- 15. ¿Que nombre le pondremos? Hispanoamérica, Iberoamérica, Latinoamérica…
J.A. Calderón Quijano en su obra Toponimia española en el Nuevo Mundo (Sevilla 1988), uno de los máximos especialistas en el tema, se decanta por el término «Hispanoamérica» frente a los surgidos como producto de un imperialismo económico (Panamérica), ideológico (Latinoamérica), racial (Indoamérica), negación del panamericanismo (pan hispanismo), utilitario (Interamérica). De origen cultural estarían los de Hispanoamérica: cultura española (tesis); Lusoamérica: negación portuguesa (antítesis); Iberoamérica: deseo de buscar la paz eufónica y semántica con Portugal (síntesis), como fruto de la proyección peninsular conjunta. Hispanoamérica es un «concepto espiritual, cultural, sociopolítico, étnico y lingüístico perfectamente claro y preciso, que engloba a todos los pueblos hispanos, hoy naciones, situados en el Nuevo Mundo, con raíz aborigen varia y diferente y que están aglutinados por lo español o hispánico, que les da unidad en su mentalidad, forma de vida e idiosincrasia»
John L. Phelan pone de manifiesto cómo el término comenzó a utilizarse con Napoleón III en su intento de establecer una monarquía en México, cuyo titular, el archiduque Maximiliano José de Austria, sería proclamado emperador. Su máximo apologista sería Michel Chevalier allá por 1830.
No deja de resultar paradójico que autores como M.E. Rodríguez de Magisal al explicar «América Latina como una unidad» deban empezar por decir que se refieren a «la América de origen español».
Así las cosas, es evidente que el término «Latinoamérica» ha desbancado al de «Hispanoamérica». F. Miró Quesada C., director del más prestigioso periódico peruano, El Comercio, afirma que allá prefieren ser llamados «latinoamericanos». Tal vez si algún día se lograse esta unión de los americanos de habla hispana con España, la mayoría cambiaría de opinión y aceptaría llamarse «hispanoamericana» (M. Buge) pues «no bastan ni el buen deseo, ni la justificación teórica para cambiar una palabra que se ha impuesto en una gran comunidad humana. Es necesario un proceso histórico, que a veces puede ser muy complejo y cuya culminación está siempre en peligro de frustrarse».
16. Nombre América española frente a la América anglosajona
En primer lugar, habría que recordar que todo el sur de los Estados Unidos fue descubierto, conquistado y civilizado por España. Que el primer europeo que llegó a lo que hoy son los Estados Unidos fue Juan Ponce de León en 1513 a La Florida, que el primero en atravesar el territorio de Oeste a Este fue otro español Alvar Núñez Cabeza de Vaca, que otro español, Fray Junípero Serra, fundó todo el rosario de ciudades de California y que hoy figura con todos los honores en el Capitolio de los Estados Unidos junto a los padres de la patria, que B. de Gálvez, gobernador de Pensacola ayudó a la independencia de los Estados Unidos, que un español, el P. Segundo Llorente fue el primer diputado por Alaska como estado de la Unión.
Desde 1824 han pasado muchos años para imputar todos los males a España. Habría que comparar cuál era el estado de las naciones al filo del S. XVIII. También deberíamos comparar otros parámetros además de los económicos. ¿Qué medios se han aplicado en Estados Unidos y qué medios en el Sur? En el Norte, como ha señalado S.de Madariaga, «los indios son pieza de museo, en el sur la matriz de un pueblo»; en el Norte, en palabras de J. Marías, hubo un trasplante de europeos y se quitó de en medio todo lo que estorbaba, en ese caso los indios; en el Sur, hubo un injerto, de tal forma que hoy Hispanoamérica se ha convertido en el continente del mestizaje. Norteamérica no tiene resuelta la convivencia entre razas distintas y sigue marginando las minorías étnicas como la de los negros, los judíos y los hispanos. El Norte, al independizarse, federó las colonias; el Sur, que gozaba de unidad, se desunió y perdió en microestados. El primero lo hizo sobre todo por motivaciones económicas, el segundo por razones profundamente humanas, la más importante, sin duda, la crisis de España, su pérdida de identidad que le colocó en manos de Francia; los reinos ultramarinos iniciaron su lucha por la supervivencia y emancipación para no caer en manos del gobierno bonapartista.
