Era un húmedo y tórrido día del verano austral. Concretamente el 31 de enero de 1541. Llevaban andando varios días, desviándose de la ruta que les llevaba a Asunción de Paraguay, pero es que estaban oyendo un ruido ensordecedor y el jefe de la expedición se empeñó en averiguar qué era lo que producía semejante estruendo. Cuando vieron de qué se trataba se quedaron boquiabiertos y es que el espectáculo de las cataratas de Iguazú no es para menos.
El jefe de la expedición con semejante curiosidad, era Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Un tipo excepcional de los que no se dan en nuestros días. Fruto de una travesía accidentada, había desembarcado en la isla de Santa Catalina, actualmente en Brasil y su destino era Asunción, el viaje a pie le costó cinco meses, pero ello no le impidió dar un rodeo para averiguar algo que no tenía nada que ver con las riquezas ni con su gloria personal. Simplemente le movió el deseo del saber que producía un ruido que se puede escuchar a kilómetros de distancia.
Y es que Alvar Núñez era un personaje excepcional. Había sido protagonista de la expedición de Pánfilo de Narváez que se perdió en su empresa de exploración y asentamiento de La Florida en 1528. Fue uno de los cuatro sobrevivientes y el primero que describió las manadas de bisontes. Recorrió a pie desde Galveston hasta Sonora y cuando consiguió contactar con los residentes en el actual Culiacan en el Méjico que hoy conocemos, todavía supo escribir no una relación al rey, como se hacía normalmente, sino todo un libro, NAUFRAGIOS, que describía una epopeya digna de Ulises. Es la primera relación de los usos y costumbres de los indígenas de las grandes planicies del centro de los Estados Unidos. O sea, que se le daba bien, tanto la espada, como la pluma.
Aunque su empresa no aportó ningún dinero a las arcas reales, se le reconocieron ciertos derechos y pudo haber decidido retirarse en España. Cualquier otro, se hubiera contentado con ello, pero Alvar Núñez todavía no se había cansado de tener aventuras y solicitó y obtuvo el cargo de segundo adelantado (gobernador interino) del Río de la Plata. Fue en su viaje de toma de posesión, que descubrió las magnificas cataratas de Iguazú. Hoy frontera entre Brasil y Argentina y destino preferente del turismo internacional en esta zona.
No parece que fuera el único “conquistador” con un perfil de moderno turista aventurero. En 1519 cuando Hernán Cortés se lanzaba a la conquista de la ciudad de Méjico, un tal Diego de Ordás, uno de sus capitanes, solicitó y obtuvo permiso para escalar el volcán Popocatepétl. Unos dicen que para buscar azufre con el que fabricar pólvora. Otros que tan solo deseaba admirar el paisaje.
Manuel de Francisco Fabre