A finales del siglo XVI, Inglaterra y España estaban en medio de una sus guerras. En 1570, el Papa Pío V había promulgado una bula que excomulgaba a Isabel I de Inglaterra, y que autorizaba a cualquier monarca católico a destronarla. Felipe II, ferviente defensor del catolicismo conspiró para eliminar a la “hereje”, aunque no lo consiguió.
El 22 de julio de 1588, envió desde La Coruña a la Armada Invencible, con la misión de invadir Inglaterra para instaurar de nuevo el catolicismo y sofocar los ataques piratas ingleses contra la flota española. Pero las enfermedades, el mal tiempo y la inexperiencia acabaron con su “invencibilidad”. Los ingleses responderían con su “Contra armada” que acabaría atacando La Coruña, donde se encontraron con María Pita entre otros, siendo uno de sus mayores fracasos bélicos, por lo que, para reponerse de aquella derrota, Inglaterra reactivó el corso y la piratería contra los españoles, ya que era la única manera que tenían de vencerles.
En 1595, Francis Drake propuso a la reina Isabel de Inglaterra una audaz operación contra la América española: establecer una base inglesa permanente en Panamá para desde allí poner en jaque los dominios españoles en el Caribe. Pero su idea se convirtió en una larga y desastrosa campaña en la que sufrió varias derrotas consecutivas frente a fuerzas españolas muy inferiores y donde enfermó de disentería. Tras caer en Panamá frente a 120 soldados españoles, el 28 de enero de 1596, con 56 años, murió frente a las costas de Portobello, donde su cuerpo fue sepultado en el mar dentro de un ataúd lastrado. La flota inglesa sería definitivamente expulsada del Caribe tras otra derrota en las Antillas.
El saldo de la expedición fue de 3 buques capturados por los españoles, 17 buques hundidos, 2.500 muertos y 500 prisioneros y también costó la vida del primo de Drake, John Hawkins. El hijo de John, Richard Dawkins, era uno de los piratas más temidos del siglo XVI y había sembrado el pánico en las posesiones españolas en la costa americana del Pacífico tan solo unos años antes.
EL PIRATA
Richard Hawkins nació en Londres en 1562 y ya desde su niñez se familiarizó con el mar y la navegación, ya que los Hawkins eran una familia de piratas y corsarios. Con tan solo 20 años, Richard acompañó a su tío, William Hawkins, a las Indias Occidentales y en 1585 fue capitán de un galeón en la expedición de Francis Drake a las posesiones españolas en América.
En 1593, Richard compró tres barcos a su padre, la Dainty, un galeón de 500 toneladas con 30 cañones que había sido bautizado por la reina de Inglaterra, y dos navíos de carga y exploración. Su objetivo era asaltar las posesiones de España en las costas americanas del Pacífico, por lo que Felipe II, al considerar estos asaltos como salvajes e injustificables, ordenó que cualquier barco inglés que surcara sus aguas fuese tratado como un pirata con todas las consecuencias.
La expedición de Hawkins partió del puerto de Plymouth el 24 de mayo de 1593. Tardó cuatro meses en llegando a las costas americanas cuatro meses después y, ocho meses más, en cruzar el Estrecho de Magallanes, perdiendo sus dos barcos de apoyo durante la travesía. Una vez en el Pacífico, inició el ascenso por las costas de Chile, sembrando el caos y la destrucción a su paso, hasta que llegó a la bahía de Valparaíso. Allí se apoderó de cinco barcos mercantes, por cuyo rescate obtuvo 25.000 ducados y secuestró a un piloto español que sería clave en su derrota: Alonso Pérez Bueno.
Tras este incidente, una fragata partió de Valparaíso al puerto de El Callao para llevar las noticias de las tropelías del inglés por las costas chilenas y poner sobre aviso al virrey de Perú, García Hurtado de Mendoza, quien armó una escuadra de guerra de cinco navíos bajo el mando de Beltrán Castro y de la Cueva, un joven gallego que además era su cuñado.
EL GALLEGO
Beltrán de Castro y de la Cueva era hijo de Pedro Fernández de Castro, V Conde de Lemos y Marqués de Sarria, y se sabe que participó junto a Felipe II en la anexión de Portugal a España en 1580. Había llegado a Perú en 1589, acompañando a su hermana Teresa, que se había casado en 1562 con el virrey de Perú, quien lo puso al frente de la partida de caza. El 24 de mayo de 1594, partió de El Callao la expedición sin alejarse de la costa, esperando noticias del paradero de su presa. Mientras, García Hurtado envió mensajeros a Panamá y al virreinato de Nueva España informando de las intenciones de Richard Hawkins. Había comenzado la caza del pirata más temido del siglo XVI.
El 5 de junio de 1594, Alonso Pérez, el piloto español que habían secuestrado en Valparaíso, condujo la Dainty hasta El Callao, sin que el corsario se percatase del engaño, momento en que fue avistado por Beltrán, pero desgraciadamente una tormenta dañó dos de sus galeones y Hawkins logró huir tras deshacerse de todo su botín en el mar para ganar velocidad y perseguido por Beltrán.
El 30 de junio, harto de huir y tras soñar que el español le había atrapado, decide lanzar un ataque sorpresa a la desesperada, pero fue rechazado. Su tripulación de 120 marinos está herida, su flota (formada por la Dainty y los barcos robados a los españoles) acribillada por los cañones españoles y las cubiertas están llenas de serrín para evitar patinar con la sangre derramada. Intentaron escapar de nuevo, pero no lo consiguieron.
El 2 de julio son alcanzados de nuevo por una salva de cañonazos ordenada por Beltrán, pero Hawkins sigue negándose a rendirse, hasta que los españoles abordan la Dainty para luchar cuerpo a cuerpo. Los ingleses se han superado y acaban izando la bandera blanca. Era el fin, Beltrán acabó para siempre con sus correrías.
Beltrán apresó al capitán y a los 90 supervivientes y les dio su palabra de que serían tratados con justicia y honor. Remolcaron la Dainty con destino a Lima, ciudad a la que llegaron el 14 de septiembre. A pesar de ser de madrugada, el virrey ordenó el repique de todas las campanas de la ciudad y la celebración de una misa en la iglesia de San Agustín. Hawkins fue paseado por las calles de la capital peruana, fue puesto a disposición de la Inquisición y sometido a juicio ante la Real Audiencia de Lima. La Audiencia concluyó, según las Leyes de Indias, que el enemigo que viola la inmunidad de los mares, debía ser condenado a la pena de muerte, aunque Beltrán hizo todo lo posible por mantener su palabra.
Dado que el inglés apeló al Real y Supremo Consejo de Indias y Beltrán de Castro insistió al virrey en hacer cumplir su palabra, el corsario no fue ejecutado y fue enviado a España en 1597, primero a Sevilla y luego a Madrid, donde cumplió 5 años de prisión. En España, Beltrán de Castro y de la Cueva intercedió de nuevo por él, por lo que fue puesto en libertad tras el pago de 3.000 libras y retornó a Inglaterra en 1602, donde el rey Jaime I le nombró caballero. Falleció en 1622 y jamás volvió al mar.
La cacería del pirata sería inmortalizada en 1598 por Lope de Vega en uno de sus poemas más legendarios, La Dragontea. Del joven Beltrán de Castro nada más se supo tras su hazaña: dar caza al pirata más temido del siglo XVI.
Jaime Mascaró Munar