Si es evidente la superioridad de los Estados Unidos, mayor es su responsabilidad. Sin embargo, parece muy interesada en perpetuar los problemas. La política de Monroe «América para los americanos» más bien era «para los norteamericanos»; la OEA es un sutil subterfugio para intervenir sin impedimentos de otras potencias; su apoyo masivo a las sectas en Hispanoamérica se debe en gran medida a su afán por introducir y afianzar su imperialismo económico.
¿Qué Inglaterra acometió una política capitalista, más pragmática que España? Evidente. Y si no, que se lo pregunten a sus piratas. En España se les apresaba como delincuentes, en el Reino Unido se les armaba caballeros de la reina Isabel.
¿Quién se enriqueció con el oro y la plata americana? Parte fue para sufragar las guerras europeas, casi siempre religiosas, de los monarcas españoles; parte para financiar los monumentos del Renacimiento y del Barroco… Puede decirse que benefició a Europa y que España perdió la gran ocasión. Pero también cuentan los ideales como el de Felipe II, que estaba dispuesto a no abandonar Filipinas, aunque no obtuviese ningún beneficio económico si a cambio salía favorecida la causa misionera.
17. ¿Madre Patria o madrastra aprovechada? El desgarrón de la emancipación
Aunque en los himnos de las repúblicas hispanoamericanas figuren letras contra «el yugo español», es mayoritaria la aceptación de España como «Madre» (ahora se prefiere «hermana») Patria, pero nunca madrastra, como pudo señalar con desdén el cantante Serrat tras su gira por esas tierras.
«La primera realidad que las mismas guerras han dejado ha sido la de la relación íntima e indisoluble entre americanos y españoles», apunta Demetrio Ramos.
España indujo a Hispanoamérica un complejo de culpabilidad del la cual no se ha liberado, pues no acepta su pasado. De aquí que tras la emancipación se sucediese una secuela de inestabilidad interna casi crónica, manifestada en el caudillaje, las crisis liberales y las revoluciones, así como en la falta de identificación psicológica con su respectiva nación por parte de la mayoría indígena. Al mismo tiempo, la desunión y la debilidad frente al exterior, luchando entre un pasado que se negaba y un futuro que miraba a otras potencias como EE. UU., Francia, Inglaterra.
Por encima de todo programa político y económico está el empeño en lograr la identidad cultural colectiva. «La gran gloria de España es la cultura criolla». Jaime Eyzaguirre nos da la solución: «Contra un indigenismo o romántico y marxista, contra un panamericanismo y sin alma, cabe, pues, oponer la confiada afirmación del patrimonio hispanoamericano»
18. ¿Racismo o mestizaje.?
El documento emanado de la comisión «Justicia et Pax», titulado La Iglesia ante el racismo, cita el caso español y portugués como el origen del racismo. Intervenciones de prelados e intelectuales españoles han llevado a la comisión vaticana a matizar su estudio. Si por racismo se entiende —son palabras del documento — «exasperación de la diferencia concebida científica o ideológicamente como superioridad de una raza sobre otra», nunca se dio en Hispanoamérica. Ya en el tercer viaje de Colón, 1497, vuelven dos españoles casados con indígenas. La mayor parte de los conquistadores tiene hijos mestizos; tanto que el siglo XVII será protagonizado por los mestizos; bastan, a título de ejemplo, los descendientes de Cortés, el Inca Garcilaso…
José de la Riva-Agüero y Osma, el gran polígrafo del Perú, sentenció: «No conozco afirmación más injuriosa para el peruanismo que aquella de ser inasimilables sus dos razas esenciales, la hispana y la india. Si tal fuera, el Perú resultaría un aborto. Y esperamos y constatamos que no lo es, por los tipos humanos que ha producido, desde Garcilaso hasta nuestros días, mestizos insignes de sangre y de alma».
