El objetivo de este artículo es demostrar como (tras las reclamaciones que ya desde el siglo XVIII habían hecho los terratenientes criollos solicitando de España ciertos cambios políticos y económicos en beneficio de la isla de Cuba), un grupo concreto de intelectuales blancos radicados en La Habana, siguiendo esa inquietud de sus antecesores logró gestar en la tercera década del siglo XIX en Cuba una corriente de pensamiento de tipo reformista que iba a hacer tambalear las bases del régimen establecido por España. El ánimo de estos pensadores era preservar con su discurso político en la isla dos ingredientes de difícil ensamblaje: la emoción del incipiente patriotismo y los anhelos de libertad. Entre las peticiones de este grupo de intelectuales criollos blancos estaba la posibilidad de que los habitantes de la isla pudiesen ocupar cargos públicos al igual que los peninsulares y que pudieran participar de algún modo en la toma de las decisiones políticas que afectaban a España. En la isla había una dicotomía, por un lado empezaban a darse a conocer las luces reformistas de la Ilustración a través de los periódicos, las tertulias y las sociedades patrióticas, y por otro nadie podía ocultar la trágica realidad de la esclavitud: la silueta retrógrada e “infame” de los barcos de esclavos en sus costas, el aumento de la población negra en la isla y las pésimas condiciones en las que vivían los esclavos que trabajaban en el campo.
Aunque los reformistas rechazaban a priori cualquier forma de lucha violenta contra la metrópoli, la actitud hostil del gobierno, por ser éste contrario a su participación en la toma de decisiones ― entre otras cosas por la segregación racial existente en la isla― les condujo inexorablemente a caldear los ánimos de segregación de la provincia insular de la península en La Habana y en las villas de alrededor, con agentes repartidos por toda la isla ayudados por los ingleses bajo la promesa de conceder la libertad a los esclavos.
Los intelectuales criollos entre los que se encontraban Domingo del Monte, José Luz y Caballero y José Antonio Saco comienzan a generar en sus tertulias, cartas privadas y círculos de influencia ― a pesar de la censura existente ― una corriente de pensamiento separatista y divergente con respecto al régimen de Capitanía General instaurado por España. Estos pensadores reformistas, con el único ánimo de defender su incipiente identidad nacional cubana, buscan impulsar entre los blancos criollos la conciencia de una nueva nación emergente poderosa que debe custodiar y defender sus principales fuentes de riqueza y su propia identidad como nación. Ellos se consideran abolicionistas, pues mientras persista en la isla la esclavitud sobrevivira la amenaza de una revolución como la que sucedió en Haití en 1791. Hacia el año 1838 los cónsules británicos se convierten en colaboracionistas de los intelectuales pues se muestran firmes partidarios de abolir la esclavitud y apoyan las reformas que éstos solicitan a España y que pasan por poner fin a la trata de manera abrupta, como una manera de preservar a la isla del peligro de convertirse en una república africana sin control.
Con el tiempo y hacia 1850 se generan dos corrientes claras en la isla: la de los reformistas y la de los anexionistas. La posibilidad de anexionar Cuba y Puerto Rico está presente en todas las Administraciones estadounidenses que ya habían mostrado su deseo de anexionar Cuba desde los inicios de siglo. Sin embargo, durante la década de los veinte y los treinta, por la oposición de Inglaterra y Francia y el temor a una sublevación de esclavos ― que podía hacer de Cuba otro Haití ― con el peligro de extenderse a los Estados esclavistas norteamericanos, llevaron a las sucesivas administraciones norteamericanas a aceptar que la isla se mantuviera más tiempo bajo el dominio español hasta que las circunstancias exigieran otra cosa. “Si Cuba fuera una de las muchas islas que por su pequeñez, esterilidad e insuficiencia jamás pudiese figurar en el mapa geográfico sin atender el pasado ni el futuro y consultando ciertas ideas e intereses yo sería el primero en pedir su agregación a los Estados Unidos, pero una isla que es de las más grandes del globo y que encierra tantos elementos de poder y de grandeza es una isla que puede tener un brillante porvenir”,dirá José Antonio Saco, uno de los intelectuales más influyentes dirá, desde el exilio en 1837, al no resultar electo diputado y convertirse en un personaje incómodo para las autoridades, pues era una de las principales personalidades del país.
