“RECUERDA EL MAINE”

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Primera visita oficial de los Reyes de España a Cuba

Hace ahora más de quinientos años de la fundación de la ciudad de La Habana, aniversario que coincidió con la primera visita oficial de los Reyes de España a la isla.

Atrás quedan los años en que la Capitanía General de la Isla de Cuba junto con otros virreinatos pertenecía a la corona española, hasta que en 1898 se hundió el Maine y se produjo el colapso y sobrevino el fin del dominio español en América.

Desde 1838 hasta 1895 el desarrollo económico de la isla de Cuba tropezó con muchos inconvenientes: las leyes estaban encaminadas a proteger el comercio y la marina de España, lo cual dificultaba las relaciones comerciales de Cuba con otros países, por lo que muchos criollos reclamaban reformas.

Desde 1838, agentes abolicionistas internacionales como Richard R. Madden y su sucesor en 1840 David Turnbull con ayuda de un grupo de intelectuales,  presionaban para que se cumplieran los tratados y se pusiera fin a la esclavitud en los territorios de ultramar. La mano de obra esclava fue poco a poco sustituida a finales de la década de los cuarenta por trabajadores libres, muchos de ellos procedentes de China, en lo que denominaban un proceso de colonización blanca, pero la trata y el comercio no serían del todo abolidos en la isla de Cuba hasta 1886. Además, a medida que avanzaba el siglo, la maquinaria de los ingenios se transformaba también debido a los progresos técnicos derivados de la invención de la máquina de vapor: Un grupo de hacendados sembraban la caña y otros, los colonos la molían y producían el azúcar (guarapo) con la ayuda de trapiches de hierro. Esta diversificación ayudó a los grandes propietarios que ya no podían adquirir mano de obra esclava tan fácilmente,  pero a su vez produjo la ruina de millares de ingenios pequeños por endeudamiento y la perdida de posición de muchas familias isleñas.

Mercedes Santa Cruz y Montalvo

Hacia 1861 solo el 16 por ciento de la población cubana sabía leer y escribir. Por primera vez la población blanca aumentaba en mayor proporción a la de color. En la isla se distinguían claramente tres grupos: Los que eran partidarios del sistema de gobierno establecido por España con sus funcionarios peninsulares, súbditos de la corona española, los nuevos criollos que deseaban reformas políticas, económicas y sociales para tener mayor control sobre sus ganancias y propiedades y los que en las nuevas clases emergentes formadas por mestizos y negros libres aspiraban a la independencia de la isla. Estos últimos eran enemigos acérrimos de la esclavitud y de la dominación española en América y fueron los que, con la ayuda de algunos intelectuales formados en el Seminario de San Carlos, encenderían la mecha de las revueltas en los campos, en  lo que luego se denominaría en 1898 “guerra de integridad de la patria”. Los hacendados criollos que aspiraban a un gobierno proporcional a su poderío económico y social y lejos de las facultades omnímodas de los capitanes generales temían también las revoluciones de los esclavos en sus ingenios, pero eran también conscientes de que si desaparecía la mano de obra negra se destruía la principal fuente de ganancias de la isla. Ya la escritora Mercedes Santa Cruz y Montalvo en 1840 defendió “la abolición gradual de la esclavitud sin violencia, ni sacudimientos”.

Hundimiento del Maine

El breve conflicto bélico hispanoamericano ― provocado en primera y última instancia por los Estados Unidos con el hundimiento del Maine― enfrentó a España con aquella potencia vecina de sus posesiones de ultramar y fue resultado de la intromisión planeada de los EE.UU. en la guerra de la Independencia cubana. Los Estados Unidos estaban obsesionados desde hacía años con expandir su área de influencia en el Caribe y no iban a cesar hasta conseguirlo. Muchos generales norteamericanos desde los tiempos de Narciso López habían apoyado las revueltas con sus desembarcos en las costas cubanas a principios de 1850 y 1851. A ello había que añadir que Cuba y Puerto Rico eran unas presas fáciles, por la fuerte crisis de identidad nacional que azotaba a la península, sobre todo desde la revolución de la Gloriosa en 1868, que había puesto fin al reinado de Isabel II. También en la isla afloraba ya con fuerza el concepto de patria chica, fruto de su propia crisis interna por el descrédito de las instituciones heredadas que no supieron adaptarse con rapidez a las peticiones de sus habitantes, ávidos de reformas y cambios favorables a sus intereses isleños.