En esta misma línea, el gran peruanista, José Antonio del Busto Duthurburu, recogió tres de sus artículos en Tres ensayos peruanistas. El primero, Perú esencial, nos ofrece su «visión peruanista del Perú», a través de la realidad histórica del Perú en tres dimensiones: como patria (nacida hace 15.000 años con el ingreso de los primeros cazadores nómadas a nuestro territorio), nación (surgida en el siglo XVI con los primeros mestizos, especialmente con Garcilaso) y estado (libre y soberano desde el 28 de julio de 1821 con la Independencia). Su determinación de autonomía le convierte en país «independiente, uninacional, pluricultural, multilingüe y mestizo».
El segundo, el más extenso, El mestizaje en el Perú, nos brinda la lección inaugural del año académico de 1992 en la Universidad de Piura. Lo fundamenta en dos realidades incontrovertibles: el mismo nombre «Perú» («de unos indios que pronunciaron mal y de unos españoles que oyeron peor, nació el nombre de mi patria») y su población (75% mestiza). Desarrolla su aserto en dos rubros: el mestizaje racial y el cultural. Sobre el primero, distingue lo que denomina ingredientes mayores (la raza cobriza o americana y la blanca o europea) y los menores (negra o africana, amarilla o asiática y aceitunada u oceaniana); si en la segunda mitad del siglo XIX, Perú fue un mosaico racial, hoy, en aras de un mestizaje, propende a una raza común; aunque reconoce que no hay ni discriminación ni segregación racial, reconoce la existencia de un prejuicio racial, fundado en que hay descendientes de esas razas con mayor cultura, mayor riqueza, mayor poder o, con falsa apreciación, mayor belleza. El segundo rubro, mestizaje o fusión cultural, está poderosamente desarrollado en la comida, el vestido, la habitación, la música, la danza, la pintura, la literatura, la artesanía y la religión. Representante de la comida mestiza es el cebiche, con pescado, ají, camote y choclo del Nuevo Mundo, y el limón, la cebolla y la lechuga del Viejo Mundo.
En la literatura descuella, singular y señera, la figura de Garcilaso, quien en su feliz dedicatoria de «Comentarios Reales» acuñó el mestizaje:» A los Indios, Mestizos y Criollos de los Reynos y Provincias del Grande y Riquísimo Ymperio del Perú, el Inca Garcilaso de la Vega, su hermano, compatriota y paysano, salud y felicidad». En la conclusión, define con lucidez su aserto: «La cultura occidental, a la que pertenecemos por descender de europeos, nos acerca y hace iguales a los demás países occidentales: la cultura andina, a la que también pertenecemos por descender de indios, nos singulariza y diferencia de los demás países de la tierra. En términos de filosofía aristotélica, la cultura occidental es el género próximo y la cultura andina la diferencia específica. Una nos iguala, otra nos hace únicos. El ideal es integrar la universalidad sin perder la singularidad» (p. 46).
El último del artículo se titula En torno al monumento a Pizarro y fue publicado en el diario «El Comercio» el 29 de abril de 1997. Son reflexiones acerca de la polémica del monumento ecuestre de Francisco Pizarro. El Dr. Del Busto, uno de los máximos especialistas en el estudio de Pizarro, reconoce que el extremeño «no nos conquistó a nosotros, sino a los hombres del incario que son nuestros antepasados cobrizos». Nosotros descendemos de los vencidos y de los vencedores, pero no somos vencedores ni vencidos. Somos el resultado de ese encuentro. Podemos ser indigenistas e hispanistas, pero por encima de todo debemos ser peruanistas. El peruanismo une, cicatriza; el indigenismo y el hispanismo malentendidos, dividen, descuartizan. Nuestra obligación es integrarnos, no desintegrarnos».
19. La leyenda negra que perdura.
La leyenda negra antiespañola nace de la propaganda que se ha formado por siglos sobre la identidad, costumbres e instituciones españolas, denigrándolas profundamente usando en muchos casos la exageración o la calumnia sistemática, desvalorizando sus ricas manifestaciones culturales y artísticas: propaganda que se forjó en los países europeos enemigos del reino de España y después en la propia España y países hispanoamericanos.
