
A principios de 1936, ocurrió en Barcelona uno de los episodios que presagiaron los graves sucesos que se desencadenaron en julio del mismo año. Fue un asesinato cuyos protagonistas, fueron gente que ya no deseaba una pacífica convivencia entre contrincantes políticos y que no respetaban las más mínimas reglas de humanidad. Se trata del asesinato de los hermanos Badia, independentistas partidarios de la violencia, a manos de anarquistas de la CNT y en connivencia con las autoridades. Veamos los hechos y el perfil de los asesinados.

El 28 de abril de 1936, los hermanos Josep y Miquel Badia Capell, a las dos y cuarto de la tarde, salían de su domicilio en el número 52 de la calle Muntaner en Barcelona. Apenas unos metros más abajo, en dirección al mar y a la altura del número 38, fueron tiroteados por dos individuos. Los disparos iban dirigidos hacia Miquel, mientras que Josep fue una víctima colateral, alcanzado cuando intentaba auxiliar a su hermano. Los guardas espaldas, que normalmente acompañaban a Miquel, se encontraban, sorprendentemente, en la esquina con la calle Diputación, unos metros más abajo, pero a una distancia suficiente para no sufrir consecuencias ni quedar implicados.
Miquel Badia había tenido una carrera fulminante en la política. Nacido el 1906, en un pueblecito de la provincia de Lérida, dentro de una familia de ganaderos. Su padre era esquilador de animales, pero aparentemente había conseguido medrar como tratante y dio a sus hijos una buena formación. Miquel cursó estudios con los Maristas en la capital leridana. En 1922, con dieciséis años, se matriculó en La Escuela Especial de Náutica de Barcelona y evidentemente debió trasladarse a la capital. Deseaba conseguir el título de piloto de la marina mercante, pero nunca llegó a obtenerlo.
Trasladarse a Barcelona para seguir estudios superiores, no era un tema baladí y su padre debió decidir que ya había pagado suficientes misas, el caso es que Miquel se puso a trabajar en el negocio de su hermano mayor Josep, que se había afincado en Barcelona en un negocio de venta de exportación de fruta. Rápidamente, empieza a introducirse en la política y abandona los estudios y aparentemente también la colaboración con su hermano, ya que pasa a trabajar en una farmacia. Entró a formar parte de lo que se llamó posteriormente “aristocracia obrera” o, como yo los definiría, privilegiados desconocedores de sus privilegios.

El mismo año, se funda el partido político “Estat Catalá” y Miquel fue uno de los primeros en afiliarse como “soldat de Catalunya”, como consignaba su ficha firmada en un piso de la calle de Sant Honorat. Dos años más tarde con tan solo 18, es nombrado “cap d’escamot”, o sea, algo así como jefe de escuadra, con dedicación plena, lo que significa que debía recibir alguna asignación por parte de Estat Catalá y poco lo debían ver por la farmacia.

Estos “escamots” rápidamente pasaron de actividades puramente propagandísticas a acciones directamente violentas, como dar una paliza al canónigo Joan Boada Camps, debido a que impulsaba la predicación en castellano, manifestaciones violentas delante del domicilio de Dionisio Conde, diputado de la Mancomunidad y criticado como traidor a la causa, y el lanzamiento de líquidos inflamables a los escaparates del almacén El Siglo, en plena Ramblas, para atacar los intereses de económicos de Rafael Dalmau Farreres y i Manuel Blasi Mora, probablemente porque no contribuían a la causa con las cantidades requeridas. Aparentemente, poco ha cambiado en cien años, ya que todo esto suena a política actual.