El punto álgido del enfrentamiento entre españoles peninsulares y criollos reformistas se produce a raíz de la mencionada expulsión de Saco y de otros dos diputados de Cuba y Puerto Rico de toda posibilidad de representación en las Cortes españolas en 1837. La exclusión de los tres diputados cubanos constituyó un giro importante en las conciencias de los terratenientes cubanos que empezaron a ver con escepticismo la posibilidad de que la metrópoli concediese reformas que a medio y largo plazo les favorecieran e hizo que cobrara cada vez más fuerza la corriente de anexión a los Estados Unidos y por último la posibilidad de los propios criollos de luchar por la independencia de la isla. Las autoridades en Cuba tenían puntual conocimiento de los movimientos reformistas-separatistas organizados dentro y fuera de la isla, y extremaban la vigilancia y las cautelas. En ese ambiente de tensión se incrementan las diferencias entre los peninsulares y los criollos, partidarios del antiguo y del nuevo régimen y de diferentes estructuras de poder.
Los elementos de poder y grandeza diferenciadores eran las propiedades agrícolas ― ingenios, cafetales, vegas de tabaco, verdaderas riquezas de la isla ― explotadas por los dueños de los ingenios, los mayorales y las dotaciones de esclavos de la clase terrateniente. Toda aquella maquinaria reformista era el deseo de muchos criollos que se pusiera en funcionamiento, con cuidado de no perjudicar los intereses económicos, políticos, culturales y sociales de la clase terrateniente, la denominada sacarocracia criolla, la cual tenía un derecho de propiedad adquirido y afianzado sobre los esclavos.
El único interés de este grupo de intelectuales criollos blancos consistirá en intentar aunar reformas, preservar su identidad patriótica y salvaguardar el nombre de su patria chica mientras el Gobierno de Miguel Tacón ya en 1838 quiso erradicar en la isla cualquier vestigio de pensamiento liberal y de movimientos independentistas. El analfabetismo en Cuba era todavía de un 70 por ciento de la población, a pesar del incipiente acceso a la información a principios de siglo y los periódicos del que disponían en la isla, lo cual ampliaba la brecha de conocimiento entre blancos y negros.
Para difundir sus ideas los principales pensadores de la isla contarán en sus propósitos reformistas con el apoyo de los abolicionistas extranjeros, personificados en la figura de los emisarios ingleses enviados a la isla por el gobierno de su país como fueron Richard R. Madden y David Turnbull, junto con agentes negros libres como Miguel Flores o Luis Jigaut. Su cometido era claro: presionar a España con su presencia para que cumpliera de una vez por todas los tratados suscritos con Inglaterra que obligaban a poner fin a la esclavitud en las colonias. Pero tanto los intelectuales criollos blancos que propugnaban la supresión de la trata, como fueron Saco y Del Monte, ni los emisarios ingleses sopesaron entonces el alcance social y las consecuencias político-económicas que dicha corriente reformista ― contraria a la política colonial de la metrópoli ― tendría en Cuba un trágico final.
Aquella disconformidad con el régimen de Capitanía General de un sector aventajado de la sociedad agitó poco a poco las bases de la opinión pública en los habitantes de la isla y acrecentó las ansias de libertad entre los hombres negros libres y mulatos que ayudarían a transmitir a los esclavos. Hasta entonces no se habían cuestionado los principios y leyes que regían en la península y que tenían aplicación en sus dominios, pero tras las insurrecciones de las dotaciones de esclavos de 1843 ― auspiciadas por esas ansias de independencia y libertad ― se empieza a ver con preocupación desde estos círculos de intelectuales ― faltos de representación política ― el aumento de la población negra en la isla y la violencia por su propia corriente de pensamiento engendrada bajo la promesa de libertad. Una sucesión de lo que parecían levantamientos aislados de los esclavos negros de las dotaciones de los ingenios, acabó con la tranquilidad social y tuvo trágicas consecuencias en los campos y fue propiciando todo el siguiente año la condena de sus dirigentes a la supuesta y famosa Conspiración de la Escalera en 1844. Era una supuesta represalia de los blancos contra los intentos de sublevación de los negros bajo el mandato del general Leopoldo O´Donnell, el cual no dudó en establecer la Comisión Ejecutiva Militar permanente y tomar firmes represalias contra todos aquellos que se oponían al régimen de facultades omnímodas formado por España como el único modo de permanecer en situación de dominio.
