Concurso V Centenario: Circumdo

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Narración creada y enviada por Joan Romance

PRIMUS CIRCUMDEDISTE ME, el primero que me diste la vuelta, así reza el escudo de armas, que el rey otorgó a Juan Sebastián Elcano. La bola del mundo adornada con este lema corona el escudo, solo dieciocho marineros consiguieron el CIRCUMDO,  dar la vuelta, rodear, circunscribir, circundar, abrazar  el Mundo, una hazaña solo comparable con la primera pisada en la Luna, aunque ésta tenía una inmensa tecnología detrás.

Efectivamente  solo el arrojo, la valentía, la confianza en Dios, pudo arrancar a estos valientes de las comodidades en que vivían, a nadie se le ocurre dejar donde ha nacido y ha vivido para embarcarse en una aventura desconocida donde solo el brío, la valía y la fe podían acompañarles.

El relato del circumdo, es un inmenso libro de aventuras,  vividas no creadas por el ingenio o imaginación de un escritor. Hay de todo y todo es real, parajes hermosísimos, tempestades horribles, vientos huracanados, calma chicha, hambre y sed, alimentos desconocidos y apetitosos u horribles, bebidas riquísimas o pésimas, frío intenso, calor sofocante. También luchas, envidias, venganzas, rivalidades, peleas, heridas, muerte.

De las miles aventuras que les sucedieron voy a relatar una que sintetiza lo que fue el descubrimiento del Mundo por parte de España y los españoles,  el  reconocer y respetar como personas a los indígenas.

Magallanes parte en busca de las ISLAS DE LA ESPICERÍA, con cinco buques, según especifica en el documento del año 1.519 que se conserva en el Fondo del Archivo Naval de Madrid, bajo la bandera española y para colocarlas en la corona del Emperador Carlos I.

Después de diversos avatares, uno de los principales, fue la decisión de no viajar por el cabo de Buena Esperanza (África), decisión que propició una rebelión, conocida como la de Puerto de San Julián, en la actual Argentina.

Allí se mostraron las debilidades humanas: la desconfianza, la traición, la crueldad, la indecisión afectiva, la codicia… y, sobre todo, el orgullo, que nunca descansa ya que proviene del pecado original y suele decirse que  se elimina completamente veinticuatro horas después de morir.

En el puerto natural de San Julián,  atracaron las naves el día primero de abril del año 1.520, Domingo de Ramos, para realizar la invernada, arreglar los desperfectos y daños sufridos, con el merecido descanso, que degeneró en motín, que de buen seguro venía gestándose un tiempo atrás. Magallanes ordenó que todos saltaran a tierra para asistir a la santa Misa pero varios capitanes presentaron escusas para no ir, así como tampoco asistieron a la comida posterior, debido al inicio del  motín. Mesquida, deudo de Magallanes, confirmó las sospechas. Este, por la noche, fue apresado por los comprometidos, entre ellos al parecer también estaba el maestre Elcano.

En los inicios, solo resistió el maestre Juan de Elorriaga, llegó a las manos.  Elorriaga fue apuñalado, no moriría en el momento, sino dos meses más tarde a causa de las heridas recibidas. Contaban con una cierta ventaja, tres naos de las cinco totales, ya eran fieles, estos exigieron a Magallanes una reunión para deliberar, a la que Magallanes se mostró muy de acuerdo, como no querían celebrarla en una de las dos naves, aun fieles a Magallanes, acordaron, que el aguacil Gonzalo Gómez de Espinosa, con una carta y seis hombres armados subiese a la nao Victoria, que encabezaba el motín. La carta de Magallanes, se plegaba a parlamentar donde y de la forma que quisieran, los amotinados y era conciliadora. A pesar de que ya se había vertido sangre, mientras Mendoza la leía a sus sediciosos, otros quince hombres armados iban por detrás en un bote.  Mientras, Espinosa asestó una puñalada a la garganta de Mendoza que le mató al instante. Nadie supo reaccionar. Entonces los quince hombres, abordaron al navío desde la lancha, hubo una pequeña lucha y al final los amotinados se rindieron. En el juicio que siguió fueron condenados a muerte cuarenta y cuatro hombres, aunque solo se decapitaron a dos y otros dos fueron abandonados en una islita sin medio alguno de subsistir, el resto fue degradado y perdió sus cargos, Magallanes no podía permitirse el lujo de prescindir de tantos hombres y tan valiosos, Elcano figuró entre los sediciosos, si bien no tuvo una participación activa en ellos.