Basta con hojear las novelas del XIX y del XX, contemplar los cuadros de Rivera y Orozco, escuchar los himnos nacionales de las repúblicas, ver los libros de texto para escolares… Hoy se ve reforzada por las sectas religiosas y hasta algunos sectores de la Iglesia Católica.
Creemos que el sentido común se impondrá, como en el caso de O. Paz, Elliot, E. Sábato. Este último escribía en El País (2.I.91): «Si la leyenda negra fuera una verdad absoluta, los descendientes de aquellos indígenas avasallados deberían mantener atávicos resentimientos contra España, y no solo no es así, sino que dos de los más grandes poetas de la lengua castellana de todos los tiempos, mestizos, cantaron a España en poemas inmortales: Rubén Darío en Nicaragua y César Vallejo en Perú».
20. Menos mal que fue el P. Las Casas.
En ocasiones y con un insoportable irenismo, se concluye con talante de diálogo: «bueno, hay que reconocer que hubo misioneros como el P. Las Casas que denunció los abusos». O sea, que lo único bueno fue que, como los conquistadores suministraron tal cantidad de desmanes, que menos mal que alguien se dio cuenta…
Misioneros hubo que denunciaron con más fuerza si cabe los atropellos; tal fue el caso de Montesinos, Motolinía, vasco de Quiroga, Toribio de Mogrovejo… Pero superaron la visión daltónica de fray Bartolomé. Este creía salvarse denunciando a los españoles y protegiendo a los indios. Se convirtió en una especie de Jeremías del Nuevo Mundo. Pese a ser sevillano, toda su crítica es amarga, le falta el sentido de lo positivo, del buen humor. Nadie discute su buena intención, nadie quita sus logros como llegar al mismo emperador suscitándole la duda de la legitimidad de la empresa, incluso estar dispuesto a abandonar la empresa si la Junta de Sabios dictaminaba en contra. Las Leyes Nuevas de 1544 en parte son obra suya; la desaparición del término «conquista» por «pacificación» también.
21. Los conquistadores y los misioneros: Una historia de malos y buenos
Hora es ya de superar la puritana dialéctica que manda al infierno a todos los conquistadores y premia celestialmente a todos los misioneros. Pero justo es poner las cosas en su sitio. Hubo conquistadores como Cortés y Pizarro con una conciencia clara de evangelización y dar buen trato a los indios; una obra extraordinaria, Los laicos en la cristianización de América, de G. Guarda, lo evidencia. Y también hubo misioneros, los menos, que se aprovecharon de los indios; los cánones conciliares y sinodales, tan frecuentes, nos revelan este dato. Soldados hubo que se hicieran religiosos; y religiosos hubo que no dudaron en defender con la espada las poblaciones atacadas por los indios. No es cierta la enemistad perpetua entre unos y otros. La norma fue el buen entendimiento arbitrado por los funcionarios reales.
22. De la «conquista espiritual» a la imposición política
Se viene a decir que el Estado misional configuraba solamente una fachada de evangelización, pues en la práctica enmascaraba intereses políticos y económicos. La «Iglesia colonial» se contentó con acometer una campaña de represión religiosa, cultural y mental para exterminar la idolatría. «Ante el sencillo y lógico razonamiento del indígena, se impone la brutal sutileza de la complicada escolástica». El resultado de esta interacción de elementos de la civilización occidental desfigurados y nativos realzados ha dado un sincretismo que mezcló elementos dispares sin tener en cuenta su esencia.
E. Dussel y sus colaboradores pretenden redactar una historia de la Iglesia con sentido ecuménico y comprometido con los oprimidos. En realidad, la historia se ideologiza poniéndola al servicio de la falsa teología de la liberación. Antonio García, catedrático de Historia del Derecho en la Pontificia de Salamanca, le dijo a su autor que él prefería una «historia comprometida con la verdad».
