Un primaveral 16 de abril de un lejano 1519 fue testigo de un evento clave en la historia de España. Carlos I debía revalidar sus títulos ante diversas organizaciones que en ningún caso iban a dar fácilmente su voto favorable. Si reparamos superficialmente los libros de historia, podemos llegar a la errónea conclusión que todo fue un paseo triunfal, pero los esfuerzos que tuvo que realizar Carlos I para llegar a controlar los extensos territorios que finalmente dominó, fueron todo menos fáciles y agradables. Baste para hacerse una idea el que Carlos I entró en Barcelona el 15 de febrero y no fue hasta el 16 de abril que las Cortes Catalanas dieron su visto bueno. Durante estos dos meses, pasaron muchas cosas que los libros de historia no registran.
La situación política en Cataluña era cuando menos complicada y la económica no se encontraba mucho mejor. El gobierno del principado era complejo, pues dependía de la Generalitat, como forma ejecutiva pero con unas Cortes Catalanas, que recibían representantes de las islas Baleares, pero que a su vez debían celebrar sesiones conjuntas con las Cortes de Aragón y de Valencia. Habían divergencia de intereses pero siempre estaban más orientados hacia la problemática mediterránea y el enfrentamiento con la republica de Génova, el imperio turco y los piratas berberiscos.
Presidia la Generalitat Bernat de Corbera, que estaba más interesado resolver los pequeños problemas con el tráfico comercial en el Mediterráneo que en montar estrategias a nivel europeo. Tampoco Carlos I era consciente de la tarea ingente en que se iba a convertir el gobierno de un imperio transatlántico. No sería hasta el 1521 que Hernán Cortes iba a integrar al imperio azteca. No se podía prever esta nueva masa de problemas.
Bernat utilizó el problema dinástico, Juana la Loca vivía todavía, para obtener ventajas comerciales dentro del nuevo imperio bajo la tutela de Carlos I y limitar los pagos al nuevo emperador y como en toda negociación, hubo quien estuvo más contento que otros, pero en general todos se sintieron aliviados de la firma final.
Se puso en marcha una legislación comercial proteccionista que agradaba a la Generalitat y se reafirmo el libre comercio con el norte de África. Se decidió la construcción y puesta en servicio de 4 galeras para la defensa de las costas, aunque debido a una cuestión de reparto de gastos, su puesta en marcha se demoro bastante. Las Cortes pretendían que parte del gasto fuera sufragado por en parte por Valencia y Cerdeña, y estos no estaban de acuerdo.
También se acordó un préstamo al monarca de 250.000 libras catalanas, pero una posterior auditoria, detectó que las deudas de los oficiales administradores con la Generalitat eran más elevadas de lo supuesto y no cumplían con el reglamento aprobado en las Cortes de Monzón de 1512. Todo ello embrolla el asunto. A Carlos I le llegó poco del préstamo y se quedó con el regusto de quien emplea muchas energías para obtener pobres resultados.
Se aprobaron treinta y cuatro constituciones, y diecinueve capítulos de corte referentes a excepción de impuestos para Nápoles. En general salió beneficiada la clase artesanal al publicarse medidas a favor de la lana y los tejidos, que acabaron siendo exportados hacia América a través de Sevilla.
En resumen, un buen acuerdo para formar parte de un ente más grande (España) que permitía una mayor estabilidad económica para afrontar situaciones de penuria,…que llegaron.
Manuel de Francisco Fabre
https://es.wikipedia.org/wiki/Carlos_I_de_España