Batalla de Celidonia (14 julio 1616)

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Batalla de Celidonia

El 14 de julio de 1616, en plena guerra entre el Imperio Otomano y las potencias cristianas de los países con costa mediterránea, se inició un enfrentamiento naval entre dos escuadras compuestas por tipos de naves totalmente distintas. La batalla duró tres días, ya que uno de los bandos carecía de movilidad y se encontraba en situación de franca minoría en cuanto a efectivos. El otro bando, contaba con superioridad de medios y con total libertad de movimiento. Contra todo pronóstico, ganó el bando por el que nadie hubiera apostado. Este bando estaba compuesto por marinos y soldados españoles.

Duque de Lerma

Situemos el contexto. En 1616, reinaba en España, Felipe III, pero quien mandaba realmente era el Duque de Lerma, que empezaba a tener problemas con el Conde Duque de Olivares. Lerma, deseoso de poner en el Mediterráneo a una persona con capacidad de enfrentarse al Imperio Otomano, nombró al Duque de Osuna, como virrey y capitán general de los Reinos de Sicilia. Hemos dicho el Duque de Osuna, pero bueno ha habido 17 duques de Osuna y éste en concreto se llamaba Pedro Téllez-Girón y Velasco Guzmán y Tovar y de sobrenombre “El Gran Duque de Osuna”.

Osuna era expeditivo y se rodeó de gente de su carácter. No tenía miedo a que nadie le hiciera sombra y nunca temió que otro más inteligente que él le usurpara el poder y la gloria. Entre las personas elegidas para realizar sus proyectos estaba Francisco de Rivera y Medina. Este toledano, no vió el mar hasta que fue adolescente, pero aprendió rápido y en 1616 era un aguerrido capitán de barco, con cierto prestigio como audaz marino y camorrista profesional. Era justo lo que necesitaba Osuna, una persona fiel pero capaz de tomar decisiones y no dispuesto a que las reglas escritas le impidieran alcanzar los objetivos que le habían fijado.

Felipe III,

El católico Felipe III, consideraba el corso como algo que rozaba la moralidad y por tanto fue siempre reluctante a otorgar patentes de corso, pero Osuna era de distinta opinión. Limitarse a enfrentamientos entre barcos de guerra, no era la forma de combatir las acciones otomanas que estaban empezando a asfixiar el comercio marítimo en el Mediterráneo. Tenía también una opinión particular acerca de la navegación de guerra en dicho mar. Desde hacía 100 años las galeras y sus derivados, eran los navíos que dominaban el mar interior. Dichas naves no dependían de los caprichos del viento para desplazarse, pero consumían una cantidad ingente de suministros para alimentar a su numerosa tripulación que debía manejar los remos. Osuna pensaba que era el momento de comprobar si los pesados galeones atlánticos tenían éxito en el Mare Nostrum:

Para obviar el problema de la aprobación del rey, simplemente no solicitó permiso y mandó construir a su costa una flotilla compuesta por dos galeones, dos naos, una urca y un patache. Después, nombró a Rivera, capitán de la armada, le dio patente de corso, firmada solamente por él y le dio órdenes sencillas pero terminantes. Ver como se comportaban sus naves en un ataque a un puerto enemigo. El resultado del ataque a La Goleta en Túnez, fue de lo más exitoso. Hundió un bajel enemigo, capturó otros tres y solo perdió tres hombres, todo eso bajo el fuego de la fortaleza enemiga que protegía el puerto.

Vistos los buenos resultados de las naves y de su capitán, Osuna decidió dar un paso adelante. Rivera recibió orden de llegar al fondo del Mediterráneo y atacar todo barco que oliera a otomano, sin distinguir entre navíos de guerra y mercantes.

“El Gran Duque de Osuna”.