Hoy no entendemos la relación Iglesia-Estado en el régimen de Patronato. Pero en un momento en que no existía «Propaganda Fide», la Iglesia ve con buenos ojos que unos Reyes sean «patrones» de nuevas iglesias. El Estado se comprometía a pagar todos los pasajes de los misioneros, así como su manutención; protegía e impulsaba la evangelización. Los roces entre la Santa Sede y la Corona no fueron de tipo «dogmático» sino un excesivo paternalismo estatal que ahogaba en ocasiones la legítima actuación de la Iglesia y que desembocó en tiempos de Carlos III en la injusta expulsión de los Jesuitas.
Si el balance de su gestión se mide por sus frutos culturales (creación de colegios y universidades, impresión de libros, construcción de monumentos…) y espirituales (la mitad de los católicos del mundo viven allá, santuarios, diócesis creadas, santos…), los resultados están a la vista.
23. La visión de los «vencidos». 500 años de «resistencia»
Se ha puesto de moda el estudio de la «autoimagen de los pueblos colonizados», como dice Lohmann «ha surgido el afán de forjar una ficción de los vencidos que repare ideológicamente el sonrojo de haber cedido el campo a unos puñados de conquistadores». Para ello, se confrontan los testimonios. Varias revistas misionales como «Antena Misionera» o de ayuda solidaria como «Manos Unidas» se hacen eco de esta actitud. Tal punto de vista, complementario en principio, se ha convertido en un enfoque opuesto y reivindicatorio. Su paradigma sería el Inca Garcilaso quien en sus «Comentarios Reales» pretende «encumbrar el régimen arcaico comparando positivamente sus códigos de honor con los de los españoles»
Algunas agrupaciones como «Arco Iris» intentan un eclecticismo que les lleva a intentar reconstruir el mundo trastornado por la Conquista, también el desorden «ecológico» producido. Se estudia todo el movimiento indígena, las rebeliones, las luchas armadas… La sustentación ideal de esta oposición en el antiguo Imperio del Tahuantinsuyo radicaría en el mito de Inkarrí, mezcla de movimiento mesiánico con rastros de escatología europea, en la que el soberano prehispánico se identifica con un arquetipo como Cristo; vencido por los invasores españoles, llegará, sin embargo, un tiempo en que volverá a reinar. En el antiguo Teotihuacán el arquetipo vendría dado por el retorno del auténtico Quetzalcóatl.
El 12 de octubre de 1991 se detuvo a varios indígenas en Sevilla por sus actividades en contra del V Centenario. Aunque hubo «resistencia» por parte de los chichimecas, caribes, araucanos, «la actitud normal fue… la aceptación. Incluso el mítico Inca Tupac Amaru, que encabezó una revuelta campesina en Perú, en 1780, se propuso tan solo crear un Estado inca autónomo dentro de la monarquía española» ( F. Fernández Armesto, The Economist 2. XII.91)
Se ha difundido mucho un artículo del jesuita asesinado en El Salvador y que titulaba «El encubrimiento». Algunas revistas agotan su indigenismo con citar reiteradamente a Mons. Pedro Casaldáliga. Hay que discernir siempre entre los hechos históricos aludidos silenciadores de la labor acometida por la Corona y la Iglesia de protección del indio, y su deseo de transformar las estructuras injustas actuales. Este último ofrece la anécdota de aquel indiecito que le comenta al misionero: «Padre, ya soy un poquito cristiano, ya aprendí a mentir». Me recuerda al prólogo de un libro para escolares de Alán García, expresidente de Perú: «En el principio de nuestra historia nadie mentía, nadie robaba, nadie estaba ocioso, ‘ama lulla, ama sua, ama quella'». ¿Por qué no se cita la Real Cédula dada en Valladolid en 1580 por Felipe II? «Más se debe entender y mirar en estas Indias el bien común de los indios que de los españoles, porque los indios son los propios naturales de ellas y los españoles advenedizos». No había resistencia tampoco en la legislación protectora de tantos conquistadores y virreyes. Qué decir de aquellos indios que en masa pedían el bautismo en México o los que en Perú salían a recibir a Toribio de Mogrovejo como su verdadero padre y protector. O la de los tlaxcaltecas que impidieron que saliese de Michoacán el venerado cuerpo de Tata (Padrecito) Vasco de Quiroga. En estos dos protagonistas encontramos dos modelos para luchar por la promoción de los 40 millones de indígenas que malviven en Hispanoamérica.