En 1925, Miquel Badia se ve envuelto en un descabellado proyecto de asesinar al rey Alfonso XIII, mediante la colocación de un artefacto explosivo en un túnel del ferrocarril en el macizo del Garraf próximo a Barcelona y es detenido en 1926 y sufre un interrogatorio violento en los sótanos de la delegación policial de la calle Regomir. Según parece, de este hecho aprendió bastante y lo puso en práctica más tarde. Miquel fue juzgado y condenado a 12 años en 1926. Se le trasladó al penal de Alcalá de Henares, donde intentó evadirse una vez, reenviado a Ocaña y finalmente indultado por Real Decreto de Alfonso XIII el 2 de abril de 1930. Con 24 años, Miquel Badia recuperaba la libertad.
Vuelto a Barcelona, recibió varios homenajes por parte de sus correligionarios, pero ninguna oferta de trabajo, ni siquiera de Estat Catalá, lo que le obligó a aceptar irse a trabajar a Cádiz en la compañía de un catalán emigrado por aquellas latitudes. Muy probablemente, poco debió trabajar en la ciudad gaditana, ya que en 1931 acompañaba a Francesc Macia en las votaciones donde ERC (Esquerra Republicana de Cataluña) obtuvo un inesperado buen resultado.

El triunfo de Macia y su proclamación como presidente fueron el lanzamiento político de Miquel Badia. El 24 de abril de 1931, por decreto firmado por Francesc Macia, fue nombrado “funcionario temporal” con un sueldo de 3.000 pesetas anuales, lo cual no era poca cosa en 1931. En agosto del mismo año se aprueba la fundación de los JEREC (Joventuts d’Esquerra Republicana-Estat Català), grupo que, bajo la idea de atraer y organizar a las juventudes independentistas catalanas, amparaba ideas violentas y expeditivas. Miquel Badia fue nombrado presidente, formando parte del Comité Ejecutivo.
A partir de entonces su carrera fue meteórica y hay que reconocer su capacidad de organización, que se demuestra en la concentración de 1.200 miembros de los JEREC, perfectamente uniformados, desfilando al más puro estilo de las “camisas pardas” de la SA hitlerianas. También afloran sus aficiones a difamar públicamente a sus enemigos políticos, con sus visitas frecuentes a los distintos juzgados de Barcelona para hacer frente a diferentes demandas. El semanario satírico “El Be Negre” (La oveja negra), también se hace eco de sus actividades, definiéndolas con ironía como “,..ejercicios de rotura de urnas, lanzamiento de gases lacrimógenos y otros procedimientos purificadores…”

Ya que los JEREC era una entidad política dependiente de ERC (Esquerra Republicana de Catalunya), sin grandes apoyos financieros, cabe preguntarse de donde procedían los caudales necesarios para semejante organización, la respuesta la tenemos en los escritos del historiador Ernest Ucelay da Cal, que afirma que los recursos procedían de la Conselleria de Sanitat. Digamos sarcásticamente, lo primero es lo primero.

A partir del momento en que ERC llegó al poder de la Generalitat de Cataluña, las relaciones con los anarcosindicalistas, sus antiguos compañeros que luchaban contra el poder establecido que la monarquía y demás, empezaron a deteriorarse rápidamente. La estrategia de CNT, FAI se interpretaba en los medios independentistas como un ataque a las nuevas instituciones catalanas. Ello se vio claramente en abril de 1933, cuando la CNT organizó una huelga de transportes públicos. Badia al frente de las JEREC, opinó que no se podía boicotear una institución catalana y solicitó permiso al gobernador civil de Barcelona, Claudio Ametlla, para substituir a los conductores en huelga de la CNT por voluntarios catalanistas. Hoy sería impensable, pero en 1933 Ametlla autorizó la acción y la huelga fue ahogada. Los de la CNT nunca olvidaron esta afrenta.

La situación no hizo más que complicarse, con una serie de acciones y reacciones. El 18 de julio de 1933, cuatro miembros de los JEREC detuvieron a dos presuntos anarquistas en posesión de armas y en lugar de llevarlos a una comisaria, los llevaron a una sede de los JEREC y les dieron una paliza con la consecuencia de deber ser hospitalizados. El hecho tuvo revuelo en la prensa y se llevó a encausar a los actores directos pero nunca fue procesado Badia como inductor. En contrapartida, el 25 de septiembre, Badia sufrió un atentado frustrado ante su domicilio en la calle Muntaner. El 22 de octubre un grupo de los JEREC asaltan la imprenta NAGSA, donde se editaba el semanario Be Negre y destruyeron parte de las instalaciones y los ejemplares que se encontraban en proceso de imprimir.

