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Julio Romero de Torres fue un pintor simbolista español. Nacido en una familia de artistas, que de joven realiza una pintura regionalista, heredera de la mejor tradición española, para adherirse progresivamente a la estética de la generación del 98 y del modernismo, triunfante en España. En sus inicios, junto a Solana, Arteta y Ricardo Baroja, intenta reflejar en sus cuadros una España dramática y rural, frente a Sorolla, Sotomayor o Moreno Carbonero. Sobresale por un dibujo preciso en composiciones equilibradas de colores azulados, verdosos y, sobre todo, negros. También fue conocido por su temática flamenca y taurina, con cierto tributo a la copla popular, imponiendo con sus cuadros el tipo de la mujer morena, pasional y fatal.
EL PERSONAJE
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Julio Romero de Torres nació en Córdoba el 9 de noviembre de 1874, siendo el séptimo hijo de Rafael Romero Barros, originario de Moguer, pintor y conservador del Museo de Bellas Artes de Córdoba. Su madre fue la sevillana Rosario de Torres Delgado. En ese ambiente crecieron los ocho hijos del matrimonio, rodeados de obras de arte y de los escolares de la Escuela de Arte y Conservatorio de Música. Allí se crio Julio, junto a sus hermanos, también pintores, Enrique y Rafael, el primogénito, que falleció prematuramente con apenas treinta y tres años. Julio asistió al Instituto Luis de Góngora de la capital cordobesa. Con diez años iba a recibir clases de música y solfeo en las aulas del Conservatorio y estudiaba pintura y dibujo en la Escuela Provincial de Bellas Artes que dirigía su padre. Corría el año 1889 cuando presentó sus primeras obras fechadas, Cabeza de árabe o Tipo árabe a caballo, y con apenas 16 años, pintó La huerta de Morales. En 1891 empezó a colaborar con el «Almanaque» del Diario de Córdoba, con espléndidos dibujos, colaboración que se mantendrá hasta 1912. En 1892 consiguió la medalla en la asignatura de Dibujo al natural en la Escuela de Bellas Artes de Córdoba. Al año siguiente, publicó por primera vez en la revista madrileña La Gran Vía y más adelante ilustró en ella poemas de Manuel Reina y Salvador Rueda.
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¡Mira qué bonita era!
En 1895, en la Exposición Nacional de Bellas Artes celebrada en el Retiro madrileño, Romero presentó su obra ¡Mira qué bonita era! Que consiguió mención honorífica y fue adquirida por el Estado. El título está sacado del primer verso de una famosa soleá: ¡Mira, qué bonita era!, ¡Mira, qué bonita era!, Se parecía a la Virgen, de Consolación de Utrera. El primer premio de la exposición fue para Joaquín Sorolla, por su obra. ¡Aún dicen que el pescado es caro! En este mismo año, el día 1 de diciembre, falleció su padre. En 1897 decidió optar a una beca de la Academia Española de Roma, que había convocado el concurso bajo el tema: El anarquista y su familia, pero no obtuvo la beca, aunque al año siguiente presentó su sombrío retrato de un anarquista bajo el nombre de Conciencia tranquila a la Exposición Nacional de Bellas Artes, consiguiendo la tercera medalla y pocos meses después, en noviembre, fallece su hermano Rafael. Ese mismo año, además, se inició como cartelista pintando el cartel de la Feria de Nuestra Señora de la Salud de Córdoba. Con su hermano Enrique, pintó un fresco en el Círculo de la Amistad titulado Rosas en la balconada.
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Frecuentó a personajes del mundo de los toros, como Belmonte, El Gallo, Machaquito y pintó el Retrato del torero Guerrita, adentrándose también en el mundo del flamenco, en el que conoció a Pastora Imperio y La Niña de los Peines. El 30 de octubre de 1899, Romero de Torres contrajo matrimonio con la cordobesa Francisca Pellicer López. Fruto del matrimonio nacerían tres hijos: Rafael, Amalia y María de los Ángeles, ninguno de los cuales dejó descendencia. Tres etapas podemos apreciar en la obra de este pintor: Una inicial, que acabaría en 1908. Una central que terminaría en 1916. Y una final, que acabaría con su muerte en 1930. Su obra mejor cotizada ha sido el cuadro Fuensanta, subastada en 2007 por 1,17 millones de euros debido a que fue la imagen del billete de 100 pesetas.
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PRIMERA ETAPA (1900-1908) En 1900 hace las ilustraciones de Tierra andaluza, un texto de Julio Pellicer, y conoce a Amalia Fernández Heredia, la modelo de Musa gitana. Pintó un retrato de la marquesa de Viana y en 1902 es nombrado profesor numerario de la cátedra de Colorido, Dibujo y Copia de la Escuela de Bellas Artes de Córdoba, y en 1903 profesor agregado en la Escuela Superior de Artes Industriales.
