José Malcampo y Monge sale de Manila en expedición de control de piratas malayos (5 de febrero de 1876)

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Por las series televisivas y alguna película de serie B, conoceréis las andanzas de Sandokan. Personaje de ficción inventado por el Emilio Salgari. En los libros de Salgari, el personaje principal era un príncipe malayo, convertido en pirata, y su enemigo el imperio británico. La realidad es que los británicos, poco hicieron para controlar la piratería en estos mares y que Salgari se inspiró en un héroe español, Carlos Cuarteroni Fernández, del cual hablaremos en otra ocasión y en la expedición de castigo de José Malcampo.

Lo cierto es que la piratería, practicada por etnias musulmanas, en el laberinto de islas que son las Filipinas, era ya un deporte nacional cuando Magallanes desembarcó en el archipiélago en el siglo XVI. La llegada de España, frenó la expansión musulmana que se estaba extendiendo rápidamente hacia el norte desde las islas malayas y durante 3 siglos se estuvo en un forcejeo que todavía persiste hoy en día cuando nuestra bandera hace tiempo fue arriada en aquellas lejanas islas.

Volviendo a nuestra efemérides, el 5 de febrero de 1876, salió de Manila una expedición de castigo y control de las islas del archipiélago de Joló, al mando de José Malcampo y Monge. A nuestro olvidado héroe, todo se le había puesto en contra. En 1874, España se encontraba inmersa en su particular guerra carlista y las contiendas cantonales. El cargo que se le concedió el 18 de junio de este mismo año, Capitán General de las Filipinas, era una carga con muchos deberos, pocos derechos y menos medios. De hecho, medios ninguno. No existía escuadra alguna ni dinero para financiar nada. Era inútil solicitar ayuda a la metrópoli y los ataques piratas eran cada vez más intensos, apoyados por el contrabando de armas desde las colonias alemanas, holandesas e inglesas.

Malcampo decidió atacar el problema de raíz, tal como se describe en los libros de Salgari y propuso una operación radical de eliminación de puertos de apoyo a los piratas de Joló. La respuesta de la metrópoli fue negativa. Malcampo no se arredró. Organizó una colecta entre los comerciantes de Manila y la Iglesia Católica, consiguiendo recaudar 250000 pesetas de 1874 en muy poco tiempo. Con ellas organizó una pequeña fuerza de desembarco y un diminuto ejercito pero muy equilibrado, entre marina, fuerzas de desembarco, artillería e ingenieros. Naves, no podía construirlas en tan poco tiempo, pero sí hizo buen uso de uno de los elementos que menos publicidad han tenido en nuestra historia naval de los siglos XVII y XIX, pero que tan buenos resultados han dado. Doce lanchas cañoneras que fueron el puntal de la operación.

La operación tuvo bastantes observadores internacionales. Tanto Inglaterra como Holanda y Alemania, sabían de la peligrosidad de los piratas de Joló. También conocían la debilidad de España. A todos les resultaba golosa la ciudad de Manila. Si la empresa fracasaba, todo el dominio de Filipinas, podía cambiar de manos. Sin embargo, la empresa fue un éxito. La capital de Joló fue tomada y construido un fuerte con guarnición permanente.

Malcampo era buen conocedor de la zona, de las aspiraciones de los malayos-mahometanos y de las intrigas inglesas, actuando de forma poco habitual después de la conquista. Sabía que la posesión española era precaria y después del palo utilizó la zanahoria. Declaró el puerto de Joló abierto al comercio con total franquicia de derechos de comercio, sin otra limitación que las armas de guerra. Ello no pacificó la zona en su totalidad, de hecho, todavía hoy es un foco de inestabilidad, pero permitió una salida a los comerciantes locales, que a partir de entonces apoyaron a los españoles hasta su salida de la zona en 1899, fruto de los ataques de Estados Unidos. En este caso, como en muchos otros, el enemigo cambió, pero los españoles siempre fueron los mismos.

Manuel de Francisco Fabre

  1. https://www.todoavante.es/index.php?title=Malcampo_y_Monge,_Jose_Rudesindo_Biografia
  2. Bibliografia. De MADERA y ACERO. El resurgir de la armada española. En mares remotos. Carlos Canales y Miguel del Rey

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