En primer lugar deseamos aclarar que existe una controversia entre muy reputados historiadores sobre si se debe hacer diferencia entre godos y visigodos. Jesús Lalinde Abadía, en su magnífico trabajo Godos o Visigodos en España, toma postura y decide que solo se debe hablar de godos.
Nosotros no entraremos en esa sutil distinción, a pesar de que José Orlandis tiene una obra intitulada LA ESPAÑA VISIGODA, y al referirse a ellos los denomina de las dos formas . También Juan Antonio Cebrián publicó en Círculo de Lectores “LA AVENTURA DE LOS GODOS” .
No pretendemos realizar en este breve trabajo un tratado sobre las invasiones bárbaras que liquidaron el Imperio Romano. No es nuestro propósito. Sí queremos hacer un bosquejo de lo que sucedió tras su entrada en Hispania.
Las migraciones de pueblos han sido constantes a lo largo de la historia de la Humanidad, pero posiblemente la más importante de todas ellas en el mundo occidental, haya sido la de los pueblos bárbaros que acabaron con el dominio de Roma sobre los territorios europeos.
Grandes oleadas de pueblos que pululaban allende las fronteras romanas, especialmente la del Rin, se vieron violentados por los hunos quienes a su vez huían de otro pueblo: los yuan yuan, cuyo nombre ha desaparecido de la Historia.
Son varios los flujos de distintos pueblos que irrumpen en el solar ibérico en el siglo V, entre ellos, los suevos, vándalos y el pueblo que llegó a constituir la primera idea de España. Nos estamos refiriendo a los visigodos, aunque las fuentes que poseemos de ellos son más bien escasas ya que fueron más legisladores que historiadores.
Es creencia común entre muchos historiadores que fueron los Reyes Católicos quienes, en el siglo XV, crearon la unidad española, con la unión de Castilla y Aragón y, posteriormente Navarra configuraron España.
Nuestra opinión no puede estar más lejos de este aserto. Ya los romanos acuñaron el nombre de Hispania, aunque dividida en distintas provincias, como la Bética, la Tarraconense, la Lusitania, la Galaica, etc., al igual que hoy España está dividida en 17 comunidades y dos ciudades todas autónomas.
Jesús Carballo en su trabajo “VISIGODOS: LA PRIMERA IDEA DE ESPAÑA”, nos dice:
Los visigodos se encontraron un pueblo hispanorromano y una civilización fundada en la cultura grecolatina y religión cristiana, profundamente asentada. Pero pronto ambos pueblos se asimilaron y los visigodos realizaron sus propias aportaciones. Sin duda, lo más importante fue reunificar bajo su poder la que había sido una de las principales provincias del Imperio romano: toda la Península Ibérica, parte del sur de la actual Francia, las islas Baleares, y la provincia de Tingitania, en el norte de África .
En una palabra, tras Hispania como una entidad, con los romanos, aparece la reunificación, llevada a cabo por el pueblo que comentamos, de la unidad de la Península Ibérica, parte de Francia, las Baleares y la provincia Tingitana, como una sola nación.
Los invasores musulmanes a principios del siglo VIII denominan a este reino visigodo Al Ándalus, designación que hay quien defiende que le fue aplicada, cuando los vándalos asdingos, que ocupaban la parte noroeste de la Península, fueron expulsados por los visigodos, huyeron hacia el sur, aproximadamente 80.000, y, atravesando el estrecho de Gibraltar, se instalaron en el norte de África, por ello, para los mahometanos Hispania era la tierra de los vándalos, o Al Ándalus.
Los muslimes también la dividieron en coras, divisiones territoriales y administrativas que hoy podríamos asimilar a nuestras comunidades.
Tras la Fitna, o derrumbe del Califato, en el año 1031, Al Ándalus se fragmentó en múltiples reinos de taifas que los almorávides, especie de monjes soldados desembarcados en nuestra Península en el 1086, tuvieron el propósito de unir en un solo reino islamita; más tardelos almohades, o sea, “los que reconocen la unicidad de Dios”, tuvieron la misma pretensión.
De ahí que consideremos que Iberia, desde la época romana, constituyó una sola unidad, bien que divididas en distintas demarcaciones territoriales, al igual que hoy son las Comunidades, como hemos mencionado.
José Calvo Poyato hace en su trabajo “Córdoba visigoda” una aportación, muy digna de tener en cuenta, sobre el papel que Córdoba representó durante la dominación visigoda que transcribimos a continuación:
Hay una creencia muy extendida según la cual la capital de la Bética estaba en este tiempo en Híspalis. Está basada en que era allí donde estaba la sede episcopal más importante de la provincia y que los escritos de alguno de sus titulares, caso de San Isidoro, son una de las fuentes de información para acercarnos a este periodo. Pero lo que Híspalis ostentaba era la cabecera religiosa de la Bética; sin embargo, la capital política estaba en Córdoba que era, según García Moreno, uno de los cuatro lugares, (junto a Híspalis, Mérida y Toledo) donde se asentaba lo que ha denominado como la corte itinerante de los últimos tiempos de la monarquía visigoda .
Asentados en Hispania, establecieron su corte en Toledo, tras haber dominado la rica Bética, cuya capital era la poderosa ciudad de Córdoba, en la que dejaron muestras incontrovertibles de su cultura.
Conspicuos historiadores mantienen que en el lugar de la actual Mezquita-Catedral existió la Basílica visigoda de S. Vicente. La controversia tiene sus partidarios y sus detractores; pero, lo que sí es cierto es que en excavaciones realizadas para las muchas obras a las que ha sido sometido este monumento, se han hallado restos visigodos, como el que exponemos a continuación:
Lo que consideramos que ningún historiador debe de poner en duda es que la Corduba, colonia patricia romana, que mantuvo su nombre con ligeras variaciones a lo largo de la Historia, ha sido una de las ciudades más importante de Hispania durante la Antigüedad, que llegó a tener su propia ceca, como lo demuestra el áureo de Augusto, con más de 2.000 años de antigüedad, adquirido recientemente por el Ministerio de Cultura para engrosar los fondos del Museo Arqueológico Nacional.
Concluimos exponiendo que también a Córdoba, según la tradición, le cabe el dudoso honor de ser la ciudad en la que nació el último de los reyes godos, D. Rodrigo, que, tras su derrota en Guadalete, facilitó el camino a los agarenos para que entrasen en España.
Manuel Villegas
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