranda.
El 8 de junio de 1736 se funda la primera Congregación del Sagrado Corazón en Cataluña, en el colegio de los jesuitas de la Seo de Urgel por el obispo Simeón de Guinda. Como hemos visto ya trabajaba en este apostolado el arzobispo de Tarragona don Pedro de Copóns al que secundaban los Obispos de Lérida, Vich, Gerona y Tortosa. También en Madrid se fundó una Congregación del Sagrado Corazón (26 de setiembre de 1736) de la que fueron congregantes los reyes, príncipes, infantes y miembros de la nobleza.

El P. Cardaveraz seguía dedicado a las misiones por Vizcaya y Guipúzcoa propagando la devoción al Sagrado Corazón. La primera Congregación del Sagrado Corazón de Vascongadas se había fundado en Elorrio el 29 de mayo de 1727.
El P. Calatayud en 14 meses de misión en Asturias fundó 102 Congregaciones. En Andalucía promovieron el culto los misioneros Padres Pedro de Salazar y Francisco de Oviedo, jesuitas. En todas partes colaboraban muchos sacerdotes y religiosos como los Mercedarios Francisco Miguel de Echevert y Francisco García (de Huesca).

En 1738 tiene lugar el II Concilio de Tarragona que a propuesta del arzobispo Pedro de Copóns pide para España al Papa Clemente XII la concesión de la misa y oficio del Sagrado Corazón. El III Concilio de Tarragona (1745) repite al Papa Benedicto XIV las preces en el mismo sentido. Dos años después tiene lugar la petición de Fernando VI, que siguió a las de Felipe V (1727, que no llegó a manos del Papa, y 1735 a instancias del cardenal Belluga), María Beatriz Leonor de Este, reina de Inglaterra, segunda esposa de Jacobo II, destronada y exiliada en Francia (1697), Augusto II de Polonia (1726) y María Leczinsca, reina de Francia, esposa de Luis XV (1740) y precedió a las de Augusto I y Estanislao I de Polonia (1762 y 1763) y a la de María I de Portugal (1778).
El P. Cardaveraz se retiró a Loyola en 1755 después de veinte años de misionar por toda Guipúzcoa, gran parte de Vizcaya y muchos pueblos de Navarra y Alava. El 3 de abril de 1767 fue expulsado de España con todos los jesuitas. Murió en Castel San Giovanni (Italia) el 18 de octubre de 1770.
El Despotismo Ilustrado, enemigo del Sagrado Corazón

Benedicto XIV se había opuesto personalmente, cuando era promotor de la fe, a las peticiones de Felipe V y del II Concilio de Tarragona, y se opuso también a las de Fernando VI y del III Concilio de Tarragona. En 1758 le sucede Clemente XIII partidario personal de extender el culto, pues había sido uno de los fundadores de la Archicofradía del Sagrado Corazón de Roma. La mayoría de los obispos españoles enviaron sus solcitudes entre 1763 y 1764. En 1765 se presenta ante la Sagrada Congregación de Ritos el memorial del abogado Alegiani pidiendo para Polonia y España en cuanto reinos la fiesta del Sagrado Corazón; acompañan al memorial 23 cartas de arzobispos, obispos y cabildos españoles. Pero la Congregación de Ritos sólo admite como peticionarios a los obispos de Polonia y a los archicofrades de Roma, no al reino ni a los obispos de España.
El motivo se nos revela en una carta de Manuel de Roda, Ministro de Carlos III ante el Papa, al marqués de Grimaldi, Secretario español de Estado: en ella relata cómo ha presionado al Prefecto de la Congregación de Ritos para que ignorase la petición española debido a que el Rey Carlos III no había autorizado, ni «protegido» las súplicas de «muchedumbre de obispos y cabildos de las catedrales». Los jesuitas fuera del poder (habían perdido el puesto clave de confesor real, uno de cuyos detentadores, el famoso P. Francisco de Rábago, S. I., había sido, por cierto, Rector del Colegio de San Ambrosio de Valladolid y tenido por súbdito al P. Hoyos) y próximos a la expulsión, veían sus empresas perseguidas en bloque: el Gobierno de Carlos III, «gente incrédula y vendida», según el P. Uriarte, colocaba y combatía en una misma línea la devoción al Sagrado Corazón con el probabilismo, el molinismo y otras cosas que defendían los jesuitas (y con otras que se les acusaba de defender, como la teoría del regicidio).

En un informe de Fray Joaquín de Eleta, confesor de Carlos III, dirigido al marqués de Grimaldi y fechado el 22 de febrero de 1765, se acusa de «traición» a los jesuitas por haber promovido ante Clemente XIII la petición para el Reino de España de la fiesta del Sagrado Corazón. En una comunicación de Grimaldi a Roda (ya Secretario de Gracia y Justicia) con fecha 9 de septiembre de 1765, se le ordena de parte del rey que reprenda y advierta a los obispos y cabildos peticionarios y que se les escriba, mandándoles no hacer súplica alguna a la Santa Sede sin especial licencia real.
Lo cierto es que la devoción al Sagrado Corazón es lo más contrario al racionalismo político de la Ilustración, que se comenzó a implantar en España en el siglo XVIII y se desarrolló en el liberalismo del XIX y en el neoliberalismo del xx; mientras que la devoción al Sagrado Corazón, llevada a sus últimas consecuencias, desemboca en la proclamación de la Realeza social de Nuestro Señor Jesucristo, en el reconocimiento de que no puede haber paz más que reinando el Sagrado Corazón de Jesús en la sociedad.
Desterrados los jesuitas, no quedó por el Gobierno que no se destronara juntamente al Sagrado Corazón de Jesús del corazón de los españoles.

En tiempos de Carlos IV siguió el mismo estado de cosas y aún se agravó en lo que nos afecta: un Decreto de la Inquisición de Corte de 10 de junio de 1770 prohíbe el libro titulado Compendio de la verdadera devoción al Sagrado Corazón (se trata de la obra del dominico P. Zalla) «por tener proposiciones temerarias y malsonantes, y por introducir en la Iglesia un culto nuevo, con un espíritu de devoción capaz de seducir a los ignorantes e inducirlos a error». Al mismo tiempo se prohibía un folleto impreso en Barcelona, titulado «Novena y Corona del Corazón de Jesús Sacramentado». Las cartas Teológico-apologéticas del ex jesuita Juan Manuel de Zepeda fueron también «archivadas» por la censura en 1789 por versar «acerca de la devoción del Corazón de Jesús contra el actual obispo de Pistoya» (Scipion Ricci) y por decir que los de Port Royal son peores que los francmasones y los libertinos.

Por fin, en tiempos de Fernando VII y mediante su solicitud, Pío VII concedió para los reinos de España el Oficio y Misa del Sagrado Corazón (7de diciembre de 1815). El 29 de mayo anterior, Fernando VII había revocado la pragmática sanción de Carlos III de 2 de abril de 1767 y todas las leyes y órdenes subsiguientes, readmitiendo así a la Compañía de Jesús, recién restablecida por el mismo Pío VII, en sus dominios.

Carolina Campillay