Es bien conocida la extraordinaria labor evangelizadora realizada por san Junípero Serra, , con la fundación en la Alta California, Arizona y Texas, ayudado por sus hermanos franciscanos, de 21 misiones, algunas de ellas origen de grandes ciudades como Los Ángeles, San Francisco o Sacramento, entre otras. Una labor que ahora cuestiona el nuevo movimiento marxista – indigenista, que alimentado por la Leyenda Negra antiespañola, lanza sombras sobre aquel episodio de nuestra Historia en común.
Pero antes de cruzar el Río Bravo y lanzarse a la evangelización del Suroeste de lo que hoy son los Estados Unidos, Miguel José Serra y Ferrer — antes de adoptar su nombre religioso — acometió una tarea no menos extraordinaria. Emprendió la cristianización del territorio mexicano de Sierra Gorda, que el mismo Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, INAH, considera harto complicado por su difícil orografía. Un territorio cuyos habitantes, además, tras doscientos años de la arribada de los españoles a Mesoamérica, aún se resistían a aceptar la fe de Cristo.
San Junípero Serra no se arredra ante tan difícil tarea, emprendiendo una misión que le llevaría a recorrer entre México y, luego el norte de la Nueva España, cuando los franciscanos sustituyan a los jesuitas tras su expulsión en aquellas tierras, a recorrer más de 4.400 kilómetros, con la dificultad añadida de tener una pierna ulcerada, por una herida mal curada.
En Sierra Gorda, del estado mexicano de Querétaro, inicia un modelo misional que luego trasladará a los territorios al suroeste de los Estados Unidos, entonces pertenecientes al Virreinato de la Nueva España. Se trata de aprender el idioma nativo, luego de proveer de comida a los naturales del lugar; así como de enseñarles artes y oficios para poder valerse por sí mismos, y solo en último lugar, hablarles de Cristo para lograr, sin forzarles, su conversión. El misionero les predicó amor, consiguiendo convertir sus corazones.
La particularidad de las cinco misiones que se fundaron, entre 1.750 y 1.760 ― siguiendo las instrucciones del santo mallorquín ― en la mexicana Sierra Gorda es que las iglesias fueron construidas voluntariamente por los indios, quienes dejaron el sello de su cultura y tradiciones en sus diversos elementos, incluidos retablos, fachadas o esculturas. Un rasgo particular de estas iglesias son sus puertas decoradas, con una función claramente catequizante, en un estilo “barroco mestizo”. De hecho, las cinco se inscriben en el extraordinario Barroco mexicano, y son reconocidas por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
La primera de las misiones fue la de Santiago de Jalpan, dedicada al Apóstol Santiago. Fray Junípero Serra trabajó junto con los indios en erigir este templo, que luego serviría como modelo para el resto de los construidos por los compañeros del santo. La construcción, que incluye atrio, claustro, portal de peregrinos y una capilla contigua, duró siete años.
La Misión de San Francisco de Asís, del Valle de Tilaco, la mejor conservada de las cinco, especialmente su capilla de las Posas, se construyó entre 1.754 y 1.762, y está consagrada al santo homónimo. La fachada conserva elementos comunes a ambas culturas, como ángeles, maíces y cuatro sirenas con rasgos indígenas.
La Misión de Nuestra Señora de la Luz de Tancoyol debió construirse entre los años 1761 y 1767. Cuenta con un interesante claustro y su fachada, la más elaborada de todas, transmite la misericordia de Dios.
La Misión de San Miguel Concá, la más pequeña de todas, está dedicada a San Miguel Arcángel. Se desconocen con exactitud las fechas de su construcción, pero se cree que pudo estar terminada hacia 1.754.
Por último, la Misión de Santa María de la Purísima Concepción del Agua de Landa, está enclavada a 20 kilómetros de la primera de las misiones, la de Jalpán, y cuenta en su fachada con una escultura de gran belleza.
Jesús Caraballo