Sediciones y motines no eran raros, en tan largas expediciones, incluso Colón las tuvo en su primer viaje, estas “Rebeliones a bordo” que inspiraron a tantos novelistas, de aventuras, románticas, de piratas, nunca se acercaron a la realidad, ni el gran Emilio Salgari pudo imaginarlas.

Una vez superado el motín, Magallanes, para mantener ocupados sus hombres, hizo carenar y calafatear las naves. En Puerto San Julián las mareas son fuertes, con desniveles de hasta diez metros en tiempo de sicigia (luna llena o luna nueva) y era fácil poner en seco a los barcos, asegurados por puntales, lo que permitía un embrearlos casi totalmente.

Creían que estaban solos en estos parajes, cuando se presento un hombre muy alto casi desnudo que cantaba y danzaba, armado con un arco corto y flechas con puntas de pedernal. Un marinero se acercó danzando también y se cruzaron miradas y regalos, pero cuando se le mostró un espejo y se vio reflejado en él, huyo corriendo derribando a cuatro hombres cercanos.

Aquel indígena era tehuelche (gente brava) que poblaba el Cono Sur. En los estudios actuales de los antropólogos, se determina que eran altos de 1’80 metros de promedio, porque en el siglo XVI la altura media europea era de 1’45 metros aproximadamente, motivo de verlos altos. Tanto a éstos como a los mapuches, que compartían territorio, Magallanes los denomino “patagones” y hoy en día se llama Patagonia a la región donde habitaron.

Posteriormente vieron a seis de ellos y después de quince días se presentaron cuatro más, uno más curioso que el resto, se hizo amigo de Antonio Pigafetta, caballero de la Orden de San Juan. Este fue uno de los 18 supervivientes, del total de 265 embarcados, que regresaron. Sus escritos son la principal fuente de información sobre el viaje, el clima, la flora, la fauna, los alimentos y  sus habitantes, además de escribir el “relato Pigafetta” o narración del viaje de Magallanes / Elcano. Se cruzaron sintagmas y ambos aprendieron palabras de su lengua respectiva. Así se escribió el primer diccionario tehuelche de la historia, tomado de boca a boca.

Emprendida la navegación hacia el sur, donde ningún navío había navegado, advirtieron muchos fuegos en la costa. Al aproximarse vieron que eran indígenas que se calentaban, ya que iban desnudos, solo algunas pieles les cubrían. Quedaron pasmados, al ver que totalmente desnudos, se sumergían en las heladas aguas para pescar y que en sus pequeñas canoas de madera, tenían fuego que no las consumía, posteriormente se supo que para subsistir en el agua helada, no debes llevar ropa alguna, ya que al salir de ella, la vestimenta mojada, se congela resignando a la persona que la lleva a una muerte casi segura,  se untaban el cuerpo con una grasa animal y tenían una temperatura corporal un grado superior a la nuestra 37 grados, los denominaron “fueginos” por estar siempre rodeados por fuegos y a su tierra “Tierra del Fuego”.

Estos indígenas, fueron tratados como hijos de Dios, tanto los hombres de Magallanes, como los posteriores marineros, que cruzaron estas tierras. Además no intentaron esclavizarlos, ni ejercieron ninguna coerción sobre ellos, como así lo habían ordenado los reyes de España, continuando lo que la Reina Isabel La Católica dejo por escrito, en su testamento. También para que se cumplieran las instrucciones de la llamada “Controversia de Valladolid”, donde se sentaron las bases de los derechos humanos en el mundo.

Hay que mencionar que un vez independizada Argentina de España, se masacró a estos indígenas, siendo el 25 de noviembre de 1.886, la fecha en que se practicó el genocidio de estos indígenas a favor de los estancieros, de forma brutal. También  Chile, desplegó un discurso en el que los trataba de “barbaros”, “salvajes fuera del tiempo” y que incentivó su deshumanización. Hasta inicios del siglo XX matar a un fuegino,  no era matar a una persona, pues el Estado los había declarado “en la frontera de la humanidad y animalidad”, como “extrahumanos que no podían ser sujeto de derecho”. Estos hechos forman parte de la llamada “leyenda negra” pero esto es otra historia.

En la actualidad la Marina Española tiene un cuatro palos magnífico, de buque escuela, llamado Juan Sebastián ELCANO, que sigue dando el “CIRCUNDO”  para formar a nuestros marineros y tal como dicen MOSTRAR BANDERA por el mundo.

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