JUAN MARCH ORDINAS, BANQUERO FUNDADOR

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La Banca March es un banco español de propiedad familiar, fundado en el año 1926 por Juan March Ordinas, se instaló oficialmente en el 17 de la calle San Miguel de Palma (Islas Baleares). En un principio, el área de influencia del banco se limitó al ámbito mallorquín para progresivamente a lo largo del siglo XX extenderse y alcanzar el liderazgo como banco independiente en todas las Islas Baleares. El objetivo fundamental fue financiar una parte de las actividades empresariales de su fundador. En 1974 iniciaba su expansión en la península y en 1989 comienza una significativa implantación en Canarias y en la actualidad, mantiene su sede en Palma.

EL PERSONAJE

Juan March Ordinas nació en una de las empinadas calles del pueblo de Santa Margarita (Mallorca), la de La Salle, el 4 de octubre de 1880, procedente de una familia campesina con pocos recursos, en la que su padre era un tratante de ganado porcino. Estudió comercio en el colegio franciscano del Pont d’Inca, gracias al empeño de su padre por darle una educación, pero fue expulsado de la escuela. Es conocido también por el pseudónimo de En Verga, que alude a la vara con la que su familia acarreaba los cerdos de la localidad de Santa Margarita.

En Verga despuntó desde niño en este pueblo por su capacidad innata para sacarle partido a todo cuanto se cruzara a su paso. Vendía a los chicos más mayores caladas de cigarrillos a razón de cinco céntimos cada una y comerciaba con cuanto caía en sus manos, ya fueran hilos, clavos o botones, desarrollando una facilidad deslumbrante por las matemáticas y revelando una capacidad innata para ganar dinero.

Ya mayor de edad, se dedicó primero a la trata de cerdos, igual que su progenitor, lo que le aportó un pequeño capital con el que compró amplios terrenos de poco valor en la isla de Mallorca. Dividió esos terrenos en pequeñas parcelas y las vendió a pequeños campesinos, deseosos de tener tierras propias aunque fuesen de que pequeño tamaño. Se alió pronto con una de las familias más importantes de Santa Margarita, los Garau, Rafael en especial, que fueron los primeros que se atrevieron a cruzar el charco que separa Mallorca del continente africano en busca de la preciada mercancía que introducirían durante décadas en la isla con una audacia que asombró a todos sus paisanos, y así comenzó a ejercer con ellos la actividad más lucrativa de cuantas se desarrollaban en Baleares en esa época: el contrabando, una industria tradicional de los hombres de mar, adquiriendo productos en África y Gibraltar que más tarde eran vendidos en la costa valenciana.

Desde un principio March y Garau marcaron las distancias entre ellos y se dividieron las áreas del negocio, prueba de la desconfianza que se profesaban mutuamente. Pero todo cambió la noche del 29 de septiembre de 1916 en el Camino del Grao, en Valencia. Aquel día, Rafael Garau, uno de los jóvenes más codiciados por las féminas del pueblo, el playboy de la Santa Margalida de principios de siglo, caía desplomado con la mirada perdida después de que dieciséis puñaladas cosieran su cuerpo acabando con su vida y cuyas últimas palabras de Garau, «m’han mort; mals amics” (me han matado, malos amigos), escuchadas por un testigo presencial.

Inmediatamente ganó enteros la posibilidad de que el móvil del crimen se escondiera detrás de los devaneos amorosos de este galán de principios del siglo con doña Leonor Servera Melis, la mismísima esposa de Juan March Ordinas. No hubo forma humana de esclarecer el asunto. En Santa Margarita se dice que Garau era el amante de la mujer de March y que por eso lo mataron. El hecho de que lo asesinaran y de que March pudiera estar detrás levantó un odio hacia él que le llevó a no volver a pisar Santa Margalida.

Juan March Ordinas vivió con su esposa Leonor Servera en la que todavía hoy es una de las casas más importantes del pueblo de Santa Margarita hasta que huyó dejando el inmueble en el mismo estado en el que se encuentra hoy. Esta casa fue el regalo de bodas de su padre Juan March Estelrich a los recién casados, y el hogar de los desposados en donde nacieron sus dos hijos, Juan March Servera en 1906 (sustituyó a su padre al frente del grupo March) y Bartolomé March Servera en 1917. March abandonó su pueblo señalado por todos sus vecinos, dejó las llaves puestas y sus pertenencias intactas, pero juró venganza y lanzó una advertencia premonitoria: «Volveré cuando sea el hombre más rico del mundo». Y en ello empleó el resto de su vida.

