
Ángel Herrera Oria es en España, posiblemente, uno de los principales inspiradores e impulsores del catolicismo social en todas las facetas de la vida. Un hombre audaz e incansable, que dedicó su vida como laico, sacerdote, obispo y cardenal a servir a la sociedad y a la Iglesia. Se caracterizó por su espíritu emprendedor y comprometido que le llevó a crear y desarrollar numerosas iniciativas tanto culturales como empresariales y sociales.

Nació el 19 de diciembre de 1886, en el número uno de la calle de Santa Lucía, en Santander, y pocos días después, fue bautizado en la parroquia de Santa Lucía. Su padre, el abogado José Herrera Ariosa, vinculado al negocio del tabaco, natural de La Habana, y su madre, Asunción Oria, nacida en Corrales de Buelna (Cantabria) formaron un matrimonio del que nacieron quince hijos, uno de ellos, el décimo, fue Ángel Herrera Oria, de los restantes, cinco serían jesuitas.
La familia vivía habitualmente en Valladolid y pasaba sus vacaciones de verano en Santander, ciudad esta que marcaría, posteriormente, la orientación intelectual y la personalidad de Ángel, pues tuvo la suerte de tratar en ella con importantes figuras de la cultura española, entre ellos Marcelino Menéndez Pelayo y José María de Pereda.

En octubre de 1900, Ángel comenzó sus estudios de Derecho en la Universidad de Valladolid, aunque el último curso lo realizaría en Vizcaya, en la Universidad de Deusto, dirigida por la Compañía de Jesús. También aquí realizó el primer curso de Filosofía y Letras, y posteriormente, en octubre de 1906, se trasladaría a Madrid con intención de continuar dichos estudios. Su tiempo en Deusto fortaleció su relación con los jesuitas, así como su esperanza de que en España se propiciara una elite intelectual católica.
Poco después optó por ser abogado del Estado consiguiendo obtener el puesto número tres en la oposición correspondiente para dicho cuerpo, siendo destinado a la Delegación de Hacienda de Burgos, tomando posesión de su puesto el 4 de marzo de 1908 y permaneciendo en el mismo hasta octubre del mismo año en que, tras haber pedido la excedencia, se traslada a vivir en Madrid para realizar el doctorado en Derecho y con la idea de dedicarse a la política.

En el siglo XIX, en el que nace Ángel Herrera, la idea más divulgada por los librepensadores y los masones era la de que el catolicismo español y las guerras civiles del siglo XIX eran la causa del retraso cultural existente en España. También durante este siglo surge el auge del asociacionismo moderno, que pasa a considerarse como la solución para todas las aspiraciones, tanto sociales, como políticas, culturales y religiosas. Renace con ello la tradición de las congregaciones marianas, y la antigua tradición de los jesuitas sobre el apostolado seglar.
Desde mediados y hasta finales del siglo XIX surge, por tanto, un siglo de oro para las asociaciones católicas, que compiten con otras asociaciones, muchas de ellas hostiles a la Iglesia, entre ellas, asociaciones obreras amparadas en la Internacional, o asociaciones de masones y pensadores liberales.

El Papa León XIII, en 1884 publicaba su encíclica Humanum genus contra la Masonería, animando a organizar asociaciones de seglares de católicos como antídoto a las asociaciones hostiles a la Iglesia, en concreto, el Papa animó al general de la Compañía de los jesuitas P. Anderledy, a reimpulsar las Congregaciones Marianas. Posteriormente, en 1891, en la encíclica social Rerum novarum, el Papa también proponía la creación de asociaciones católicas que beneficiaran a los obreros en respuesta a la apatía de los liberales y al activismo de los socialistas.

Como consecuencia de lo anterior, los jesuitas de finales del siglo XIX, para fomentar el asociacionismo católico seglar, impulsarán a las congregaciones marianas ya existentes. Estas congregaciones comienzan a asumir, además de cumplir sus deberes religiosos (misas, actos de la congregación, actos de caridad), otras actividades apostólicas de importancia. Entre estas congregaciones, en la España de la Restauración, las de los Luises (congregaciones de San Luis Gonzaga de los jesuitas españoles) empiezan a destacarse. Los Luises eran entonces, de alguna forma, contrarios al liberalismo imperante y dominante, y en ese sentido cumplían una labor de crítica, que podía quizá considerarse algo exagerada (aunque era el estilo de todos los católicos tradicionales, defensores del Syllabus, con una línea de crítica antiliberal), pero a la vez valiente y oportuna.
La Nunciatura al Vaticano en 1896, sin embargo, hace un informe donde elogia a las congregaciones de San Luis Gonzaga. El informe señala, entre los fines de las Congregaciones: promover entre los congregantes el espíritu de asociación con el objetivo de su posible colaboración en la obra de regeneración católica del país y animarlos a promocionar a los niños, los obreros y las clases necesitadas, manteniendo para este fin las escuelas, fomentando la cultura, así como entrenarlos, de alguna forma, en las luchas políticas a las que posteriormente serán llamados.

Lo cierto es que los Luises de finales del XIX eran un grupo de católicos valientes, que trabajaron de forma entusiasta por una regeneración católica de España como se dijo en el informe de la Nunciatura. Por eso, en 1901, tras el estreno de la obra de teatro Electra de Pérez Galdós, que se consideró como una explosión teatral que enfrentó a la España tradicional y a la progresista, y que plasmaba un alegato contra las órdenes religiosas y los poderes de la Iglesia, los anticlericales unieron el grito de “mueran los jesuitas” con el de “mueran los luises”.
En Madrid, Herrera Oria se integró en la Congregación de Nuestra Señora del Buen Consejo y san Luis Gonzaga (Los Luises), que dirigió, entre 1904 y 1908, el jesuita Ángel Ayala.