24. ¿Se arrinconó a los criollos?
Fue el fundamento de los insurgentes en el movimiento de la emancipación. Se echaba en cara a España la postergación de los criollos para los cargos públicos. Es de sentido común la pugna existente en todas las sociedades entre el autóctono y el foráneo. Pero nunca se discriminaba. Ahí está la institución eclesial en la que los criollos ocupan un lugar selecto, como se ve en la solución de la «alternativa» en las Órdenes Religiosas; los criollos, herederos del grupo de conquistadores y encomenderos, al no acceder a tales cargos, sienten cierto complejo de inferioridad y tienden a diluirse dentro de otros sectores sociales
Sobre la separación entre españoles e indios, Mörner ha razonado la política real que propició el aislamiento de los aborígenes de quienes no lo fuesen por motivaciones humanitarias.
25. Isabel la Católica y el Nuevo Mundo.
Al saber que Colón había hecho algunos esclavos, dijo:»¿Quién es el Almirante para hacer esclavos a los que son mis súbditos?» Y recoge uno a uno a los indios vendidos en Sevilla y de nuevo, puestos en libertad, vuelven para las Indias. Hay una Cédula Real de 2 de diciembre de 1501 por la que ordena a Cristóbal Guerra reduzca a prisión a Colón con incautación del dinero percibido. Este gesto le valió el siguiente comentario al actual presidente de la Real Academia de la Historia, A. Rumeu de Armas: «En un mundo de oprobio y servidumbre, ella inclinó la balanza por el triunfo de la libertad humana». Le recomiendo la lectura de su libro La política indigenista de Isabel la Católica.
Su último pensamiento irá para el Nuevo Mundo, la promoción humana y evangelización de los indios, sus hijos. Navarrete recoge en el documento 128 de su «Colección de los viajes…» T. LXXV, el sentir de la Reina: «Habíamos mandado que los indios […] fuesen libres y no sujetos a servidumbre». En el Codicilo de su Testamento, en su agonía en Medina del Campo, recuerda su interés y ordena que los naturales «no resciban agravio alguno en sus personas ni bienes, mas manden que sean bien e justamente tratados».
Baste recordar que el polémico P. Las Casas se refiera a su persona como «la sancta reyna doña Ysabel». Si nos acercamos a alguna del millón de leyes que promulgó España para Indias, o a cualquiera de los cánones de concilios y sínodos, veremos que muchos de ellos nos remiten al precedente sentado por la cláusula testamentaria de la reina Isabel.
De la trascendencia pública de su perfil moral nos habla W. Irving: «Es admirable la íntima dependencia que la felicidad de las naciones tiene, a veces, de las virtudes de ciertos individuos […] Fue el suyo uno de los más puros espíritus que jamás gobernaron la suerte de las naciones». Ella puso los cimientos del Siglo de Oro de España, llegando al «mayor empinamiento que jamás había conocido»(Bernáldez) y que tantos beneficios proporcionó a la Humanidad. El profesor Luis Suárez Fernández, máximo especialista en el tema, acaba de recordárnoslo en su monumental enciclopedia sobre los Reyes Católicos.
26. ¿Qué fue antes la hispanización o la evangelización?
En 1596, el Consejo de Indias redactó una cédula en la que urgía la castellanización de los indios. Felipe II la rechazó en los siguientes términos: «No parece conveniente apremiarlos a que dejen su lengua natural, mas se podrán poner maestros para los que voluntariamente quisieren aprender la castellana».
Baste recordar que existen gramáticas en lengua vernácula desde los primeros momentos de la evangelización. Padres, como el jesuita Barzana, llegaron a dominar 13 lenguas indígenas. El arzobispo Mogrovejo crea cátedras de quechua en Lima e impone multa a los párrocos de indios que en el plazo de 3 años no aprendan la lengua de los naturales.