Al comprar en Argelia en 1906 parte de una fábrica de tabaco se dedicó a la producción de tabaco, obteniendo en el 1911 de la Compañía Internacional de Tabacos de Marruecos, de capital francés, el monopolio del comercio de tabaco en todo Marruecos, incluido el español. Intervino en la producción de electricidad en Baleares, donde también se hizo con acciones de la Compañía de Tranvías de Palma de Mallorca y Canarias. Con los beneficios obtenidos compró terrenos de la antigua y arruinada aristocracia mallorquina.

Durante la Primera Guerra Mundial, las actividades y la fortuna de Juan March crecieron como la espuma. Su flota de barcos y su red de contactos por toda la costa mediterránea se beneficiaron de la neutralidad española, y le permitieron aprovechar las dificultades de abastecimiento de los países en guerra para hacer negocios con unos y con otros. Los servicios secretos británicos, con quienes colaboró, le defendieron siempre frente a las reticencias de los franceses, que sospechaban de sus relaciones con los alemanes. Durante aquellos años, la fama de Juan March llegó hasta el Senado español, donde se le mencionó como aquel “gran empresario que vivía en Mallorca y que inundaba de tabaco de contrabando las costas españolas”.

En 1915 se vio involucrado en un incidente internacional, al dar suministros a los submarinos austriacos que operaban en el Mediterráneo occidental, resguardados en la isla de Cabrera frente a s’Avall, finca de su propiedad en la costa de Mallorca. Ello costó, a instancias del Primer Lord del Almirantazgo británico Winston Churchill, la expropiación inmediata de la isla a los propietarios por parte del ramo español de Guerra y que nunca la recuperaran.

En 1916 creó la Compañía Transmediterránea, que con un capital inicial de cien millones de pesetas integraba varias navieras, y controlaba las comunicaciones entre Baleares y Marruecos y el tráfico de cabotaje en Levante. En 1918, con gran escándalo entre las clases pudientes mallorquinas, se hizo con la compañía naviera más importante de la isla, La Isleña, y en 1921 fue fundador e impulsor del periódico liberal El Día.

En abril de 1923 fue elegido diputado a Cortes por Mallorca (adscrito a Izquierda Liberal, de Santiago Alba), obteniendo más votos que Antonio Maura; no obstante, en septiembre del mismo año el general Primo de Rivera recibió el encargo de Alfonso XIII de formar gobierno, quedando en suspenso las Cortes. Tanto Alba como March fueron perseguidos, y ambos tuvieron que huir temporalmente a Francia; March regresó en un mes a Madrid para defenderse al tiempo que ofrecía sus servicios al dictador, que acabaron por ser aceptados.

Habiendo conseguido la protección del dictador Miguel Primo de Rivera, en 1926 fundó la Banca March con el objetivo de financiar una parte de sus actividades empresariales. En las actividades denominadas negocios de guerra y además del avituallamiento de submarinos cabe destacar la venta de miles de fusiles Mauser 98 y millones de cartuchos (7,92 x 57) al cabecilla Abd el-Krim, que en el norte de Marruecos acosaba al ejército español. La entrega se hizo con los fusiles desprovistos de aguja percutor, almacenadas estas en una gabarra que no se liberó hasta que el pago acordado fue satisfecho y los intervinientes se encontraron a salvo.

Como consecuencia de todas estas actuaciones, Francesc Cambó dijo de él que era «el último pirata del Mediterráneo». En 1930 un Comité Revolucionario pidió a Juan March ayuda económica para derribar la monarquía y sustituirla por la República, ofreciéndole a cambio respetar sus negocios una vez hubieran triunfado; March no aceptó.

Al establecerse la Segunda República en 1931, fue detenido, siendo acusado de colaboración con la dictadura y contrabando. Retenido únicamente en su domicilio, pues poseía inmunidad por su elección como diputado en 1923, se hizo cargo personalmente de su defensa. Las investigaciones sobre el origen de su fortuna duraron un año y finalmente, tras un brillante discurso de Jaime Carner en el que dijo «O la República somete a March, o él someterá a la República», fue encarcelado en junio de 1932 en la Cárcel Modelo de Madrid sin que se hubiese definido su culpa.

En 1933 fue trasladado a la cárcel de Alcalá de Henares, desde donde batalló por abandonar la prisión: compró los periódicos de Madrid Luz, El Sol y La Voz, hasta entonces pro-azañistas, para criticar al jefe de gobierno de la República. Por fin, el 2 de noviembre de ese año logró la colaboración del jefe del turno de noche y de un guardia para escapar de su encierro, que ya duraba diecisiete meses. A las diez y cuarto, el jefe de servicio, Martín Arnáiz, envió a la Plaza de Cervantes al funcionario del rastrillo, Santiago Fernández, a comprar tabaco y aprovechando su ausencia, Arnáiz salió del brazo de don Juan March a la calle Santo Tomás.

