Jorge Juan y Santacilia, nació en Novelda, Alicante, el 5 de enero de 1713, y cualquier buscador en internet os dirá enseguida que fue un eminente marino, ingeniero naval y científico, lo que pocos os dirán de entrada, es que además fue un espía muy competente.
Quedó huérfano muy joven y a cargo de un pariente que pertenecía a la Orden de Malta, esto hizo que su educación temprana fuera en el seno de dicha Orden y que con solo 16 años hubiera completado las cuatro preceptivas “caravanas” embarcado en las galeras de la Orden, que partían de Malta y obtuviera el derecho a llevar el hábito de la Orden.
Regresó a España y entró en la Real Compañía de Guardias Marinas de Cádiz. A partir de este momento alternó sus estudios teóricos con cuatro campañas en el Mediterráneo, hasta que en 1734 fue elegido para participar en la expedición científica que debía ir al virreinato del Perú y efectuar mediciones que permitieran cifrar la longitud de un grado de un arco de meridiano por debajo de la línea del Ecuador.
Esta expedición estaba patrocinada por la Academia de Ciencias de Paris y formaba parte de un plan internacional cuyo objetivo era determinar la forma detallada del globo terrestre y demostrar la teoría que postulaba que la Tierra era achatada por los polos. Se trataba de medir el arco de la Tierra en dos puntos alejados, uno en Laponia, relativamente fácil de acceder y otro al sur del Ecuador, esto bastante más difícil.
La Academia solicitó permiso al Rey de España, para poder efectuar los trabajos en su territorio y este accedió con la condición de que participaran dos españoles. Esta fue la razón por la cual Jorge Juan y Antonio de Ulloa, estuvieron colaborando, hasta 1744, con los científicos internacionales y lo que dio después a Jorge los contactos y capacidades para desenvolverse en el ámbito internacional.
A su vuelta a la Península, el poderoso Marqués de la Ensenada, diseñó un plan de reformas navales, enviando a Jorge a Londres en 1748. No fue hecho a la ligera, todo estaba preparado, incluyendo una identidad falsa y un sistema de cifrado de mensajes, para poder comunicarse con seguridad con Madrid.
En poco tiempo consiguió introducirse en las altas esferas británicas, llegando a compartir mantel con el Primer Ministro John Russell, duque de Bedford. Copió planos de construcción de partes esenciales de los navíos británicos, maquinas de vapor, sistemas de trabajo, organización de astilleros y dársenas, así como adquirió y envió a Madrid, material científico que estaba clasificado como secreto en Gran Bretaña. No se contentó con todo eso sino también consiguió contratar a técnicos ingleses, para que se trasladaran a España con sus familias para que colaboraran en las dársenas de la Corona.
Finalmente sus actividades fueron descubiertas y el mismo John Rusell ordenó su detención. Jorge Juan fue más rápido y pudo cruzar el Canal de la Mancha acompañado por sus más estrechos colaboradores. Siempre atento a cualquier cosa que despertara su curiosidad, aprovechó su estancia en Francia para viajar a Paris, donde también hizo un buen botín de informaciones científicas que pudieran ayudar a los técnicos españoles. Cuando consiguió regresar a España, sus méritos fueron reconocidos con su ascenso a capitán de navío, pero lo principal es que el Marques de la Ensenada le dio poderes para organizar la dirección de los arsenales y la renovación, o mejor dicho, la reconstrucción de la Armada de la época.
Entre 1751 y 1754 estuvo destinado en El Ferrol, donde implantó métodos que los historiadores han calificado de “británicos”, cuando en el fondo eran técnicas sacadas de toda Europa y mejoradas en muchos aspectos. Uno de sus logros fue la construcción simultánea de 12 navíos de entre 60 y 70 cañones, 1500 toneladas, 50 metros de largo y 13 de ancho. Fue la serie nominada como de “los doce apóstoles”. Nunca jamás se había conseguido semejante logro en España.
El diseño del nuevo tipo de navío propuesto por Santacilia, propugnaba un tipo de buque más robusto que las series anteriores, que venían del tiempo de Gastañeta, más maniobrables y con mayor velocidad.
Tres años más tarde, le encontramos en Madrid, donde fundó el Real Observatorio por encargo de Carlos III. Simultáneamente propuso la creación de otro observatorio en la Academia de Guardias Marinas de Cádiz, idea que terminó en la fundación del Real Observatorio de la Armada en San Fernando (Cádiz).
En 1760, como jefe de escuadra de la Armada Real, inició un nuevo ciclo en su vida, que culminó en 1767 como Embajador Extraordinario de Su Majestad en Marruecos. Ahí, de nuevo, su experiencia en el ámbito internacional y sus dotes de organización de redes de espionaje, llevaron a la firma de un tratado que recogían todos los puntos ambicionados por la diplomacia española.
Su éxito, llevó al rey a honrarle con la dirección del Seminario de Nobles de Madrid. Pero su salud estaba resentida por su agitada vida y por las diversas enfermedades que había sufrido y finalmente murió este mismo año en Madrid.
Nuestro respetuoso recuerdo a nuestro compatriota, marino valeroso, científico avanzado, gran organizador y eficaz espía.
Manuel de Francisco Fabre
https://es.wikipedia.org/wiki/Jorge_Juan
Magnifico articulo sobre Jorge Juan.