El 30 de mayo de 1906, un malhumorado Miguel de Unamuno, escribió una de las mas celebres frases de principios del siglo XX, refiriéndose a España y los españoles. Fue la famosa “Que inventen ellos…” Esta frase, escrita por una persona valiente, pero solo un intelectual sin grandes conocimientos ni técnicos ni siquiera sociológicos, han marcado un sinfín de obras y pensamientos y se ha colocado como la ultima perla del largo collar que forma la Leyenda Negra contra España.
Esta nefasta frase, ha sido utilizada como demostración del atraso y cerrazón de la sociedad española, cuando en la realidad se trataba de un exabrupto contra el mercantilismo y la utilización del mismo para la explotación de las gentes y que no se ajustaba en nada a la realidad de nuestro país y de nuestro pueblo.
Entre finales de siglo XIX y principios del XX en España hubieron una serie de inventores que sentaron las bases para el desarrollo futuro y que colocaron a la ingeniería española a la vanguardia mundial. Ejemplos de ello son Isaac Peral, inventor del submarino, Juan de la Cierva, padre del autogiro y precursor del helicóptero, Leonardo Torres Quevedo, inventor del funicular y Emilio Herrera Linares, precursor en la conquista de la estratosfera. Expliquemos brevemente porque fue tan importante su trabajo y que sucedió para que fuera olvidado.
Emilio nació en Granada el 13 de febrero de 1879. Su abuelo fue un militar que se distinguió por su moderación, su lealtad al orden constituido y su interés por la ingeniería militar, siendo autor de diversos tratados sobre este tema. Su padre heredó el sentido del honor y la curiosidad científica, introduciendo en Granada las primeras instalaciones de alumbrado público mediante arco voltaico e impulsando las primeras demostraciones de globos en la ciudad. De su madre, Rita Linares Salanava, recordó siempre su afición al arte y la participación en diversos círculos artísticos.
Dada sus aptitudes en matemáticas y dibujo, ingresó en la Academia Militar de Ingenieros de Guadalajara y de donde salió en 1901 con el empleo de 1er teniente del Cuerpo de Ingenieros Militares. A Emilio lo que le interesaba eran las innovaciones y consiguió incorporarse a la Escuela de Aerostación en 1903. Hagamos un inciso. El premier vuelo de los hermanos Wright, considerado como el punto de partido de la aviación tal como la conocemos, fue este mismo año, lo que da fe, por un lado, de las inquietudes de Emilio y por otro del avance del Ejercito Español de la época en temas científicos innovadores.
En 1905 ya tenía los títulos aeronáuticos, de observador, básico y de primera categoría de piloto de aerostato, lo que le permitió participar en la ascensión en globo para observar el eclipse solar de 30 de agosto de 1905 en Burgos. Los problemas que tuvo que afrontar durante esta ascensión fueron cruciales para el desarrollo de su futura carrera, el proyecto se desarrolló sobre las especificaciones del Servicio de Aerostación Militar y se plasmó en la construcción de tres aerostatos, dos militares, pilotados por el coronel Vives y el capitán Kindelan y otro civil pilotado por Jesús Fernández Duro.
El informe final redactado por Emilio, fue elogiado por la Comisión Científica Internacional de Aerostación y presentado en el III Congreso de la Asociación para el Progreso de las Ciencias en 1911. Desde 1904, Emilio había participado en proyectos e instituciones internacionales y a pesar de que su grado militar era de tan solo teniente, su reconocimiento era internacional. En 1905 obtuvo la Cruz de la Legión de Honor Francesa y en 1906 la Medalla de Honor del Aeroclub de Alemania.
También había participado en proyectos puramente militares, como fue la de asistir en 1908 al vuelo de demostración de los hermanos Wright en Le Mans, para informar de las posibilidades militares de la nueva tecnología, que se aplicaron en la Guerra de África. Logró encontrar tiempo dentro de sus actividades militares y científicas para casarse con Irene Aguilera Cappa, de la que tuvo dos hijos.