Cuba había sido antaño la provincia más rica de España, con un fuerte potencial, por su valor económico, agrícola y estratégico, por lo que presidentes estadounidenses habían hecho varias ofertas de compra de la isla, algo que siempre el gobierno español había tenido a bien rechazar, pues iban en contra de su dignidad como nación.

Calixto García

En América los periódicos como el New York Journal se afanaban por excitar a la opinión pública, hacer propaganda cubana y relatar la valentía de los héroes cubanos como Calixto García a los que consideraban auténticos libertadores del pueblo cubano que luchaban por librarse del “yugo del gobierno español”. España quedaba muy lejos para los periodistas americanos, los cuales deseaban fuera visto como un país tiránico, corrupto y analfabeto. Los ciudadanos españoles que eran partidarios dentro y fuera de la isla de Cuba de permanecer a toda costa unidos a España veían, en cambio, en Estados Unidos un país sin tradición militar, sin su propia Historia ni antiguas glorias. Pero la realidad fue que tras tres semanas de invasión estadounidense, Cuba quedó libre del control español y a los españoles les fue arrebatada la victoria en una guerra que los americanos habían provocado ardientemente.

El sentimiento nacional en Cuba afloró en la tertulia del intelectual Domingo del Monte a finales de los 30 y fue ganando adeptos, sobre todo y entre otras cosas, porque se oponía a la trata y el comercio de esclavos si se quería evitar una revolución como la de Haití. La burguesía local crecía mientras España ponía limitaciones al libre intercambio de productos.

General Weyler

Entre 1868 y 1878 había tenido lugar la guerra de los Diez años bajo la dirección de Carlos Manuel de Céspedes. Una segunda sublevación tuvo lugar en 1879: La Guerra Chiquita, en donde se sublevaron de nuevo los rebeldes. El capitán general Weyler recurrió con gran desacierto a la política de reconcentración de los campesinos en reservas vigiladas para aislar a los rebeldes y dejarlos sin suministros, por lo que se dejaron de producir alimentos y bienes agrícolas y murieron 300.000 cubanos aumentando el malestar de la población.

Charles Dwight

El proceso se radicalizó y en La Habana había serios enfrentamientos entre los españolistas y los independentistas. El gobierno estadounidense vio la posibilidad de que España perdiera la posibilidad de controlar la isla y se decidió a intervenir, mandando el acorazado Maine en lo que era una maniobra intimidatoria. El barco entró en el puerto de La Habana sin avisar, algo contrario a las prácticas diplomáticas. El capitán Ramón Blanco parecía que controlaba la situación e incluso se llegó a hacer íntimo amigo del capitán de navío Charles Dwight. Las cosas se complicaron el 15 de febrero de 1898: con la explosión de su propia caldera en las bodegas del Maine, el acorazado norteamericano saltó por los aires, muriendo 254 marineros de 355. Mientras las autoridades españolas estaban celebrando un baile de honor, los americanos enseguida reaccionaron con avidez y dijeron que la explosión había sido externa y provocada, pero los españoles, cuando todo parecía indicar que había sido un accidente. La realidad había sido que fue debida a causas internas, pues entre otras cosas no había peces muertos en el puerto, señal inequívoca de que la deflagración provenía del exterior.

La tesis más respaldada a día de hoy sobre el hundimiento del Maine es la de que el accidente en las bodegas del barco fue aprovechado por los americanos como excusa para encender la mecha entre ambos países y que Estados Unidos declarara la guerra el 25 de abril de 1898 y con la que pretendía liquidar los restos del Imperio español de 400 años.

