Juan II de Aragón, el Grande (1)

Si te gusta, compártelo:
Andrés Bernáldez

«Como la rueda de la fortuna nunca para en este mundo, á unos dando, á otros
quitando, á unos faciendo, á otros desfaciendo, á unos con mucha miseria
y pobreza dando muy luenga vida de años, hasta que se enojan de vivir y
querrían la muerte; á otros que son ricos, príncipes, reyes y grandes señores,
y á nuestro ver muy necesarios en el mundo para que viviesen, dando la
muerte en el tiempo de su mayor participación, y no se cura la dicha fortuna
que sean grandes ni pequeños, ricos ni pobres, Papas ni Emperadores»
Andrés Bernáldez

Solo la divina providencia, que nunca es traicionera e injusta, al tratarse de la mismísima aquiescencia de Dios, único motor del orbe, por lo que todas las contrariedades que pudiere haber respondido a una causa racional y suprema. Efectivamente, tal y como nos explica Martín de Córdoba, el destino del infante don Juan de Trastámara solo puede ser explicado por la acción de esta fuerza sobrenatural.

Fernando de Antequera


Nunca nadie hubiera sospechado que don Juan, segundo hijo varón de Fernando de Antequera, hermano del rey de Castilla fuese coronado rey de Aragón a la asombrosa edad de 60 años, que dicha coronación no fuese acompañada de derramamiento de sangre ― probablemente el único hito en su vida en el que no hubo batalla armada ―, que su hijo Fernando, el Católico fuera a escribir una de las páginas más gloriosas de España, que hubiera disfrutado de 80 años de vida, teniendo en cuenta que al contrario que monges y ovispos, su vida estuvo forjada a hierro y fuego.
La casa de Trastámara es sinónimo de grandeza, una de las dinastías más importantes que ha reinado Castilla y también Aragón durante la edad media, legando grandes figuras en la historia de España. Es por ello que el personaje ha sido oscurecido por la grandeza de su hijo y heredero, Fernando el Católico. Nos proponemos, en estas líneas, hacer honor y memoria a la vida e historia de don Juan de Trastámara, realizando un repaso desde el origen de su linaje, sus orígenes, su etapa como infante de Castilla, su etapa como rey de Aragón y concluyendo con una reflexión sobre su legado.

Fernandus de Traba


Está documentado desde 1100 la existencia de un Comes domnus Fernandus de Traba que según podemos deducir por las generosas aportaciones a la iglesia, como la restauración del monasterio de San Juan de Sabardes o la donación tres cuartas partes de la villa de Nemeño dominaba el territorio comprendido entre el Atlántico y el río Tambre, desde Noya a Pontedeume, es decir, las tierras denominadas Tras-Támara (Tras-támeris), más allá del Tambre. Cabe señalar que no existió un condado de Traba como tal en términos territoriales, aunque sí un Castillo de Traba. No sabemos a ciencia cierta cuál fue la ubicación exacta del castillo, pero todos los autores coinciden en que estaría ubicado en algún lugar de la actual provincia de La Coruña, en Galicia.
La profunda lealtad de la casa Froilza-Traba a la reina Urraca y su noble servicio a la corona fueron aumentando su la influencia dentro de la corte, además de sus posesiones y títulos nobiliarios, consolidándose como una de las casas nobles más importantes del reino con el paso de los años. No sorprende, pues, que después del fallecimiento de Raimundo de Borgoña, verdadero señor feudal de Galicia, aparezca Pedro Fróilaz con el título de Conde de Galicia, sucediéndolo y, al año siguiente, como Ego comes Petrus, principis Gallicie. La propia reina Urraca se dirigía a él, en el año 1121, como Maior inter eos Comes Dominus Petrus Froylat.