En este año Julio Romero viaja con su hermano Enrique por Marruecos, pintando La monta y Calle de Tánger, entre otras obras. Al año siguiente viaja por Francia y los Países Bajos. A su regreso a Madrid, frecuentó el Café de Levante en compañía de Valle-Inclán. Asistió a las sesiones de la «Academia de poesía modernista» de los hermanos Machado, y conoció a Pío Baroja, Pérez de Ayala, Alejandro Sawa, Antonio de Hoyos y Emilio Carrere y coincidió con colegas y amigos como Zuloaga, Solana, Rusiñol, Mateo Inurria, Anglada Camarasa o Rodríguez Acosta. En la Exposición Nacional de Bellas Artes presentó tres obras: Rosarillo, Aceituneras y Horas de angustia. Terminó asimismo los murales de la parroquia de la Asunción de Porcuna, siendo en ese año nombrado académico correspondiente de la Real Academia de Córdoba.
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Lectura
Hacia 1902, Julio Romero pinta Lectura, donde una modelo de aires andaluces está recostada sobre la cama, con la cabeza apoyada en su brazo, dejando abandonado un libro sobre la colcha. En el cuadro predomina el color rojizo del cobertor y los blancos rotos del vestido de la joven. En 1903, el Círculo de la Amistad de Córdoba le propone seis telas para ilustrar el primitivo salón pequeño de la entidad. Romero realizó cinco grandes murales en tonos claros dedicados a la literatura, la música, la poesía, la escultura y el arte Pasados los años, y tras su reforma, el Círculo trasladó los frescos a la escalinata principal, lo que le dio un aire de palacio renacentista. Su amistad con el grupo de escritores modernistas, especialmente con Ramón María del Valle-Inclán y Manuel Machado, va a influir en su manera de hacer pintura. La cerrada defensa que hacen de Romero de Torres autores como Jacinto Benavente, da idea de que su obra no solo era «modernista». Cuadros como Amor sagrado y amor profano, Retablo del amor y la trilogía compuesta por Las dos sendas, El pecado (1913) y La gracia (1915) acercan su obra a la de los modernistas españoles, generación que se solapa con la generación del 98. Julio Romero participa en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1906 y una de sus obras, Vividoras del amor, es rechazada por inmoral, suscitando un monumental escándalo en la Exposición. Paradójicamente, dos años más tarde, esta misma obra se expone en Londres con gran éxito.
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El tema de la prostitución no era nuevo ni en la literatura ni en la pintura de principios del siglo XX. Romero de Torres se ocupó del tema en varias ocasiones, y en todas ellas es perceptible su preocupación social. Lo sorprendente es que Gonzalo Bilbao, que estaba en el jurado, participase de tal opinión, cuando su cuadro, La esclava, era de idéntica temática y es más que probable que inspirara el de Romero de Torres, así como en Las señoritas de Aviñón o en la Trata de blancas de Joaquín Sorolla. Al año siguiente vuelve a participar en la Exposición convocada por el Círculo de Bellas Artes, en la que también participan Solana, Rusiñol y Regoyos. Dos de su Carmen y Rosario, fueron adquiridas por la marquesa de Esquilache, lo que da idea de que su obra empieza a interesar a la alta sociedad española. Con La musa gitana en este mismo año, y antes de su viaje por Europa, Romero cierra una etapa. La obra concurrió a la Exposición Nacional de Bellas Artes del año siguiente. El cuadro, protagonizado por su modelo Amalia Fernández Heredia, obtuvo la medalla de oro de la exposición, siendo adquirida por el Estado para exhibirla en el Museo de Arte Moderno. Sin embargo, el dramaturgo e intelectual Jacinto Benavente protestó públicamente afirmando que una obra de esta naturaleza debía estar colgada en el templo de la pintura española, el Museo del Prado.
Y su amigo, Ramón Mª del Valle-Inclán, escribió: “Romero de Torres sabe que la verdad esencial no es la baja verdad que descubren los ojos, sino aquella otra que solo descubre el espíritu, unida a un oculto ritmo de emoción y armonía, que es el goce estético”.