En 1909, un año después de la demostración de Wright, fue el encargado de organizar la primera acción aérea en nuestra historia militar. Con aerostatos de fabricación nacional, realizó operaciones de observación y corrección de tiro en las acciones de Gurugú, Nador, Zeluán y Atlaten. Los resultados confirmaron las posibilidades de la nueva arma y en consecuencia se reguló la formación militar de aviación en 1911. Como siempre, Emilio estuvo presente desde los primeros momentos y consiguió el título de piloto militar en la primera promoción.
Su siguiente etapa fue el periodo hasta 1920, donde participó en la segunda campaña militar en Marruecos, donde confirmó la superioridad del aeroplano respecto al aerostato y cruzó por primera vez el estrecho de Gibraltar junto a José Ortiz Echague. Después estuvo comisionado en el frente del Somme como agregado militar de la Royal Air Corp.
Son innumerables sus aportaciones a la ciencia aeronáutica durante este periodo, pero cabe destacar su participación en el proyecto del Laboratorio Aeronáutico de Cuatro Vientos y el diseño y construcción de una escafandra que permitiera la navegación aérea a gran altitud, dicho estudio culminó en 1935 con la construcción de un prototipo operativo. El proyecto estuvo impulsado por su inquietud intelectual y por el desgraciado accidente de la aeronave HISPANIA de 1928, cuando el comandante Benito Mola y su tripulación perecieron en un intento de alcanzar los 11.000 metros en globo estratosférico. El prototipo de Emilio fue tomado, décadas mas tarde, como modelo por la NASA cuando iniciaron sus estudios de conquista del espacio.
Cuando en 1931, Alfonso XIII abdicó para evitar una guerra que finalmente la República poco hizo para desactivar, Emilio acompañó al Rey hasta Paris, pero había un conflicto de lealtades: Había jurado servirlo pero también había jurado servir al gobierno de España; el rey Alfonso XIII, en un gesto poco conocido le liberó de su compromiso personal y Emilio volvió a España.
Continúa con sus trabajos científicos y cuando estalla la guerra colabora con la República aunque sus creencias católicas entran en conflictos con los desmanes republicanos. Llega al grado de Teniente Coronel a pesar de que fue mirado siempre con recelo debido a sus ideas conservadoras. En 1937, muere su hijo en Belchite, pilotando un Polikarpov. El gobierno republicano le envía a Chile como miembro de la delegación española para la toma de posesión del presidente Pedro Aguirre Cerdá. Nunca pudo regresar a España. La contienda había terminado, las fronteras cerradas y él se enfrentaba a un juicio debido a su rango militar, aunque nunca se presentó una causa contra él.
Su prestigio era tal, que el Gobierno alemán de Hitler le ofreció trabajar en el Laboratorio de Vibraciones de Berlín, pero a pesar de sufrir penurias económicas rechazó la propuesta. Algunos medios de izquierdas dicen que Franco lo vetó pero la realidad es que poco tenía que opinar sobre una institución alemana. El hecho es que su negativa formaba parte de sus lealtades y convicciones.
Continuó trabajando en la Unesco y en diversos estamentos internacionales, pero siguió ostentando cargos en el Gobierno Republicano en el exilio lo que impidió su retorno a España.
Murió en Ginebra, con el máximo respeto de todos. Emilio nunca tuvo filiación política. Su pensamiento fue liberal/conservador y católico practicante. Su pensamiento le llevó siempre a buscar el dialogo. Sus logros científicos demuestran que la España de principios del siglo XX no era tan gris como la izquierda afirma. Tal vez por eso la izquierda intenta olvidar esta figura. Según ellos, católico y científico no es posible y, siempre según ellos, la España de antes de la Guerra Civil era un erial cultural.
Manuel de Francisco Fabre
https://es.wikipedia.org/wiki/Emilio_Herrera
https://dbe.rah.es/biografias/11949/emilio-herrera-linares