¿PERDÓN POR CIVILIZAR?

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Existe un empecinamiento en ciertas formaciones políticas, medios de comunicación y tertulias radiofónicas, en los que, de una forma u otra, abierta o solapadamente, exigen que España, en este caso su Rey, pida perdón por la conquista y dominio de Hispanoamérica; entre estos, de forma especial, el Gobierno de México.

En 2019, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, envió una carta al Rey Felipe VI solicitando una disculpa.

Desconozco en nombre de quién hay que pedir disculpas y mucho menos a él, pues ninguna no tienen sangre aborigen azteca corre por sus venas. Su abuelo, desde Ampuero, pueblito de Santander, que conozco, emigró a América a principios del siglo XX.

 Anteriormente, el Rey Juan Carlos I, en 1990, lamentó los abusos a indígenas en América.

La presidenta Sheinbaum, que por su apellido se conoce que tampoco corre por sus venas sangre mexica, también exige que hay que pedir perdón.

Recientemente, hace pocos días, el Ministro José Manuel Albares, sí realizó unas declaraciones significativas en las que reconoció y lamentó la «injusticia y el dolor» causados a los pueblos originarios de México durante ese período, lo cual fue calificado por la presidenta de México, como un «primer paso» importante.

Este asunto del perdón y no perdón merece un tratado en el que se examine y exponga lo que fue la Conquista y Civilización de los aborígenes americanos. Como este medio no se dedica a ello, intentaremos, de la mejor manera posible, exponer lo que sucedió hace más de quinientos años.

En primer lugar, juzgar con la mente de un ciudadano del siglo XXI lo sucedido en el siglo XVI, es un total despropósito, nuestra cosmovisión, por mucho que lo intentemos, no puede ser la misma que la de una persona de ese tiempo.

¿Exigimos al Gobierno francés que se humille y pida perdón por invasión de España, por el saqueo y expolio de innumerables riquezas artísticas, realizadas durante la traicionera invasión de la Península en el siglo XIX, anteayer en términos históricos? Se reirían de quien lo hiciese.

Wellington Museum

Sabemos que, parte de ellas se encuentran en París (Louvre), Londres (Wellington Museum, National Gallery), otros museos europeos y norteamericanos, y un número desconocido permanece en colecciones privadas internacionales tras haber sido vendidas a lo largo del siglo XIX, o sea están bien localizadas. ¡A saber dónde se encontrarán los tesoros que dicen que España robó en América!

Hablar acerca de Hispanoamérica es un tema muy interesante. Desde el primer momento del Descubrimiento, las nuevas tierras fueron incorporadas a la Corona española y sus habitantes declarados por Isabel la Católica hijos y súbditos de España, de forma que eran parte de este Reino, con los mismos derechos y menos obligaciones que los españoles de  Europa, por lo tanto todo lo que viniese de las tierras virreinales a la Península no era nada más que un trasiego de bienes de un lugar a otro del mismo reino.

Los hispanos del siglo XVI y siguientes transportaron, sin máquinas del tiempo, a los aborígenes desde el Paleolítico a la Edad Moderna y les hicieron copartícipes de todos los adelantos de esa época.

Obviamos las universidades, catedrales, iglesias, carreteras, infraestructuras, puentes, edificios oficiales, etc. etc. que con el 20%, sí, solo el 20%, que se detraía para España de las riquezas minerales y de otro tipo que se hallasen, se invertía allí, en las obras referidas.

Esta solicitud de petición de perdón solo puede deberse a tres causas: ser un total ignaro de la historia, torcido propósito de humillación de España o gana de armar alboroto y confusión y ya se sabe: “a río revuelto ganancia de pescadores”. Alguien sacará provecho de este desconcierto

Sin embargo, sí podemos retrotraernos al tiempo anterior a la llegada de los hispanos a lo que hoy conocemos como México, ver y entender cómo vivían esas “criaturas angelicales”, así las describe con pocas variaciones fray Bartolomé de las Casas, otro que tal baila, en cuanto a tropelías cometidas por los Hispanos en las Américas.

            Estos “angelitos patudos” practicaban con la mayor naturalidad del mundo la antropofagia. Realizaban las llamadas guerras de primavera cuyo único fin y propósito era capturar prisioneros para ofrendarlos a sus dioses y devorarlos después en horrendos banquetes de canibalismo.

            Muestra de ello es el tapiz que a continuación exponemos, pintado por los amerindios en el que se ve claramente que están comiéndose a un humano

Bernal Díaz del Castillo relató que en todos los pueblos tomados por los españoles había «cues», pequeños templetes con forma de pirámide repletos de cadáveres a los que se les había arrancado el corazón como ofrenda a los dioses.

Por su parte, Francisco López de Gómara, que acompañó a Hernán Cortés, describió “un osario de cabezas de hombres presos en guerra y sacrificados a cuchillo, el cual era, a manera de teatro, más largo que ancho, de cal y canto con sus gradas, en que estaban encajadas entre piedra y piedra calaveras con los dientes hacia afuera”.

Pero, por si queda duda, un soldado de la tropa de Hernán Cortés, llamado Tapia, le refirió que había visto pirámides de calaveras, sus compañeros se rieron de él y le llamaron embustero y exagerado.

Tzompantli

Ni era embustero ni exagerado, estos amontonamientos de calaveras humanas existían, eran los llamaban Tzompantli, que es un tipo de estructura que utilizaban los pueblos mesoamericanos (principalmente los mexicas) para exhibir, empaladas en postes de madera, las cabezas o cráneos de los sacrificados.

El Huei Tzompantli (Gran Tzompantli) era la estructura principal ubicada frente al Templo Mayor de Tenochtitlan (la capital mexica) y era la más grande de su tipo.

Como he mencionado se puede escribir un libro sobre la cultura de los aztecas, y siempre habría materia para continuar.

Para no cansar, esta es la muestra de una pirámide de calaveras o Tzompantli.

Horroroso, ¿verdad?

Manuel Villegas Ruiz

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