Pedro I de Castilla


Así las cosas, doscientos años después de la consolidación de la casa de trastamara en la corte de Castilla, se produce una guerra civil entre los partidarios de Pedro I rey de Castilla, y los partidarios de Enrique de Trastámara, su hermanastro. Tras una serie de refriegas que se inician en el año 1355 con el asalto de Toledo por parte de los rebeldes y finalizan tras catorce años de conflicto en la localidad manchega de Montiel. La noche del 22 al 23 de marzo de ese año, los dos hermanos, Pedro I y Enrique II, se encontraron frente a frente. El cronista Pedro López de Ayala nos da fe del encuentro, “firiólo con una daga por la cara; é dicen que amos á dos, el Rey Don Pedro é el Rey Don Enrique, cayeron en tierra, é el Rey Don Enrique le firió estando en tierras de otras feridas. E allí morió el Rey Don Pedro á veinte é tres de marzo deste dicho año; é fue luego fecho grand ruido por el Real diciendo que se era ido el Rey Don Pedro del castillo de Montiel, é luego otra vez en como era muerto”.
Unos días después, el 5 de abril, Enrique se coronó rey de Castilla en el monasterio de las Huelgas, dando comienzo a la dinastía Trastámara sustituyendo a la casa de Borgoña. Tras Enrique II, le
sucedió Juan I, consolidando la dinastía en el trono y llevando al reino a ser una de las potencia de primer orden en el tablero europeo.
Juan I tuvo dos varones fruto del enlace con Leonor de Aragón. Estos fueron, Enrique III, el primogénito y príncipe de Castilla y Fernando de Antequera su segundo hijo varón. El rey Juan se preocupó mucho de mantener la grandeza de su casa y su prole. Su primogénito era el príncipe heredero y tenía grandes planes para su Fernando. Así las cosas, En las Cortes celebradas en Guadalajara en 1390, y en presencia del príncipe Enrique, Juan I le hizo duque de Peñafiel, conde de Mayorga, señor de Lara, y le otorgó plazas entre las que se contaban Cuéllar, Medina del Campo y Olmedo.

Leonor de Alburquerque

Además, tres años más tarde, organizó su matrimonio con Leonor de Alburquerque –«la señora mejor heredada que se fallaba en España» – de manera que el patrimonio de Fernando creció considerablemente.
Además del primogénito, quien sería Alfonso V de Aragón, y don Juan, el matrimonio tuvo otros cinco hijos, estirpe que ha pasado a la Historia como los infantes de Aragón. Juan de Trastámara, con el tiempo Juan II de Aragón, nació en Medina del Campo el 29 de junio de 1398, como hemos visto en el seno de la familia más influyente de Castilla, pero lejos -a priori- de la línea sucesoria.
Sucedió que el Rey Enrique III, tras más de treinta años en el trono de Castilla, dejó como heredero al príncipe Juan, con tan sólo dos años. Este hecho, dejaba en un posición muy débil al príncipe heredero. El rey dispuso en su testamento varias medidas orientadas a que su hermano Fernando no pudiera aglutinar todo el poder del reino, aprovechando las circunstancias.
Cabe decir que Fernando se mantuvo fiel al nuevo rey y respetuoso con el testamento de su hermano, pero eso no fue óbice para que demostrara el paralelo su alta talla política y militar lo que engrandeció su propia casa, rivalizando en poder con la propia casa real que ostentaba el aun niño Juan II. Así, celebrada es su victoria sobre los musulmanes en Antequera en 1410, lo que le valió el sobrenombre con el que se le conoce. También se preocupó por heredar de manera apropiada a su dignidad a sus siete hijos, siempre sin entrar en conflicto directo con los intereses de la corona. Su primer movimiento en este sentido fue la de ganar influencia en las ordenes militares, haciéndose con las dos más importantes: La de Santiago que recayó en el infante Enrique y la de Calatrava fue para el infante Sancho, todo en 1409. El mismo año, acordó el matrimonio de su primogénito Alfonso con su prima ― e hija de Enrique III ― María, a la que se dio y acrecentó el marquesado de Villena, que se convirtió en Ducado.
Pareciera que el astuto Fernando se hubiera olvidado de nuestro protagonista, ,en tanto en cuanto que la posición de sus hermanos se iba consolidando y sin embargo no había movimientos políticos con su persona.

Nada más lejos de la realidad, sin duda Fernando estaba esperando la oportunidad en su estrategia de grandeza para su linaje.
Teniendo en cuenta que las principales armas contra la adversidad son la paciencia y la austeridad, sin duda la providencia, como una fuerza antojadiza y veleidosa subordinada a Dios, actuó en favor de la casa del de Antequera, presentando la oportunidad estaba esperando.