William Randolph Hearst

Los medios sensacionalistas de William Randolph Hearst convencían a sus lectores de la culpabilidad de España a pesar de las críticas de algunos intelectuales estadounidenses. “Recuerda el Maine” se podía leer en los letreros por las calles de La Habana, donde la bandera estadounidense ondeaba ya por todas partes y los hombres y mujeres paseaban con los colores estadounidenses. EE.UU. aprovechó el conflicto diplomático para generar un ambiente expansionista y exigió la retirada de España de Cuba. España se resistía a replegarse ante el envite estadounidense, pero era demasiado tarde: Cuba estaba rodeada por la flota estadounidense y Cervera no tenía modo de salir indemne con su escuadra de Santiago de Cuba y se veía obligado a aceptar los cañonazos de los buques estadounidenses. La victoria militar, terrestre y marítima de Estados Unidos era completa. Empezaban las negociaciones que serían difíciles y prolongadas a pesar de que las ansias de recobrar la tranquilidad, la paz y la seguridad eran cada vez mayores, sobre todo para los políticos como Sagasta.

Adolfo Jiménez Castellanos

El 1 de enero de 1899 en una ceremonia formal a las doce del mediodía el general español Adolfo Jiménez Castellanos inclinando la cabeza entregó en el Palacio de los Capitanes Generales el mando de la isla al General norteamericano John R. Brooke, designado por el presidente Mac Kinley para asumir el nuevo gobierno de la isla. La isla queda confiada “a la buena fe” del gobierno de los Estados Unidos que nutría a los cubanos de medicinas y alimentos tras la contienda. Pocos días antes, el 10 de diciembre de 1898 se firmaba el Tratado de París por el que España renunciaba a todo derecho de soberanía y propiedad sobre Cuba y ponía término a la guerra entre España y EE. UU. con la firma orquestada de comisionados provenientes del exterior.

José Martí

La isla de Cuba empezaba una nueva etapa como república independiente. “La gloriosa revolución iniciada por José Martí ― en palabras de Masó, presidente del gobierno provisional ― estaba a punto de triunfar gracias a la magnánima ayuda de los Estados Unidos y nuestras armas obtendrán pronto la victoria”, Puerto Rico y Filipinas pasaban a ser dependencias coloniales de Estados Unidos. Las tropas estadounidenses abandonaron Cuba en 1902, pero exigieron a la nueva Repticas y los que aspiran a la independencia de la isla. on partidarios del sistema de gobierno absoluto, los que desean reformas ública que se les otorgase bases navales a los Estados Unidos.

La derrota española en la guerra manifestó también el debilitamiento de la estabilidad del régimen político de la Restauración. El honor de los ciudadanos españoles quedó malherido para siempre. La guerra había supuesto la pérdida de miles de vidas humanas de combatientes y en España exacerbó la crisis de la conciencia nacional. Aquel desastre del 98, cuyo pistoletazo de salida fue la explosión “provocada» del Maine, daría paso al nacimiento de la melancólica generación de escritores, el surgimiento del regeneracionismo y los nacionalismos periféricos.

Inés Ceballos Fernández de Córdoba

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1 thought on ““RECUERDA EL MAINE””

  1. Es una pena y una tragedia que la “versión oficial” del Desastre siga permaneciendo incluso en los elementos que se consideran “cultos y patriotas”, pero que se quedan en la superficialidad y comodidad.
    Hoy en día hay PRUEBAS historiográficas de que “lo del 98” fue la culminación de las maniobras masónico-sajonas que nos arrebataron las “Españas de Ultramar” desde comienzo del s. XIX. Y, como en los comienzos, con la inestimable traición interna tanto de los criollos como de nuestros políticos de alto nivel.
    No verlo así no es cuestión de ceguera física, es peor.

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