 Rivera aportó otra idea novedosa, en sus barcos. Hasta ahora la lucha con galeras, se ajustaba al canon de cañonearse a distancia y una vez “ablandado” lanzar directamente contra el objetivo con el fin de hundirlo con el espolón de proa o abordarlo, continuando la lucha con armas blancas fundamentalmente. Al mando de naves de construcción mucho más robusta y con una amuras que se encontraban a varios metros sobre el nivel del mar, Rivera consideró que lo mejor era embarcar en sus naves el mayor número posible de hombre capaces de manejar armas de fuego ligeras. O sea que sus seis barcos transportaban 1000 arcabuceros de los 1600 soldados embarcados. Era una proporción nada habitual.

Francisco de Rivera y Medina

En junio de 1616, abandonó el Reino de Sicilia y se dirigió a Chipre, donde estuvo practicando el corso, con notable éxito, hasta que el 1 de julio capturó un mercante de cabotaje que le informó que en las cercanías del cabo Celidonia, había una concentración de galeras otomanas. No corto ni perezoso, Rivera ordenó abandonar las lucrativas actividades de corso y se dirigió hacia las costas turcos, con la idea de enfrentarse a algunas galeras de guerra. El 14 de julio, en las cercanías del cabo Celidonia, avistó al enemigo, pero se encontró con dos problemas. El primero era que apenas hacia viento y por lo tanto la iniciativa se encontraba en el bando enemigo. La segunda fue que al frente estaban nada menos que 55 galeras que portaban unos 12.000 soldados. El enemigo les superaba en 10 a 1.

Hay varias versiones, no sobre el resultado, sino como se desarrollaron los hechos. Algunos autores dicen que en una primera acción, Rivera consiguió burlar el cerco, pero después volvió aprovechando el factor sorpresa. Otros dicen que la armada española quedó atrapada, sin posibilidad de huida. En cualquier caso todos están de acuerdo en que finalmente, después de tres días de lucha, Ribera quedó dueño del campo de batalla, que los otomanos salieron huyendo y que perdieron 10 galeras y otras 20 quedaron seriamente dañadas, además de unas pérdidas humanas de más de 3000 muertos, contra 34 muertos en el bando español y las seis naves a flote.

¿A qué se debió este singular desenlace?

Batalla de Celidonia

En primer lugar a las altas amuras de los galeones y de las naos. Una cosa era llegar hasta el lado de una nave española y otra escalar su costado. Además estaba la robustez de la construcción. Los espolones de las galeras, no consiguieron hacer mella en el tablazón de los barcos españoles. Después estaba la capacidad de fuego de los arcabuceros. Cuando una galera se acercaba a un galeón, sufría un fuerte castigo y casi no le quedaban soldados en estado de combatir con arma blanca.

Qué duda cabe, que la capacidad técnica de Rivera y su carácter decidido también contribuyó al éxito, así como la adecuada preparación y el adiestramiento de la tripulación. Una cosa era llevar a bordo arcabuceros y artilleros y otra que estuvieran entrenados en su manejo. Rivera no solo era un tipo arriesgado sino también un hábil y capaz organizador.

El desenlace, puso en alerta al resto de potencias europeas. A partir de este momento, las naves de guerras movidas a vela y provistas de eficaces piezas de artillería, fueron la base de la guerra en el Mediterráneo, tanto para el patrullaje de las costas, como en el ataque a medias distancias. Sus altos amuras las hacían fortalezas flotantes solo atacables por otras de similares dimensiones. Agiles jabeques fueron utilizados por ambos bandos tanto para los ataques por sorpresa, como para las comunicaciones. Las galeras, quedaron relegadas al patrullaje de los puertos importantes y poca cosa más.

Manuel de Francisco Fabre

Ver en YouTube 

https://www.youtube.com/watch?v=sqBfqyVjfrg&t=12s

https://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_naval_del_cabo_Celidonia

https://es.wikipedia.org/wiki/Francisco_de_Rivera

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1 thought on “Batalla de Celidonia (14 julio 1616)”

  1. Cada día me asombro más respecto a la capacidad técnica naval de España , su habilidad , su audacia , poder medir latitud y longitud antes que nadie…
    Desde Argentina un caluroso saludo

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