El 19 de noviembre de 1933, en las elecciones legislativas, ERC pierde la mayoría en el parlamento catalán en favor de la Lliga Catalana, y el 25 de diciembre del mismo año, muere Francesc Maciá, presidente de la Generalitat y personaje que todavía contenía a los sicarios de los JEREC. El nuevo presidente, Companys, no hizo más que echar leña al fuego, nombrando el 5 de febrero de 1934 a Miquel Badia como secretario general de la “Comissaria d’Ordre Públic”. A partir de este momento, Badia declaró la guerra al pistolerismo de izquierdas utilizando medios ilegales, palizas y detenciones arbitrarias, ante la pasividad de todas las autoridades. Tuvo bastante éxito en su labor, ya que consiguió disminuir drásticamente la delincuencia y el 18 de junio de 1934 fue nombrado “Cap de Serveis d’Ordre Públic” con un sueldo anual de 18.000 pesetas. La larga serie de acciones ilegales culmina el 10 de septiembre de 1934 cuando ordena detener al fiscal Sancho a la salida de los juzgados. Su situación política se vuelve insostenible y presenta la dimisión dos días más tarde.

Companys (dcha.) , en octubre-noviembre de 1936, junto al cónsul de la URSS en Barcelona, Antonov-Ovséyenko.
El 6 de octubre, Companys declara el “Estat Catala de la República Federal Espanyola” rebelándose contra la autoridad del Gobierno Central Español, Badia y sus JEREC se declaran entusiásticamente a favor, pero no hay ningún eco en la sociedad civil y al día siguiente, Companys se entregó a las fuerzas del orden, mientras Badia huía a Paris. En esta ciudad se dedicó a escribir sus memorias y poco más, guardando, eso sí, un profundo rencor a Companys a quien acusaba de pusilánime y ser el causante del fracaso de la revuelta. No contribuyó en la mejora de las relaciones la orden de expulsión del gobierno francés que le obligó a marchar a Colombia. Poco tiempo estuvo en tierras americanas, ya que el 15 de enero de 1936 entró en Andorra.

Entre el 16 de febrero y el 1 de marzo de 1936 se celebraron elecciones legislativas en España, con la consecuencia en Cataluña de la vuelta al poder de Companys. Badia volvió inmediatamente a España y fue amnistiado.
Su llegada a Cataluña volvió a remover viejos rencores. Companys ya no contaba con él para ninguna función policial y Badia intentó volver a tomar el control a partir de “Estat Catalá”, consiguiendo ser el 8 de marzo nombrado presidente. Probablemente, fue demasiado lejos en su enfrentamiento con el poder de Companys y sus viejos enemigos anarquistas y alguien planificó cuidadosamente su asesinato. Cuatro pistoleros que huyeron en un coche, a la luz del día, en plena Barcelona republicana, y, sin embargo, la policía no fue capaz de esclarecer los hechos.

Se tuvo que esperar a junio de 1941, cuando la policía dependiente del nuevo gobierno español, detuvo a un tal Justo Bueno. No entraremos en detalles del rocambolesco caso, pero reconoció su participación en el asesinato en colaboración de un argentino llamado Rodolfo Prina, mientras otro argentino, Vicente Tomé, conducía el coche donde huyeron y un español llamado José Martínez Ripoll, se encargaba de la vigilancia. La justicia franquista ordenó su ejecución el 10 de febrero de 1944.
Esta es la larga historia de la política de principios del siglo XX en España. Curiosamente se parece bastante a la situación actual.
- Políticos que apenas han trabajado y que consiguen medrar en el manejo de fondos públicos.
- Confusión con el dinero del Estado y su empleo para fines partidistas.
- Desprecio hacia el adversario político.
- Falta de empatía para cualquiera que no comulgue con las ideas propias.
- Sobrevaloración de los méritos propios.
- …un largo etcétera.

Manuel de Francisco Fabre