Martin I de Aragón


El 31 de mayo de 1410 se produjo un hecho inédito en la Corona de Aragón: moría sin descendencia el rey Martín I, lo que dejaba vacante el trono de Aragón. Unos meses antes de la muerte del monarca, su único hijo Martín el Joven, rey de Sicilia, pereció sin hijos legítimos y sin heredero declarado. Para más inri, Martín tampoco tenía hermanos, lo que llevaba a la corona de Aragón a una situación inédita, Al no existir en el Reino de Aragón una ley sucesoria, la transmisión de la corona se realizaba de padres a hijos y en defecto de estos por vía de disposición testamentaria del monarca fallecido.
Por primera vez en su historia, no había sucesor para la corona. Esto suponía un grave problema de estado. No había transcurrido un año desde el fallecimiento del rey, cuando se cristalizaron las profundas divisiones y enfrentamientos entre los parlamentos de Aragón, Cataluña y Valencia, fruto del vació de poder.
Dice el dicho, que a grandes males, grandes remedios y esto es precisamente lo que ocurrió. Tal era la situación que obligó a la santa sede a intervenir, proponiendo una solución diplomática al problema de la sucesión. El papa Benedicto XIII, conocido como el «el papa Luna» el que propuso a los representantes de los tres parlamentos que se eligieran nueve compromisarios, tres por reino, para que con audiencia y aportación de pruebas ― mejores títulos ― pudiesen designar a la persona que pudiera corresponderle la corona vacante de Aragón entre cuatro candidatos, todos ellos de la más alta dignidad, nietos o bisnietos de reyes presentes, entre los que se encontraba Fernando de Antequera ( Recordemos que su madre era Leonor de Aragón, hija de Pedro IV el Ceremonioso). Este acuerdo es lo que se conoce como concordia de Alcañiz.

Concordia de Alzañiz


Pese a que Fernando no estaba en las quinielas inicialmente, no podemos sino pensar en la providencia de nuevo. Un grave error de los partidarios del principal candidato Jaime I de Urgell, que llegaron a asesinar al arzobispo de Zaragoza, que apoyaba a otro de los candidatos Luis de Calabria, hizo que esta facción apoyara la candidatura de Fernando. El resto del trabajo lo hizo el poder económico y maestría política que ya había demostrado Fernando, ganándose también el apoyo del papa, prometiéndole que iba a aglutinar bajo su mando Aragón y Castilla.
El acto formal de elección tuvo lugar en Caspe, donde los compromisarios se reunieron el 28 de junio de 1412, escenificando la toma de posesión de Fernando de Antequera, infante de Castilla. En ese momento, todos los parlamentarios y las demás personas que estaban allí exclamaron «¡Viva, viva el rey don Ferrando!». Este hecho de gran importancia histórica es conocido como compromiso de Caspe y es todavía conmemorado cada año en la ciudad de Caspe, celebrándose por todo lo alto en la localidad.
Las circunstancias cambiaron desde ese momento para el infante Juan.

Siendo su padre Rey de Aragón y su primogénito ahora el príncipe heredero, los intereses de la familia en Castilla quedaban ciertamente en segundo plano. Fernando sin embargo, tenía un gran plan para su segundo hijo, lo que demuestra su confianza total y buen juicio. Prueba de ello es que Juan acude en el séquito de su padre portando el cetro de Oro, durante el acto de coronación que se llevó a cabo en Zaragoza el 11 de febrero de 1414. Portar el cetro, símbolo del poder, tenía un considerable significado, pero más importante en la práctica era el título con que su padre le honró en la misma ceremonia: duque de Peñafiel, que se trataba de una dignidad que de facto suponía ostentar la jefatura de los intereses familiares en Castilla, que como ya sabemos rivalizaban con los de la propia casa real.

Fernando I de Aragón

Fernando I murió el 2 de abril de 1416 en Igualada. En su testamento, dejaba al infante Juan la parte fundamental de las posesiones que tenía en Castilla: De los estados que el rey y la reina su mujer tenían en Castilla ordenaron desta manera: al infante don Juan se dio el señorío de Lara con sus derechos, y la villa de Medina del Campo y sus aldeas, el ducado de Peñafiel y el condado de Mayorga, y las villas de Cuéllar, Castrojeriz, Olmedo, Villalón, y en Rioja Haro, Bilhorado, Briones y Cerezo», sin olvidar acrecentar su herencia con el ducado de Montblanc en Cataluña, todas «cum suis juribus et pertinentiis uniuersis» consolidando su importante posición política y militar, ya no sólo en Castilla sino también en Aragón.

