
El arte cuzqueño no es un estilo originario de España, sino una escuela pictórica que se desarrolló en el Cuzco (Perú) durante el virreinato español, y cuyas obras se encuentran en el Perú y otras partes del mundo, incluyendo España, como piezas de arte que llegaron debido al dominio español. Las obras cuzqueñas, caracterizadas por la fusión de tradiciones incas y europeas, a menudo son coleccionadas y exhibidas en museos y colecciones privadas en España, lo que permite al público español conocer el legado del arte peruano.

La tradición se originó después de la conquista española del Imperio incaico en 1534, y es considerado el primer centro artístico que enseñó sistemáticamente las técnicas artísticas europeas en América. El aporte español, y en general europeo, a la escuela cuzqueña de pintura, se da desde época muy temprana, cuando se inicia la construcción de la catedral de Cuzco. Sin embargo, es la llegada del pintor italiano Bernardo Bitti en 1583, que marca un inicio del desarrollo del arte cuzqueño. Este jesuita introduce en el Cuzco una de las corrientes de moda en Europa de la época, el manierismo, cuyas principales características eran el tratamiento de las figuras de manera un tanto alargada, con la luz focalizada en ellas.

La presencia del estilo barroco en la pintura cuzqueña se debe principalmente a la influencia del tenebrismo a través de la obra de Francisco de Zurbarán y del uso como fuente de inspiración de los grabados con arte flamenco provenientes de Amberes. Marcos Rivera, nacido en el Cuzco en los años 1630, es el máximo exponente de esta tendencia. La creciente actividad de pintores indígenas y mestizos hacia fines del siglo XVII, hace que el término de Escuela Cuzqueña se ajuste más estrictamente a esta producción artística. Esta pintura es «cuzqueña», por lo demás, no solo porque sale de manos de artistas locales, sino sobre todo porque se aleja de la influencia de las corrientes predominantes en el arte europeo y sigue su propio camino.

Este nuevo arte cuzqueño se caracteriza, en lo temático, por el interés por asuntos costumbristas como, por ejemplo, la procesión del Corpus Christi, y por la presencia, por vez primera, de la flora y la fauna andinas. Aparecen, asimismo, una serie de retratos de curacas indios y de cuadros genealógicos y heráldicos. En cuanto al tratamiento técnico, ocurre un desentendimiento de la perspectiva sumado a una fragmentación del espacio en varios espacios concurrentes o en escenas compartimentadas. Nuevas soluciones cromáticas, con la predilección por los colores intensos, son otro rasgo típico del naciente estilo pictórico.

Un hecho ocurrido a fines del siglo XVII, resultó decisivo para el rumbo que tomó la pintura cuzqueña. En 1688, luego de permanentes conflictos, se produce una ruptura en el gremio de pintores que termina con el apartamiento de los pintores indígenas y mestizos debido, según ellos, a la explotación que eran objeto por parte de sus colegas españoles, que por lo demás constituían una pequeña minoría. A partir de este momento, libres de las imposiciones del gremio, los artistas indígenas y mestizos se guían por su propia sensibilidad y trasladan al lienzo su mentalidad y su manera de concebir el mundo.

Tal es la fama que alcanza la pintura cuzqueña del siglo XVII, que durante la centuria siguiente se produce un singular fenómeno que, curiosamente, dejó huella no solo en el arte sino en la economía local. Nos referimos a los talleres industriales que elaboran lienzos en grandes cantidades por encargo de comerciantes que venden estas obras en ciudades como Trujillo, Ayacucho, Arequipa y Lima, o incluso en lugares mucho más alejados, en los actuales Argentina, Chile y Bolivia. El pintor Mauricio García, activo hacia la mitad del siglo XVIII, firma, por ejemplo, un contrato para entregar cerca de quinientos lienzos en siete meses. Por supuesto que se trataba de lo que se conocía como pintura «ordinaria» para diferenciarla de la pintura «de brocateado fino», de diseño mucho más elaborado y colorido más rico.
Las pinturas cuzqueñas destacan por el uso del pan de oro en detalles religiosos, colores saturados, la ausencia de perspectiva lineal y el uso de elementos andinos en las escenas bíblicas, como rostros con rasgos indígenas y paisajes locales.

Nuestra Señora de Belén
Tras la conquista española, el arte cuzqueño experimentó cambios radicales. La influencia española dio origen a un nuevo estilo artístico que combinaba elementos tradicionales incas con imágenes y técnicas europeas. Este híbrido artístico se conoce como pintura cusqueña peruana y se puede apreciar hoy en día en toda la ciudad de Cuzco.
El arte cusqueño tras la conquista española es un ejemplo notable de cómo dos culturas aparentemente dispares se fusionaron para crear algo hermoso. Durante la conquista española, el Imperio Inca cayó en manos de los españoles, quienes trajeron consigo su propia cultura, religión y arte. Pero en lugar de permitir que los españoles se adueñaran por completo de la cultura inca, estos adoptaron y adaptaron muchas de las tradiciones y creencias españolas a las suyas.

Este estilo artístico híbrido aún se evidencia hoy en día en las manifestaciones artísticas del Cuzco. Uno de los ejemplos más evidentes es el uso de símbolos e imágenes católicas combinadas con símbolos incas para crear una forma de arte completamente nueva. Esto se observa especialmente en obras religiosas, como la pintura de la Virgen María rodeada de símbolos incas. Asimismo, las estatuas de santos católicos a menudo se combinan con la iconografía inca y elementos de la naturaleza.
La temática de las pinturas cuzqueñas suele ser religiosa, con escenas bíblicas y elementos incas. Santos, ángeles e historias bíblicas son fáciles de encontrar en este tipo de arte. Además, las pinturas suelen representar la vida cotidiana cusqueña, desde los vibrantes mercados hasta las concurridas plazas de la ciudad.

Este estilo artístico también incluye la arquitectura religiosa. En particular, el Qorikancha y la Iglesia de Santo Domingo son un gran ejemplo de cómo ambas culturas se fusionaron para crear algo nuevo. Cuando los españoles llegaron al Perú en el siglo XVI, destruyeron muchos de los edificios y templos incas, incluido el Qorikancha. Los españoles reemplazaron el edificio inca con una iglesia dedicada a la Virgen María, dejando espacio para la Iglesia de Santo Domingo .

Sin embargo, el aspecto más interesante del arte cusqueño es la incorporación de las creencias y prácticas tradicionales incas a la religión católica. Esto se puede apreciar en la forma en que los dioses incas suelen representarse en obras de arte y arquitectura junto a los santos católicos. En algunos casos, los dioses incas incluso son vistos como intermediarios entre el dios católico y el pueblo. Esta fe híbrida se aprecia claramente en las celebraciones religiosas de la ciudad. Por ejemplo, durante la festividad del Corpus Christi, se honra al dios inca Inti junto con el dios cristiano.
El arte cusqueño tras la conquista española es un ejemplo único de cómo dos culturas pueden fusionarse para crear algo hermoso. El arte y la arquitectura cusqueños muestran una nueva forma de arte que combinó las creencias y prácticas incas con las enseñanzas católicas. Este estilo artístico aún se percibe hoy en día y sirve como recordatorio de la riqueza cultural que la conquista española trajo a Cuzco.

Carolina Campillay