Gregorio Salvador en su conferencia «El español: vehículo de comunicación y cultura» en unas Jornadas celebradas en Roma (Ver ACEPRENSA 7. II.1990) recuerda que hacia 1800 solo 3 millones hablaban el español. Fueron las Repúblicas independientes las que emprendieron una política de hispanización para aplicar las ideas del Abbé Gregoire que había proclamado en la Asamblea Francesa que los ideales revolucionarios solo se harían efectivos con una enseñanza unitaria en una lengua común.
27. A la caza de un chivo expiatorio o ¿quién tiene la culpa?
Nadie duda del subdesarrollo de Hispanoamérica. Hay que buscar un culpable, una cabeza de turco. Ahora sí, ahora se da cabida a España en el carné de identidad de todas las repúblicas; ella fue la caja maléfica de Pandora que propagó los males del viejo continente por el virgen e idílico nuevo mundo.
¿Qué identidad buscar, pues? Uslar Pietri pone las cosas en su sitio con su habitual amplitud de miras. Destaca tres protagonistas: los iberos, los indios y los africanos. Pero, como indica Sábato, «sin duda sería la cultura ibérica la dominante, desde el momento en que esas tres sangres entraron en esos complejísimos procesos de la fusión y el mestizaje, dejando de ser lo que habían sido, en usos y costumbres, religión, alimentos e idioma, produciendo un nuevo hecho cultural originalísimo». El The Economist de 21-XII-91 denunciaba esa «anacrónica indignación contra los legisladores y administradores del pasado» como «evasión de los problemas del presente. ¡El grito de M. Vargas Llosa! ¡Nosotros somos los conquistadores¡, pone la responsabilidad donde corresponde, con las élites de hoy».
Se impone sacudir ese «complejo de inferioridad» de las repúblicas americanas que no aceptan el haber sido engendradas por tales progenitores. Solo se curará, evitando el daltonismo histórico que hoy nos ciega. El múltiple congreso celebrado con motivo del V Centenario pone en evidencia el testimonio del presidente de la Comisión Ejecutiva del Congreso del Descubrimiento, A. Rumeu de Armas: «La Academia se siente solidaria y orgullosa con la empresa heroica del descubrimiento y exploración de América, y valora en su justa medida el complejo proceso de hispanización del Nuevo Mundo, con un saldo positivo indudable en cuanto a los problemas planteados y las soluciones arbitradas».
28. La condición jurídica de los indios. ¿Sin alma ni libertad?
Rige el Derecho castellano, salvo en contadas excepciones. Por la Real Cédula de 20. VI.1500: se condenan las actividades esclavistas de Colón. La actitud indigenista de la reina Isabel la Católica reflejada en su testamento no deja lugar a equívoco: los indios son súbditos de Castilla, por lo que gozan de los mismos derechos. Solo podían ser esclavizados los capturados en guerra justa. Por fin, las Leyes Nuevas de 1542 permiten tan solo la esclavitud de los caribes, araucanos y mindanaos por su actitud beligerante contra España.
Existen tres diferencias entre el indio y el esclavo. Aquel no es vasallo del encomendero, sino del rey; el encomendero tenía sobre el indio derechos no enajenables (no lo podía vender); el indio podía tener bienes propios.
La legislación hispanoamericana descansa en el principio de protección en virtud de su carácter de «personas miserables» y que necesitan de ayuda. La R.C. de 19. XII.1593 manda castigar «con mayor rigor a los españoles que injuriaren, ofendieren o maltrataren a los indios, que si los mismos delitos se cometieren contra los mismos españoles». A tal efecto se le dan privilegios jurídicos, económicos, matrimoniales y espirituales, tales como no cobrar los diezmos completos, la exención de ayuno y de la excomunión… Dos aspectos concretos los tenemos en el respeto de la institución de los caciques o curacas, señores de los indios, cuya autoridad se mantuvo durante siglos allí donde estaba consolidada y la creación del cargo de protector de indios dado generalmente a los obispos y con la misión de velar por el buen trato y defensa de los indígenas, procurando el exacto cumplimiento de las leyes (había un protector general en cada territorio importante y protectores delegados en distritos y partidos).