Blanca de Navarra


El poder del infante no dejaba de crecer, cuando en Junio de 1420 contrajo matrimonio en Pamplona con Blanca de Navarra, heredera de Carlos III el Noble y portadora de una dote de «más de trescientos y sesenta mil florines de Aragón ». La preeminencia era tal, que poco a poco se fue resquebrajando la actitud monolítica familiar que caracterizó el clan durante la época de Fernando. Las banderías pronto iban a llevar a una lucha interminable en Castilla y su propio hermano Enrique empezaba a aglutinar un partido en contra del infante Juan, enfrentando hermano contra hermano. Durante la ausencia del infante Juan, el maestre de Santiago aprovechó la situación para secuestrar en Tordesillas al monarca Juan II dando comienzo a las interminables guerras que mantuvo el futuro rey de Aragón y que marcaron su vida profundamente. Tras un duro enfrentamiento con el maestre de Santiago que se saldó en 1425, del cual nuestro protagonista salió victorioso, recibió como premio el ducado de Ribagorza, dignidad concedida por su hermano Alfonso V , rey de Aragón.
Mientras que el infante Juan centraba sus esfuerzos en las luchas fratricidas que sucedían en Castilla, su mujer Blanca y su hijo Don Carlos, príncipe de Viana, se desplazaron a Navarra para regir el reino. No mostró especial interés por los asuntos de Navarra el infante, si bien no dudó en hacerse proclamar rey nada más fallecer su suegro, el rey Carlos el Noble.
Don Juan mantuvo su preocupación personal, y la de su familia, en Castilla, si bien fue el condestable Álvaro de Luna quien realmente se alzó con la victoria política frente a los infantes de Aragón.

Juan de Navarra


Maquinando en la corte, ofreciendo cargos y prometiendo el reparto de los bienes y posesiones que los infantes tenían en Castilla, el condestable consiguió que la mayoría de la nobleza castellana apoyase al rey Juan II. La reacción de los infantes de Aragón fue propiciar una nueva guerra en 1429, que concluyó con las treguas de Majano. En las capitulaciones Castilla no se comprometía a respetar los bienes de los infantes salvo los que poseían en el momento de la firma del tratado. Juan de Navarra, previendo esta posibilidad, había traspasado sus posesiones castellanas a su hijo mediante un contrato firmado en Toro en 1426 ― un alzamiento de bienes toda regla ― acuerdo que nunca fue reconocido por Castilla. Al final de la contienda, la capacidad de influencia de don Juan en los asuntos de Castilla había quedado muy tocada, así como su hacienda familiar en dicho territorio. No obstante, seguía siendo Rey de Navarra y contaba con el favor de su hermano Alfonso el Magnánimo, que le había nombrado como lugarteniente de Aragón y Valencia, además de participar activamente en las campañas militares que se produjeron en Italia.
Sin embargo, lo que realmente le interesaba a don Juan era inmiscuirse en la política de Castilla. Una vez concluido el tiempo de paz estipulado en las treguas de Majano, se firmó, en 1436, el Tratado de Toledo, que incluía el matrimonio, en un plazo máximo de cuatro años, entre el heredero de la corona de Castilla y la hija mayor de don Juan, la princesa Blanca de Navarra, que llevaba como dote parte del patrimonio arrebatado a su padre: las Villas de Medina del Campo, Olmedo, Aranda, Roa y Coca, además del marquesado de Villena.