En coche, se dirigió a Gibraltar, donde permaneció unos días para recuperar la salud perdida en la cárcel, antes de marchar a París vía Marsella. Su fuga fue muy comentada en los medios de comunicación de la época, tanto nacionales como internacionales.

GUERRA CIVIL

Desde Biarritz (Francia) asistió a la conspiración militar que iba fraguándose en el verano de 1936 contra la II República; con su aval económico, los sublevados obtuvieron el apoyo de muchos indecisos: el total que March puso a su disposición alcanzó los 600 millones de pesetas. March financió el alquiler del Dragon Rapide, avión que trasladó a Franco desde Canarias a Tetuán, a fin de tomar el mando del Ejército de África y perpetrar el golpe de estado del 18 de julio de 1936. Financió el primer puente aéreo militar de la historia por el que  se trasladaron de África a Sevilla los aviones alemanes Junkers Ju 52. Su financiación del golpe de Estado de 1936 contra el gobierno de la República fue clave para el éxito de los sublevados.

Cabe aquí también citar que su transferencia de recursos a bancos de Roma, junto a los de Manuel Salas y otros acaudalados mallorquines, encaminadas a conseguir aviones y material bélico, dieron sus frutos, y el veintisiete de agosto atracó en la bahía de Palma el Morandi, que llevaba desmontados en sus bodegas, tres cazas Fiat CR-32 y tres hiodroaviones Savoia-51, así como piezas de recambio, bombas y ametralladoras. Los aviones italianos, desde el aeródromo de Son Bonet y del incipiente de Son San Juan, irrumpieron en el frente de Porto Cristo con el fin de frenar el desembarco republicano (agosto-septiembre de 1936) atacando a los invasores, forzando su retirada el 4 de septiembre. Su isla quedaba a salvo.

Tras la guerra civil, March ofreció, jugando a dos barajas, comprar nominalmente la cincuentena de barcos alemanes retenidos en puertos españoles a ingleses y alemanes, sin que ninguno supiese de las negociaciones de March con el otro, para usarlos en su beneficio; los servicios de inteligencia ingleses, pese a tenerlo clasificado como «un facineroso de la peor especie», decidieron contar con él por su anticomunismo; a idéntica conclusión llegaron los alemanes, que no aceptaron su proposición.

Según Robert Solborg, agente estadounidense en Lisboa en 1942, el gobierno británico decidió sobornar a los principales generales de Franco para evitar la entrada de España en la II Guerra Mundial a favor de Alemania, en concreto una treintena. El agente elegido para efectuar el soborno fue March, que se encargó de convencerlos en mayor o menor medida. El Banco de Inglaterra tenía claro que Juan March respondería con su fortuna, en caso de que la operación fracasara y de no ser así, March se quedaría con cinco millones de dólares a modo de comisión.

Además de fundar la Banca March en 1926 creó en 1955 la Fundación Juan March a imitación de la Fundación Rockefeller y la Fundación Carnegie, una institución familiar y patrimonial con la misión de fomentar la cultura en España sin otro compromiso que la calidad de su oferta y el beneficio de la comunidad a la que sirve. Fue durante dos décadas una fundación de becas. En la actualidad la Fundación organiza exposiciones y ciclos de conciertos y de conferencias. Su sede en Madrid alberga una Biblioteca y Centro de Apoyo a la Investigación especializada en arte, música y teatro español contemporáneos.

Es titular del Museo de Arte Abstracto Español, de Cuenca, y del Museu Fundación Juan March, de Palma de Mallorca. Promueve la investigación científica a través del Instituto mixto Carlos III / Juan March de Ciencias Sociales, de la Universidad Carlos III de Madrid.

Juan March, empresario y financiero, fue considerado como uno de los más influyentes del siglo XX y la séptima fortuna del mundo. Murió el 10 de marzo de 1962, a los 81 años de edad, de las heridas sufridas en un accidente de automóvil sucedido dos semanas antes, el 25 de febrero de 1962, en Las Rozas (Madrid).

Enterrado en un panteón que él había mandado construir en Palma de Mallorca, fue objeto de un homenaje por personalidades del mundo de la cultura, entre ellos los directores de las reales academias, como Ramón Menéndez Pidal (entonces Director de la Real Academia Española).

«Si robas un pan, te llamarán ladrón. Si robas un millón, te dirán estafador. Pero si robas cientos de millones, te llamarán magnate y se arrodillarán ante ti». Juan March.

Jaime Mascaró Munar

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