A la luz de estas consideraciones, plantearse, como algunos piensan, la cuestión de si los tratadistas españoles consideraron a los indios como seres dotados de alma, carece de sentido.
29. ¿Y la trata de negros?
Los negros constituyeron pronto una minoría importante, sobre todo en el área del Caribe. Unos eran esclavos — los recién llegados — comprados por las Compañías holandesas, genovesas, portuguesas o inglesas mediante el sistema de «asientos»; otros muchos habían conseguido la liberación por concesión de los dueños o declarándose fugitivos. Aunque España no traficase, tampoco lo impide. La mentalidad de la época no se lo cuestiona. La legislación española prohíbe que se les maltrate, favorece la libertad matrimonial y admite su emancipación en metálico.
El P Las Casas, en un primer momento, fue partidario de sustituir a los «débiles» indios por los «fuertes» negros; pero más adelante reaccionó y en su «Brevísima relación de la destrucción de África» se convierte en el pionero de los defensores de sus derechos.
Más importante es la labor de los apóstoles de los negros Sandoval y san Pedro Claver que con su dedicación en Cartagena de Indias redimieron una raza convirtiéndose en «esclavos de los esclavos»; lo mismo sucedió con el P. Francisco del Castillo en Lima; la formación de la hermandad del Señor de los Milagros, compuesta en su mayoría por negros o afrodescendientes en el Perú. De igual modo sucedió con los padres capuchinos, quienes seguirán el modelo de su padre de san Francisco en el encuentro con el sultán Melek-el-Kamel; el historiador Miguel Anxo Pena recuerda que ya en 1585 hay Capuchinos próximos al mundo de la esclavitud, en concreto la de esclavos cristianos en manos de musulmanes, los religiosos se entregan a la tarea de rescatarlos y atenderlos espiritualmente; desde la llegada de los misioneros a las costas de África la realidad de la esclavitud se hace patente, y de manera práctica los Capuchinos comienzan a luchar contra la misma.
30. Una celebración sin «triunfalismos»
Suele citarse este término del Papa para cercenar toda iniciativa encaminada a recordar 1492. Pero Juan Pablo II, a renglón seguido, escribe «y sin complejos».
Desde que Alejandro VI, primer Papa desde 1492, concediese mediante las Bulas Pontificias la autorización para evangelizar el Nuevo Mundo, no hay un solo documento papal crítico sobre la obra de España en América. Lo recoge muy bien Juan Terradas Soler en La conquista y la colonización de América vistas desde Roma. Juan Pablo II ha querido celebrar la efeméride con «la novena de la esperanza» para una «cita a la que la Iglesia no puede faltar». En sus viajes a España no ha olvidado nunca «dar las gracias por su labor en América».
Los obispos de USA lanzaron su pastoral «Herencia y esperanza. Evangelización en los Estados Unidos» en noviembre de 1990 para disponer a su pueblo a la celebración del V Centenario.
El episcopado reunido en el CELAM ha lanzado numerosos comunicados sobre la celebración del V Centenario desde la «humildad de la verdad», «gratitud a Dios por la vocación católica de América Latina», el espíritu de fidelidad a nuestro pasado de fe, la mirada a los desafíos del presente y la atención a los retos del futuro. Medellín, Puebla y Santo Domingo serán firmes hitos para la nueva evangelización de América. Con el deseo de clarificar científicamente el estado cultural, el mismo CELAM ha realizado una profunda investigación entre los descendientes de las más representativas etnias indígenas en la que sale un balance favorable, lejos de todo revanchismo. En la EXPO’92, ha manifestado Mons. Tagliaferri; el edificio del Vaticano «presentará el innegable aporte de la Iglesia al nacimiento, desarrollo y realización del Nuevo Mundo mediante su tarea evangelizadora».
José Antonio Benito
José Antonio Benito