Alejandro Cacho desembarca en Filipinas (29 julio 1700)

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Esta breve reseña no va a tratar de una batalla ganada heroicamente ni de una gesta científica de alguno de nuestros compatriotas. Aprovechando de la efeméride del 29 de julio de 1700, sobre la llegada de un exhausto galeón al archipiélago de las Filipinas, procedente de Méjico, quisiera escribir sobre la labor de los agustinos y en general de las órdenes religiosas que trabajaron en dichas islas para intentar mejorar el nivel de vida de sus habitantes.

La arribada de un galeón procedente de Acapulco a Cagayán, no era algo inhabitual, pero sí lo era que desembarcaran parte del pasaje. Cagayán se encuentra en la misma isla de Luzón donde se encuentra Manila, pero en el otro extremo y a casi 600 km de distancia. Hoy en día se tardan cinco días si se hace a pie y 11 horas si se pretende ir en coche.

El galeón se llamaba, San Francisco Javier, no se sabe cuando salió de Acapulco, pero lo normal en aquella época eran travesías de tres a cuatro meses. Tampoco se conocen las dimensiones precisas del buque, pero habitualmente a finales del siglo XVII eran embarcaciones construidas en Cavite (Filipinas), con una longitud de entre 40 y 50 metros y entre 10 y 15 metros de ancho. Para hacerse una idea, puestos uno al lado del otro, cabrían ocho en un campo de futbol.

Estas embarcaciones podían transportar alrededor de 1000 toneladas en mercancías, con una tripulación de treinta hombres y 200 pasajeros. Un viaje de tres meses, encerrados en tan pequeño espacio y con una alimentación carente de productos frescos, podéis imaginar las consecuencias para la salud, a pesar de que en aquella época los españoles ya conocían la importancia de embarcar extractos de limones y de ciertas plantas para evitar las consecuencias de la avitaminosis, el temido escorbuto.

Algunos de los viajeros en este galeón, habían partido de Cádiz el 19 de julio de 1699,  cruzado el Atlántico, llegado a Nueva España, atravesado de parte a parte el continente y embarcado en Acapulco. Entre ellos se encontraba el agustino Alejandro Cacho de Villegas.

Antiguo convento intramuros

Los agustinos llevaban más de cien años empeñados en la tarea de evangelización de la población local filipina. Habían participado en los primeros años y en 1587 habían fundado su sede en Manila. La ciudad se convirtió rápidamente en  un centro de comercio muy importante, clave en las transacciones cruzadas entre China, Japón y América. Sin embargo el interior de las islas no tenía casi ningún interés económico y los poderes institucionales fueron reacios a gastar sumas de dinero en educar y mejorar el nivel económico de los habitantes del interior, que por otra parte tenía un clima sumamente insalubre para los europeos o los novohispanos.

Las poblaciones se encontraban divididas en distintas etnias que hablaban diferentes lenguas y que se encontraban en perpetuo enfrentamiento. Su vida era la propia de cazadores, recolectores con una agricultura rudimentaria y que apenas bastaba para cubrir sus mínimas necesidades vitales.

Fueron los agustinos, juntamente con dominicos y franciscanos, los que se propusieron la tarea de evangelizar y educar a aquellas gentes. La primera tarea consistía en que abandonaran su vida seminómada y se asentaran en poblaciones, cerca de recursos naturales y fáciles de defender frente a los ataques de sus paisanos que no deseaban abandonar su vida selvática. Para este empeño, utilizaron los recursos de la administración del Reino de España, como medio para poder viajar y asentarse en lugares seguros, pero raramente solicitaron el apoyo directo de las fuerzas armadas.

Alejandro Cacho era uno de esos frailes que cambiaron un puesto confortable en la Península Ibérica por un futuro incierto donde muchos de ellos no llegaron a viejos. Centrémonos en su caso para tener una idea de la ingente labor de los agustinos.

Había nacido en Ponferrada (León), aunque su familia procedía de Cantabria, Quedó huérfano de padre y madre con apenas tres años y fue educado por sus familiares en el entorno de los agustinos. Su familia era acomodada y les había legado suficientes posesiones, como para vivir cómodamente en su tierra natal, pero entró en la orden de los agustinos y solicitó ser enviado a las Filipinas. Cuando llegó a Luzón, tenía 19 años.

Montañas de Pampanga,

Sus superiores estimaron que no tenía suficiente formación como afrentar el problema de las montañas de Pampanga, en el norte de Luzón y lo retuvieron en Manila, donde estuvo estudiando las lenguas locales, teología y cuestiones practicas de supervivencia en aquellas latitudes. No fue hasta mayo de 1705 que recibió el permiso para evangelizar la zona montañosa norte central de la isla de Luzón, en la Pampanga.

Ahora tenemos la visión en España que en Filipinas se hablaba el tagalo, pero este es solo el idioma dominante de la zona de Manila, en las montañas había diversas etnias que hablaban lenguas muy diferentes entre ellas.

Las etnias eran muy dispares y de comportamiento, costumbres y aspecto físico, sumamente diferentes. No eran iguales los isinayes y abacaes que los italones, cortadores de cabezas o los balugas, negrillos de monte, muy aficionados a saquear las posesiones ajenas.

Los agustinos apostaron por la predicación en lengua local y el cambio gradual de costumbres, pero quedaban horrorizados ante prácticas de tipo supersticioso o puramente de falta de respeto al ser humano, como cortar las cabezas de los muertos enemigos, no hacía falta que fueran combatientes, y utilizar sus cráneos en ritos extraños. También quedaron chocados por sus prácticas conyugales. Para ellos el matrimonio no era efectivo hasta que no hubiera descendencia y aun así, si los hijos morían, era normal volverse a casar con otro u otra que aportara más suerte a la unión. Este tipo de costumbres podía ser útil en una sociedad donde los individuos no tenían más posesiones que lo puesto, pero rápidamente entraban en conflictos cuando se empezaba a tratar de temas económicos más permanentes.

A todo esto se tuvo que enfrentar Alejandro Cacho durante cuarenta años, además de enfrentarse a gobernadores codiciosos, pequeños alcaldes de pueblo, de origen filipino, que se creían nuevos ricos, soldados indisciplinados que esquilmaban a sus propios compatriotas y una falta crónica de dinero. Fue el prototipo del misionero español en Filipinas. Llegó a dominar seis lenguas diferentes y tuvo tiempo para escribir sobre temas de historia, geografía, naturaleza, medicina y filología. Colaboró en la construcción de caminos para comunicación de la capital con las apartadas provincias, construyó pequeños hospitales, se opuso a directivas virreinales cuando pensaba que iban contra los intereses de los indígenas, se opuso a desplazamientos de poblaciones para evitar desarraigo, estudió las costumbres locales, las puso sobre escrito y las defendió incluso cuando iban en contra de directivas católicas.

No dejó grandes construcciones ni enormes monumentos, solo dejó un grato recuerdo entre sus feligreses e incluso tuvo elogios por parte de quienes no compartían sus ideas sobre la defensa a ultranza de los indígenas.

Murió en febrero de 1746, en Caranglán, entre sus feligreses a los que siempre había defendido, en paz consigo mismo.

Manuel de Francisco Fabre

https://dbe.rah.es/biografias/34276/alejandro-cacho-villegas

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