La futura Isabel II fue bautizada María Isabel Luisa; era hija del Rey Fernando VII y de su cuarta esposa, su sobrina María Cristina de Borbón Dos Sicilias. En alguna medida, de su historia ya hicimos inicial referencia en el artículo «La Gloriosa» de triste recuerdo en su rememorado contenido. No cabe duda de que la historia de esta monarca no puede calificarse de sumamente dichosa. Nació en una época convulsa, de un padre considerado como el peor de los monarcas gobernantes, y de una madre que no tuvo reparo alguno en contraer un matrimonio morganático, a los escasos meses de quedarse viuda de Fernando VII, con un sargento de su guardia de Corps.
Cientos de avatares políticos y sociales acompañaron a Isabel durante los primeros años de su vida, con regencia de su madre y del General Espartero, de renombrada memoria, hasta que las Cortes decidieron que su mayoría de edad había llegado con trece años. Así pues, asumió la corona de España, como Su Majestad Católica Doña Isabel II, reina de España. Con su madre en el exilio y con Espartero gobernando, la niña reina contemplaba con alguna pesadumbre su porvenir, que sería más agitado y convulso que el de su padre. España, en alguna medida, vivió durante el reinado de Isabel un periodo de transición, en el cual la monarquía fue perdiendo poder, para ir asumiéndolo el Parlamento. La Reina, manipulada en gran medida por sus consejeros, incluido confesores, intentó interferir en los asuntos políticos, recibiendo reprimenda editorial del republicano Castelar. Sin embargo, empero todas las aventuras y desventuras que impregnaron su reinado, España se modernizó en alguna medida en tales tiempos. Obviamente llegó hasta la desastrosa Primera República, ya tratada en un artículo anterior, pero también contempló la creación en 1884 de la Benemérita, con el objetivo de poner orden en un país poblado de delincuencia y crimen.
Si la España que recogió de manos de su padre, presentaba un panorama desolador, cuando abandonó Madrid para encaminarse a recibir el apoyo de Napoleón III y Eugenia de Montijo, en París, no presentaba el mismo aspecto. Las Universidades que su padre cerró, ella las reabrió, con problemas, pero también con decisión. Empero las cotas de corrupción que imperaba entre los gobernantes y determinados personajes, como el Marqués de Salamanca, una reproducción del duque de Lerma, el reinado de Isabel II contempló un gran esfuerzo en la obra pública, especialmente en el trazado de carreteras, puentes y líneas férreas. La construcción de vías férreas comenzó precisamente comunicando Mataró con Barcelona, y Aranjuez con Madrid o Valencia con Játiva. La amplitud de tales obras de modernización, se exhibieron mediante fotografías en la Exposición Universal de París de 1867. Esa modernización también se intentó en el campo de la industria, desarrollándose en Barcelona, Valencia, Bilbao o
Sevilla, con sumas dificultades dada la desestructuración del país.
Un sector especial fue la industria naval. Durante el reinado de Isabel II, la Armada española casi inexistente al inicio, pasó de la vela a los barcos mecánicos, al vapor, o bien mixtos, hasta que se abandonó definitivamente la vela. Las viejas y caducas fragatas o navíos, fueron sustituidos por los primeros cruceros os primeros cruceros, esta vez todos con casco de hierro, con los nombres de Fernando el Católico, Sánchez Barcaiztegui y Jorge Juan. Personaje este último que, como marino y espía real, algún día tendremos que prestarle atención. Todos esos nombres surgieron de la Ley de Incremento de las Fuerzas Armadas que permitieron la creación de pequeña Escuadra Blindada de buques de vapor.
Un esfuerzo, en parte titánico dadas las condiciones del país y de la conducta de sus gobernantes, que sigue teniendo su reflejo en el famoso Canal de Isabel II que surte agua a toda la Comunidad de Madrid.
La política exterior, muy agitada, llevó a los españoles hasta la Conchinchina, actual Vietnam, en defensa de los misioneros españoles que ejercían su labor en tales lejanas tierras, siendo algunos de ellos asesinados. Las fuerzas aliadas, franco – españoles, llegaron a conquistar Saigón, aunque poco provecho sacó España de aquella aventura, mientras Francia se instaló en la llamada Indochina que tan sacrificio le vino a costar, con el tiempo.
España mantuvo su imperio en Cuba, Puerto Rico, Filipinas e Islas Carolinas. E incluso por algún tiempo recupero el dominio sobre Santo Domingo, aunque, dados los problemas, Isabel en 1865 renunció a la anexión y entregó la isla a las autoridades locales y con ella a su independencia. Un último acontecimiento sobresale de su reinado, la llamada Guerra de África, o sea, los ataques marroquíes a las ciudades de Ceuta y Melilla, que obtuvieron respuesta por parte de O’Donnell con gran coste para las tropas españoles que, empero derrotar a las marroquíes, tuvieron miles de bajas, no tanto por acciones de guerra sino por enfermedades y desatención militar, o sea, mala instrucción, material deficiente, mal abastecimiento e, incluso, nefasta planificación, al elegir el período de lluvias para iniciar las acciones bélicas. Baste decir que, de 8.000 bajas, 5000 lo fueron por causa del cólera. Empero, Ifni y Tetuán fueron anexionados, y por allá en 1858 se produce la llegada del primer gobernador español al territorio continental de Guinea Ecuatorial, presencia española que se mantuvo hasta los años sesenta del siglo pasado.
Isabel II, la reina castiza, madre de la famosa Infanta Isabel, la Chata, no fue un dechado de virtudes, sin embargo, durante su reinado España tomó cierto impulso que, trascurrido el nefasto lapso republicano, fue heredado por su hijo Alfonso XII. Sin duda, no fue esta Isabel una reminiscencia de aquella otra, la Católica, sin embargo, algún detalle de su paso por el Palacio Real merece ser recordado, y ello a pesar de haberse dejado mal aconsejar, de haberse mal casado y de haber estado rodeada de gobernantes que buscaban con más ansia su propia provecho que el bienestar del pueblo. Sin embargo, todo ello no es ninguna novedad. Simplemente un precedente más que añadir a nuestra historia, lamentablemente.
Francisco Gilet
Bibliografia
Carmen Llorca, Isabel II y su tiempo.
Isabel Burdiel, España. La construcción nacional (1830/1880),
José Luis Comellas, Isabel II. Una reina y un reinado