Álvaro de Luna,

La boda se celebraba en el momento propicio, pues ante el ascenso y enriquecimiento excesivo del condestable Álvaro de Luna, la nobleza castellana formó una liga en su contra a la que acabaron adhiriéndose los infantes de Aragón. Al final, Juan II desterró al condestable y a partir de 1441 don Juan gobernó Castilla durante tres años. La situación mejoraba en Castilla, pero empeoró notablemente en Navarra con el fallecimiento de Doña Blanca ese mismo año. El trono correspondía a su hijo Don Carlos, príncipe de Viana. Sin embargo, el trono nunca fue cedido por Juan, apelando a una cláusula del testamento de Doña Blanca:
«enpero por guardar la honor del dicho sennor rey, su padre, rogámosle caramente que los dichos títulos quiera tomar la venivolençia e vendiçión del dicho sennor rey, su padre». Esto generó una guerra civil entre los partidarios del Rey Juan los agramonteses y los de Don Carlos, los beamonteses Ambos se enfrentaron el 23 de octubre de 1451 en la batalla de Abiar, donde Carlos fue derrotado y hecho prisionero junto a su condestable Luis de Beaumont. El príncipe de Viana, una vez liberado tras la Concordia de Valladolid, y a petición de las Cortes de Lérida, marchó a Nápoles en busca de la protección de su tío Alfonso V, que obligó a su hermano a anular el desheredamiento. Con todo, el rey Juan nunca cedió la corona y el conflicto dinástico se enquistó, saldándose definitivamente con el fallecimiento del infante Don Carlos en 1461, que nunca pudo reinar.
Mas no solo eran los problemas de Navarra los que le preocupaban; en Castilla, su verdadero foco de interés volvía a hacerse con el poder Álvaro de Luna. Este consiguió enfrentar al príncipe heredero con su suegro, y don Juan cometió el error de secuestrar al rey Juan II, en lo que se conoce como el golpe de estado de Rámaga de 1443, circunstancia que aprovechó Álvaro de Luna para aglutinar a la nobleza en favor de su partido. Los infantes de Aragón dieron batalla a sus adversarios en Olmedo en julio de 1445, resultando herido el maestre de Santiago, don Enrique, quien falleció a la postre, mientras que don Juan terminó por refugiarse en Aragón.

Juana Enríquez


Tras este fatal revés, el rey de Navarra trató de reponerse organizando su segundo matrimonio con Juana Enríquez, hija del almirante de Castilla Fadrique Enríquez. El enlace tuvo lugar en Calatayud el año 1447 con según el cronista Jerónimo de Zurita «las fiestas se continuaron en aquella ciudad, con más ruido de guerra que de otros regocijos». La reina consorte, 27 años menor que el Rey Juan, ejerció una fuerte influencia sobre él, además de otorgarle un heredero, el futuro Fernando II El católico.
La guerra entre Castilla y Aragón-Navarra se prolongó nueve años más, probablemente debida a la inestabilidad de la política interna de Castilla . Se firmaron capitulaciones mediante las paces de Ágreda y Almazán, en la que Don Juan era desterrado de la corte y desposeído de sus bienes en el reino. El acuerdo fue un éxito humillante para el rey de Navarra. Hábilmente la corte castellana se ganó al príncipe de Viana, y se alcanzó un pacto con Alfonso V, con lo que el rey de Navarra quedaba aislado.
En 1458 falleció el rey Alfonso el Magnánimo, quien carecía de herederos directos, de modo que Juan el Grande le sucedió en el trono de la corona de Aragón a la edad de 60 años. Sin embargo, el monarca gozaba de gran energía y vigor todavía, atributos que el monarca en verdad iba a necesitar para manejar el endiablado tablero político que se le presentaba. Todo un camino de espinas.

Principe de Viana


De una parte, las hostilidades con el Rey Enrique IV en castilla se reactivaban, aumentando en intensidad. Esta vez era por la demora en el pago de indemnizaciones que debía pagar el reino de Castilla de acuerdo con las capitulaciones de Ágreda y Almazán. Por la parte aragonesa, se tenía que hacer frente a la rebelión de los napolitanos contra Ferrante I, hijo natural y sucesor en aquel reino de Alfonso V. Por otro lado, estaba el problema ― no cerrado ― de la sucesión en Navarra, con el príncipe de Viana, que se había hecho fuerte en Sicilia, lo que suponía un problema grave para sus planes.
De nuevo, fruto de la providencia, el rey Juan consiguió que su hijo Don Carlos abandonase Italia, volviendo a la península. Fue esta una decisión de don Carlos poco afortunada, pues al final fue detenido por orden del rey. Consecuencia de esta acción ―que iba en contra de la constitución catalana ― se produjo la rebelión en Cataluña contra Juan II, que requería al príncipe de Viana como lugarteniente perpetuo, y en su defecto al infante Fernando, en un intento por parte de la nobleza catalana de aglutinar mayor poder territorial, obteniendo antiguas reivindicaciones que la biga venía manifestando.


Jaime Sogas

Si te gusta, compártelo:

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *