Existen ciertas obras del hombre, que efectivamente trascienden su dimensión material y pasan a un estadio más elevado, que perduran en la memoria y recuerdo de los hombres, siendo atrapados por su espiritualidad o belleza.
Me gustaría dedicar a este artículo a una de esas grandes obras del hombre, una obra que ha captado el corazón y la espiritualidad de los Zaragozanos primero y del conjunto de la hispanidad después. Me refiero a la basílica de nuestra señora del Pilar, icono característico de la ciudad de Zaragoza.
Era un frío mes de Enero del año 40d.c y cuenta la leyenda que el apóstol Santiago a su paso por Aragón, recibió la aparición de la Virgen María en un pilar, junto al río Ebro. La Virgen que aún vivía, le pidió al apóstol la construcción de un templo
“con el altar en torno al pilar donde estaba de pie y prometió que «permanecerá este sitio hasta el fin de los tiempos para que la virtud de Dios obre portentos y maravillas por mi intercesión con aquellos que en sus necesidades imploren mi patrocinio»”.
En las líneas que siguen, trataremos de contar la historia de este espacio tan especial para tantos millones de personas.
La historia del edificio tal y como lo conocemos arranca en 1.118 cuando Alfonso I el Batallador conquista Zaragoza con la ayuda de cruzados franceses como Gastón de Bearn (Distinguido guerrero destacado en la conquista de Nicea (1.067) y en el asedio a Jerusalén (1.099) durante la primera cruzada) y algunas órdenes militares, lo que supone el fin de la taifa de Saraqusta musulmana y el inicio del reino cristiano de Zaragoza.
Tras la conquista, se levantan los templos cristianos de mayor importancia en la ciudad, como “la Seo” o “El Pilar”, que nace como un templo románico erigido sobre una pequeña iglesia mozárabe dedicada a Santa María la Mayor edificada bajo el reinado de Abderramán I. Los trabajos de edificación del templo románico duraron hasta el siglo XIII. Desgraciadamente no se conservan restos del tempo románico puesto que fue arrasado por un incendio en 1434 a excepción del tímpano situado en el muro sur del tempo actual, junto a uno de los accesos principales del edificio que da a la misma Plaza del Pilar, último recuerdo del templo primigenio.
El tímpano se compone de tres círculos alineados, el central de mayor tamaño, que contiene el crismón y se completa por dos pequeños a sus extremos.
El crismón es trinitario de seis brazos, con una tilde bajo el brazo de la «P». Alfa y Omega se descuelgan de uno de los brazos superiores de la «X». Un curioso sogueado perfila los brazos del símbolo y el interior del círculo que lo contiene. El resto del conjunto es embellecido con motivos florales, como margaritas.
Por lo general, es difícil encontrar restos románicos intactos, sólo en aquellos casos en los que no hubiera habido recursos económicos, debido a diócesis modestas o la ausencia de grandes benefactores de modo que no se pudieran adaptar los templos –por falta de fondos- a los nuevos estilos arquitectónicos según el canon de belleza de cada época.
La riqueza de la ciudad y el deseo de las figuras importantes de la época favorecen la actualización del tempo hacia estilos más actuales, de modo que tras el incendio de 1.314 se aprovechan los restos románicos y se inicia la construcción de un nuevo templo gótico que es finalizada en 1.515 bajo el arzobispado de Don Alonso de Aragón. El templo se estructuraba básicamente en la iglesia principal, consagrada a la Asunción se edificaba en una amplia y única nave y un pequeño pero recargado claustro, donde se encontraba la capilla del Pilar.
Una bula del papa Bonifacio VIII de 1.297 confirma que ya se veneraba el pilar —o columna— vinculado a la advocación de Santa María, uniéndose ambos cultos en el de Santa María del Pilar. Es por ello que popularmente, el templo se conocía por su nombre primigenio, Santa María la Mayor.
En la capilla del Pilar, reposaba el verdadero corazón del templo, la talla de la Virgen. Construida en madera dorada mide treinta y seis centímetros de altura y descansa sobre una columna de jaspe, embellecida por un forro de bronce y plata. Esta es cubierta por un manto hasta los pies de la imagen, a excepción de los días dos, doce y veinte de cada mes en que aparece la columna visible en toda su superficie. En la fachada posterior de la Santa Capilla actual, se abre el humilladero, donde los fieles pueden venerar a la Santa Columna a través de un óculo abierto al jaspe, donde es tradicional besar la columna, en señal de devoción y respeto a la Virgen.
Se trata de una escultura de estilo gótico manufacturada en 1.435 cuyo autor se atribuye a Juan de la Huerta, imaginero de Daroca. El artista representa a María vestida con túnica y manto, contemplando al niño Jesús que sujeta el manto de su madre con la diestra y un pájaro con la siniestra. Destaca la ternura en el rostro de la Virgen.
Se cree que la imagen fue donada por Doña Blanca de Navarra, mujer del rey Juan II de Aragón, a raíz de la curación de una enfermedad que aquejó a la reina por entonces.
Conforme el culto a la Virgen va tomando fuerza en la ciudad, la iglesia principal fue enriqueciendo su ornamentación, ganando en piezas de carpintería mudéjar de excepcional calidad, como el conjunto de contraventanas situadas en la sacristía mayor o las sillas del coro que todavía se conservan hoy en día, para deleite del visitante y feligrés. De entre estas, destaca el retablo de Alabastro obra de Damián Forment.
La popularidad y cariño de los feligreses a Santa María sigue en aumento con el paso de los años, de modo que en 1.638 Juan de la Marca, planteó la necesidad de remodelar la edificación gótica modulando la grandeza del edificio con la intensidad que mostraban los Zaragozanos en su devoción. Tanto el cabildo como sus devotos mostraron su deseo de equiparse en grandeza con el templo más grande de la ciudad, La catedral de San Salvador o “La Seo”.
No era una empresa menor, puesto que la Seo presentaba una amplísima nave principal y una excepcional belleza. Parecía oportuno pues, no sólo ampliar el tamaño del templo, sino darle un aspecto de modernidad, acorde al estilo arquitectónico que imperaba en la época. Se aprecia la influencia del modelo de la plaza de San Pedro en Roma para la actualización del edificio, ya eminentemente monumental y de estilo barroco, que es encargada al arquitecto real Felipe Herrera el Mozo, quien inicia las obras de lo que será la base del edificio tal y como lo conocemos hoy en día en 1.681.
En 1.675 recibió el título de Catedral, equiparándose en grandeza a la “Seo” para satisfacción de sus devotos y benefactores.
El majestuoso y flamante templo se dispone en tres naves de igual altura, sobre las que se disponen sendas bóvedas de cañón, entre las que se intercalan cúpulas y bóvedas de plato, que descansan sobre robustos pilares con una ornamentación bastante recargada, tal y como impone el estilo puramente barroco. Las fachadas exteriores sin embargo, están hechas a base de ladrillo, fusionando el influjo Italiano con las construcciones típicamente aragonesas –He de mencionar, que es en estos detalles, donde queda clara la tendencia histórica de la sociedad Aragonesa hacia el respeto por sus tradiciones y usos-. Las paredes interiores del templo quedan lucidas en estuco. La nave central queda dividida por el altar mayor, alineado este con la cúpula central del templo, sobre el que se instala el gran retablo mayor de la Asunción, que ya formaba parte del edificio gótico.
La estructura principal del nuevo edificio quedaba terminada en 1.754, mientras que en el 1.725, el cabildo encargó al genial arquitecto Ventura Rodríguez la reforma de la capilla dedicada a la Virgen del Pilar, que se situaba sobre una de las cúpulas menores, siendo esta un edificio independiente dentro del conjunto de naves de la catedral. Las obras, que fueron impulsadas por Fernando Vi, fueron terminadas en 1.765, pero no se limitaron a la finalización de la Santa Capilla sino que se produjo una actualizaron de la ornamentación interior del templo, otorgándole un estilo más sobrio y no tan recargado en columnas y capiteles, apreciándose también el incipiente estilo neoclásico en la reforma interior, que conservan el estado que ha llegado hasta nuestros días.
Durante las obras de remodelación de la Santa Capilla, todas las cúpulas fueron decoradas con frescos de excepcional calidad. Antonio González Velázquez pintó en 1.753 la cúpula elíptica sobre la capilla de la Virgen, el pintor de corte Francisco Bayeu y su hermano Ramón representaron las letanías Regina Virginum, Regina Patriarcharum y Regina Confessorum adornando las cúpulas que rodean la santa Capilla. Goya se encargó de la cúpula situada frente a la capilla de San Joaquín con la letanía Regina Martirum. Sin embargo, al cabildo no le agradó su estilo poco académico en el trazo, rechazando varios esbozos iniciales para el pintado de la segunda cúpula que tenía asignada, dejando el proyecto muy dolido con el cabildo y enemistado con su cuñado Francisco. Los bocetos de muchas de estas obras se conservan todavía en el museo de la catedral.
Las obras de embellecimiento se extendieron de manera intermitente durante dos siglos. Mención especial merece el Marqués de Peralada, quien sugirió la idea de dotar al santuario de su característica silueta de cúpulas y torres.
La catedral, fue bombardeada por los napoleónicos durante el segundo sitio de Zaragoza, en Diciembre de 1.808, durante la guerra de independencia, para minar la moral del pueblo zaragozano, que resistía con vigor el asedio del “pequeño cabo”. El bombardeo del sagrado edificio no fue casualidad, ya por aquella época, el tempo gozaba de gran popularidad en la ciudad, siendo el bombardeo una maniobra Francesa para minar la moral de la población resistente. Además, el edificio, durante la contienda se utilizó como refugio de miles de zaragozanos. Todavía hoy se encuentran marcas de cañonazos franceses sobre su fachada. Tras expulsar al invasor francés, la catedral se convirtió no sólo en un importantísimo icono religioso, sino de un incipiente sentimiento nacional, creciendo en relevancia e importancia, como símbolo nacional y religioso cuyo eco alcanza nuestros días.
Tras la devastación de la guerra, se prosiguieron los trabajos de decoración del templo. Así, en En 1872 se concluyeron las pinturas de los gajos de la cúpula mayor, en la que colaboraron los más importantes pintores aragoneses de su tiempo. Montañés elaboró una Coronación de la Virgen; Marcelino de Unceta pintó otros tantos temas, entre los que destacan los Mártires aragoneses ,Santiago y los convertidos y los Innumerables mártires de Zaragoza; León Abadías hizo lo propio con su Santas aragonesas y Primeros Santos del Nuevo Testamento.
En ese mismo año 1872, el arzobispo de Santiago, monseñor García Cuesta consagró la catedral en una solemne ceremonia en la que participaron más de cien mil peregrinos, fecha en la que se conviene que se terminó el templo
Cabe decir, que en aquel momento, la inmensa fábrica sólo contaba con una de sus cuatro torres características, la de Santiago, situada en el lado oeste de la fachada principal, en honor a Santiago, patrón de la hispanidad y protagonista de la leyenda de la columna. La segunda torre, llamada Nuestra Señora del Pilar, fue terminada en 1.907.
Nada más estallar el conflicto fratricida Español, en la madrugada del tres de agosto de 1.936, un bombardero Fokker F-VII del ejército republicano español, efectuó una descarga de cuatro bombas sobre la ciudad de ciudad; Esta vez, el templo sagrado tampoco iba a librarse de una nueva guerra. Dos de estas bombas cayeron sobre el templo; Una de ellas atravesó el techo del templo y la última cayó sobre el mismo marco del coreto.
Por fortuna, ninguna de las bombas estalló, hecho que tanto el bando nacional como la población zaragozana atribuyeron a un milagro de la Virgen.
En 1.944 se convocó una limosna popular para reformar la fachada sur que gozó de un excepcional éxito. El arquitecto Teodoro Ríos fue el arquitecto principal y el proyecto se finalizó en 1.950.
El papa Pío XII le otorgó el título de Basílica el 24 de Junio de 1.948.
Las últimas torres, que completan el edificio tal y como lo podemos contemplar en la actualidad, datan de 1.949, finalizando la primera en 1.959 y 1.961, levantando 96 m de altura. Se conocen como la torre San Francisco de Borja y Santa Leonor, en honor a sus benefactores.
Cabe mencionar que actualmente, se ha instalado un ascensor en la torre de Santa Leonor, de manera que se puede disfrutar de una excelente panorámica de la ciudad de Zaragoza desde ahí.
Por último, en 1.969 se inauguró la escultura La venida de la Virgen de Pablo Serrano alineada con el piñón de la nave del crucero, flanqueado por columnas dobles entre las que se sitúan nichos con flamencos y que queda alineada con la calle Alfonso, desde la que se puede contemplar en cualquier punto de la calle.
Con sus más de cinco millones de visitas al año, el Pilar es, hoy en día, el monumento nacional más visitado en España, por delante de otros de gran belleza e importancia como son la Sagrada Familia en Barcelona ( 3,7 millones de visitas al año) o el museo Reina Sofía en Madrid ( 3,2 millones de visitas al año). Representa la imagen iconográfica de Zaragoza por excelencia y es el mayor reclamo turístico de la ciudad.
Por otro lado, la basílica queda incluida dentro de la Ruta mariana. Basado en la antigua ruta de peregrinación Pilar-Torreciudad-Lourdes. La ruta mariana ofrece al viajero y peregrino una experiencia única que tiene como guía los templos dedicados a la Virgen María. Esta iniciativa une turismo, cultura y espiritualidad, siendo una opción muy recomendable para disfrutar de unos días de paz y recogimiento.
Para completar la visita, se puede visitar el museo Pilarista, situado en el interior del templo, en el que se puede contemplar la majestuosa selección de mantos que luce la Virgen del Pilar, así como la colección de joyas entregadas a la Virgen como ofrenda desde el siglo XVI. Además, la basílica del Pilar es desde 2.007 uno de los doce tesoros de España, entre los que se encuentran 9 monumentos arquitectónicos, 2 parajes naturales y uno pictórico, lo que la convierte, en el monumento mariano más importante de mundo y un icono inseparable tanto para la cultura hispánica, como para la identidad de los zaragozanos y aragoneses.
Jaime Sogas