
En julio de 1797, hacía unos meses que Manuel Godoy, primer ministro de Carlos IV, había firmado el Tratado de San Ildefonso, haciendo que España entrara en un conflicto armado contra el Reino Unido, lo que se denominó como Guerra anglo-española (1796-1802). No era una buena ocasión para pelearse con los británicos, ya que la Armada Española no se encontraba en su mejor momento, mientras el Reino Unido se había embarcado en un programa de construcción naval que hacía que esa flota casi doblara a los españoles.

El 14 de febrero de 1797, se habían enfrentado buques de ambos bandos frente al Cabo de San Vicente, con el pésimo resultado para los españoles de perder cuatro buques, que pasaron a engrosar las filas enemigas y resultar con otros cuatro seriamente dañados. Estas pérdidas no hacían más que agravar la situación general de la Armada Española.

El almirante Horacio Nelson, era sumamente inteligente y se le ocurrió atacar uno de los puntos vitales de las comunicaciones de la Península con los virreinatos americanos. Las islas Canarias.
Sabía que la isla se encontraba prácticamente sin protección naval y que las defensas terrestres de Santa Cruz de Tenerife consistían en fortines marinos y muros tapiales que defendían las playas de la ciudad. Nada serio e incomparable con los castillos científicamente construidos al otro lado del Atlántico.
Durante el periodo entre mayo y junio de 1797, Nelson había recibido la orden de vigilar las entradas de Cádiz para detectar las llegadas de caudales desde América. En este periodo no se quedó de brazos cruzados y protagonizó diversas acciones menores que pusieron en riesgo su vida. Fue en este periodo cuando rumiaron los detalles de un nuevo plan. En resumen, se trataba de ponérselo difícil a los españoles, al capturar las Islas Canarias. Estas no entraban en los planes españoles de protección, ya que ahí no recalaban las flotas que venían de América. Las islas Canarias están en el viaje de ida, pero no en los de vuelta, debido a que la navegación a vela depende de los vientos y corrientes dominantes. Todo velero que sale de la Península hacia América, tiene que desplazarse en primer lugar hacia el sur para aprovechar a continuación los vientos que le empujaran hacia el otro continente. Los veleros que partían de América debían hacer lo contrario y dirigirse hacia el norte.

Esto lo sabía todo el mundo y era la razón por la cual las Canarias no estaban particularmente bien protegidas con fortalezas costeras. Ahí no recalaban buques con fabulosos tesoros. Pero a Nelson pensó que tomar el control de las islas, podía ser el principio para dificultar la conexión de España con sus virreinatos y a su vez favorecer futuros ataques ingleses hacia las posesiones españolas.

Su plan fue aprobado y se puso bajo su mando una flota compuesta por 4 navíos, 4 fragatas, 1 balandra y 1 goleta. En total, 4.000 hombres y 393 cañones de distintos calibres. Se iban a enfrentar a 1.669 hombres y 91 cañones, que eran las fuerzas que dependían en la isla del teniente general Antonio Gutiérrez de Otero. Además, las fuerzas españolas eran sumamente heterogéneas y estaban formadas fundamentalmente por milicias locales y que contaban tan solo con 247 hombres bien preparados que pertenecían al Batallón de Canarias.
Gutiérrez tuvo un golpe de suerte y la noche del 21 al 22 de julio, unos pescadores se toparon con la flota enemiga e informaron al oficial al mando. En apenas 48 horas, fue capaz de organizar las fuerzas disponibles e instalar los cañones en los endebles fortines, de forma que, con su fuego cruzado, batieran las playas donde pudieran intentar desembarcar los ingleses.

Nelson hizo un primer intento, la noche del 21 de julio. Su idea era acercar a una milla de la costa, tres fragatas que apoyaran el desembarco con botes de 900 hombres armados. Fue un fracaso total. Las fragatas no consiguieron acercarse a menos de tres millas y su fuego fue totalmente ineficaz. Los botes de asalto se encontraron con el bien dirigido fuego desde el castillo de Paso Alto. Su capitán, al mando don Vicente Rosique, se ganó bien la paga aquel día.

