(Del libro “Un día, una historia”, de Jaime Retena, promovido por la Fundación Villacisneros)
En pleno periodo de Regencia tras la muerte de Fernando el Católico, el madrileño Cardenal Cisneros (1436-1517) debe hacer frente a varias tentativas de la nobleza de recuperar el poder perdido (1516).
Ordenado sacerdote en Roma, ingresó en los Franciscanos en 1484. Pasó siete años de vida monacal hasta que fue nombrado confesor de Isabel la Católica.
La leyenda negra sólo nos ha dejado su imagen como Inquisidor General, si bien la inquisición existió en la mayoría de Países Europeos y antes que en España.
Sin embargo, fue un personaje clave para mantener la unidad de España y evitó por dos veces que Castilla y Aragón se separasen, asumiendo la regencia y luchando contra intrigas internas y sublevaciones de la nobleza.
Consejero personal de Isabel la Católica, logró consolidar una Corona fuerte, reformó el clero secular e intervino en la conquista de Orán.
Uno de sus principales legados fue la creación de la Universidad de Alcalá (actual Complutense de Madrid), cuyas clases comenzarían en 1508 y que eran impartidas por los mejores eruditos del momento.
A él se le debe la obligación de transmitir el apellido del padre a todos sus descendientes.
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También, el 1 de diciembre de 1764: Carlos III inaugura el Palacio Real de Madrid.