El Hospital Real de Naturales

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De los 155 hospitales establecidos en la Nueva España a lo largo del siglo XVI destacan varios, y pervive en la actualidad el hospital de Jesús, en la ciudad de México, el más longevo de la Hispanidad, pero nos vamos a centrar en el Hospital Real de San José de los Naturales, levantado por la orden franciscana en Moyotlán en 1531 para atender la epidemia de sarampión y que luego sería dedicado a la atención de sifilíticos y leprosos, tenido además especial importancia como refuerzo especial para el caso de epidemias.

Promocionado por la corona, que aportó 2.000 pesos para su construcción y una dotación de 400 pesos anuales, el rey lo colocó bajo su Real Patronato y ordenó la redacción de unas  ordenanzas para su gobierno en clara expresión de la política real que sostiene que el indio es un ser humano y como tal merece ser tratado. Todos los indios de la Nueva España tenían derecho a la atención del hospital… Pero además funcionó como hospedería de indios pobres, aunque a partir del siglo XVIII se dedicó exclusivamente a la atención médica.

Se tiene noticia de la existencia de otros hospitales en la demarcación de México. Así, podemos constatar la existencia  de un hospital infantil, de otro en Texcoco, Xochimico, Huehuetoca, Zumpango, Chapa de Mota, Jilotepec, Jocotitlán, Atlacomulco e Ixtlahuaca, Lenna … Cercana al Nevado de Toluca existe la Sierra de los Hospitales. En Tlalmanalco existió en el siglo XVI un hospital franciscano. En el hoy estado de Hidalgo en Tepeapulco, En Tlaxcala los indios inauguraban su hospital el 25 de marzo de 1537. En Puebla se conocen los de Tecamachalco, Cachula y Santiago de Tecalli, Cuatinchan, Tepeaca, Acatzingo,  Tepeji de la Seda, ChiautlaY, Chiautla… La relación puede ser tediosa.

Pero nos vamos a centrar en el Hospital Real de San José de los Naturales de México, que no fue el único creado con ese fin y nombre en toda la Nueva España, como queda mostrado en los ejemplo.

Este hospital era para uso exclusivo de indígenas, y albergaba 400 camas distribuidas en  ocho salas discriminadas por sexos y por enfermedad, existiendo aislamiento para los contagiosos. También había sala de convalecientes, y servicios como la cocina, la limpieza, los aseos…, así como residencia para médicos y enfermeros.

La leyenda negra creada por aquellos que nunca hicieron algo semejante, con seguridad criticará que se creasen hospitales exclusivos para indígenas, pero como señala Pablo Lasunción en “Cartas hispanistas al rey de España”:

¿por qué era conveniente contar con hospitales exclusivos para la población autóctona? En primer lugar por el idioma: muchos indígenas no hablaban español, y en este hospital se ofrecía atención trilingüe: además de en español, los pacientes podían comunicarse en nahuatl y otomí. Otra razón de peso era que la población indígena sufría enfermedades específicas, en especial, las enfermedades infecciosas venidas de Europa para las que no habían desarrollado aún defensas y los hospitales de naturales se especializaban en estos tratamientos.

En concreto, este hospital resultó muy útil para tratar a los enfermos de la fuerte epidemia de sarampión de la época.

Aunque no existe mucha información sobre cuál era el número de pacientes atendidos diariamente en este hospital durante los siglos XVI y XVII, sí podemos saber que se atendía a cientos de ellos.

El propio Fray Pedro de Gante escribió “…algunas veces se cuentan trescientos o cuatrocientos”. En el siglo XVIII, sabemos que, fuera de las épocas de epidemias, se atendía regularmente a una media 200 a 300 pacientes diariamente.

El personal asistencial, médicos y enfermeros, no sólo debía ser conocedor del náhuatl y del otomí, sino de sus peculiaridades: su modo de vivir, sus alimentos, las enfermedades propias a su naturaleza y complexión nativas…

Y más… Desde el primer momento de la conquista los conquistadores quedaron conquistados por la eficacia de la medicina indígena, lo que les llevó a asumirla como propia, siendo que Hernán Cortés en sus Cartas de relación señala:

hay calles de herbolarios, donde hay todas las raíces y hierbas medicinales que en la tierra se hallan. Hay casas como de boticarios donde se venden las medicinas, así potables como ungüentos y emplastos.

Pero es que hay más: El HRN no era de un centro estrictamente asistencial, donde la actividad médica, con las diferencias presumibles en una institución de hace quinientos años, puede tener cierta semejanza con la realizada hoy día en lo relativo a la atención del paciente. En el mismo se realizaron las primeras autopsias del Nuevo Mundo, siendo que el desarrollo que alcanzó la investigación médica en él desarrollada acabaría dando lugar a la creación de una escuela de cirugía que llegaría a convertirse en referente de investigación a un lado y otro del Atlántico.

Esa investigación científica fue iniciada por el Dr. Francisco Hernández, enviado al efecto por el rey, que estudió la medicina pre hispánica, cuyos avances aplicó a los conocimientos de la medicina europea dando pie a una nueva etapa de la misma… Y todo en el ámbito del Hospital Real de Naturales.

Todas las cuestiones eran controladas con exactitud, y de las mismas se dejaba el correspondiente registro en el que quedaba reflejado el cuadro médico del paciente y el tratamiento a que era sometido, cuestión esta que sitúa al Hospital Real de los Naturales en México en el primer hospital del mundo en llevar un registro del movimiento de pacientes, adelantándose cien años en esta cuestión a los hospitales europeos.

Esta actividad, lógicamente, comportaría también crecimiento físico de la institución, que en 1568 conocería una primera ampliación de sus instalaciones, siendo que el número inicial de camas se amplió hasta más de 600, y conforme a su estructura inicial  tenía la capacidad de aumentar su número en caso de epidemias.

Los datos de sus últimos años de existencia nos señalan que en 1808 ingresaron 2.085 pacientes; en 1809 fueron 3.505 y en 1810 alcanzaron la cifra de 3,775.

 El hospital sería clausurado el 21 de febrero de 1822, después de doscientos sesenta y nueve años de servicio en favor de los indios.

Las comparaciones son odiosas, pero con toda seguridad, los negrolegendarios podrán facilitar datos que hagan quedar estos asuntos como insignificantes.

Cesáreo Jarabo

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