El 4 de noviembre de 1908, el padre Ángel Ayala, convoca a ocho jóvenes, todos ellos miembros de la Congregación mariana de San Luis Gonzaga, y entre ellos a Ángel Herrera, a una reunión en el colegio que los jesuitas tienen en la calle de Areneros. Los ocho jóvenes eran todos universitarios o profesionales. El padre Ayala, que tenía, por entonces, el deseo de formar líderes católicos para influir en la vida pública de España, decidió fundar una asociación de católicos selectos, que fue la semilla de la Asociación Católica Nacional de Jóvenes Propagandistas (ACN de JP).
La reunión dio origen a sucesivas reuniones que se celebraban los viernes en el colegio de Areneros (actual sede de ICADE-ICAI), siendo Ángel Herrera y Gerardo Requejo los secretarios del grupo.

La primera tarea de la ACN de JP, con Herrera Oria a la cabeza, fue realizar mítines católicos en diversas ciudades de España. El 25 de marzo de 1909, Ángel Herrera, José María Lamamié de Clairac y Gerardo Requejo se presentaron como propagandistas en un acto público en Ciudad Real por primera vez. El grupo iba respondiendo a la adaptación del catolicismo a la sociedad de su tiempo, respondiendo a lo promovido por León XIII desde su encíclica Aeterni Patris, del 4 de agosto de 1879. Ángel Herrera recorrió numerosos pueblos de España dando conferencias y animando a la movilización de los católicos, tratando de evitar que gente sin cultura llegara a alcanzar un gran protagonismo político, valiéndose únicamente de su activismo y de la propaganda. Pensaba que los católicos propagandistas debían centrarse en divulgar pocas ideas, pero muy concretas y prácticas, y ser insistentes en exponerlas. Creía en la importancia de la influencia que la prensa escrita tenía para ello.

El padre Ángel Ayala, que tanto había promovido la formación y funcionamiento del grupo, en 1911, se retiró a Ciudad Real y Ángel Herrera pasó a dirigirlo. Pronto, el grupo detectó la necesidad de complementar los mítines y manifestaciones con un órgano nacional de prensa, por ello Ángel viajó a Roma para entrevistarse con el papa Pío X y hacerle consciente de la conveniencia de contar con un medio de prensa católico en España. El 29 de junio de 1911, José María Urquijo y Ángel Herrera decidieron comprar el periódico El Debate, que, fundado el año anterior, por los hermanos Mataix, había tenido escaso éxito. La operación fue financiada por los dueños del periódico católico independiente de Bilbao La Gaceta del Norte. Así, Ángel Herrera, con veinticinco años, pasó a ser el director de El Debate, continuando con la dirección hasta febrero de 1933. Posteriormente, La Gaceta del Norte, debido a las pérdidas que acumulaba, cedió de forma gratuita el periódico a los propagandistas. Desde entonces, El Debate se transformó, pasando a ser uno de los periódicos con mayor reconocimiento por la opinión pública, debido a la iniciativa de Ángel Herrera, para mejorar la formación de los periodistas pues, en 1920, envió a varios de ellos a la Universidad de Columbia, impartiendo estos, después, cursos de periodismo. En 1927 Ángel Herrera con el objetivo de seguir mejorando el periódico, visitó varias Universidades alemanas para conocer el periodismo alemán, lo que se puede considerar que dio origen al periodismo español.
Para Herrera Oria su labor periodística era una tarea evangelizadora; no entendía el periodismo católico como información religiosa sin más, sino como un periodismo que lo analiza todo desde la dimensión religiosa. Sostenía que para hacer un periódico católico el periódico ha de ser lo suficientemente bueno como para que el adjetivo, en este caso, católico, no quede desacreditado.

En 1912, Herrera Oria fundó la Editorial Católica (Edica), que pasaría también a publicar El Debate. En 1926, creó la Escuela de Periodismo de El Debate, pionera en España. En 1929, para contrarrestar la tendencia laica en la información ofrecida por otras agencias y medios, fundó la agencia de noticias Logos, vinculada a Edica y a El Debate.
Durante la década de 1920, Herrera Oria desarrolló una labor incansable de proselitismo y organización de las juventudes católicas, creando diversas organizaciones juveniles y estudiantiles. Trató de influir en la acción educativa apoyando a los maestros católicos y a las iniciativas que difundiesen la presencia católica en la enseñanza pública. Inspiró la fundación, en 1920, de la Confederación de Estudiantes Católicos, organización en la que se integraron estudiantes católicos de diversas tendencias que trataron de difundir la presencia católica en los ámbitos universitarios.

Algo antes promovió la organización de sindicatos agrícolas católicos y las cajas rurales para influir en las gentes de campo, con el apoyo de los párrocos de cada lugar. Los sindicatos agrarios comenzaron a tomar un carácter nacional en 1917, cuando comienzan a constituir la Confederación Nacional Católico Agraria (CNCA), llegando el asociacionismo católico agrario a reunir cinco mil sindicatos federados y a seiscientos mil agricultores.

Piedad García Robledo