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SEGUNDA ETAPA (1908-1916) En 1908, Romero viajó por Italia, Francia y Reino Unido. Tras el viaje, el contenido de su obra y el tratamiento de su pincelada cambió radicalmente. Con influencias como las de Tiziano en su obra Amor sagrado y amor profano, Julio Romero inicia una nueva etapa, un ciclo de pinturas en el que la mujer se convierte en heroína. Deja atrás sus obras costumbristas o de preocupación social de sus primeros años, sus obras románticas y modernistas del Casino cordobés, aquellas en las que se adivina su admiración por Joaquín Sorolla, para adentrarse ahora sí en su etapa simbolista. Es una de sus obras en las que profundiza en la dualidad del ser humano. En primer plano, con un fondo de tonos sombríos, mujer que viste de negro a la izquierda, mujer que viste de blanco, a la derecha, que casi entrecruzan sus manos, con las tapias del cementerio al fondo, que tapan los cipreses de lejos.
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La consagración de la copla
En 1911, el público de Barcelona pudo admirar su Retablo del amor, presidido por dos desnudos femeninos. Abajo, mujeres virtuosas. Arriba, mujeres pecadoras. Al fondo, la ciudad mítica de Torres, la Córdoba esencial. Ese mismo año ilustra Voces de gesta, una obra de su amigo Valle-Inclán, así como varias composiciones de los hermanos Machado. Presenta La consagración de la copla y los retratos de Belmonte y de Pastora Imperio, así como su Autorretrato. Viaja a Múnich y marcha después a Buenos Aires. En 1913 visita Chicago y más tarde Gante. Pinta La Gracia y El Pecado, también su famoso Poema de Córdoba. Adela Carbone, llamada la Tanagra, es un personaje muy interesante que Romero de Torres pinta en el año 1911, cuando la actriz tiene veintiún años. El Retrato de Adela Carbone, La Tanagra constituye uno de los máximos exponentes de la influencia renacentista en la obra de Romero de Torres y fue expuesto en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1912, siendo Adela Carbone también la protagonista de la monumental obra La Consagración de la Copla donde Adela Carbone representa el eje vertebrador del lienzo. Como actriz, fue protagonista de algunas películas del primitivo cine español, como Aventuras de Pepín o El fantasma del castillo.
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Julio Romero había retratado a Pastora Imperio en varias ocasiones con anterioridad a 1912, pero su rostro se puede apreciar entre los retratos que forman parte del monumental lienzo La consagración de la copla, entre ellos el del propio Julio Romero. También se aprecian artistas como Adela Carbone o Socorro Miranda y los toreros Machaquito o Guerra. La Venus de la poesía es una pintura realizada al óleo y temple en 1913 que muestra los retratos de la cupletista española Raquel Meller y su marido, adquirido por el Museo de Bellas Artes de Bilbao. El Poema de Córdoba, también de 1913, está compuesto de siete paneles, siendo una alegoría de la ciudad de Córdoba a través de sus personajes femeninos más característicos. Fue expuesto en Madrid en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1915. En cada panel se representa alegóricamente la historia de la ciudad a través de algunos de sus personajes más ilustres.
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De izquierda a derecha: Córdoba guerrera, Córdoba barroca, Córdoba judía, Córdoba cristiana, Córdoba romana, Córdoba religiosa y Córdoba torera. En el panel central, dos mujeres sostienen una imagen de San Rafael, el arcángel más fiel a Córdoba. La Gracia, que no fue dado a conocer hasta la Exposición Nacional de 1915, era la contraposición de El pecado de 1913, que muestra el desnudo de una joven, rodeado de cuatro personajes femeninos, tiene exactas dimensiones y parecen hechos para colgar en un mismo espacio. La modelo, que en «El pecado» aparecía en su plenitud, se muestra en «La gracia» arrepentida, con su cuerpo desplomado, moribundo, aunque todavía hermoso, en manos de unas santas, que le dan la virtud que no tiene. La figura de la izquierda, con hábito de monja, no es otra que la cantaora Carmen Casena. María Magdalena podría ser esa monjita que abraza los pies de la joven. La modelo, de proverbial belleza, es Adela Moyano. Se ha dicho que la obra recuerda el descendimiento del Greco en su obra «La quinta Angustia». Tras ser adquirido por un industrial estadounidense, salió a subasta en la galería Sotheby’s de Londres en el año 2000 y fue adquirido por el Ayuntamiento de Córdoba por el precio de 612 000 €.
