Estoy seguro que pocos españoles conocen esta batalla naval y sin embargo fue un hito que marcó la guerra en el mar durante varios cientos de años. Los motivos son varios y rotundos, fue la primera batalla oceánica, en el sentido de librarse a mas de 1500 km de la costa europea más cercana, fue la primera en que se impuso el uso de las naves movidas únicamente por la fuerza del viento, fue la primera donde se utilizó la infantería de marina en el sentido moderno y de ello tanto ingleses como neerlandeses, tomaron buena nota.
En 1580 había muerto el rey Enrique de Portugal, sin un sucesor claro debido a la debacle de Alcazarquivir, en el actual Marruecos, donde desapareció físicamente el Rey Sebastián que era sobrino de Felipe II, con gran parte de la nobleza portuguesa. Debido a este hecho, Felipe II actuó rápidamente y se hizo con el control de Portugal. El infante don Antonio de Avis, prior de Crato, fue el único que realmente se opuso y presentó batalla en la península, pero fue derrotado totalmente. Huyó a Inglaterra en demanda de ayuda, donde no quisieron comprometerse y después a Francia, donde sí obtuvo el apoyo del rey Enrique, que temeroso del creciente poder de su vecina España, suministró los medios necesarios al prior de Crato, para establecerse en las Azores.
El objetivo era poner en marcha en el archipiélago un punto de apoyo desde donde interceptar a los barcos españoles procedentes de América y lanzar ataques a las costas portuguesas.
En 1581 se inició una carrera entre España y Francia para la creación de una flota en sus respectivos países. En el caso de Francia el objetivo era consolidar el control del archipiélago y el de España, expulsar a franceses y derrotar a los partidarios del prior de Crato. En esta carrera, fueron los franceses los mas rápidos y en junio de 1582 la más poderosa flota oceánica vista hasta entonces, partía del puerto de Belle-Ile, al mando del almirante Strozzi rumbo a la isla Terceira de las islas Azores.
No fue hasta el mes de julio que zarpó de Lisboa parte de la flota española al mando de Alvaro de Bazan. El objetivo era reunirse durante el camino con otras naves procedentes de Cádiz, entre ellas 12 galeras al mando de don Francisco Benavides. La travesía no pudo tener peores auspicios. Una fuerte tormenta que duró tres días, dispersó a parte de la flota e hizo retornar a puerto a las galeras, que no naufragaron de milagro, al no ser naves adecuadas para el océano Atlántico.
Cuando la escuadra española llegó a las Azores, se encontró en clara inferioridad numérica, pero compensaba parcialmente con dos factores. Las naves españolas contaban con galeones oceánicos de porte superior a las 600 toneladas procedentes de la experimentada flota portuguesa y habían embarcado al tercio de Lope de Figueroa, que al fin fueron decisivos. De todas formas había que tomar una decisión y Alvaro de Bazan, después de consultar a los capitanes mejor conocedores que él de la navegación en el Atlántico, decidió pasar al ataque. Sin embargo esto era más fácil decidirlo que hacerlo. Bazan estaba acostumbrado a la lucha en el Mediterráneo, donde el navío de referencia era la galera movida a base de fuerza humana con remos. Por primera vez en su vida se encontró con una flota que solo se movía al capricho del viento. Durante dos días, las naves se encontraron frente a frente con apenas algunos movimientos de los barcos mas agiles capaces de aprovechar el mínimo soplo de viento.
De repente, en uno de esos movimientos fruto de un cambio de viento, sucedió lo imprevisible. La nao San Mateo, se salió de la línea de combate establecida por Bazan y se dirigió hacia el enemigo. Nunca se sabrá si fue un error de navegación o una bravuconería de su capitán, el caso es que se vio inmediatamente rodeado por cinco barcos enemigos y Bazan con un viento muy flojo, a dos horas de distancia para ayudarle. En teoría el San Mateo estaba perdido.
Pero entonces sucedió lo que marcó durante decenios la lucha marítima. El San Mateo era una nao de más de 600 toneladas de desplazamiento y construido por los portugueses con la idea de repeler ataques en Asia de naves más veloces pero de altura de amuras inferiores. Su capitán, Lope de Figeroa, no intentó alejarse, si no que preparó la nave para el choque múltiple. Dejó acercarse al enemigo y solo cuando se encontraban a pocos metros de distancia, descargó dos andanadas contra las naos enemigas con todas las piezas de artillería disponibles. Había previamente situado a los hombres del tercio de forma que los arcabuceros y mosqueteros, desde los puntos más altos, pudieran barrer las cubiertas de los barcos atacantes.
Durante más de dos horas, el San Mateo luchó en solitario contra cinco naves enemigas. El resultado fue que quedó casi totalmente desmantelado, pero a su vez causó tantos daños a los atacantes, que estos quedaron fuera de combate. El número de bajas entre los atacantes franceses fue enorme y entre ellos se encontraba el almirante Strozzi. Cuando las fuerzas de Alvaro de Bazan consiguieron llegar, el trabajo ya estaba hecho y rápidamente la batalla se resolvió en una serie de enfrentamientos parciales, donde se repitió la escena. Fuego a corta distancia y asalto final del contrincante.
Las consecuencias políticas fueron la consolidación de Portugal bajo la monarquía española y el dominio naval del Atlántico. Las consecuencias digamos técnicas fueron otras. Los españoles tomaron buena nota que con la tecnología existente lo mejor eran naves pesadas, apoyadas desde el interior por infantería capaz de sostener fuego de mosquete con eficacia a corta distancia. Las potencias rivales tomaron también buena nota. Lo mejor era construir barcos ligeros, manejables, con artillería de largo alcance y en ningún caso dejarse acercar a los barcos españoles. La infantería española era terriblemente peligrosa incluso embarcada en una inestable nave.
Fue uno de los momentos álgidos de nuestra historia. Habia reparto de funciones y tareas. La tecnología naval era portuguesa, la dirección marítima era en parte andaluza, castellana, gallega, cántabra y vasca, la experiencia de manejo de grandes masas de buques nos venía del Mediterráneo, (La batalla de Lepanto era reciente). Fue una buena mezcla que mientras se mantuvo unida no dejó de cosechar éxitos. Los problemas vinieron después, cuando se empezó a actuar en solitario y empezaron a funcionar las fuerzas centrípetas en España. Nadie salió ganando con eso.
Manuel de Francisco Fabre