Aquellas disidencias con el orden establecido acentuarían la necesidad en muchos criollos de querer acabar con aquella opresión de los capitanes generales, desvincularse de una vez por todas de la metrópoli y luchar por nuevas vías como la anexión a los Estados Unidos o la independencia. La anexión era un modo de hacer sobrevivir el régimen esclavista en las tierras y de mantener la estructura social que conformaba la sociedad cubana; pero iría en contra su propia nacionalidad pues pasarían a pertenecer a la nación estadoundense.
La búsqueda de la propia identidad nacional cubana ― en proceso de maduración frente a los intereses económicos y el modo de vida de las clases dominantes del Norte americano ―y por ende la lucha por la futura independencia eran ya a principios de la década de los cincuenta imparables en lo que consideraban la única salida en la defensa y el amor a la Patria. Dirá Saco tras reafirmarse en su postura anti anexionista: ”He podido soportar mi existencia siendo extranjero en el extranjero, pero vivir extranjero en mi propia tierra sería para mí el más terrible sacrificio”.
Todavía tendría que padecer una crisis definitiva el régimen político instaurado por España en la década de los sesenta y negarle la península toda vía de entendimiento a los reformistas ― como el único modo de preservar los dominios en las Antillas de la Madre Patria ― para que se produjesen los elementos que propiciasen la verdadera revolución con el estallido de Yara, preludio de lo que luego sería la ambicionada independencia por algunos finalmente lograda en 1898.
Inés Ceballos
No dudo de los hechos relatados. Pero: ¿Quién mecía la cuna? ¿Quién financiaba y alentaba a los criollos contra España? ¿Qué participación tuvo la Masonería Anglosajona en los hechos?
Desgraciadamente, es mi opinión, Cuba está pagando el haber ido de la mano de la Masonería.
Francisco Iglesias
Quien primero meció la cuna fue sir Richard Madden en 1838, el cual aprovechó sus contactos con la élite criolla -concretamente con Domingo del Monte- para con su beneplácito denunciar en Europa el maltrato a los esclavos en Cuba. Ese apoyo de los anglosajones se materializa después en la figura de su sucesor, David Turnbull. El nuevo cónsul al que nombran socio corresponsal de la Sociedad Económica será una figura polémica. Tras agitar las bases de la sociedad a través de sus visitas a los ingenios y la intermediación de agentes secretos en los campos, etc, serán muchos los que ya le recriminan a estos emisarios anglosajones su papel mediador en los conflictos entre blancos y negros con la consecuente tragedia encarnizada en 1844. Tras la Conspiración de la Escalera la élite criolla se arrepiente de las consecuencias de esta mediación, pero gracias a su intervención elude toda responsabilidad en el proceso abolicionista.
Muchas gracias por este magnifico reporte,
que detalla con acertados comentarios,
el ciclo inicial del desarrollo de
nuestra querida patria: Cuba.
Hoy, nosotros cubanos estamos pendientes de
un cambio que brinde el regreso del orden,
y justicia; por la que nuestros libertadores
!lucharon y entregaron sus vidas!
Hugo A Castro
Estimado Hugo:
Gracias a usted por dedicarle tiempo a mi artículo. Ojalá como bien dice usted puedan los cubanos recuperar algún día tantas ilusiones desvanecidas en el tiempo, reforzar todos unidos su identidad como nación y sentirse orgullosos de los lazos que les unen al pueblo español.