El segundo intento fue la mañana del 22 de julio. Con la experiencia de la noche anterior, Nelson ordenó desembarcar fuera del alcance de los cañones de Paso Alto, e intentar rodear el castillo y tomarlo por el interior. En este caso se consiguió desembarcar a 1.000 hombres y algunas piezas de artillería, pero después, desconocedores de la complicada orografía de la zona, no consiguieron subirlas por las escarpadas laderas y tuvieron que volver a embarcar. Desconocedores del traicionero Atlántico que bate dichas costas, varios botes zozobraron y se perdieron equipo y hombres.

El día 24, lo empleó Nelson en amagar diversos ataques al norte y sur de Santa Cruz, con la idea de engañar a Gutiérrez y que éste desperdigara sus fuerzas. Pero nuestro general no se dejó engañar y concentró las fuerzas alrededor del único castillo que merecía tal nombre y que se encontraba en el muelle principal de la población. Este era el castillo de San Cristóbal, que no era más que un pequeño reducto de un cuarto de hectárea de extensión, cuya misión principal era proteger el muelle principal y servir de almacén para caudales o mercancías valiosas que pudieran llegar a la ciudad. Su misión no era soportar un asalto en toda regla.
Nelson atacó la noche del 24 al 25 de julio, organizando dos grupos de asalto y cuatro puntos de desembarco, uno directamente al muelle y el castillo de San Cristóbal, otro hacia el norte en la playa de la Alameda y los otros dos más al sur en la caleta de la Aduana y la playa de las Carnicerías.

Nelson participó en el grupo que alcanzó el muelle y donde consiguieron poner el pie los ingleses, pero un disparo de metralla del cañón “Tigre”, le destrozó el brazo derecho a la altura del codo y tuvo que ser evacuado. Los británicos en este punto se encontraron bajo el fuego del castillo y no consiguieron progresar.
Al grupo de la playa de la Alameda, también fracasó en su intento en consolidar posiciones y tuvieron que regresar a los navíos.
Mejor suerte les cupo a los desembarcados al sur, que consiguieron llegar al centro de la ciudad y tomar el control de algunos edificios principales, como el almacén general de víveres. Desde allí envió un mensaje al general Gutiérrez conminándole a la rendición. Gutiérrez creyó perdida la ciudad, pero mantuvo su situación. La realidad es que dos grupos de ingleses se encontraban en el centro de la ciudad, pero su situación no era muy confortable, al encontrarse acosados por milicianos y tropas regulares más o menos organizadas. Una de ellas, al mando del teniente Vicente Siera, de la compañía de La Habana, capturó cinco soldados ingleses en la plaza de Pila y consiguió enviarlos a Gutiérrez, con un breve informe. Esto hizo que el general fuera consciente de la verdadera situación y organizó diversas salidas del castillo con las que consiguió reducir la presión sobre la fortaleza.

Nelson todavía intentó enviar refuerzos a las tropas atrapadas en la ciudad, pero a las seis de la mañana el comandante, al mando del capitán de navío Troubridge, firmó la rendición.
Fue uno de los últimos combates donde se conservó el espíritu caballeresco y las condiciones fueron honrosas para el vencido. Se permitió a los británicos que desfilaran hacia los botes, mientras las tropas españolas las escoltaban.
Entre las condiciones de la rendición se encontraba que, bajo palabra de caballero, la fuerza expedicionaria británica no atacaría ninguna otra isla del archipiélago. Nelson, convaleciente de su herida, no se encontraba en condiciones de organizar nada, y aunque podían haberlo hecho algunos de sus subordinados, la fracasada expedición se retiró de la zona. Nelson nunca olvidó el fracaso.

Manuel de Francisco Fabre
https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Santa_Cruz_de_Tenerife_(1797)
https://www.todoababor.es/historia/mayor-derrota-nelson-ataque-tenerife-1797/