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Otra modelo fue La Argentinita que se presentó al público con ocho años en el Teatro-Circo de San Sebastián. A partir de ese momento se la conoció por La Argentinita para distinguirla de la también célebre Antonia Mercé quien recibió el nombre de La Argentina. Tras recorrer España como niño prodigio, recaló en Madrid, trabajando en diversos teatros. Conjugaba el flamenco, el tango, las bulerías y los boleros, en una suerte de mezclas que resultaron una novedad en su época. Julio Romero de Torres la pintó a su llegada a Madrid, en 1915. ETAPA DE MADUREZ (1916-1930) En 1915, Julio Romero de Torres se instaló en Madrid, junto al Congreso de los Diputados. Ese año, el último año que participara en una Exposición Nacional, expuso, en sección especial fuera de concurso, quince obras en la Exposición Nacional de Bellas Artes. Romero ilustró Los intereses creados de Benavente, frecuentó el Café Pombo y firmó el manifiesto aliadófilo junto a Gregorio Marañón, Menéndez Pidal, Ortega, Machado, Valle, Galdós, Casas, Zuloaga, Unamuno y Azaña. Su obra Carmen fue adquirida por el diestro Juan Belmonte. También asiste a las tertulias de la Maison Dorée y la familia Oriol le encarga la decoración de la capilla de su finca de El Plantío, en las cercanías de Madrid, donde pintará un mural sobre el tema de la Eucaristía.
Desde 1916 fue profesor de “Dibujo Antiguo y Ropaje” en la llamada Escuela Especial de Pintura instalada en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. En 1920, Julio Romero de Torres pintó una de sus obras cumbres, La muerte de Santa Inés. La obra figuró en la exposición que el pintor realizó en Buenos Aires en 1922 y en la Iberoamericana de Sevilla de 1929. Puede que sea la obra más importante dentro de la pintura religiosa de Romero de Torres. La actriz francesa Jeanne Roques («Musidora») llegó a España en 1921 con un contrato de tres meses para actuar en el Teatro de la Comedia de Madrid por intermediación de la cupletista Raquel Meller. En febrero de 1922, la revista literaria La Esfera de Madrid pide a Romero de Torres un retrato de la escritora Pilar Millán-Astray para la portada de uno de sus números. El 4 de septiembre de 1922 Romero de Torres inaugura una exposición en la Galería Witcomb de Buenos Aires.
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Allí expone por primera vez la obra Perla negra, que en esa fecha era conocida como La morena de las perlas. El éxito de la pieza y del conjunto de obras que Romero de Torres presentó en Argentina, entre las que también se contaba su óleo Musidora, fue de tal calibre que el pintor vendió todo el género expuesto. En 1924 pintó el retrato de la artista Conchita Triana. En 1928 pinta La Virgen de los Faroles para la fachada de la mezquita-catedral de Córdoba. En 1929, en la Exposición Iberoamericana de Sevilla presentó La chiquita piconera, Nocturno, La copla o Naranjas y limones.
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La chiquita piconera
La última obra firmada por Romero de Torres, La chiquita piconera, rezuma profundo erotismo y es el prototipo de la musa de Julio Romero. Hacia 1928 los doctores le han avisado del mal estado de su salud. La fatiga le hace reducir su ritmo de trabajo. También de 1929 es Cante hondo, que es un homenaje manierista al cante jondo de su tierra, en el que no falta ninguno de los elementos esenciales en su vida. Parece como una despedida del pintor en la que no quiere dejar fuera a nadie. Ni a su perro, Pacheco, que corona como un triunfo el altar de la musa flamenca, una conocida actriz andaluza, Lolita Astolfi, que aparece desnuda y sostiene con guitarra, símbolo del flamenco y metáfora de las formas femeninas. En mayo de 1930, cuando le llega la muerte, interrumpe dos importantes cuadros: La condesa de Colomera, retrato de Magdalena Muñoz-Cobo, y el retrato de María Teresa López, su modelo favorita de los últimos años, argentina de nacimiento, a la que inmortalizó en su obra Fuensanta y a la que deja inacabada en el lienzo de La monja.
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La saeta
El artista murió en su casa natal de Córdoba, a causa de una enfermedad hepática, en la madrugada del sábado 10 de mayo de 1930. La gente acudió en masa al Museo de Bellas Artes de la plaza del Potro, para dar testimonio de su dolor ante el cadáver, depositado en el salón del Museo Provincial, antigua capilla del hospital de la Caridad. Está enterrado en el cementerio de San Rafael de su ciudad natal. El grueso de su obra se encuentra en Córdoba en el Museo Julio Romero de Torres, donde se puede admirar el amplio repertorio de cuadros que fueron donados por su familia, por coleccionistas privados o comprados por el Ayuntamiento. Entre las obras más destacadas de este maestro figuran Naranjas y limones, Amor místico y amor profano, Poema de Córdoba, Marta y María, La saeta, Cante hondo, La consagración de la copla, Carmen, y por supuesto, La chiquita piconera o El retablo del amor. Otras obras como La Buenaventura, La feria de Córdoba o La monja pueden contemplarse en el Museo Carmen Thyssen de Málaga. Como dice la canción La morena de mi copla, “Julio Romero de Torres, pintó a la mujer morena, con los ojos de misterio y el alma llena de pena”.
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Jaime Mascaró Munar