Durante el siglo XVII, el castellano ibérico, se había convertido en el idioma imperial que se hablaba en cuatro continentes. Había evolucionado y había pasado de una lengua europea a otra mundial. Cualquiera que pretenda leer un documento contemporáneo original de la época de los Reyes Católicos y Carlos I, se dará cuenta del fuerte cambio que había tenido nuestro idioma. Fueron varios los ilustrados que se dieron cuenta la importancia de fijar reglas y conceptos para evitar que la evolución derivara en un galimatías como sucedió con la evolución del latín.
La institución fue fundada por Juan Manuel Fernandez Pacheco, marqués de Villena y duque de Escalona, que inicio sus actividades en 1713 sin apoyo oficial y corriendo los gastos a su costa.
El 3 de octubre de 1714 por Real Cédula de Felipe V, se aprobó su creación y la acogió bajo su “amparo y Real Protección”. Lo que significaba que los académicos gozaban de los mismos privilegios que la servidumbre de la Casa Real, aunque no se fijaba retribución alguna.
El objetivo, como el lema de su emblema, era “fijar las voces y vocablos de la lengua castellana en su mayor propiedad, elegancia y pureza”, o sea consolidar el idioma en el estado de plenitud que habia alcanzado durante el siglo XVI y XVII. Existían los precedentes de la Accademia della Crusca italiana (1582) y de la Academia Francesa (1635). De ellos se tomaron los principios fundamentales, objetivos y funcionamiento y como se indicó anteriormente, las primeras sesiones se produjeron en la propia casa del marqués de Villena y los gastos corrieron a costa de su erario.
No fue hasta 1723, que Fernando VI concedió a la RAE 60.000 reales anuales de renta con el objetivo de financiar sus publicaciones y dio licencia para publicar sin censura previa. En 1726, se publica el primer volumen del gran diccionario de la época (el Diccionario de autoridades) y, en 1741, el de ortografía. Y después, en 1771, una gramática.
En 1784, se produjo otro hito en la institución. Maria Isidra de Guzmán y de la Cerda, primera doctora por la Universidad de Alcalá, fue admitida como académica honoraria. Aunque su actividad se limitó a dar su discurso de agradecimiento, no hay duda que marcó un hito en Europa.
Tras la independencia de los países americanos, la institución sufrió una crisis de identidad y hubieron algunos países, entre los recién creados, que tuvieron la tentación de crear instituciones independientes, sin embargo, rápidamente la Real Academia Española promovió el nacimiento de academias correspondientes en cada una de las jóvenes repúblicas hispanoamericanas. Esta decisión estuvo motivada por la idea central del movimiento llamado panhispanismo o hispanoamericanismo, según la cual los ciudadanos de todas las naciones de matriz española tienen por patria común una misma lengua (el español) y comparten el patrimonio de una misma literatura.
El proceso de consolidación de academias, culminó en Méjico en 1951 con la creación de la ASALE, institución que agrupa a 23 academias nacionales de todo el mundo, con igual rango y condiciones que la RAE
La ASALE es un órgano de colaboración de todas las academias basadas en el idioma español y con el objetivo común de promoción lingüística panhispánica. El único modelo similar es el de las 14 academias de lengua árabe, pero incluso en este caso no existe un órgano supremo de coordinación.
A algunos les parecerá poco, pero creemos que una institución puesta en marcha por un filántropo a su costa, con el objetivo de servicio publico y que se mantenga después de 300 años y multitud de vicisitudes económicas y políticas, significa alcanzar un hito difícil de igualar.
Manuel de Francisco Fabre
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